miércoles, 8 de enero de 2014

Mis “X” para el 2 de febrero

Aunque yo sé que decir por quién pienso votar el próximo 2 de febrero no variará nada el resultado, quiero compartir con ustedes el análisis que hasta la fecha he hecho de la oferta política que hay y de lo que puede venir con el futuro presidente de la República en los cuatro años que se nos avecinan...

Antes de escuchar cualquier crítica de “un periodista tiene que ser objetivo” (señores, noticia: la objetividad no existe) quiero aclarar que un periodista es tan ciudadano como cualquier otro, con derecho a expresarse libremente sobre lo que piensa, sin recibir presiones de ningún tipo y de ningún lado, llámense estas: medios, colegas, círculos políticos, empresariales o etc. Ya viene siendo hora de que este gremio se despierte y reclame su derecho a pensar.

La razón por la que aclaro esto, antes de entrar en materia, es muy simple: hay gente que cree (o que se lo cree) que los periodistas somos transmisores “objetivos”, 100% imparciales, sin tintes de ningún tipo, algo así como un cable inerte que transfiere datos de un lugar a otro. Los periodistas pensamos, preferimos a un candidato más que a otro y tenemos nuestro derecho a analizar (posiblemente lo hacemos más, fuera de micrófono, que la mayoría de profesionales).

Ahora bien, la profesionalidad a la hora de comunicar se demuestra cuando, en el momento de informar, el tratamiento es igualitario para todas las posturas y candidatos. No porque yo sea de centroizquierda voy a negarle el micrófono a Otto Guevara. O porque yo haya votado por el PAC trato con menos respeto a Johnny Araya. O bien, porque crea que el PUSC es un partido que debe desaparecer debido a sus horribles actos de corrupción, voy a tergiversar lo que dice Rodolfo Piza. La información debe ser lo más imparcial posible, lo contrario sería irrespetar al público que nos lee / escucha / ve, pues al final, es quien debe forjarse su propia opinión. Pero irse al otro extremo también sería irrespetar nuestro derecho a pensar, a opinar, a expresarnos y a valorar la información que procesamos todos los días.

Volviendo al tema del principio, mis “X” para las elecciones ya tienen su casilla elegida (a menos claro que pase algo dramático) y, sorprenda tal vez a algunos o no, no será para el mismo partido en ambas papeletas. De hecho, nunca lo ha sido. Me hace reír cuando alguna gente (sobre todo un par de ministros por ahí) en Twitter jura y perjura que yo soy “PAC” de hueso colorado. Sin duda les duele cuando uno es crítico con el PLN y con el peor gobierno que este país recuerde: el de Laura Chinchilla. Pero no. Si bien es cierto soy centroizquierda (nunca lo he negado y, al contrario, lo he dicho abiertamente) y el PAC es el partido con el que me siento más identificado, eso nunca ha limitado que lo critique, que me enoje con las estupideces que alguna gente ahí adentro ha hecho y que sienta que ha ido perdiendo el rumbo por el que fue creado. Hago mías las palabras que dijo alguna vez un tuitero del que no recuero su nombre de usuario: “el PAC es el partido que todos quisiéramos que fuera, pero que nunca ha sido”. No obstante, admito que, de lo que hay, es lo que se me hace más cercano.

Así que bueno, al mejor estilo de los medios internacionales de prestigio (¡oh comapración!) les confieso que la línea editorial de “A título personal” apoya al candidato del Partido Acción Ciudadana, Luis Guillermo Solís, para los comicios de febrero. ¿Por qué? Pues básicamente porque de toda la oferta actual, considero que es lo mejor que le podría pasar a este país. Don Luis Guillermo, un hombre austero incluso en su personalidad, que le ha costado “soltarse” para hablar, cero populista, de altos conocimientos en ciencias políticas y coyuntura internacional, ha sido honesto hasta donde me da la información; íntegro, comprometido con todo lo que ha desarrollado y fiel a sus convicciones éticas y morales. No en vano renunció a Liberación Nacional cuando vio que Óscar Arias impulsaba su reelección inconstitucional con la complicidad de quienes estaban en ese partido. Él, a diferencia de Ottón Solís, tiene un estilo mucho más de escucha, de negociación, lo cual no quiere decir que se traicione a sí mismo.

