viernes, 31 de diciembre de 2010

El GRAN 2010

“Mira que te mando, que seas valiente y que no tengas miedo. YO Yaveh TU SEÑOR estaré contigo DONDE QUIERA QUE VAYAS”. Jos 1,9

¡Qué gran 2010! ¡Qué intenso que es atreverse a vivir! En el cierre del año pasado, porque ya es pasado y hay que verlo en ese tiempo, cuando echaba una ojeada a lo que viví, solo cabían palabras de agradecimiento en mi alma, primero para Dios y luego para la vida, que al final terminan siendo sinónimos.

Este 2010 lo disfruté, lo sufrí, lo lloré, lo amé, lo sonreí. ¡Congojas, momentos de orgullo, de frustración, de incertidumbre, de soledad! Hacer un resumen es arriesgado, porque podría dejar cosas importantes por fuera. Sin embargo, sigo con esta tradición que cumple esta madrugada ya su sexta edición, en un momento que personalmente considero mágico y muy íntimo: el alba del primer día del año.

Estoy muy lejos del lugar donde escribí mi comentario del análisis 2009. Ya no es aquella salita pequeña y medio iluminada por la pequeña lamparita, con la computadora familiar en mi casa, que más que casa es mi hogar, en El Llano de Alajuela. Esta noche me encuentro también en un lugar muy pequeño, que ni siquiera es mío, pero no por eso me siento frustrado. Simplemente estoy donde siempre quise, aunque no necesariamente donde más me gustaría estar en este momento. Pero las circunstancias obligan a que así sea y si algo aprendí en este año que acaba de concluir es que a la vida no se le debe decir que no.

Y ustedes pensarán “¡este Pablo tuvo un año impecable!”. Y la verdad es que no fue así… y como es mejor terminar las cosas con lo positivo que lo negativo, comienzo repasando lo triste, oscuro y angustiante de lo que sucedió en el 2010.

Lágrimas y pruebas

Con mi abuela, Navidad 2007.
Como en el ajedrez, la vida me cantó “jaque” dos veces. Y las dos veces muy seguidas. Comenzando el año, mi abuela se cae en una madrugada y se quiebra la cadera. Mi madre me cuenta la noticia y es clara con los riesgos de la operación infranqueable: Doña Adilia posiblemente no resista la cirugía. Dios, ¡qué desesperación y cuántas lágrimas!. A pesar de que esa señora tiene ya casi 95 años, ella es tan vigorosa que uno no la ve de esa edad. Lloré y con ganas, de la impotencia, de la tristeza, pero también de la soledad. No era posible que abue muriera estando yo tan lejos, a pesar de que desde que me vine para estas tierras sabía muy bien que así podía pasar. Para no cansarlos mucho con el cuento, ella logró superar la cirugía (el primer milagro) y con esa energía que se tiene, consiguió sobrellevar, no sin pena, tres meses de recuperación en cama, luego en andadera y por último en bastón… y según mis últimos informes ya camina distancias cortas sin ayuda de nada. ¡A sus casi 95 años, esa señora es mi orgullo!

Padre e hijo. Dicen que nos parecemos en todo,
incluso en el caracter. Creo que tienen razón. 2007.
Segundo jaque: fue un día por la tarde en Estrasburgo. Como intento hacerlo diariamente, llamo a casa para hablar con mis papás. Papi me cuenta que amaneció hinchado… y desde que lo dijo, un escalofrío recorrió mi cuerpo: “¿pero hinchado de qué? ¿Cómo?”. Nada bueno me decía eso. Los días y las semanas pasaron y él no se recuperaba. Y aunque no lo decían directamente, el tono de las explicaciones de mi madre y mis hermanos no presagiaba nada bueno. Solo Dios sabe lo que pasaba por mi mente, con qué angustia tenía que sobrellevar esos días, mezclados con mi maestría… Tener que seguir mi vida como si nada estuviera pasando, sabiendo que la cura no aparecía por ningún lado, buscando desesperadamente en cada conversación con él una luz que no se veía. Mi corazón se estremecía. No era posible, simplemente no podía pasar, no tan pronto. Seguí con detalle cada examen, cada respuesta a medicamentos, cada tratamiento… hasta que finalmente, bajo la gracia de Dios, un día empieza a deshincharse, luego como de dos meses que a mí se me hicieron dos años. Y sigue mejorando hasta que al día de hoy se encuentra casi totalmente recuperado (quedó más bien más flaco).

Ambas circunstancias, aunque terminaron de acuerdo con lo que yo quería, me sirvieron de sobre aviso: si mi máximo sueño en Francia se concreta, situaciones como estas y muchas otras más podrían llegar en cualquier momento.

El otro gran momento triste pero de mucha moraleja llegó en setiembre: mi amigo de juventud, Andrés Leandro, perece mientras surfeaba. A Andrés, allá en el cielo, le agradezco hoy que me enseñara a observar las cosas en perspectiva. Ese loco me recordó que la vida hay que vivirla mientras se pueda, porque nunca estamos muy jóvenes para morir. Dios lo llamó a sus 26 años por razones que aún no logro entender, pero sí queda claro que su ausencia, aunque dolorosa, fue muy aleccionadora. Fue antier, la madrugada del 30 de diciembre, cuando una conversación con la taxista que me traía del trabajo me resultó simpáticamente coincidente con la enseñanza de Andrés: el día que vivimos hay que aprovecharlo, porque la vida es una y ahora, el mañana no está garantizado y el pasado, como dije al inicio, ya pasó.

