martes, 9 de septiembre de 2014

Cuando la abuela se va… aunque se queda



Me sonroja y me llena de cierta pena escribir estas líneas sobre una gran mujer… porque temo quedarme muy corto al hablar de ella. Me sonroja porque recibí de ella una parte de su capacidad genial e ilimitada de escribir. Una pluma privilegiada que, sin universidades ni manuales de estilo, fue capaz de plasmar en palabras los pensamientos más bellos que una madre pueda escribir.

Sí, hablo de mi abuela. Abuelita Yiya, como le decía desde que era niño y venía a visitarla desde Turrialba a Alajuela. La recuerdo desde mi más temprana infancia como una señora canosa, llena de amor, preocupada siempre porque comiéramos, que estuviéramos cómodos y por tenernos puntualmente su “cariñito” para el día del cumple, de Navidad o, simplemente, porque materialmente nos quería demostrar cuánto nos amaba, aunque sus regalos sobraban, pues el amor ofrecido era más que suficiente.

De mi abuela salió este humilde periodista. Y con mucho orgullo les cuento: ella hubiera querido ser colega mía… o bueno, yo que ella hubiese sido colega de ella. En su genética se plasma mi humilde capacidad de poder escribir algo que sea más o menos bonito y que a la gente le guste o al menos no le aburra… pero déjenme que les cuente más de mi abuela, si están dispuestos a leer la historia de una mujer, que más allá de eso, fue madre y santa (aunque todas las madres que aman tienen ese título por definición).

Doña Adilia tuvo la entereza de fajarse con la crianza de 11 hijos (todos excelentes), pese a sufrir las carencias más serias propias de una época anterior al Estado Benefactor en Costa Rica. Ella, junto a mi abuelo Santos (cuyo nombre también le hace honor) tuvieron que lidiar con la pobreza, la falta de una educación que les permitiera ser profesionales y la ausencia de oportunidades para salir adelante. Eran otros tiempos. La Costa Rica pobre que pronto se desarrollaría.

Mi abuela, con paciencia y esmero, supo llevar una vida matrimonial que es mi mejor ejemplo de desacreditar el mito de que “el matrimonio es un fracaso como institución”. Como 57 años estuvo a la par de su amor y, estoy seguro, en el momento de entregarle el alma al Creador estaba feliz de saber que iba a reunirse con mi abuelo, quien a su vez, siempre se desmayó por la mujer de los colochitos que le robó el corazón.

Ella era una santa completa que hizo de la asistencia diaria a misa (a su muy amada Agonía, templo cuyo amor nos heredó a toda la familia), de la oración continua, de la generosidad desbordada y de la rectitud y honestidad, sus mejores enseñanzas. Abuela tal vez nunca fue a una universidad… pero ¡carajo! ¡La vida le dio un honoris causa! Nos enseñó a todos de humildad, de servicio, de honradez, de amor… jamás olvidaré una vez que, pequeño, me dijo “Pablito, y usted cuando viene una persona mayor por la calle, le da campo, ¿verdad?” y yo: “sí abuela” y ella: “sí, a quienes más lo necesitan más hay que ayudarlos”. Aquello me sirvió para aplicarlo no solo con adultos mayores, sino con quienes realmente necesitan de una colaboración.

No es que se robe todos los créditos. Las cualidades que quien les escribe puede tener provienen de dos familias de las que me siento muy orgulloso de llevar su sangre. Pero mi abuela, por sus 99 años de vida (sumando la gestación) y por haberme acompañado durante 31 años de la mía (ahora que lo veo, casi un tercio de la suya), jugó un papel decisivo, no solo en mi fe, sino también en mi propia cadena de valores que definieron mi forma de ser.

Con la boca llena lo digo: “a mí ella me amaba”. “Casi casi” podría decir que era de sus favoritos. Aunque sería un falso engaño asegurarlo, porque ella amó tanto a cada uno de sus nietos, que estoy seguro que todos podríamos certificar lo mismo. A mí me enorgullecía tanto cada vez (muchas veces) que me decía “si yo hubiera sido profesional, me hubiera encantado ser periodista”, producto de su redacción, tan intachable como su ortografía y su caligrafía, esta última digna de ser llevada a la computadora para escribir textos elegantes.

Le encantaba cuando llegábamos y nos contaba, una y otra vez, sus recuerdos de la hermosa Alajuela de principios de siglo XX. Además de periodista, hubiese sido excelente maestra… una enciclopedia de historia de Alajuela en carne y hueso, de costumbres y tradiciones que, aún pese a su avanzada edad, relataba con lujo de detalles.

Como les decía, nunca escatimaba en darnos amor. Y no solo a su familia, sino a sus amigos y a quien se le pasara por el frente. Siempre una palabra atenta, siempre un detalle. Nunca una crítica, nunca una palabra de desaprobación a espaldas de nadie, aún ante personas que habían herido a quienes más amaba. Y eso se vio manifestado en su misa del funeral de este lunes… un agradecimiento rotundo de una parroquia, una comunidad, que a viva voz le dijo hasta luego.

Extrañaré tremendamente sus ollas de carne y aguadulces, que siempre había y abundaban en su cocina. Me hará falta viéndola agarrar un ayote y partirlo con un afilado cuchillo en pedacitos con la palma de su mano como picador. Nostalgia me dará no escuchar más su voz ronquilla diciéndome “amoooooor”, sus ojos pelados cuando uno la sorprendía con algo. Ni qué decir de lo feliz que la hacía el intercambio de regalos para Navidad, el “pegarse” la lotería o una rifa familiar, aunque supiera que todo había quedado arreglado para que la ganara ella. Pero de todo, de absolutamente todo, lo que me hará más falta será sentir su persignación en mi frente, que semanalmente le pedía porque para mí era como un escudo protector.

