Bienvenidos a mi blog personal. Aquí encontrarán a veces cosas de realidad tica, otras veces, comentarios muy personales. Siempre con el deseo de provocar debate o de ejercer mi derecho de expresión. Siéntanse bienvenidos de leer y comentar, siempre que sea con respeto. Eso sí, nada de anónimos. Están en su casa. Atentamente: Pablo Mora Vargas. Periodista.
Parque Central de Alajuela. Foto tomada por este servidor.
No sé quién será usted. No sé con qué intenciones reales va a
asumir a partir del otro año las riendas del cantón. También sé que no es su
única responsabilidad y que la comparte con los regidores y síndicos. Sé que el
Concejo Municipal puede ayudar o joder… pero en todo caso, como si usted fuera Colacho,
le dejo aquí una lista de cosas que me gustaría que usted impulsara desde su
puesto y que me parece que a los alajuelenses nos urge.
1.Que llegue el tren YA: va de primera y no por
coincidencia. El actual alcalde dijo que ya iba a tener lista la
infraestructura para recibir el tren (a pesar de que Incofer no ha podido, o
querido, acelerar el paso para que llegue antes a Alajuela), pero lo cierto es
que no veo ninguna estación de tren por ninguna parte… a menos que sea
subterránea y nos quieran dar la sorpresa a todos. El tren URGE, lo sabemos
todos los que nos comemos las presas de cada día a las 7 de la mañana y de cada
tarde de vuelta a las 5.
2.Que los buses externos tengan una parada que no haga más
presas. Con la construcción del CityMall la intersección abajito de KFC es un
infierno. Yo no me complico mucho y me desvío como yendo para el hospital y
salgo por la Delta, pero por Dios, es un completo bochorno y compadezco a la gente que vive en el oeste de Alajuela. Gran parte de la
razón son los buses de la “Estación del Norte”, que todos se detienen ahí y
tienen que ir a dar la vuelta por Calle Ancha. Esos buses ya no deberían de
entrar a Alajuela. Bastaría con que tengan su parada antes de calle ancha y
hagan el giro en la Radial… como por el hospital sería buena idea.
3.Esos huecos… a veces pasan MESES para que se
arregle un cabrón hueco que tiene como 15 centímetros de profundidad, como uno
que estaba de la esquina del Banco Popular 150 metros al sur, al lado izquierdo
de la calle, u otro por el Güinero que era exagerado y ni qué decir de los que
se han hecho para reparar tubería (supongo) como 100 metros al sur de La
Tropicana (este todavía está medio ahí). Uno más (horrible) está en la esquina de la recién arreglada calle de donde uno viene de la Iglesia del Llano y gira para ir a Canoas… y así podría seguir con un post completo de los
peores huecos que hay en Alajuela. Ya sé que este no es un tema solo del
cantón, pero ya es hora de buscarle soluciones durables a este problema y dejar
de estar poniendo parches que a los meses se vuelven huecos, otra vez, con todo
lo que este pleonasmo indica.
4.El “tendido eléctrico” -> subterráneo: ¿mucho
pedir? La telaraña que se arma con el cablerío de cuanta carajada hay es otro defecto de todas nuestras ciudades, con excepción del casco central de San
José (que si ya es fea, con ese cablerío encima se vería peor). Alajuela merece
un mejor escenario paisajístico, y aunque haya que hacer una buena inversión,
creo que ayudaría mucho a hacerla más atractiva a nuestros turistas quienes, con
todo y todo, creo que nos visitan cada vez más. Ese es uno de mis sueños: ver
las calles de Alajuela solo con postes de iluminación. Tal vez lo vea antes de que
me muera.
5.Los indigentes… algo tenemos que hacer con ellos.
También comprendo que es un problema de difícil solución pero con el dicho de “mal
de todos consuelo de tontos” no hacemos nada. Me duele verlos ahí en media
calle como un despojo humano, en las mañanas en que voy a agarrar el bus… tal vez dándoles un albergue y comida básica
podríamos mejorar más su vida y evitar que busquen alimento en los basureros
públicos, con el consecuente desmadre y suciedad, por no mencionar los malos olores
que esto provoca.