Otras cosillas menos importantes te hacen pasar malos ratos, como que casi me vengo sin licencia de conducir de Costa Rica en enero (hay que hacer algo con ese sistema burocráTICO), aunque igual, al final la bendita tarjeta no me ha servido de mayor cosa. La triste y melancólica despedida de mi familia, esta tercera vez muy en serio, la madrugada del 25 de enero. Nada como oír a mi madre levantándome entre sollozos para que me bañara y me fuera al aeropuerto, y aún así haciéndolo con todo su amor porque sabía que era por mi bien y felicidad. Escuchar a mi mamá llorando siempre me ha roto el corazón, pero esa mañana confieso que lo destrozó.

Mi grupo de Pastoral. Retiro ¿2005?
Las decenas de momentos de soledad en mi apartamento, extrañando recuerdos que llegaban a mi mente evocando minutos de risa y compañía de mi familia y amigos en Costa Rica, aplacados de forma muy oportuna por mis amigos de twitter, a quienes siento ya tan próximos como los reales. Las congojas entre llaves perdidas, entrevistas de ubicación para mi especialidad… cosas que se veían insuperables pero que hoy son solo cicatrices. Y que no por duras son desagradables. Dios me ha enseñado a disfrutar incluso de los momentos amargos, porque son sin duda la mejor lección para crecer. Los últimos instantes duros del año fueron el reto de vivir mi primera Navidad lejos de mi familia, el tener que obligarme a bloquear todos los hermosos recuerdos de las navidades vividas en familia. Y sí, aunque dolió ni me morí ni la pasé tan mal. Ya estaba preparado y hace un año sabía que esto sucedería así.

Razones para sonreír

Gus y Yorle, la víspera de la boda.
Pero bueno, pasemos la página de esas cosillas que aún hoy, escribiéndolas, me han hecho lagrimear. ¡Vamos a lo feliz! Y en eso el 2010 tampoco escatimó. Lo primero llegó muy pronto. Mi hermano se casó con una excelente chavala el 9 de enero. Personalmente lo viví en tres actos, como en el teatro: el primero, cuando comenzaron su noviazgo antes de venirme a Francia. El segundo, su compromiso en agosto del 2009, cuando andaba por allá arreglando papeles y el tercero, su boda. Dicen que acaban de terminar a una casa muy bonita de la cual todavía no tengo fotos (sirva de pedrada…). ¡Y quién quita un quite, el cuarto acto será para conocer a mi sobrino! Sería genial, aunque si no pasa, no hay prisa.

El otro momento de gran felicidad fue mi período de práctica primaveral en Radio Francia Internacional. Dios, ¡cómo me sentía cuando caminé sobre la alfombra de la recepción, esa última semana de marzo! El miedo se me quitó al tercer día, cuando mi jefe me dice a quemarropa que le gusta mi trabajo y que no habría problemas para hacerme venir a trabajar en el verano. Esas tres semanas descubrí que existe un lugar agradable, ameno y simpático dónde hacer periodismo (antes lo dudaba). La alegría de ese momento estaba matizada con la preocupación por la salud de mi abuela y mi papá, ya contada arriba. Mis compañeros de RFI en Español han significado desde entonces para mí una especie de segunda familia y me recuerdan lo mejor que tenemos los latinos: una personalidad acogedora, un espíritu abierto y un calor de gentes que es extraño en los europeos. No niego que cuando me siento solo y algo triste en Estrasburgo, les doy una llamada rápida y eso me sirve para levantarme el ánimo.

Este servidor en la sala de redacción de RFI, en París.
El verano llegó y con él, la Copa del Mundo y la posibilidad que me dio también mi jefe en RFI de hacerme cargo casi completamente solo del especial del mundial. Fue una responsabilidad enorme, pero que me enorgullezco de haber cumplido con éxito. Tanto así que se me permitió a mi vuelta a la universidad ser corresponsal en Estrasburgo (aunque no se produzca mayor cosa) y venir a trabajar unos cuantos días para el final del año. Las expectativas que tenía hace 12 meses con RFI no solo se cumplieron, sino que fueron más allá de lo que yo esperaba.

Un regalo de la vida en este 2010 fue la posibilidad de viajar. Empecé en Costa Rica, después un pequeño viaje en Frankfurt, Alemania para terminar enero. Una paseadita en Holanda donde mi ahora gran amigo Adolfo Chávez en mayo. El final del verano hice el tour que tanto había querido: ¡Italia y sus maravillas!: ¡Venecia, Boloña, Florencia, Pisa, Nápoles, Pompeya, Roma y El Vaticano; la historia, el arte, la religión, la cultura, la comida y las italianas! En esto, el momento espiritual más impactante del año: estar en la capilla del Quo Vadis, donde la tradición dice que Jesús se apareció a Pedro cuando huía de Roma y de Nerón. Estar frente a las huellas que se dice son del Maestro me recordó que Él me invita a caminar, a seguirlo… aunque honestamente no he estado a la altura de lo que Él espera de mí. Vivir mi fe aquí, como lo dije en el último post, no es tarea fácil.