Mas no sus oraciones. Esas no me harán falta. Y no será así porque ahora, más bien, su capacidad de interceder ante Dios por nosotros es más fuerte que nunca. Porque tuve la oportunidad de asegurarme que así sería, cuando en vida, el viernes antes de su último internamiento, sentado al frente de su cama le dije: “abuela, usted y yo vamos a hacer un trato: usted pide por mí y yo pido por usted… ¿de acuerdo?”. Y ella, con esa fogosidad que la caracterizaba, me respondió “trato hecho nunca desecho”. Y yo le respondí: “bueno, vea que usted me lo está prometiendo”.

Y el propio viernes 6 de setiembre, a unas 11 horas de su fallecimiento, cuando todavía podía medio hablar, se lo volví a recordar: “Reina (como le decía yo), le recuerdo que usted y yo tenemos un trato (mientras me tragaba el nudo que tenía en la garganta)”. Y ella, haciendo un esfuerzo para respirar, me dijo “sí, yo pido por usted y usted pide por mí”. Y yo le dije… “así es”. Y como ella nunca me faltó una promesa, estoy seguro y lo declaro en fe, abuelita Yiya estará desde el cielo, donde recibió ya la corona victoriosa de los santos que perseveraron en Cristo, rogando a Dios insistentemente para que su falta no nos consuma, para que la paz del Señor nos inunde y para que Su Espíritu nos dé la fuerza.

La resurrección de abuela fue lo mejor que le pudo pasar a ella. Es una verdadera alegría, inmensa, bañada por un saborcito amargo de saber que sí, nos hará falta y la extrañaremos. Pero que no quepa duda que su ejemplo será para nosotros, quienes la conocimos, un camino y derrotero al mismo tiempo. Nos queda a su estirpe, a su clan, la gran misión de seguir sus pasos, cosa sin duda nada fácil. Una cristiana como ya hay pocas, diría el padre Jeffrey en su homilía del funeral. Una labor que preocupa porque hay pocos preparados para cumplirla, señalaría el provincial redentorista (congregación que abuela tanto amó), Manuel Cruz. Una misión tan arriesgada como urgente, agregaría yo.

El amor de doña Adilia se manifestó a cabalidad este viernes, cuando le dimos a sus restos un último adiós, aunque sabemos que el Dios que nos ama no dejará de unirnos en el amor con ella. Fue impresionante ver la iglesia La Agonía repleta de parientes y amigos de su gran familia y de ella misma, que llegaron a acompañarnos. Fue hermoso saber que, según lo que nos dijeron en la funeraria del Magisterio, nunca habían visto una vela así. Y no lo digo porque sea un vano orgullo… lo digo porque tanta bondad se le devolvió al final y quedó plasmada en los abrazos de confort recibidos, en los hombros bañados en lágrimas.

Un gracias no es suficiente, pero es todo lo que puedo decirles a quienes nos ayudaron y ayudan a pasar este trance. Gracias porque nos hacen el trago de la separación más dulce. Gracias simplemente por estar ahí. Porque el amor se demuestra a través del dar, sin esperar a cambio. Por eso y muchas cosas más, gracias a todos.

Y a vos, abuelita, vos que estás ya resucitada en Cristo, te mando un mensaje en mi oración con Él. Quiero que sepás que tu espacio será imposible de llenar, pero que tenemos que arreglarnos ahora la vida sin vos físicamente con nosotros. De todos modos, vos así lo hubieras querido. Varias veces nos dijiste que no detuviéramos nuestros planes si vos morías. Pues así será. Pero eso no significa que te olvidaremos. Eso jamás. San Pablo decía que el amor nunca pasará. Esa, la fuerza más potente del universo, que trasciende el entorno del espacio – tiempo en el que se desenvuelve la vida terrena, quedará ahí para siempre.

Tus valores, tus enseñanzas, tus consejos, quedaron ya grabados en nuestros corazones y, como lo dije antes, serán parte de nuestra conciencia hasta que logremos verte de nuevo. Yo de mi parte no le pido a Dios que te descanse en paz, pues necesito que asumás tu nuevo rol de intercesora cuanto antes (trabajo laborioso, más tomando en cuenta mis debilidades y defectos). Sabés perfectamente que necesitamos de tu oración y de tu amor.

Copiando dos ideas a mis hermanos: un 8 de setiembre de 1989 enterramos a mi abuelita paterna, María. Un 8 de setiembre del 2014, hicimos lo mismo con nuestra abuelita materna. Un 8 de setiembre la Iglesia celebra la natividad de la Virgen María. Un día que pasará en nuestro recuerdo como una fiesta de las madres celestiales, las cuales espero que me asistan en la hora de mi muerte, para hacer ese tránsito tan temido por mí, una experiencia gloriosa.

Abuelita, estas líneas las escribo con el corazón abatido por tu ausencia física, con lágrimas de principio a fin por dejar palabras envueltas de amor y nostalgia, pero con una alegría inmensa de saber que cumplirás con lo que me prometiste hace semana y media. Porque con mucho orgullo, ahora más que nunca, podré presumir de ser el nieto de una mujer santa.

Saludame a Santicos, decile que lo amo y que tampoco nos olvidamos de él (lo tengo muy presente en la alegría que caracteriza a los Vargas). A abuela María, contale que también la extrañamos mucho, pero que las tías se han encargado de recordarnos su mensaje y valores que ella también pregonó a lo largo de toda la vida. Lo mismo para abuelo Rafael Ángel, a quien no tuvimos el placer de conocer, pero con quien será un gusto llegar a platicar cuando llegue mi momento. A tía Ofelia, que por más cangrejos de queso que haya probado, los de ella siguen siendo los mejores! 

De paso, y ya que tenés una enternidad para hacerlo, saludame a mi compa Andrés y decile que se te una en las oraciones por este pecador. Lo mismo para Marcela, la muchacha catequista que estuvo en Pastoral Juvenil hasta que un infame acabó con su vida. A los vecinos del barrio La Haciendita de Turrialba que se nos adelantaron, deciles que los recordamos con mucho cariño. A don Juan Antonio Rojas, tío político, contale que le agradezco cada vez que abro los closet de mi casa y que con cariño lo evoco en las conversaciones con tía Lupe. Un besote muy grande para Alina, mi primita que llegó allá antes de que yo pudiera ver la luz del sol. A Antonio, el esposo de la madrina, que también espero conocerlo algún día, de quien solo cosas lindas habla ella… A Monseñor Romero, asegurale que aquí estamos orando y haciendo lo posible porque la Iglesia le dé el lugar que le corresponde: en los altares, con una palma en la mano. En fin, a toda esa gente que nos acompañó y nos amó y ahora está a nuestro lado, solo que en otra dimensión, orando por nosotros.