Palabra Alajuela en el Parque de Niños. Copia de Amsterdam.
Foto de este servidor.
6.La luz pública… ¿no puede ser un poquito más
fuerte? Hay zonas donde de noche da miedo pasar porque la luz de los
bombillos (que por cierto están demasiado arriba) apenas llega abajo… y cuando
hay dos postes por cuadra… “siás tonto”.
7.El señalamiento de calles y avenidas está muy
bien, pero ahora hay que dar el paso de enumerar, puerta por puerta, las casas
y locales, para que la dirección sea algo así como “Número X, Calles XX y XX,
Avenida X (o en su defecto el nombre de la calle o de la avenida). Crearíamos
una revolución en nuestro arcaico sistema tico de direcciones…
8.La dichosa estación de buses cantonales… ¿no era
que iba a estar lista este año? Eso también urge porque la actual estación del Pacífico
da asco y tristeza. Es un polvazal en época seca y un barrial en época
lluviosa. Los usuarios merecen mejores condiciones.
9.Un Teatro Municipal más abierto durante el año.
A veces parece que ese sitio es un lujo caro y aunque se inauguró hace menos de
10 años ya tiene daños evidentes en su techo. Hay que cuidarlo pero también
darle más uso, para que no se dañe por estar encerrado. Además sugiero ponerle el nombre que debe llevar ese lugar, por arte y por historia: “Teatro Municipal Carlos Luis Fallas”.
10.Eliminar espacios de parqueo en Calle Ancha y en varias vías del centro. Es
hora de que Calle Ancha deje de tener dos carriles de parqueo como suele pasar
en varios tramos. Eso genera presas innecesarias. Si la gente quiere parquear,
que use las calles y avenidas menos transitadas o los parqueos, que ahora por
todo lado hay.
11.Eliminar doble vía en calles fuera del casco
central de la ciudad: en El Llano, mi barrio, es un caos transitar y sé que no
es el único. La doble vía debe quedar para calles poco transitadas y alejadas
del centro. Zonas como El Llano, especialmente cuando es hora pico o hay salida
de partidos, son intransitables.
¿Será mucho pedir? Son 11 cosas
que, de resolverse, le darían otra cara a la ciudad… ojalá que el próximo
alcalde me escuche… y si hay alguno que se comprometa seriamente con ellas,
desde ya, cuenta con mi voto.
Uno de los grandes beneficios que tienen los debates sanos y
respetuosos en Twitter es que gente que no piensa como uno lo obliga a
replantearse argumentos, “afilarlos”, mejorarlos o admitir equivocaciones y
adoptar nuevas posturas. Nada de lo anterior es negativo, al contrario, todo
sirve para el crecimiento cuando, repito, el debate es constructivo.
Cristianos etíopes asesinados por miembros de ISIS.
Pues la semana anterior tuve una discusión así con varios
tuiteros, principalmente con Leonardo Garnier, sobre el por qué la Iglesia “necesita”
persecución para afianzar su fe, en el contexto de los atentados y los
asesinatos contra cristianos en Medio Oriente y África. Admito que posiblemente
no fui lo suficientemente claro en lo que quería decir, pero cuando uno le está
respondiendo a cinco personas a la vez en 140 caracteres, además de preparar una cena con unos amigos, no es fácil hacerse
entender.
Primero hay que aclarar que no me refiero a que la Iglesia
tenga que andar automartirizándose para reafirmar su fe. Al contrario: es por
la fidelidad a su fe que la Iglesia llega al martirio. Y es ahí cuando inicia
el tema de la persecución. Para mí está clarísimo que el plan de Dios es muy
diferente al del ser humano, y desde ahí, genera oposición y controversia. ¿Hasta
dónde puede llegar este rechazo? Pues depende del contexto, la cultura y la
educación de sus adversarios. Podría ser que acabe con simples diferencias,
pasando a ataques ideológicos (desde los más sesudos hasta los más burdos),
luego siguen las ofensas gratuitas y por último las agresiones físicas que
pueden llevar a la muerte.