Otro punto alto y nada despereciable son mis amigos del master en el CUEJ - Universidad de Estrasburgo. Ellos representan a quienes por cosas de la vida no están a mi lado ahora. Los quiero montones porque son mi soporte. No son muchos, pero en todo caso, nunca en ningún lado fueron muchos. A ellos les agradezco ser mi medicina contra la soledad y mi aliento en momentos de decaimiento.

Iglesia en las afueras de Bruselas, Bélgica.
Diciembre 2010.
Y el año terminó hacia el alza: un cambalache me permitió cubrir el Consejo Europeo en Bruselas, Bélgica. Sin siquiera buscarlo, terminé estando al frente de los jefes de gobierno de Europa, es decir, Sarkozy, Merkel, Cameron, Zapatero, Berlusconi… Profesionalmente fue una experiencia única, y espero que no sea irrepetible.

Finalmente pero no menos importante, otro aspecto muy positivo fue mi salud. Salvo alguno que otro resfrío, como el que tengo en los momentos en que tecleo estas frases, mi cuerpo se ha comportado a la altura y más allá. Otra bendición de Dios.



¡Vení, no te tengo miedo!

Y ahora, llegó el 2011. Perfectamente esto podría ameritar otro post, pero no quiero quebrar los dos comentarios, porque de una forma u otra, esta madrugada de enero une ambos pensamientos. Me encuentro haciendo lo que era mi máximo sueño: ser periodista en Francia, a un semestre de tener mi maestría en periodismo con especialidad en radio… y sin embargo, nada está seguro. Aunque no lo dije al principio, una de las cosas que pensaba cuando iniciaba este comentario es: ¿Y dónde escribiré el del otro año, el 1° de enero del 2012? La verdad, ni idea. No se si me podré quedar en Francia, o incluso en Europa, o el rumbo tomará mi vida a partir de setiembre de este año, cuando se me vence mi título de estadía de la Universidad de Estrasburgo.

Te esperé 2011… Dios sabe que quería que llegaras, porque ya estoy algo exhausto de no establecer mi vida. Sea lo que pase en los próximos días, sé que es para bien porque Dios está conmigo. Si debo volver a Costa Rica, el escenario que menos gracia me hace, aún en ese caso, estoy seguro que Dios sabrá guiarme como lo ha hecho siempre, aunque está claro que dejaré mi sangre por permanecer de este lado del mundo haciendo periodismo como a mí me gusta y disfrutando de una calidad de vida que se, jamás podré tener estando en mi país.

Mis próximos años se definirán en lo que pase de aquí al próximo 31 de diciembre. Pero no temo. Al contrario, ya era hora. Mientras eso pasa, otros retos secundarios que no dejan de estresarme se aproximan: hacer mi memoria de maestría y el reportaje de largo formato de 20 minutos para el cual todavía no tengo tema, ver la forma de intensificar mi fe, que ha sufrido los embates de una Iglesia europea que me arroja continuamente a la soledad.

Entrada de luz a medio día en el Panteón. 
Roma. Agosto 2010
Pero el principal reto será el de disfrutar de la vida como lo he hecho hasta ahora, sabiendo que no será un lecho de rosas sino un desafío cada mañana. Cuando me vine a Francia me cuestionaba por qué me gustaba complicarme la vida. Este año que terminó encontré la respuesta: porque si no existen los problemas, no hay retos, y si no hay retos, no se crece. Y para mí, crecer es una adicción. Dentro de mí tengo muy claro que no soy el mismo Pablo que dejó Costa Rica hace ya casi dos años, ni siquiera el mismo que escribió el comentario del 2009 hace un año. He madurado, ahora se lo que quiero (¿será por eso que me está costando montones enamorarme?), me valgo 100% por mí mismo, tengo heridas de guerra, he enfrentado situaciones límite, pero nunca me he rendido, cualquier cosa menos echarme para atrás.

Sí gente, este año que termina lo viví. Fue una excelente escuela. No le temo al futuro pese a lo que pueda traer. Al final, la vida se trata de vivirla. Y a eso voy.

P.D: los dejo con otro video de Martín Valverde. La canción se llama "Mi Soledad" y creo que ejemplifica muy bien lo que quiero, lo que busco y lo que lucho. Gracias de nuevo a Martín por poner en una canción lo que mi corazón siente.


domingo, 7 de noviembre de 2010

¡Católico!, a pesar de todo...

Con la música de Martín Valverde de fondo, de su disco Pablo Íntimo, me nació escribir este comentario en esta tarde gris de domingo. Las canciones de Martín, costarricense, el cantante de música católica más conocido en el mundo de habla hispana, me inspiran casi desde el mismo momento en que tuve la experiencia personal más impactante de mi vida: un encuentro personal con Cristo, en el lejano pero presente 22 de agosto de 1998.