¡Te amo y así seguirá siendo, hasta que nos volvamos a ver!

Tu nieto, Pablo, a quien tanto amás.

miércoles, 9 de julio de 2014

Costa Rica, un triunfo sobre nosotros mismos

Decían que el grupo de la muerte, que los cuatro campeonatos de Italia, que los dos de Uruguay o que el de Inglaterra. Decían que la falta de roce internacional, que las ligas poco competitivas de nuestros jugadores, que la humilde (y mal administrada) infraestructura y logística. Pero no. Ninguno de esos fueron los rivales más difíciles de superar por “La Sele”. El obstáculo más grande para esos 23 guerreros (y hasta más por los lesionados) fue la negatividad del aficionado tico promedio y de más de un experto sobre la cantidad de partidos que perderíamos y de goles que nos iban a meter tres potencias del fútbol. Inclúyanme a mí en ese grupo, que desde el principio dije que con un empate contra alguno me conformaba... ¡imagínense si quedé conforme!.

Equipo que enfrentó a Uruguay
La verdad es que La Sele cerró bocas, como Pinto y su “sistema defensivo” junto con Junior Díaz y “su torpeza” que incluso lo llevó a ser considerado hasta octavos de final como el mejor lateral izquierdo por al menos tres periodistas de la cadena ESPN. Solo faltó el Chiqui para dejarnos callados a todos.

Este grupo silenció a sus detractores y a quienes temíamos resultados negativos, pese a que en el fondo uno guardaba la esperanza de que algún “milagro” ocurriera. Y ocurrió. El milagro no fue tan metafísico como viril: implicó un extenuante trabajo físico, un terco y estudioso entrenador, el compromiso de los jugadores y también no podía faltar una buena dosis de gónadas masculinas, de esas que se ponen a trabajar después de jugar bajo tormentas de nieve, penales no pitados, lluvias de tarjetas amarillas y otras actitudes injustas que nos llegan desde la FIFA.

Lo de La Sele fue heroico. “Se la creyeron”, como dicen ahora, se esforzaron quizá mucho más que sus rivales para compensar las desventajas enumeradas al principio. El resultado: uno de los planteles menos caros del mundial superó con creces a países que distan mucho en poderío económico e histórico. De paso, sepultaron un viejo fantasma de 24 años en la misma fecha en que Costa Rica había ganado a Suecia para pasar a la siguiente fase en Italia 90: el entonces organizador del mundial fue ahora la víctima y nuestro país clasificaba por segunda vez a los octavos de final. Pero había más y el equipo estaba para más. Y la gente lo sabía.

Después de dar clases de control del balón a Uruguay y a Italia, nos relajamos un poco contra Inglaterra para enfrentar a Grecia, equipo complicado. Casi logramos sumar nuestra tercera victoria de no ser por ese desafortunado gol en el minuto 90. Y aún así, con un jugador menos pero con el mejor portero del mundo y la defensa menos batida de la Copa, aguantamos un vendaval helénico y terminamos por derrotar a jugadores que tienen detrás de sí una cultura milenaria y un título de campeones de Europa en el 2004.

A estas alturas, uno cuenta esto y lo cree, porque uno sabe que fue cierto: todos lo vimos, todos lo gritamos, todos lo celebramos… pero ¿asimilarlo? Para eso habrá que dejar pasar toda la euforia heredada del Mundial y analizarlo una y otra vez. Digo, a mí lo de Italia 90 todavía me sigue pareciendo inexplicable, por ser el debut, por ser en Europa, por ser equipos buenos los que enfrentamos y por ser jugadores semi profesionales, sin ningún tipo de bagaje internacional. Y pese a que los héroes del 2014 tienen mejores condiciones que sus antecesores de un cuarto de siglo atrás, tuvieron ante sí rivales mucho más complicados y un desafío aún mayor: superar los octavos de final. Y lo lograron.

Las leyendas se construyen cuando se superan “imposibles”, y ese "imposible" fue lo que nuestros representantes futbolísticos construyeron en Brasil. El agradecimiento de un país que ama y sufre con el fútbol les será eterno. Se ganó, se ganó y se ganó. Todo fue ganancia en Brasil.

Y ojo, el triunfo y los dividendos para el país se verán mucho más allá de las canchas en Recife, Belo Horizonte, Fortaleza y Salvador. Costa Rica se posicionó ante el mundo, vendió su marca y sin duda su naturaleza, gracias a los anuncios del ICT. Al menos el planeta fútbol (que estimo es mayoritario entre los más de 7 mil millones de habitantes en la biosfera) ya sabe que este país está en América Central, que no somos Puerto Rico, que Ricky Martin no es nuestro compatriota y sobre todo que no le pertenecemos territorialmente a Estados Unidos.

Esos once jugadores lograron poner al país en la portada y que el orbe supiera que aquí estamos. ¿Y qué mejor referente que el evento deportivo más visto en el mundo: la Copa Mundial de la FIFA? Porque ni los Juegos Olímpicos de verano ni el dichoso SuperBowl tienen tantos seguidores como la máxima fiesta del fútbol.

No muchachos. No Pinto. No cuerpo técnico. El país no tiene cómo pagarles todo esto (literalmente). Yo esperaría que para finales de año haya un mayor número de turistas, de empresas interesadas en invertir en el país y por ende menos desempleo, todo producto de la exposición mediática que gozamos en las pasadas tres semanas.

Y finalmente, ganamos credibilidad frente a nosotros mismos. Nos demostramos que somos capaces si como pueblo nos unimos y avanzamos todos juntos y en cualquier campo. Es más, casi diría que lo conseguido en el Mundial, frente a grandes equipazos, es hasta más difícil de lograr que ante el desorden interno por el que las cosas no avanzan.

