miércoles, 1 de enero de 2014

2013: De las sombras a la esperanza


Un nuevo 1° de enero en la madrugada llega y antes de comenzar esta nueva edición de mi resumen anual de los últimos 12 meses, me puse a leer el comentario de hace un año para ver cómo había cambiado todo y qué había quedado parecido... y tengo que decir que aunque el 2013 que concluyó hace ya 3 horas no fue el mejor año de mi vida, sí sirvió para algo que anhelaba 365 días atrás: ponerme en marcha hacia algo que llene mi vida, aunque ese “algo” no esté ya concretado. De hecho falta camino. Pero ya avancé y eso es más que bueno.

Mucha esperanza me deja este 2013 aunque algunas cosas no dan para tirar las campanas al vuelo. En el plano nacional el saber que Johnny Araya no tiene tan adoquinado el camino hacia Zapote en mayo, sinceramente me da para creer que la política nacional puede tener un remezón, y que el costarricense, por una nueva ocasión, tiene la oportunidad de dar un golpe de timón, a ver si por fin dejamos esta modorra, estos 30 años de hacer NADA por salir del subdesarrollo y de la desigualdad creciente.

En este año que empieza tenemos el chance de poder cambiar las cosas. Ojalá la gente pobre, humilde y marginada, que ha sido tan manipulada por la clase política de este país, se dé cuenta que es hora de cambiar las cosas y que las falsas promesas de frases como “Sí Costa Rica” y “Adelante” no hicieron más que engañarnos y retroceder.

Si la Sele tiene un reto enorme en junio de este año con el Mundial para vencer a tres grandes, es hora de que el tico entienda que ante su nariz se presenta una responsabilidad de derrotar a sus tres grandes verdugos: la falta de criterio, la mediocridad y el engaño y reclamar lo que siempre ha sido suyo: el derecho de vivir dignamente. No digo que un próximo gobierno vaya a solucionar todos los problemas del país y a acabar con la pobreza (eso sabemos que es utópico), pero sí es hora de que este país comience a retomar la ruta al desarrollo si no quiere “centroamericanizarse” (con el perdón de los hermanos centroamericanos) y acabar como un país pobre, violento y con unos poquísimos que lo tienen todo y una enorme mayoría que no tiene absolutamente nada.

No me quiero extender mucho con el tema político porque pronto vendrá otro post preelectoral para hablar del tema. Solo espero y pido a Dios que nos dé MENTE para elegir lo que sea mejor. Ojo, no digo que la selección esté fácil pero sí que la misma debe ser hecha más con la cabeza que con otra cosa.

En lo internacional, la esperanza que dejó este 2013 para muchos tiene nombre y apellidos: se llama Jorge Mario Bergoglio, o mejor dicho, el papa Francisco. En medio de los tiempos más aciagos, cuando muchos católicos (quizá la mayoría) pensamos que esto iba para abajo, al papa Benedicto XVI lo ilumina el Espíritu Santo y, en un acto impresionante y tapabocas de humildad, decide dejar el puesto de líder de la Iglesia Católica para alguien con más fuerza, que pueda hacer el trabajo que él no pudo. Esto no puede pasar por algo desapercibido, porque si la llegada de Francisco ha sido un haz de luz para la Iglesia, esta misma inició con la iluminación del pontífice alemán que tanto critiqué aquí mismo en alguna ocasión. Lo de Joseph Ratzinger debe ser ensalzado y reconocido aún por sus detractores.

El papa Francisco ha sido, como suele ser costumbre en las cosas de Dios, algo demasiado bueno para ser creído. Hoy por hoy, cuando escucho su nombre en la liturgia de las misas, siento un orgullo indescriptible que se ve ensombrecido por el nombre del obispo de mi diócesis que lo sigue. Pero quedándonos con lo hecho con el primer Papa americano de la historia, su proceder significa esperanza, un reverdecer, una primavera católica que todos vemos y percibimos. Es más, Francisco nos deja mal al resto porque nos hace ver como un montón de inútiles mediocres con sus palabras y más aún con sus hechos.