La historia de mi tocayo, el apóstol, y la mía tiene sus puntos parecidos, aunque evidentemente en cuestiones de fe él me lleva millones de kilómetros de distancia. A los dos nos gusta escribir, a los dos nos gusta comunicar, debatir… los dos tenemos un carácter del carajo (no nos complicamos para decir lo que pensamos) y a los dos nos encanta viajar. Dice un autor teólogo cuyo nombre no retengo que si Pablo hubiera nacido en nuestros tiempos, sería también periodista (siempre que pienso en ello me entra un sano orgullo vocacional).

Ambos dejamos nuestras respectivas tierras buscando una misión. Pablo cruzando el Mediterráneo, yo el Atlántico. Y ambos sufrimos los problemas de vivir nuestra fe en un continente ajeno al nuestro, con una clara tendencia al hedonismo (búsqueda del placer por el placer), con principios humanos y morales en decadencia, dominados por un imperio (romano en su tiempo, capitalismo en el mío) en el cual el poder del tener prima sobre el ser.

A mi tocayo y a mí nos tocó difícil, aunque claro está, a mí solo en el barrio de Neuhof, al sur de Estrasburgo, me han sacado tirándome piedras, pero no por causa del Evangelio, desgraciadamente (al que le interese, le cuento la historia por aparte).

¡Soy católico, apostólico y humano! La gran diferencia entre Pablo y yo es que él sí tenía valor y sí confiaba en el Señor… para mí todavía eso es tarea pendiente. Se me dificulta mucho vivir la fe en medio de un continente cuyo cristianismo se basa únicamente en el nombre y en la historia… y en las bellas catedrales y basílicas construidas para su culto. Europa no es más un continente cristiano, por más que El Vaticano diga lo contrario. Aquí la gente joven, en su gran mayoría, se declara agnóstica o atea. Poco margen hay para juzgar: su “descristianización” no es sino responsabilidad de la misma Iglesia, que desde hace mucho tiempo se dedicó a condenar, juzgar, quemar brujas y herejes en lugar de “anunciar el Evangelio de nuevo”, como solía decir el santo y genio de la congregación redentorista, san Clemente Hofbauer.

Pero qué difícil intentar evangelizar en un continente cuya Iglesia se ha decidido a dormir, y en el peor de los casos, a des-evangelizar. Ir a misa aquí realmente es una prueba para uno como creyente: hace falta fe para creer que Cristo está realmente presente entre el frío de esa gente, de los curas, del templo, de los cantos y de las homilías, que el 99% son leídas de cabo a rabo.

Iglesia y antiguo Panteón romano
Cómo me cuesta vivir mi fe con la cabeza en alto, cuando la mayoría de curas europeos (y algunos incluso en América Latina) toman este asunto como una tarea de domingo. Aquí en Francia, la Iglesia se resignó hace mucho tiempo a desaparecer. Cual enfermo en estado terminal, se dedica simplemente a hacer lo básico para sobrevivir. No existe el entusiasmo en sus celebraciones ni en sus actividades, mientras que los fieles (a quienes no me atrevo a llamar comunidad, porque está claro que eso aquí no existe salvo en cerrados y a veces clasistas grupos) tampoco se esfuerzan por sacar adelante la tarea, olvidándose de aquello de “laicos comprometidos”.

Muy a menudo me pregunto qué habría hecho San Pablo en nuestro tiempo y en el continente donde desarrolló su obra. Creo que el Espíritu Santo sigue en su Iglesia tan presente como en sus inicios, pero la jerarquía lo tiene encerrado en una jaula de oro, sin posibilidades de salir. El súper apóstol, en cambio, lo externaba en cada una de sus cartas y prédicas. Me siento entre la espada y la pared, amenazado por ataques disfrazados de derechos humanos, pero bloqueado por una Iglesia que no se mueve.

¡Qué fregado predicar un Reino de Dios que se acerca a los pobres cuando la Iglesia francesa (y europea en general) tiene siglos de estar en medio de un adulterio con el poder y el dinero, olvidándose de Quién es esposa! Triste decirle a la gente aquí que Dios es amor, cuando los discursos y documentos se basan la mayor parte del tiempo en condenas, prohibiciones y caras arrugadas. Así es imposible transmitir la caridad que nos viene de Dios, de la cual está empapado el Evangelio, especialmente en lo que concierne al perdón, al llamado al arrepentimiento en el amor.

Como si no fuera poco, mi Iglesia se ha apresurado mucho en atacar temas tan frágiles como las uniones homosexuales. Y aunque yo no comparta esa forma de vida, tampoco me atrevo a juzgarla porque creo que aún hay mucho sin saber, sin discutir. Resulta especialmente difícil debatir cuando no se conoce al otro. Igual, creo que en este tema específico la Iglesia no ha dicho su última palabra. Habrá que esperar a que pase el tiempo y que sea la misma Iglesia la que se abra al diálogo, a integrar a la comunidad homosexual tal como lo dice el catecismo, con atención delicada y especial.