Representación de San Esteban, primer mártir.
El martirio, a lo largo de la historia de la cristiandad, ha
sido (desde la fe) una especie de regalo para el creyente: es ofrendar su vida
como consecuencia del amor y la fidelidad que el creyente tiene en Dios. La
muerte del propio Jesús, martirio en cruz, es evidente fruto de ello: un
mensaje revolucionario, contrario a las creencias y costumbres de la época que
fue insoportable para la élite judía que dominaba en aquél tiempo. Resultado:
condenación a muerte, creyendo que así acabarían con Él y su mensaje.
Evidentemente, se equivocaron.
Así ha seguido sucediendo a lo largo de la historia. El ejemplo
de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, en el convulso El Salvador de finales de los años 70, es otro caso evidente de un mensaje incómodo que simplemente
es rechazado, en este caso con presiones y balas, por quienes ostentan el poder. El amor,
cuando enfatiza su arista de la justicia y el respeto, definitivamente resulta
intolerable para quienes desean ostentar el poder e irrespetan los derechos de
los demás. Por eso murió Monseñor.
Ahora bien, me decían que el sufrimiento no es necesario
para mostrar amor… y creo que ahí fue cuando la discusión realmente se
distanció. Perdón pero ¿es posible amar a alguien solo en los momentos felices?
Es evidente que no. Por ahí se decía que no son necesarias las crisis o las
persecuciones para fortalecer el amor… pero yo me pregunto: ¿acaso está la vida
exenta de ambas? ¿Hay algún instante de nuestra existencia en que no nos
enfrentemos a algún tema que nos hostigue y nos persiga? Claro, la diferencia
está en cómo enfrentamos ese problema: si “hacemos” que no está ahí, lo subestimamos,
o lo enfrentamos a sabiendas de que podemos herirnos mientras conseguimos
superarlo.
La Iglesia, como ente humano y divino que es, no se ha visto nunca exenta de estas crisis.
Siempre las ha tenido, las tiene y las tendrá. Su razón de ser es predicar y
vivir el Evangelio, mismo que siempre causará divisiones porque, como dije
anteriormente, el mensaje del amor suele no ser bien recibido. "No he venido a traer paz al mundo, sino división" ¿Se acuerdan? Un tal Jesús de Nazareth...
La Beata Teresa de Calcuta en su misión.
“Ama hasta que duela” decía la futura santa Teresa de
Calcuta. Si no duele, el amor no llega al límite. Queda debiendo. Y el dolor… qué incomodo es
para esta sociedad posmoderna, donde todo es placer, pasarla bien y vivir el
momento (como si los momentos no tuvieran también su trago amargo). Está
clarísimo que la filosofía del ser humano actual, en occidente al menos, consiste en
menospreciar el dolor, la muerte, los malos ratos… porque “roban” armonía, una
armonía creada de por sí por un consumismo idílico que nos llega a través de la ilusión de la publicidad y el marketing, haciéndonos creer que es consumiendo como seremos
felices. Y hablar de esas palabras actualmente es despreciable, porque
devuelve al ser humano a su realidad, porque le hace recordar que es mortal y
que todo tiene su final y su límite… ¿y después? Mejor no pensar mucho y que
siga la fiesta…
Quienes hemos tenido familiares que han fallecido tras enfermedades relativamente largas sabemos que ese amorllega el momento en que es probado. Que no es posible amar y abstraerse de esos momentos de dolor y sufrimiento y que, más bien, son esos los momentos donde el amor se fortalece, porque supera la prueba y se brinda sin egoísmos, como bien decía San Pablo en la recordada primera carta a los Corintios.