Pero en fin, ya habrá tiempo para analizar las repercusiones del mundial de Costa Rica. Yo solo espero que esos $14 millones que nos ganamos sean bien invertidos y que lo restante de premios sirva para mejorar la preparación técnica de nuestros entrenadores, las condiciones de nuestros futbolistas y la formación desde ligas menores. Solo así cabe soñar con, otra vez, hacer una historia como la que hemos hecho, o ¿por qué no? Agrandarla…

Campbell dice que en el 2011 le anunció a sus compañeros de selección sub 20 que iría a Brasil a disputar su mundial. Y lo consiguió. Ojalá este martes haya empezado el sueño mundialista de más de un chiquillo que ahora tiene 14, 15 ó 16 años y que sueña llegar con 18 a la Copa Mundial en Rusia. De todos modos, los jugadores nos demostraron con hombría que no hay rival imposible, que el único imposible real es el que tenemos en nuestras cabezas.

¿Y qué hubiera pasado si ese remate de Ureña se le va al portero holandés al terminar el segundo tiempo extra? ¿Y si el gigantón portero de Holanda no nos hubiera intimidado tanto y agarrado ya cansados? No lo saberemos nunca, pero lo que sí sabemos es que Costa Rica está para cosas mucho más grandes. Ya habrá otra oportunidad para pasar a la semifinal. Si el “milagro” se dio ahora, por qué no se podría repetir.

¿Eliminados? SÍ. ¿Vencidos? NUNCA. ¡Bienvenidos muchachos! Todo un país los aclama y les recordará, por siempre, su hazaña, que tiene un campo privilegiado en nuestros corazones, como los héroes de Italia 90.

miércoles, 23 de abril de 2014

Nos vemos, Pilo. Muchas gracias

Tenía que escribir sobre la muerte de Pilo. Tenía que hacerlo porque, más allá del gran narrador que fue y que nunca lo pude conocer, él, sus narraciones y ocurrencias formaron una parte fundamental de mi vida, especialmente en mis dulces años de infancia futbolera, en los que en cada mejenga me sentía jugador de La Liga y ponía su voz a narrar mis goles en la calle de La Haciendita de Turrialba.

Por supuesto que lo relaciono con fútbol, pero más específicamente, la narración de Pilo acompaña el más bello recuerdo de este hermoso deporte: el paso de la gloriosa Sele en Italia 90. Esa gesta futbolística no habría sido tan gloriosa si Pilo no nos hubiera emocionado con el taquito de Jara y el gol de Cayasso. Y cómo olvidar su angustia cuando Brasil nos tuvo contra las cuerdas... y por supuesto, el inolvidable “Medford, Medford, Medford” como 10 segundos después del gol de Hernán contra los suecos. Ese día Pilo se hizo inmortal.



Pese a que nunca lo vi ni entrevisté, Pilo sin saberlo impulsó mi carrera. Sin duda alguna fue ejemplo personal para comunicar de una forma original. Pilo demostró que sin ser vulgar ni arrogante se obtiene el éxito que persiguen muchos que ostentan esos dos calificativos.

Cada partido, cada risa, cada “salida”, cada error... Pilo alegró mi infancia y avivó mi juventud... y cuando desapareció de la pantalla sin duda mi pasión futbolera lo lamentó. Y cuando volvió, era como si el fútbol tuviera nuevamente más brillo. Con él, uno se sentía “consolado” cuando la Sele perdía y los triunfos eran más gloriosos.

Gracias Pilo por tantas alegrías, por los nudos en la garganta, por el desahogo de cada gol, por tantas luchas que dimos sin conocernos. Gracias por la entrega y la huella que dejó en mi vida. Gracias, don Manuel Antonio, porque su cuerpo hoy muere, pero su alma y su estilo a partir de esta tarde vivirán para siempre.



Lo imagino siendo recibido por José Ángel Monge, el Rápido Ortiz y tantos otros colegas deportivos y narradores que hoy están del otro lado. Ahora le tocará narrar la gloria de Dios, el mejor espectáculo que un alma buena puede presenciar.

Descanse en paz don Manuel Antonio, aquí los que quedamos de este lado intentaremos continuar la vida con la alegría que usted nos dejó.


In memoriam.


miércoles, 8 de enero de 2014

Mis “X” para el 2 de febrero

Aunque yo sé que decir por quién pienso votar el próximo 2 de febrero no variará nada el resultado, quiero compartir con ustedes el análisis que hasta la fecha he hecho de la oferta política que hay y de lo que puede venir con el futuro presidente de la República en los cuatro años que se nos avecinan...

Antes de escuchar cualquier crítica de “un periodista tiene que ser objetivo” (señores, noticia: la objetividad no existe) quiero aclarar que un periodista es tan ciudadano como cualquier otro, con derecho a expresarse libremente sobre lo que piensa, sin recibir presiones de ningún tipo y de ningún lado, llámense estas: medios, colegas, círculos políticos, empresariales o etc. Ya viene siendo hora de que este gremio se despierte y reclame su derecho a pensar.

La razón por la que aclaro esto, antes de entrar en materia, es muy simple: hay gente que cree (o que se lo cree) que los periodistas somos transmisores “objetivos”, 100% imparciales, sin tintes de ningún tipo, algo así como un cable inerte que transfiere datos de un lugar a otro. Los periodistas pensamos, preferimos a un candidato más que a otro y tenemos nuestro derecho a analizar (posiblemente lo hacemos más, fuera de micrófono, que la mayoría de profesionales).

Ahora bien, la profesionalidad a la hora de comunicar se demuestra cuando, en el momento de informar, el tratamiento es igualitario para todas las posturas y candidatos. No porque yo sea de centroizquierda voy a negarle el micrófono a Otto Guevara. O porque yo haya votado por el PAC trato con menos respeto a Johnny Araya. O bien, porque crea que el PUSC es un partido que debe desaparecer debido a sus horribles actos de corrupción, voy a tergiversar lo que dice Rodolfo Piza. La información debe ser lo más imparcial posible, lo contrario sería irrespetar al público que nos lee / escucha / ve, pues al final, es quien debe forjarse su propia opinión. Pero irse al otro extremo también sería irrespetar nuestro derecho a pensar, a opinar, a expresarnos y a valorar la información que procesamos todos los días.