Buen ejemplo de fanatismo anticatólico
Y también me cansa el anticatolicismo que veo en la calle, en la prensa y hasta en Twitter. El irrespeto ante la fe (MI FE) lo considero también una falta grave de tolerancia tanto como cuando sucede a la inversa y fanáticos religiosos ofenden a quienes no viven su vida de acuerdo a los lineamientos del Vaticano. El fanatismo y la intolerancia es lo peor que le puede pasar a cualquier grupo humano.

Hay temas de temas y realidades diferentes. Estoy casi en un 100% de acuerdo con la Iglesia en su postura contra el aborto. La defensa de la vida y del más indefenso ser en el mundo, el feto, debe primar sobre la irresponsabilidad y/o la falta de cuidado de algunos. Sobre la eutanasia no puedo decir lo mismo, porque creo que cuando una persona sufre y está ya desahuciada, ella debería tener el derecho a decidir no sufrir más (aunque considero que el contrapeso que hace la Iglesia es necesario para que esto no termine siendo una industria de la muerte).

Volviendo a temas internos eclesiales, si bien la simpatía de Juan XXIII, la elocuencia de Pablo IV, la sonrisa de Juan Pablo I y el carisma de Juan Pablo II ayudaron mucho a que la Iglesia se mantuviera a flote en la segunda mitad del Siglo XXI, creo que Benedicto XVI rompe con esa seguidilla. Y aunque nadie le quita lo sabio que es, en el fondo lo siento un teólogo que escribe para teólogos, no un pastor que guía un pueblo.

Mis pies junto a los del maestro, según la tradición. Quo Vadis
Mi visita a El Vaticano y sus lujosos museos, no produjo en mí ninguna emoción positiva desde el punto de vista religioso, en agosto pasado ¿Será por eso que me movió el piso mi inolvidable permanencia en la humildísima capillita del Quo Vadis en la Vía Apia, donde dice la tradición que Cristo se apareció a Pedro cuando salía huyendo de Nerón? El lugar por donde pasaron Pedro y Pablo no goza de gloriosas excentricidades, más de las huellas que según cuenta la tradición, son las mismas que Cristo grabó en el marmol, al momento de la aparición. ESO sí me impactó.

Basílica del Quo Vadis, Vía Apia.
Mi Iglesia, la Iglesia en la que todavía creo no es aquella de los lujosos altares, los impresionantes cuadros y los cálices de oro. El catolicismo que guardo en mi corazón es el de tanta gente humilde, hormigas de parroquia, que con su labor infatigable y desinteresada guardan el calor a lo interno del Espíritu. Es a esa Iglesia a la que le creo.

Mi teoría es que mi Iglesia necesita volver a ser aquella de las catacumbas. La Iglesia necesita ser de nuevo perseguida, pero no por persecutora, sino por defender a quien en la caridad es más débil. ¡Cómo me gustaría ver una Iglesia tomando la cabeza en la lucha por la defensa de la naturaleza, contra las impunidades y las injusticias, contra los derechos humanos básicos, contra la corrupción en los gobiernos! (y no formando parte de ella, como tristemente ha sido el caso en Costa Rica y muchas partes del mundo).

Cristo bendiciendo al mundo. El Vaticano
Mi fe sigue ahí, tan presente como el Dios que me puso a soñar hace tanto tiempo y que me trajo donde estoy. Seguiré en mi fe y en mi Iglesia a pesar de las piedras. Ruego al Señor, eso sí, que mi Iglesia no se aleje de mí. Que me dé más razones para sentirme orgulloso de ella, tantas como me las da aún hoy Monseñor Romero, la Madre Teresa, Monseñor Gerardi (de Guatemala), San Francisco de Asís, y aquél hombre del Siglo I que tuvo que pasar una ceguera para ver la luz: Pablo.





sábado, 23 de octubre de 2010

Los costarricenses: un pueblo en decadencia

Pensaba que mi próximo post antes de Navidad tendría párrafos cargados de incógnitas personales, pero en vista de lo que sucede en mi país, del que cada día me avergüenzo más y me enorgullezco menos, preferí guardarlo para noviembre y hacer un breve comentario de lo que sucede allá, del otro lado del charco.

Me gusta escribir de estas cosas porque forma parte de mi derecho al berreo, aunque se que mi blog no cambiará jamás la realidad social costarricense. En fin, es una forma de desahogo a larga distancia de lo que veo, capto y oigo por medios de comunicación alternativos (dígase principalmente Twitter) y lo poco que leo en los tradicionales.

En los últimos años me he convertido en alguien cada vez más realista y cada vez menos optimista. Repetidas han sido mis discusiones en torno a este tema, principalmente con mi “compa” tico en Europa, Adolfo Chaves, y con dos viejos amigos: el padre Álvaro Sáenz y Pablo Zúñiga.

Yo me desperté de mi sueño de una Costa Rica justa y equitativa la noche del 7 de octubre del 2007. El globo se me terminó de estallar luego de las últimas elecciones presidenciales. Ante un pueblo acrítico, reacio a pensar, a analizar, no se puede hacer mucho. La situación por la que atraviesa el país en este momento es producto de la gran mayoría de ciudadanos que se dedicaron a vivir los goces de su Europa imaginaria y dejaron de lado las prioridades y la preocupación por el otro. En el fondo, muy en el fondo, es nuestro propio egoísmo (sí, yo también me incluyo, evidentemente) el que tiene al país como está.


