Tenía que escribir sobre
la muerte de Pilo. Tenía que hacerlo porque, más allá del gran
narrador que fue y que nunca lo pude conocer, él, sus narraciones y
ocurrencias formaron una parte fundamental de mi vida, especialmente
en mis dulces años de infancia futbolera, en los que en cada mejenga
me sentía jugador de La Liga y ponía su voz a narrar mis goles en
la calle de La Haciendita de Turrialba.
Por supuesto que lo relaciono con fútbol, pero más específicamente, la narración de Pilo
acompaña el más bello recuerdo de este hermoso deporte: el paso de
la gloriosa Sele en Italia 90. Esa gesta futbolística no habría
sido tan gloriosa si Pilo no nos hubiera emocionado con el taquito de
Jara y el gol de Cayasso. Y cómo olvidar su angustia cuando Brasil
nos tuvo contra las cuerdas... y por supuesto, el inolvidable
“Medford, Medford, Medford” como 10 segundos después del gol de
Hernán contra los suecos. Ese día Pilo se hizo inmortal.
Pese a que nunca lo vi ni
entrevisté, Pilo sin saberlo impulsó mi carrera. Sin duda alguna
fue ejemplo personal para comunicar de una forma original. Pilo
demostró que sin ser vulgar ni arrogante se obtiene el éxito que
persiguen muchos que ostentan esos dos calificativos.
Cada partido, cada risa,
cada “salida”, cada error... Pilo alegró mi infancia y avivó mi
juventud... y cuando desapareció de la pantalla sin duda mi pasión futbolera lo lamentó. Y cuando volvió, era como si el fútbol
tuviera nuevamente más brillo. Con él, uno se sentía “consolado”
cuando la Sele perdía y los triunfos eran más gloriosos.
Gracias Pilo por tantas
alegrías, por los nudos en la garganta, por el desahogo de cada gol, por tantas luchas que dimos sin conocernos. Gracias por la
entrega y la huella que dejó en mi vida. Gracias, don Manuel
Antonio, porque su cuerpo hoy muere, pero su alma y su estilo a
partir de esta tarde vivirán para siempre.
Lo imagino siendo recibido
por José Ángel Monge, el Rápido Ortiz y tantos otros colegas
deportivos y narradores que hoy están del otro lado. Ahora le tocará
narrar la gloria de Dios, el mejor espectáculo que un alma buena
puede presenciar.
Descanse en paz don Manuel Antonio,
aquí los que quedamos de este lado intentaremos continuar la vida
con la alegría que usted nos dejó.
In memoriam.
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