Volviendo al tema del principio, mis “X” para las elecciones ya tienen su casilla elegida (a menos claro que pase algo dramático) y, sorprenda tal vez a algunos o no, no será para el mismo partido en ambas papeletas. De hecho, nunca lo ha sido. Me hace reír cuando alguna gente (sobre todo un par de ministros por ahí) en Twitter jura y perjura que yo soy “PAC” de hueso colorado. Sin duda les duele cuando uno es crítico con el PLN y con el peor gobierno que este país recuerde: el de Laura Chinchilla. Pero no. Si bien es cierto soy centroizquierda (nunca lo he negado y, al contrario, lo he dicho abiertamente) y el PAC es el partido con el que me siento más identificado, eso nunca ha limitado que lo critique, que me enoje con las estupideces que alguna gente ahí adentro ha hecho y que sienta que ha ido perdiendo el rumbo por el que fue creado. Hago mías las palabras que dijo alguna vez un tuitero del que no recuero su nombre de usuario: “el PAC es el partido que todos quisiéramos que fuera, pero que nunca ha sido”. No obstante, admito que, de lo que hay, es lo que se me hace más cercano.

Así que bueno, al mejor estilo de los medios internacionales de prestigio (¡oh comapración!) les confieso que la línea editorial de “A título personal” apoya al candidato del Partido Acción Ciudadana, Luis Guillermo Solís, para los comicios de febrero. ¿Por qué? Pues básicamente porque de toda la oferta actual, considero que es lo mejor que le podría pasar a este país. Don Luis Guillermo, un hombre austero incluso en su personalidad, que le ha costado “soltarse” para hablar, cero populista, de altos conocimientos en ciencias políticas y coyuntura internacional, ha sido honesto hasta donde me da la información; íntegro, comprometido con todo lo que ha desarrollado y fiel a sus convicciones éticas y morales. No en vano renunció a Liberación Nacional cuando vio que Óscar Arias impulsaba su reelección inconstitucional con la complicidad de quienes estaban en ese partido. Él, a diferencia de Ottón Solís, tiene un estilo mucho más de escucha, de negociación, lo cual no quiere decir que se traicione a sí mismo.

Ojalá los costarricenses se dieran el tiempo, como dicen sus anuncios, de conocerlo. Lamentablemente confieso que ese detalle hará que posiblemente pierda las elecciones. Yo nunca he votado para ganar, tengo muy claro que la política no es un partido de fútbol, por eso no me importa si gano o no en febrero, aunque evidentemente, creo que lo mejor para Costa Rica es que Solís triunfe. Si la Liga no volviera a quedar campeón en la vida, eso no me afectaría más que el hecho de celebrar una o dos noches al año. Pero si el país no se atreve a mejorar, eso sí me jode el entorno, las posibilidades de surgir, de transitar por mejores carreteras, de caminar más tranquilo sin miedo a ser asaltado, de tener un transporte público más ágil, un Estado que apueste por la investigación científica o por acelerar procesos para que las cosas avancen con un sentido de equidad, inclusión y transparencia.

El problema con Luis Guillermo es querer ser presidente de forma casi advenediza, sin avisar y sin darse a conocer más que en los círculos académicos del país. Y un presidente no se construye de la noche a la mañana. Los “outsiders” rara vez tienen éxito a menos que posean un don muy especial (como la oratoria de Obama en el 2008). En fin, repito, votaré por Solís no porque crea que vaya a ganar, sino porque necesito tener mi conciencia tranquila en los próximos cuatro años y porque concienzudamente creo que es la mejor opción entre lo que hay.

No votaré... porque...

No votaré por Johnny Araya porque... ¿en serio hace falta explicarlo? Porque estuvo 20 años al frente de la Municipalidad de San José y sigo viendo a la capital de este país como una de las ciudades más horribles del mundo, llena de contaminación, caos vial, indigencia, descuido, calles en mal estado, contaminación sónica y visual... en fin, una ciudad en la que no dan ganas entrar y de la que uno quiere salir. Eso quiere decir que este señor de planificación no sabe un comino y que si fracasó durante tanto tiempo como alcalde, no hay razones para pensar que va a tener éxito como presidente.

Porque don Johnny, a pesar de que ahora venga a decirnos que él simboliza la “renovación” del PLN, nunca fue capaz (ni le interesó, ni le servía) de criticar a los últimos dos gobiernos de turno, o al de José María Figueres, para realmente diferenciarse políticamente de quienes ahora critica por haber perdido el rumbo, y ahora más bien en su publicidad se dedica a rescatar los "logros" de los gobiernos verdiblancos.

Como si fuera poco, Araya tiene 10 causas pendientes en el Ministerio Público, porque no me genera confianza, porque mucho se ha dicho de un presunto lucrativo negocio que hay a expensas de cada adoquín puesto en los bulevares que él ha hecho construir en San José. Y para rematar, se niega a asistir al debate que organiza Transparencia Internacional... ¿será que no le sirve que le saquen en cara todos los desmadres que ha protagonizado su partido por presuntos actos de corrupción?

Araya es cómplice de la debacle y la falta de credibilidad que sufre el país desde hace años. La muy honorable gente que quedaba en el PLN con alguna capacidad de cambio ya se fue, porque se dio cuenta que ahí no hay nada qué hacer. Es una agrupación tomada por la derecha casi neoliberal, al punto que su propio presidente, Bernal Jiménez, lo reconoció tácitamente en una entrevista publicada en La Nación hace unos 3 años (desgraciadamente la googlié y la busqué en mis links y no encontré el artículo, pero lo recuerdo perfectamente).