Si no ando tan perdido, hay una autopista que prometía ser la joya de la corona de la administración pasada, la cual, con tal de darle gusto al niño malcriado que nos gobernaba, fue inaugurada antes de tiempo. Pésimos mecanismos de supervisión y una empresa inescrupulosa demuestran, una vez más, que lo privado está muy lejos de ser eficiente (el sueño de muchos neoliberales) y mucho menos, honesto.


Además del desfalco y el cinismo manejado por la administración de los “hermanos fantásticos” en el tema de la carretera a Caldera, se encuentra presente la apatía (¿incapacidad?) de la actual administración. La actual mujer dirigente de nuestro país me ha hecho perder la fe en ella muy rápido. La honestidad directa de Chinchilla sigue sin motivo alguno para ser puesta en duda, pero su firmeza, que ya de por sí estaba muy tambaleada, parece resquebrajarse cada vez más. ¿Por qué yo tengo que darle largas a un carpintero que me hizo una silla fea, que se balancea, sin soportes firmes? Si mi silla no es lo que yo pedí, lo lógico es que no se la pague, o que le dé el dinero hasta tanto no la termine con la calidad que uno esperaría. No entiendo cómo si en cosas tan banales generalmente la exigencia y la lógica prevalecen, cuando se trata del dinero de millones de costarricenses, las cosas no parecen ser tan obvias.


Y hablando del bien del país, ¿qué es lo que más importa? ¿La opinión del pueblo, el desarrollo sostenible o aguantarle el chorizo a algunos pocos? Lo que pasa con Crucitas simplemente no tiene nombre. Es una vergüenza que ofende el orgullo nacional, que se tilda de pacífico y sostenible, comparable a la lista de países que apoyaban a los gringos en su invasión a Irak, obra de Abelito. A mí aquí en Europa me da pena (y mucha) cuando un europeo empieza a hablarme de Costa Rica y me dice que si es cierto que somos “la Suiza de América”, el país conservacionista, la cuna de la biodiversidad, etc. Con gran dolor tengo que contarles que a nuestros gobernantes les importa cada vez menos esos temas, que el único verde que les interesa es el que tiñe los miles de dólares que caen en sus bolsillos a cambio de destrucción, subdesarrollo y unos cuantos empleos mal pagados.

Cierto que las lluvias que cayeron este año en el país no son culpa del PLN, pero sí lo es el dar un adecuado mantenimiento al estado de carreteras, puentes e infraestructura en general. Para eso han estado ya casi 5 años en el poder y ninguna mejora se ve pero sí muchos serios embrollos.


De la violencia social ni hablar. Ya se sabía. Con el TLC y las políticas que priorizan los intereses de unos pocos a los de las grandes mayorías, era obvio que iban a aumentar la desigualdad y la delincuencia que le muerde los pasos. Que Costa Rica no espere una reducción de los asaltos y asesinatos con aviones gringos, buques de guerra, gloriosas incursiones policiales en los barrios de mala muerte o requisas sorpresas a civiles que no tienen nada que ver en el enredo. El problema se solucionará cuando el poder gobierne para todos por igual.


Tampoco esperemos un cambio mientras la educación siga enseñando a nuestros niños y jóvenes a memorizar en lugar de analizar y criticar, cuando nuestros medios de comunicación recetan a diario basura y manipulación, con la complacencia de algunos de mis colegas que tristemente cambiaron su vocación de servicio social por el de un cómodo puesto de trabajo donde nada ni nadie los molesta.


En resumen: Costa Rica NO va a cambiar. Costa Rica NO va a mejorar. Es crudo decirlo así, pero para mí eso está clarísimo. La democracia más estable de América Latina lo seguirá siendo en el papel, aunque el poder esté muy concentradito y en manos de bestias salvajes, capaces de callar conciencias a punta de dinero o presiones, y cuidado si no, de balas (san Parmenio, ora pro nobis).


Me duele decirlo pero veo una Costa Rica cada vez más parecida a sus pobres y herrumbradas hermanas centroamericanas. Y lo peor es que el tico no acaba de despertarse de esa modorra, porque como ya lo he repetido en innumerables ocasiones, sigue con su birrita, su mejenga del domingo, viendo intrusos aficionados al voyeurismo o gente bailando.


Y al final, para tapar el sol con un dedo, lo único que faltaba: una buena cortina de humo, al estilo de los Alemán y los Ortega, pero esta vez a la inversa. Ante la incapacidad de sanear los males internos, mejor distraer la opinión pública con una invasión a la gloriosa soberanía nacional (Sarkozy y los rom, versión tica). El xenofobismo, del cual el costarricense se siente tremendamente orgulloso, es una excelente salida ante tanta metida de pata e incompetencia. Yo jamás pensé que nuestros políticos fueran a caer tan, pero tan bajo. Ni Arias lo hizo durante la campaña del referéndum. Pero evidentemente me equivoqué.