Ojalá los costarricenses se dieran el tiempo, como dicen sus anuncios, de conocerlo. Lamentablemente confieso que ese detalle hará que posiblemente pierda las elecciones. Yo nunca he votado para ganar, tengo muy claro que la política no es un partido de fútbol, por eso no me importa si gano o no en febrero, aunque evidentemente, creo que lo mejor para Costa Rica es que Solís triunfe. Si la Liga no volviera a quedar campeón en la vida, eso no me afectaría más que el hecho de celebrar una o dos noches al año. Pero si el país no se atreve a mejorar, eso sí me jode el entorno, las posibilidades de surgir, de transitar por mejores carreteras, de caminar más tranquilo sin miedo a ser asaltado, de tener un transporte público más ágil, un Estado que apueste por la investigación científica o por acelerar procesos para que las cosas avancen con un sentido de equidad, inclusión y transparencia.

El problema con Luis Guillermo es querer ser presidente de forma casi advenediza, sin avisar y sin darse a conocer más que en los círculos académicos del país. Y un presidente no se construye de la noche a la mañana. Los “outsiders” rara vez tienen éxito a menos que posean un don muy especial (como la oratoria de Obama en el 2008). En fin, repito, votaré por Solís no porque crea que vaya a ganar, sino porque necesito tener mi conciencia tranquila en los próximos cuatro años y porque concienzudamente creo que es la mejor opción entre lo que hay.

No votaré... porque...

No votaré por Johnny Araya porque... ¿en serio hace falta explicarlo? Porque estuvo 20 años al frente de la Municipalidad de San José y sigo viendo a la capital de este país como una de las ciudades más horribles del mundo, llena de contaminación, caos vial, indigencia, descuido, calles en mal estado, contaminación sónica y visual... en fin, una ciudad en la que no dan ganas entrar y de la que uno quiere salir. Eso quiere decir que este señor de planificación no sabe un comino y que si fracasó durante tanto tiempo como alcalde, no hay razones para pensar que va a tener éxito como presidente.

Porque don Johnny, a pesar de que ahora venga a decirnos que él simboliza la “renovación” del PLN, nunca fue capaz (ni le interesó, ni le servía) de criticar a los últimos dos gobiernos de turno, o al de José María Figueres, para realmente diferenciarse políticamente de quienes ahora critica por haber perdido el rumbo, y ahora más bien en su publicidad se dedica a rescatar los "logros" de los gobiernos verdiblancos.

Como si fuera poco, Araya tiene 10 causas pendientes en el Ministerio Público, porque no me genera confianza, porque mucho se ha dicho de un presunto lucrativo negocio que hay a expensas de cada adoquín puesto en los bulevares que él ha hecho construir en San José. Y para rematar, se niega a asistir al debate que organiza Transparencia Internacional... ¿será que no le sirve que le saquen en cara todos los desmadres que ha protagonizado su partido por presuntos actos de corrupción?

Araya es cómplice de la debacle y la falta de credibilidad que sufre el país desde hace años. La muy honorable gente que quedaba en el PLN con alguna capacidad de cambio ya se fue, porque se dio cuenta que ahí no hay nada qué hacer. Es una agrupación tomada por la derecha casi neoliberal, al punto que su propio presidente, Bernal Jiménez, lo reconoció tácitamente en una entrevista publicada en La Nación hace unos 3 años (desgraciadamente la googlié y la busqué en mis links y no encontré el artículo, pero lo recuerdo perfectamente).

Seguimos con Otto Guevara... y aunque para estas elecciones hubiera sido bueno para el Movimiento Libertario buscar otra figura, lo cierto es que el gamonal de esa agrupación no suelta el churuco y sigue presentándose como “el cambio”, cuando ya todos sabemos que él es “más de lo mismo”. Otto no solo lleva sobre sus hombros el pesado fardo de las cuentas fantasmas de la pasada campaña política en las que presuntamente se favoreció, sino que su discurso: sabido, cansón, predecible, incoherente y elitista, impide que uno le crea media palabra.

Su capacidad en el Movimiento Libertario para liderar quedó más que en tela de duda después de ver la bancada saliente en la Asamblea Legislativa: diputados que ya no lo apoyan y una fracción que se dividió y se volvió a dividir en diferentes ocasiones, la más visible de ellas en la elección del directorio del pasado 8 de mayo. Otto no es sino un figurín, que hace anuncios de campaña como si estuviera vendiendo combos de McDonalds o detergentes para amas de casa. Alguien que piensa que con el mismo “mae chingo” de hace 4 años podrá alcanzar resultados diferentes. En fin, para mí Otto es un cero a la izquierda y de los candidatos con posibilidades, lo peor que le podría pasar a este país es elegirlo a él.

Luego viene Villalta. Y aunque a José María le admiro su tesón y empuje de juventud, me parece alguien en el fondo sin pilares fuertes, sin coherencia ideológica (ya ahora recordó lo que la Doctrina Social de la Iglesia dice y lo promulga sin tapujos en los debates). Villalta puede tener el carisma en ciertos sectores, principalmente entre la juventud, pero no tiene nada más. Carece de madurez, de visión, de un equipo que lo acompañe y de un proyecto de país que justifique su presidencia.