Seguimos con Otto Guevara... y aunque para estas elecciones hubiera sido bueno para el Movimiento Libertario buscar otra figura, lo cierto es que el gamonal de esa agrupación no suelta el churuco y sigue presentándose como “el cambio”, cuando ya todos sabemos que él es “más de lo mismo”. Otto no solo lleva sobre sus hombros el pesado fardo de las cuentas fantasmas de la pasada campaña política en las que presuntamente se favoreció, sino que su discurso: sabido, cansón, predecible, incoherente y elitista, impide que uno le crea media palabra.

Su capacidad en el Movimiento Libertario para liderar quedó más que en tela de duda después de ver la bancada saliente en la Asamblea Legislativa: diputados que ya no lo apoyan y una fracción que se dividió y se volvió a dividir en diferentes ocasiones, la más visible de ellas en la elección del directorio del pasado 8 de mayo. Otto no es sino un figurín, que hace anuncios de campaña como si estuviera vendiendo combos de McDonalds o detergentes para amas de casa. Alguien que piensa que con el mismo “mae chingo” de hace 4 años podrá alcanzar resultados diferentes. En fin, para mí Otto es un cero a la izquierda y de los candidatos con posibilidades, lo peor que le podría pasar a este país es elegirlo a él.

Luego viene Villalta. Y aunque a José María le admiro su tesón y empuje de juventud, me parece alguien en el fondo sin pilares fuertes, sin coherencia ideológica (ya ahora recordó lo que la Doctrina Social de la Iglesia dice y lo promulga sin tapujos en los debates). Villalta puede tener el carisma en ciertos sectores, principalmente entre la juventud, pero no tiene nada más. Carece de madurez, de visión, de un equipo que lo acompañe y de un proyecto de país que justifique su presidencia.

Un posible gobierno del Frente Amplio tiene un serio problema: la incertidumbre de lo que se podría venir. Realmente no sabemos qué esperar de un partido que solo ha tenido un diputado por cuatrienio en Cuesta de Moras y ante posturas en las que se dice y se desdice (como el aborto generalizado para las mujeres). A Villalta lo dejó además muy mal parado la entrevista hecha por Alberto Padillaen CB24, donde demostró que le falta mucho colmillo ante cuestionamientos ideológicos y que realmente está en pañales. Tal vez en un futuro, cuando madure más y adquiera mayor experiencia, sea una opción, pero por ahora no lo es.

Continuando con Rodolfo Piza, aunque sé que es de derecha y que está indisolublemente vinculado con el PUSC, creo que es un hombre que piensa, meticuloso y que conoce lo que está hablando. Desgraciadamente su punto en contra es el socialcristianismo, el haber sido ungido por su partido como candidato bajo la bendición de los Calderón y los Rodríguez, que aunque escondidos, siguen teniendo poder y presencia en ese partido. Cualquier cosa que venga de rojo y azul, por buena que sea, no es opción por el simple hecho de que su partido le hizo demasiado mal a la democracia de este país y más aún al sistema de partidos políticos, en conjunto con la desfachatez del PLN. Los resabios del bipartidismo del Siglo XX deberían quedar fuera para siempre, pero la democracia es así, no lo que yo quiera o crea, sino lo que el tico promedio dice e insiste, y es ahí donde nos jodemos normalmente cada cuatro años.

Y luego viene el resto, candidatos en los que uno puede sentir cierta simpatía, pero que uno sabe que no podrán llegar ni a la vuelta de la esquina con sus partidos y apoyos, y que tampoco son muy conocidos, o bien, que por conocidos tampoco son opción (el caso de Justo Orozco es el más evidente). Así que, una vez más, ante lo que hay, me parece que mi voto para presidente será para la casilla rojiamarilla el 2 de febrero.

Ahora bien, sobre los diputados, tenemos casi el mismo problema de siempre: ni idea de quiénes son. Permítanme recordarles que mi domicilio electoral está en la Escuela Juan Rafael Meoño, en mi querido y amado barrio El Llano, en el centro de Alajuela (el mismo en el que nació y vivió uno de mis héroes históricos, Carlos Luis Fallas). Y como voto en esta provincia, el partido que ganará mi elección no será el PAC. La razón más fuerte está en que el primer lugar del PAC por Alajuela es un señor que ni siquiera es del cantón, del que me han hablado muy mal y que no me merece mi mayor atención.

Pensaba, en un inicio, dar mi voto para diputado al Frente Amplio, bajo el temor de que el PLN podría tener una mayoría inmensa en la Asamblea y que harían falta diputados que “jodieran” a un eventual gobierno de Johnny Araya a más no poder. Sin embargo, ya quedó claro que esto no será así y que el Congreso quedará nuevamente muy dividido con un Frente Amplio con muchos diputados. Siendo así, y ante la oferta que hay en Alajuela, me encontré con la agradable sorpresa de que el cantautor, historiador y no sé qué más, Dionisio Cabal, está como candidato a diputado por el partido Alianza Patriótica (o mejor dicho, lo que quedó del NO al TLC hace 7 años).

Don Dionisio tendrá mi voto para diputado porque es una persona con mucho conocimiento, que sabe bastante de lo que es el costarricense, su forma de ver la vida, su idiosincrasia y valores. De todos es al que mejor conozco, me parece una persona muy coherente, y aunque yo no participe necesariamente de todas sus posturas, sé que aportará algo que el plenario legislativo perdió hace rato: prestigio y señorío.

Los demás partidos, más o menos por las razones ya explicadas, no tendrán mi voto para diputados. No me voy a arriesgar a dar mi “sí” a una persona que no tengo idea de quién es y que no sé si me irá a representar bien o no y mucho menos a partidos desgastados o cuyos diputados han convertido la Asamblea Legislativa en una charanga y un circo, entre ellos, cierto legislador por Alajuela de Liberación Nacional.

Esas son mis dos X para el otro año. Solo espero que usted que me lee, se informe, analice, piense y luego de haber rumiado esa información, decida lo mejor para esta muy alicaída Costa Rica que ya se encuentra cerca de terminar en el precipicio si no hacemos algo porque mejore.