Así que mi egoísmo me lleva a decir: sálvese quien pueda. Y sí, es horrible. Y sí, es asqueroso, pedante, pretencioso e inhumano. Pero yo no quiero vivir en un país así y tengo todo el derecho del mundo a buscar un futuro mejor para mí y para los que amo. Por eso, todas las circunstancias anteriormente analizadas no hacen más que motivarme a quedarme en el país donde vivo, porque aunque también tiene muchos problemas sociales y la cosa se pone cada vez peor, es una nación donde la voz del sindicalista, serio y consciente, se impone, donde buena parte de la prensa sigue siendo contestataria y sigue demostrando que la responsabilidad social y los negocios pueden ir de la mano. Claro, estamos hablando de una nación cuya educación la lleva a formar gente que critica, analiza y piensa (bueno, no todos la verdad, pero sí buena parte). 


En suma, yo también tengo derecho a un mejor porvenir. Y si de algo me alegro es que mi futuro título universitario en Estrasburgo, Dios mediante, no se lo debo a ningún político tercermundista ni a ningún partido oportunista. Se lo debo a mi familia, la cual amo y por quien me rindo por completo desde acá para un día retribuirles todo lo que me han dado.


Si alguien me demuestra que mi falta de fe en el país no tiene fundamentos, que lo haga con hechos. Si algún héroe logra cambiar la mentalidad del costarricense, cosa que para mí es utópica, contará con mi apoyo y puede ser, mi presencia a su lado. Pero ya yo no sueño con ser el Juanito Mora del Siglo XXI. Ya eso pasó. Un pueblo que no quiere mejorar no merece gente que luche por él.


P.D: un video de los compas de laerre.tv alusivo a varios temas que vengo de exponer. Pura vida!


sábado, 8 de mayo de 2010

TI – COS: en blanco y negro

Hoy Costa Rica abre otra página en su historia. Nos guste o no nos guste, Laura Chinchilla es la nueva presidenta de la República. Acepto que la idea de una mujer dirigiendo al país me parece fabulosa y merecida. No hace mucho escuché a alguien decir que si una mujer podía dirigir una casa, educar niños, lidiar con su esposo, atender su profesión y cumplir con el pago de impuestos, bien podía dirigir un país. En otras circunstancias hasta diría que estoy feliz, aunque el contexto sociopolítico me lo impide.


La verdad, Laura no me cae mal, me parece (y recalco, me parece) una persona honesta, sincera y que lucha por sus valores y que lo hace con principios bien arraigados. Hasta coincidimos en par de temas a nivel de valores y de cuestiones morales. Nunca se le escuchó el más mínimo eco de escándalo y forma un hogar muy interesante con un hombre que le lleva como 20 años y un chavalo que aparenta ser un adolescente como cualquier otro. También impresiona saber que el vestido que lució hoy durante su toma de posesión fue un regalo de sus padres y grata sorpresa saber que ellos mismos subieron a la tarima principal para ser testigos de honor del máximo logro de su hija.


Sí, hay cosas de Laura que me gustan como persona. No se trata de satanizarla tampoco. Y justamente hacia eso van enfocados estos párrafos. Creo que ella podría darme una grata sorpresa y dejarme con la boca callada ante tanta crítica que he dirigido hacia su partido y sus dirigentes, así como el gobierno del que ella fue vicepresidenta.


Más allá de la violencia, la inseguridad, el narco, la crisis económica o inclusive la agravante corrupción en las altas y medianas esferas, el principal reto que tendrá la primera gobernante será el de limar asperezas y tratar de que Costa Rica sea un barco que se dirija hacia algún lado. En otras palabras, será aplicar una medicina para el gran daño que la administración del “capitán” Arias Sánchez nos hereda: un barco con su tripulación dividida, polarizada, y cada vez más situada en la popa o la proa. Una sociedad donde cada manifestación pronostica unenfrentamiento violento entre protestantes muchas veces cegados por ideologías cerradas y un cuerpo represivo que está dispuesto a utilizar casi cualquier medio para su represión.


Los argumentos me sobran. Desde la época del 48 no veíamos un país tan atrincherado. El Combo del ICE, la última gran victoria de la izquierda costarricense, demostró que en Costa Rica existen las armas suficientes para que las fuerzas vivas del país unan esfuerzos y lo paralicen por una causa. Y los medios de comunicación en su mayoría, después de aquel triunfo de izquierda, se han ido encargando de idealizar a los sindicatos y protestas como diabólicos. Cualquier cosa que huela a marcha es en adelante una amenazapara la vida pacífica y democrática de la Costa Rica imaginaria.


Sin embargo, la culpa no solo recae en los medios. He de decir que existen muchos cabezas calientes, extremistas y radicales en esos grupúsculos que son una verdadera amenaza para la paz, la libertad de expresión y para la vida de los movimientos de protesta. Y son un peligro porque sus acciones irracionales, materializadas en bombas molotov, ataques violentos, patadas, piedras y puños deslegitiman la sana oposición que debe existir en cualquier democracia. Sí, ellos también dañan la democracia nacional.


