miércoles, 9 de julio de 2014

Costa Rica, un triunfo sobre nosotros mismos

Decían que el grupo de la muerte, que los cuatro campeonatos de Italia, que los dos de Uruguay o que el de Inglaterra. Decían que la falta de roce internacional, que las ligas poco competitivas de nuestros jugadores, que la humilde (y mal administrada) infraestructura y logística. Pero no. Ninguno de esos fueron los rivales más difíciles de superar por “La Sele”. El obstáculo más grande para esos 23 guerreros (y hasta más por los lesionados) fue la negatividad del aficionado tico promedio y de más de un experto sobre la cantidad de partidos que perderíamos y de goles que nos iban a meter tres potencias del fútbol. Inclúyanme a mí en ese grupo, que desde el principio dije que con un empate contra alguno me conformaba... ¡imagínense si quedé conforme!.

Equipo que enfrentó a Uruguay
La verdad es que La Sele cerró bocas, como Pinto y su “sistema defensivo” junto con Junior Díaz y “su torpeza” que incluso lo llevó a ser considerado hasta octavos de final como el mejor lateral izquierdo por al menos tres periodistas de la cadena ESPN. Solo faltó el Chiqui para dejarnos callados a todos.

Este grupo silenció a sus detractores y a quienes temíamos resultados negativos, pese a que en el fondo uno guardaba la esperanza de que algún “milagro” ocurriera. Y ocurrió. El milagro no fue tan metafísico como viril: implicó un extenuante trabajo físico, un terco y estudioso entrenador, el compromiso de los jugadores y también no podía faltar una buena dosis de gónadas masculinas, de esas que se ponen a trabajar después de jugar bajo tormentas de nieve, penales no pitados, lluvias de tarjetas amarillas y otras actitudes injustas que nos llegan desde la FIFA.

Lo de La Sele fue heroico. “Se la creyeron”, como dicen ahora, se esforzaron quizá mucho más que sus rivales para compensar las desventajas enumeradas al principio. El resultado: uno de los planteles menos caros del mundial superó con creces a países que distan mucho en poderío económico e histórico. De paso, sepultaron un viejo fantasma de 24 años en la misma fecha en que Costa Rica había ganado a Suecia para pasar a la siguiente fase en Italia 90: el entonces organizador del mundial fue ahora la víctima y nuestro país clasificaba por segunda vez a los octavos de final. Pero había más y el equipo estaba para más. Y la gente lo sabía.

Después de dar clases de control del balón a Uruguay y a Italia, nos relajamos un poco contra Inglaterra para enfrentar a Grecia, equipo complicado. Casi logramos sumar nuestra tercera victoria de no ser por ese desafortunado gol en el minuto 90. Y aún así, con un jugador menos pero con el mejor portero del mundo y la defensa menos batida de la Copa, aguantamos un vendaval helénico y terminamos por derrotar a jugadores que tienen detrás de sí una cultura milenaria y un título de campeones de Europa en el 2004.

A estas alturas, uno cuenta esto y lo cree, porque uno sabe que fue cierto: todos lo vimos, todos lo gritamos, todos lo celebramos… pero ¿asimilarlo? Para eso habrá que dejar pasar toda la euforia heredada del Mundial y analizarlo una y otra vez. Digo, a mí lo de Italia 90 todavía me sigue pareciendo inexplicable, por ser el debut, por ser en Europa, por ser equipos buenos los que enfrentamos y por ser jugadores semi profesionales, sin ningún tipo de bagaje internacional. Y pese a que los héroes del 2014 tienen mejores condiciones que sus antecesores de un cuarto de siglo atrás, tuvieron ante sí rivales mucho más complicados y un desafío aún mayor: superar los octavos de final. Y lo lograron.

Las leyendas se construyen cuando se superan “imposibles”, y ese "imposible" fue lo que nuestros representantes futbolísticos construyeron en Brasil. El agradecimiento de un país que ama y sufre con el fútbol les será eterno. Se ganó, se ganó y se ganó. Todo fue ganancia en Brasil.

Y ojo, el triunfo y los dividendos para el país se verán mucho más allá de las canchas en Recife, Belo Horizonte, Fortaleza y Salvador. Costa Rica se posicionó ante el mundo, vendió su marca y sin duda su naturaleza, gracias a los anuncios del ICT. Al menos el planeta fútbol (que estimo es mayoritario entre los más de 7 mil millones de habitantes en la biosfera) ya sabe que este país está en América Central, que no somos Puerto Rico, que Ricky Martin no es nuestro compatriota y sobre todo que no le pertenecemos territorialmente a Estados Unidos.

Esos once jugadores lograron poner al país en la portada y que el orbe supiera que aquí estamos. ¿Y qué mejor referente que el evento deportivo más visto en el mundo: la Copa Mundial de la FIFA? Porque ni los Juegos Olímpicos de verano ni el dichoso SuperBowl tienen tantos seguidores como la máxima fiesta del fútbol.

No muchachos. No Pinto. No cuerpo técnico. El país no tiene cómo pagarles todo esto (literalmente). Yo esperaría que para finales de año haya un mayor número de turistas, de empresas interesadas en invertir en el país y por ende menos desempleo, todo producto de la exposición mediática que gozamos en las pasadas tres semanas.

Y finalmente, ganamos credibilidad frente a nosotros mismos. Nos demostramos que somos capaces si como pueblo nos unimos y avanzamos todos juntos y en cualquier campo. Es más, casi diría que lo conseguido en el Mundial, frente a grandes equipazos, es hasta más difícil de lograr que ante el desorden interno por el que las cosas no avanzan.

Pero en fin, ya habrá tiempo para analizar las repercusiones del mundial de Costa Rica. Yo solo espero que esos $14 millones que nos ganamos sean bien invertidos y que lo restante de premios sirva para mejorar la preparación técnica de nuestros entrenadores, las condiciones de nuestros futbolistas y la formación desde ligas menores. Solo así cabe soñar con, otra vez, hacer una historia como la que hemos hecho, o ¿por qué no? Agrandarla…

Campbell dice que en el 2011 le anunció a sus compañeros de selección sub 20 que iría a Brasil a disputar su mundial. Y lo consiguió. Ojalá este martes haya empezado el sueño mundialista de más de un chiquillo que ahora tiene 14, 15 ó 16 años y que sueña llegar con 18 a la Copa Mundial en Rusia. De todos modos, los jugadores nos demostraron con hombría que no hay rival imposible, que el único imposible real es el que tenemos en nuestras cabezas.

¿Y qué hubiera pasado si ese remate de Ureña se le va al portero holandés al terminar el segundo tiempo extra? ¿Y si el gigantón portero de Holanda no nos hubiera intimidado tanto y agarrado ya cansados? No lo saberemos nunca, pero lo que sí sabemos es que Costa Rica está para cosas mucho más grandes. Ya habrá otra oportunidad para pasar a la semifinal. Si el “milagro” se dio ahora, por qué no se podría repetir.

¿Eliminados? SÍ. ¿Vencidos? NUNCA. ¡Bienvenidos muchachos! Todo un país los aclama y les recordará, por siempre, su hazaña, que tiene un campo privilegiado en nuestros corazones, como los héroes de Italia 90.