Feliz final de campaña.


miércoles, 1 de enero de 2014

2013: De las sombras a la esperanza


Un nuevo 1° de enero en la madrugada llega y antes de comenzar esta nueva edición de mi resumen anual de los últimos 12 meses, me puse a leer el comentario de hace un año para ver cómo había cambiado todo y qué había quedado parecido... y tengo que decir que aunque el 2013 que concluyó hace ya 3 horas no fue el mejor año de mi vida, sí sirvió para algo que anhelaba 365 días atrás: ponerme en marcha hacia algo que llene mi vida, aunque ese “algo” no esté ya concretado. De hecho falta camino. Pero ya avancé y eso es más que bueno.

Mucha esperanza me deja este 2013 aunque algunas cosas no dan para tirar las campanas al vuelo. En el plano nacional el saber que Johnny Araya no tiene tan adoquinado el camino hacia Zapote en mayo, sinceramente me da para creer que la política nacional puede tener un remezón, y que el costarricense, por una nueva ocasión, tiene la oportunidad de dar un golpe de timón, a ver si por fin dejamos esta modorra, estos 30 años de hacer NADA por salir del subdesarrollo y de la desigualdad creciente.

En este año que empieza tenemos el chance de poder cambiar las cosas. Ojalá la gente pobre, humilde y marginada, que ha sido tan manipulada por la clase política de este país, se dé cuenta que es hora de cambiar las cosas y que las falsas promesas de frases como “Sí Costa Rica” y “Adelante” no hicieron más que engañarnos y retroceder.

Si la Sele tiene un reto enorme en junio de este año con el Mundial para vencer a tres grandes, es hora de que el tico entienda que ante su nariz se presenta una responsabilidad de derrotar a sus tres grandes verdugos: la falta de criterio, la mediocridad y el engaño y reclamar lo que siempre ha sido suyo: el derecho de vivir dignamente. No digo que un próximo gobierno vaya a solucionar todos los problemas del país y a acabar con la pobreza (eso sabemos que es utópico), pero sí es hora de que este país comience a retomar la ruta al desarrollo si no quiere “centroamericanizarse” (con el perdón de los hermanos centroamericanos) y acabar como un país pobre, violento y con unos poquísimos que lo tienen todo y una enorme mayoría que no tiene absolutamente nada.

No me quiero extender mucho con el tema político porque pronto vendrá otro post preelectoral para hablar del tema. Solo espero y pido a Dios que nos dé MENTE para elegir lo que sea mejor. Ojo, no digo que la selección esté fácil pero sí que la misma debe ser hecha más con la cabeza que con otra cosa.

En lo internacional, la esperanza que dejó este 2013 para muchos tiene nombre y apellidos: se llama Jorge Mario Bergoglio, o mejor dicho, el papa Francisco. En medio de los tiempos más aciagos, cuando muchos católicos (quizá la mayoría) pensamos que esto iba para abajo, al papa Benedicto XVI lo ilumina el Espíritu Santo y, en un acto impresionante y tapabocas de humildad, decide dejar el puesto de líder de la Iglesia Católica para alguien con más fuerza, que pueda hacer el trabajo que él no pudo. Esto no puede pasar por algo desapercibido, porque si la llegada de Francisco ha sido un haz de luz para la Iglesia, esta misma inició con la iluminación del pontífice alemán que tanto critiqué aquí mismo en alguna ocasión. Lo de Joseph Ratzinger debe ser ensalzado y reconocido aún por sus detractores.

El papa Francisco ha sido, como suele ser costumbre en las cosas de Dios, algo demasiado bueno para ser creído. Hoy por hoy, cuando escucho su nombre en la liturgia de las misas, siento un orgullo indescriptible que se ve ensombrecido por el nombre del obispo de mi diócesis que lo sigue. Pero quedándonos con lo hecho con el primer Papa americano de la historia, su proceder significa esperanza, un reverdecer, una primavera católica que todos vemos y percibimos. Es más, Francisco nos deja mal al resto porque nos hace ver como un montón de inútiles mediocres con sus palabras y más aún con sus hechos.

El Papa, sin mucho regaño y con más obras que otra cosa, nos enseña que la cosa aquí es hablando menos y haciendo más. Ya Benedicto XVI había dejado bien asentadas las bases de la teología moderna, ahora Dios dispuso que alguien que parece más un cura de pueblo que un líder religioso (en el sentido de su humildad) llegara a hablarle a la gente en el lenguaje que el ser humano actual entiende y le gusta... y más aún, ama, porque el pueblo católico necesita alguien sencillo para amar con sencillez.

Podría hablar mucho más sobre Francisco pero tampoco quiero que mi comentario anual se extienda demasiado en él. Solo les digo que cuando ese hombrecillo tímido salió por la ventana del balcón vaticano el 13 de marzo y pidió la bendición de la gente, cuando su nombre “Franciscus” resonó por los altoparlantes de la plaza de San Pedro, cuando salió sin adornos ni parafernalia, supe que todo había cambiado para siempre. Los católicos estamos en los albores de ver la mejor época de nuestra Iglesia en siglos, avanzamos curiosamente devolviéndonos a nuestras raíces, y creo que si hay un momento para tener esperanza en nuestra fe y su futuro, es ahora. ¡Viva el papa Francisco, viva la Iglesia y viva el Espíritu Santo que es al final quien no deja que esto se caiga!

Y el otro punto que justifica el título de este año es más personal: una persona que llega de improviso a finales de setiembre y, cuando yo pensaba que todo estaba perdido, que una eventual nueva salida del país era más que deseable para el 2014, cuando creía que en serio me quedaría abrazando la soledad de por vida por lo dañado que había quedado tras el paso de Francia y cierta experiencia adicional, ella irrumpe en mi vida y me hace una revolución que este 1° de enero a las 00:00 horas firmé como una nueva relación que espero llegue a excelente término. Se trata de una mujer que llegó no solo a “moverme el piso” sino también a poner mi vida en orden. Su fuerza, su decisión, su entusiasmo, su alegría, su espiritualidad, su energía y muchas cosas más que mejor no enumero para no parecer “meloso” fueron como un bálsamo para un momento en que mis fuerzas flaqueaban y mi desgano por quedarme aquí aumentaba. A ella gracias porque, sin proponérselo, pintó de colores nuevamente mis días y me da motivos para soñar un nuevo sueño.