El Papa, sin mucho regaño y con más obras que otra cosa, nos enseña que la cosa aquí es hablando menos y haciendo más. Ya Benedicto XVI había dejado bien asentadas las bases de la teología moderna, ahora Dios dispuso que alguien que parece más un cura de pueblo que un líder religioso (en el sentido de su humildad) llegara a hablarle a la gente en el lenguaje que el ser humano actual entiende y le gusta... y más aún, ama, porque el pueblo católico necesita alguien sencillo para amar con sencillez.

Podría hablar mucho más sobre Francisco pero tampoco quiero que mi comentario anual se extienda demasiado en él. Solo les digo que cuando ese hombrecillo tímido salió por la ventana del balcón vaticano el 13 de marzo y pidió la bendición de la gente, cuando su nombre “Franciscus” resonó por los altoparlantes de la plaza de San Pedro, cuando salió sin adornos ni parafernalia, supe que todo había cambiado para siempre. Los católicos estamos en los albores de ver la mejor época de nuestra Iglesia en siglos, avanzamos curiosamente devolviéndonos a nuestras raíces, y creo que si hay un momento para tener esperanza en nuestra fe y su futuro, es ahora. ¡Viva el papa Francisco, viva la Iglesia y viva el Espíritu Santo que es al final quien no deja que esto se caiga!

Y el otro punto que justifica el título de este año es más personal: una persona que llega de improviso a finales de setiembre y, cuando yo pensaba que todo estaba perdido, que una eventual nueva salida del país era más que deseable para el 2014, cuando creía que en serio me quedaría abrazando la soledad de por vida por lo dañado que había quedado tras el paso de Francia y cierta experiencia adicional, ella irrumpe en mi vida y me hace una revolución que este 1° de enero a las 00:00 horas firmé como una nueva relación que espero llegue a excelente término. Se trata de una mujer que llegó no solo a “moverme el piso” sino también a poner mi vida en orden. Su fuerza, su decisión, su entusiasmo, su alegría, su espiritualidad, su energía y muchas cosas más que mejor no enumero para no parecer “meloso” fueron como un bálsamo para un momento en que mis fuerzas flaqueaban y mi desgano por quedarme aquí aumentaba. A ella gracias porque, sin proponérselo, pintó de colores nuevamente mis días y me da motivos para soñar un nuevo sueño.

Finalmente pero no menos importante para tener esperanza, en octubre se nos anuncia la llegada de un nuevo miembro (o más bien, nueva) a la familia: la ansiada sobrina, la primera, me hará tío en condición inédita, algo que sin duda me será una experiencia que alimentará mi propia humanidad. Si lo de cambiar pañales y “chinear” chiquitos nunca fue algo cercano, parece que ahora sí lo será. María Paula es una gran bendición de Dios para nuestra familia y desde ya con ansias esperamos tenerla con nosotros para amarla, presumiblemente en julio.

Ahora bien, todo eso no quiere decir que el 2013 fuera un lecho de rosas. Estoy sacando lo positivo porque el balance de este año que concluye es, a Dios gracias, favorable. Pero hubo y siguen habiendo momentos de monotonía, circunstancias en que sentí que me “venía abajo” y por gracia de Dios ahí estuvieron mi familia, mis amigos de verdad (tan pocos como valiosos) y una palabra de aliento dicha en el momento justo.

Profesionalmente este que termina fue un año de “permanencia” que espero que deje un poco ese estado de tranquilidad para darme algo que me apasione. No soy malagradecido y agradezco a Dios todos los santos días el tener un trabajo agradable y con un ambiente laboral que se lo desea más de una redacción de medios en este país, pero creo que yo puedo dar más y que estoy para más. Ese punto también puede ser visto desde la esperanza de que pronto me encontraré con lo que quiero hacer y que además sé que puedo hacer.

En lo demás, el 2013 deja retos a nivel de familia y de luchas que habrá que dar... nada raro para mí, que sin pleitos y dificultades a vencer no estoy contento. Un año que termina en el que se cumplió mi deseo de 12 meses atrás: estabilizarme, dejar un poco de lado el fantasma francés que, no voy a negar, sigue visitándome de vez en cuando para atacarme con nostalgia, aunque creo que desde noviembre encontré el antídoto para vencerlo.