El TLC, tema casi tan viejo como este blog, se terminó de concretar hace una semana. Ese tratado, maldito tratado, que más allá de sus consecuencias económicas ya dejó sentir sus efectos sociales. Una sociedad perfectamente dividida en tres partes: los que están a la derecha, los que están a la izquierda y a los que les vale un carajo dónde están. El TLC, impulsado con una arrogancia sin nombre por el ahora (dichosamente) ex mandatario Arias, terminó de hacer leña el árbol caído.


El país se polarizó. Los ánimos se han caldeado. Y si bien la izquierda del país sufre dos derrotas seguidas (referéndum y elecciones nacionales), esta se vuelve, a mi gusto, más violenta y sus acciones más desesperadas.


Las manifestaciones recientes en Limón, la vulnerada autonomía universitaria por los forajidos del OIJ y la posible respuesta violenta de los estudiantes, la protesta y represión de los vendedores ambulantes de San José, los bloqueos en diferentes zonas del país… todos son síntomas de una sociedad que se separa, que se divide. Una sociedad desigual cuya distancia se muestra en violencia, sangre y heridas. Esto no era así hace 15 o 20 años. Antes era más fácil crear consensos, me parece a mí, aunque existía el fantasma del 48 rondando las ideologías nacionales.


No me gusta lo que veo en Costa Rica. Me bastó con leer hoy los comentarios en el chat que puso a disposición Canal 7 al lado de su transmisión del traspaso de poderes. Había comentarios como “Ojalá la presidenta nos devuelva a nuestro país, que lo hemos perdido por culpa de los extranjeros que vienen aquí a hacer daño”. Había insultos hacia laoposición e insultos hacia Laura. Pero bueno, nada de qué sorprenderse. Cuando tenemos medios que se encargan de sentenciar como malos a todos aquellos que piensen un poco distinto, lo lógico es que el efecto sea tan duro como la causa. Cuando un puño golpea una pared, el golpe que recibe la mano es de la misma fuerza que propina. La proporcionalidad física también se aplica en la sociedad.


Y así va pasando el tiempo. Cuando Arias ganó las elecciones usaba con cierto humor sus orejas para advertir que estaba abierto a escuchar. Cuatro años después, es evidente que no solo no escuchó, sino que replegó a la oposición con toda la maquinaria posible. Recuerdo que en su discurso de toma de posesión, Arias habló de una “casa dividida” que tendría que unir, pero sus acciones arrogantes y un tanto despóticas no hicieron más que polarizarla más. Y cuatro años después, el pueblo de la oposición sigue dolido, herido y con sed de enfrentamientos.


Laura, por su cliché de mujer, “la tiene” en apariencia más fácil que su predecesor. Uno tiende a creer que las mujeres son más comprensivas y cuentan con una capacidad más sensible de escucha y de negociación. Ojalá no me equivoque, porque también mis "profes" más duros fueron mujeres y “los pleitos más bravos” que recuerde los he tenido con féminas.


Sin embargo, mis esperanzas se desvanecen no con Laura, sino con elequipo que lleva junto a ella. Anabelle González, una de las principales responsables en poner en venta el país junto con Mayi Antillón, dos personas que merecen todo mi poco reconocimiento y desconfianza. Ellas dos y muchos otros más forman parte de esa Costa Rica extrema que vi por primera vez el día de las elecciones pasadas en el Hotel Corobicí, cuando Arias tuvo que postergar su fiesta de victoria por un mes. Ese día conocí un país que nunca había visto: el país de los ricos y famosos, de vestidos de moda, de perfumes deliciosos y finos, maquillajes, ojos claros, tez blanca y cabellos rubios o castaños claros. Etiquetas, poses y dinero, mucho dinero y muchos intereses en juego.


Es la antítesis de cuando tuve que visitar por primera vez una zona marginal en mi vida. Fue en el 2004, durante un trabajo para la U, que me desplacé a Los Guido. Ahí conocí una Costa Rica que sabía que existía pero que nunca había visto: niños descalzos, jóvenes sentados en las esquinas, hombres con tatuajes que expresaban violencia. Calles de barro y una atmósfera de abandono total.


Me gustaría ver un pueblo en el que el diálogo entre los empresarios y los sindicalistas fuera constante y productivo. Yo quiero un país en el que la Iglesia sea misericordiosa con los homosexuales, tal y como lo predica el Evangelio, pero también quisiera que las críticas sin fundamento contra mi fe se detengan por parte de extremistas que no hacen la diferencia entre la jerarquía y la Iglesia. Me agradaría saber que es posible sentarse en una mesa para hablar y discutir cualquier tema que nos afecte como sociedad, en formapacífica y tolerante. Pero mucho me temo que estamos lejos de ese ideal.


Así es doña Laura. Ahí tiene un país que, además de arcas vacías, presenta síntomas de extremismos. Por favor haga lo posible poracercar sectores. Y si no lo quiere hacer entonces por lo menos no profundice nuestras diferencias. En otras palabras, si no quiere ayudar, por lo menos no estorbe.