Finalmente pero no menos importante para tener esperanza, en octubre se nos anuncia la llegada de un nuevo miembro (o más bien, nueva) a la familia: la ansiada sobrina, la primera, me hará tío en condición inédita, algo que sin duda me será una experiencia que alimentará mi propia humanidad. Si lo de cambiar pañales y “chinear” chiquitos nunca fue algo cercano, parece que ahora sí lo será. María Paula es una gran bendición de Dios para nuestra familia y desde ya con ansias esperamos tenerla con nosotros para amarla, presumiblemente en julio.

Ahora bien, todo eso no quiere decir que el 2013 fuera un lecho de rosas. Estoy sacando lo positivo porque el balance de este año que concluye es, a Dios gracias, favorable. Pero hubo y siguen habiendo momentos de monotonía, circunstancias en que sentí que me “venía abajo” y por gracia de Dios ahí estuvieron mi familia, mis amigos de verdad (tan pocos como valiosos) y una palabra de aliento dicha en el momento justo.

Profesionalmente este que termina fue un año de “permanencia” que espero que deje un poco ese estado de tranquilidad para darme algo que me apasione. No soy malagradecido y agradezco a Dios todos los santos días el tener un trabajo agradable y con un ambiente laboral que se lo desea más de una redacción de medios en este país, pero creo que yo puedo dar más y que estoy para más. Ese punto también puede ser visto desde la esperanza de que pronto me encontraré con lo que quiero hacer y que además sé que puedo hacer.

En lo demás, el 2013 deja retos a nivel de familia y de luchas que habrá que dar... nada raro para mí, que sin pleitos y dificultades a vencer no estoy contento. Un año que termina en el que se cumplió mi deseo de 12 meses atrás: estabilizarme, dejar un poco de lado el fantasma francés que, no voy a negar, sigue visitándome de vez en cuando para atacarme con nostalgia, aunque creo que desde noviembre encontré el antídoto para vencerlo.

Creo que el espíritu del fallecido Mandela, sin duda la muerte más dolorosa para el mundo que tuvimos en este año que terminó, debería impactarnos a todos por igual para tratar de ver si salvamos esta debacle: una lucha incansable contra lo que parece sentenciado, un reverdecer de humanidad y de creer que, pese a lo improbable y utópico, si realmente todos actuamos se pueden lograr grandes cambios. Desgraciadamente eso no depende de mí sino del resto y si ese resto no actúa, nada importante puede lograrse. De ahí mi pesimismo de siempre: no porque mejorar este país sea per sé imposible, sino porque aveces parece que la gente quiere seguir con su modorra y su mediocridad. Y a mí pocas cosas me sacan más de quicio que la gente que se cree bruta y se niega a sí misma un futuro mejor.

Costa Rica solo cambiará si esa mentalidad subdesarrollada del conformismo y el pobrecito desaparecen de nuestra esquema mental. Solo si, como Mandela, somos capaces de rebelarnos de nuestra acostumbrada falsa comodidad y nos atrevemos a ser y a exigir más. Por eso es que mi perspectiva ante el 2014, si bien es mesurada y hasta gris, también deja pie a que las cosas puedan cambiar. Porque si en el 2013 hubo tantos factores pequeños que dieron luz al mundo y a mi existencia, creo que algo parecido aunque en menor escala podría presentarse si todos nos negamos a que nos sigan viendo la cara de idiotas. Pero eso depende de mí, de usted y de la gente que usted tiene a su entorno.

Es hora de que los políticos de turno dejen de verle la cara al pueblo de tonto y que el propio pueblo, primer culpable de todas sus desgracias, golpee la mesa y haga saber que es hora de ser manejado con dignidad. Si y solo si los costarricenses nos decidimos a ser mejores, se logrará. De lo contrario, lo único que se conseguirá en este 2014 será agrandar la bomba de tiempo que venimos gestando todos como sociedad hace unas tres décadas.

Del año que empieza no espero demasiado, pero lo poco que espero lo anhelo con entusiasmo. Sé que podría no ser fácil (la salud de mi abuela de 98 años encabeza una de mis mayores preocupaciones, de hecho casi casi se nos va en agosto) y que sus complicaciones tendrá. Pero confío en que mis nuevos retos, las nuevas experiencias y los nuevos logros serán suficientes para tener un nuevo año mejor que sus dos antecesores.

Para concluir esta experiencia que creo que llega ya a su octavo año solo puedo pensar en que la vida esta hecha para vivirse, por redundante que esto suene. Que quien no sueña muerto está y que, como había dicho anteriormente, con base en sueños se construye la realidad deseada. Dios no desampara a nadie y menos aún a quien pone todas sus energías en lo que quiere. Es por ello que busco mejores 12 meses a partir de ahora. Quiero más novedad y menos modorra. Quiero nuevos retos y perfeccionar mi mente y espíritu. Ya tengo un proyecto nuevo en mi vida que me apasiona y que me hará luchar por él en el futuro cercano. Me gustaría lo mismo para la sociedad y el país, aunque ya eso escapa de mi poder.

A usted que tiene la paciencia de leer estas líneas, atrévase a ir más allá. No se trata de una mentalidad de autoayuda falsa y sosa, sino de decisiones a tomar, la más importante de ellas posiblemente el 2 de febrero que casi tenemos encima. En un mes decidiremos cómo nos gobernaremos en los próximos cuatro años. Tome su rato y medite su voto, sea crítico, sea analítico y motive a los otros a hacer lo mismo.

Saludos gente. Realmente les deseo un promisorio 2014. Que todo lo que suceda, aunque sea triste o “feo” sea para bien. Porque en esta vida hasta a los factores oscuros hay que saberles dar luz.

¡Feliz año nuevo!


Pablo.