Creo que el espíritu del fallecido Mandela, sin duda la muerte más dolorosa para el mundo que tuvimos en este año que terminó, debería impactarnos a todos por igual para tratar de ver si salvamos esta debacle: una lucha incansable contra lo que parece sentenciado, un reverdecer de humanidad y de creer que, pese a lo improbable y utópico, si realmente todos actuamos se pueden lograr grandes cambios. Desgraciadamente eso no depende de mí sino del resto y si ese resto no actúa, nada importante puede lograrse. De ahí mi pesimismo de siempre: no porque mejorar este país sea per sé imposible, sino porque aveces parece que la gente quiere seguir con su modorra y su mediocridad. Y a mí pocas cosas me sacan más de quicio que la gente que se cree bruta y se niega a sí misma un futuro mejor.

Costa Rica solo cambiará si esa mentalidad subdesarrollada del conformismo y el pobrecito desaparecen de nuestra esquema mental. Solo si, como Mandela, somos capaces de rebelarnos de nuestra acostumbrada falsa comodidad y nos atrevemos a ser y a exigir más. Por eso es que mi perspectiva ante el 2014, si bien es mesurada y hasta gris, también deja pie a que las cosas puedan cambiar. Porque si en el 2013 hubo tantos factores pequeños que dieron luz al mundo y a mi existencia, creo que algo parecido aunque en menor escala podría presentarse si todos nos negamos a que nos sigan viendo la cara de idiotas. Pero eso depende de mí, de usted y de la gente que usted tiene a su entorno.

Es hora de que los políticos de turno dejen de verle la cara al pueblo de tonto y que el propio pueblo, primer culpable de todas sus desgracias, golpee la mesa y haga saber que es hora de ser manejado con dignidad. Si y solo si los costarricenses nos decidimos a ser mejores, se logrará. De lo contrario, lo único que se conseguirá en este 2014 será agrandar la bomba de tiempo que venimos gestando todos como sociedad hace unas tres décadas.

Del año que empieza no espero demasiado, pero lo poco que espero lo anhelo con entusiasmo. Sé que podría no ser fácil (la salud de mi abuela de 98 años encabeza una de mis mayores preocupaciones, de hecho casi casi se nos va en agosto) y que sus complicaciones tendrá. Pero confío en que mis nuevos retos, las nuevas experiencias y los nuevos logros serán suficientes para tener un nuevo año mejor que sus dos antecesores.

Para concluir esta experiencia que creo que llega ya a su octavo año solo puedo pensar en que la vida esta hecha para vivirse, por redundante que esto suene. Que quien no sueña muerto está y que, como había dicho anteriormente, con base en sueños se construye la realidad deseada. Dios no desampara a nadie y menos aún a quien pone todas sus energías en lo que quiere. Es por ello que busco mejores 12 meses a partir de ahora. Quiero más novedad y menos modorra. Quiero nuevos retos y perfeccionar mi mente y espíritu. Ya tengo un proyecto nuevo en mi vida que me apasiona y que me hará luchar por él en el futuro cercano. Me gustaría lo mismo para la sociedad y el país, aunque ya eso escapa de mi poder.

A usted que tiene la paciencia de leer estas líneas, atrévase a ir más allá. No se trata de una mentalidad de autoayuda falsa y sosa, sino de decisiones a tomar, la más importante de ellas posiblemente el 2 de febrero que casi tenemos encima. En un mes decidiremos cómo nos gobernaremos en los próximos cuatro años. Tome su rato y medite su voto, sea crítico, sea analítico y motive a los otros a hacer lo mismo.

Saludos gente. Realmente les deseo un promisorio 2014. Que todo lo que suceda, aunque sea triste o “feo” sea para bien. Porque en esta vida hasta a los factores oscuros hay que saberles dar luz.

¡Feliz año nuevo!


Pablo.

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