Un posible gobierno del Frente Amplio tiene un serio problema: la incertidumbre de lo que se podría venir. Realmente no sabemos qué esperar de un partido que solo ha tenido un diputado por cuatrienio en Cuesta de Moras y ante posturas en las que se dice y se desdice (como el aborto generalizado para las mujeres). A Villalta lo dejó además muy mal parado la entrevista hecha por Alberto Padillaen CB24, donde demostró que le falta mucho colmillo ante cuestionamientos ideológicos y que realmente está en pañales. Tal vez en un futuro, cuando madure más y adquiera mayor experiencia, sea una opción, pero por ahora no lo es.

Continuando con Rodolfo Piza, aunque sé que es de derecha y que está indisolublemente vinculado con el PUSC, creo que es un hombre que piensa, meticuloso y que conoce lo que está hablando. Desgraciadamente su punto en contra es el socialcristianismo, el haber sido ungido por su partido como candidato bajo la bendición de los Calderón y los Rodríguez, que aunque escondidos, siguen teniendo poder y presencia en ese partido. Cualquier cosa que venga de rojo y azul, por buena que sea, no es opción por el simple hecho de que su partido le hizo demasiado mal a la democracia de este país y más aún al sistema de partidos políticos, en conjunto con la desfachatez del PLN. Los resabios del bipartidismo del Siglo XX deberían quedar fuera para siempre, pero la democracia es así, no lo que yo quiera o crea, sino lo que el tico promedio dice e insiste, y es ahí donde nos jodemos normalmente cada cuatro años.

Y luego viene el resto, candidatos en los que uno puede sentir cierta simpatía, pero que uno sabe que no podrán llegar ni a la vuelta de la esquina con sus partidos y apoyos, y que tampoco son muy conocidos, o bien, que por conocidos tampoco son opción (el caso de Justo Orozco es el más evidente). Así que, una vez más, ante lo que hay, me parece que mi voto para presidente será para la casilla rojiamarilla el 2 de febrero.

Ahora bien, sobre los diputados, tenemos casi el mismo problema de siempre: ni idea de quiénes son. Permítanme recordarles que mi domicilio electoral está en la Escuela Juan Rafael Meoño, en mi querido y amado barrio El Llano, en el centro de Alajuela (el mismo en el que nació y vivió uno de mis héroes históricos, Carlos Luis Fallas). Y como voto en esta provincia, el partido que ganará mi elección no será el PAC. La razón más fuerte está en que el primer lugar del PAC por Alajuela es un señor que ni siquiera es del cantón, del que me han hablado muy mal y que no me merece mi mayor atención.

Pensaba, en un inicio, dar mi voto para diputado al Frente Amplio, bajo el temor de que el PLN podría tener una mayoría inmensa en la Asamblea y que harían falta diputados que “jodieran” a un eventual gobierno de Johnny Araya a más no poder. Sin embargo, ya quedó claro que esto no será así y que el Congreso quedará nuevamente muy dividido con un Frente Amplio con muchos diputados. Siendo así, y ante la oferta que hay en Alajuela, me encontré con la agradable sorpresa de que el cantautor, historiador y no sé qué más, Dionisio Cabal, está como candidato a diputado por el partido Alianza Patriótica (o mejor dicho, lo que quedó del NO al TLC hace 7 años).

Don Dionisio tendrá mi voto para diputado porque es una persona con mucho conocimiento, que sabe bastante de lo que es el costarricense, su forma de ver la vida, su idiosincrasia y valores. De todos es al que mejor conozco, me parece una persona muy coherente, y aunque yo no participe necesariamente de todas sus posturas, sé que aportará algo que el plenario legislativo perdió hace rato: prestigio y señorío.

Los demás partidos, más o menos por las razones ya explicadas, no tendrán mi voto para diputados. No me voy a arriesgar a dar mi “sí” a una persona que no tengo idea de quién es y que no sé si me irá a representar bien o no y mucho menos a partidos desgastados o cuyos diputados han convertido la Asamblea Legislativa en una charanga y un circo, entre ellos, cierto legislador por Alajuela de Liberación Nacional.

Esas son mis dos X para el otro año. Solo espero que usted que me lee, se informe, analice, piense y luego de haber rumiado esa información, decida lo mejor para esta muy alicaída Costa Rica que ya se encuentra cerca de terminar en el precipicio si no hacemos algo porque mejore.

Feliz final de campaña.


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