Imagen de La Pasión. Así de cruel tuvo que haber sido...
No, no se trata de asumir la vieja costumbre clerical de la autoflagelación como expiación de los pecados. Por dicha eso es tema superado. Pero
sí que es bueno dejar claro que la Iglesia necesita persecución como resultado
de su mensaje. Una Iglesia que no es perseguida, de alguna forma u otra,
demuestra que, o no está cumpliendo su rol de anuncio y denuncia, o bien, que
logró la conversión de su entorno (utopía), o peor aún, que está anunciando
algo que la sociedad “quiere oír” y no discursos que contradigan esa falsa
ilusión de “equilibrio”. Al poder, corrompido por el mal, nunca le va a gustar
el mensaje de justicia, conversión y equidad. El bien y el mal son como el agua
y el aceite y nunca, nunca, pueden estar combinados o “en escala de grises”. El
bien es bien y el mal es mal. Como lo dijo en su momento el papa Juan Pablo II
(filósofo por excelencia) “el bien no se contradice a sí mismo” y vivimos en un mundo en el que el mal se justifica para el "bienestar" de unos cuantos, mientras que a la moralidad se le tacha de desfasada, anticuada e insípida. Relativismo puro.
Claro, todo lo anterior que he expuesto partiendo del supuesto de que las persecuciones que
enfrente la Iglesia son por apego al Evangelio y no por sus propios pecados o
deslices. Publicaciones como las de Vatileaks, los desfalcos con el Banco
Ambrosiano y el IOR, y tantos otros escándalos no se pueden catalogar (ni mucho
menos) como persecución, sino como una oportunidad para dejar el pecado de lado
(entendiendo por pecado todo aquello que nos aleja de la voluntad de Dios). Así lo han entendido Benedicto XVI y Francisco y, por ello, la primavera que hoy los católicos disfrutamos, aunque tengamos claros que falta mucho camino por recorrer en este aspecto.
Por lo tanto, una Iglesia que es perseguida por su fidelidad
con el mensaje de Jesucristo puede sentirse satisfecha: ha hecho bien su
trabajo. En cambio, una Iglesia que crea que cumple su misión al lado del
caviar, privilegios, concesiones, prebendas, lujos, comodidad, pleitesías… esa no puede ser ni será la
verdadera Iglesia de Jesucristo, el mismo que predicaba austeridad,
solidaridad, justicia, misericordia, sencillez y amor para todos.
Cito una frase de la homilía de Monseñor Romero, del 25 de
noviembre de 1977, que me parece, va a englobar la explicación que acabo de
esbozar:
Instantes posteriores al martirio de Monseñor Romero.
“Hermanos, no nos debe de extrañar cuando se habla de
Iglesia perseguida. Muchos se escandalizan y dicen que estamos exagerando, que
no hay Iglesia perseguida. ¡Pero si es la nota histórica de la Iglesia! Siempre
tiene que ser perseguida una doctrina que va contra las inmoralidades, que
predica contra los abusos, que va siempre predicando el bien y atacando el mal.
Es una doctrina puesta por Cristo para santificar los corazones para renovar
las sociedades y, naturalmente, cuando en esa sociedad o en ese corazón, hay
pecado, hay egoísmo, hay podredumbres, hay envidias, hay avaricias, pues el
pecado salta, como la culebra cuando tratan de apelmazarla y persigue al que
trata de perseguir el mal, el pecado. Por eso, cuando la Iglesia es perseguida,
es señal de que está cumpliendo su misión”.
Y sin duda, para los que estamos en esto de la fe, el resultado de la persecución no es otro que el
de su propia purificación y la proyección del Espíritu Santo a través del dolor
y el sufrimiento. No me cabe duda que esos mártires que han muerto a manos de los bárbaros de los yijadistas del mal lamado "Estado Islámico" (que no es ni Estado y ofende al mundo islámico) han tenido su fe al nivel de los cristianos que eran devorados por los leones en el Circo Romano. Porque definitivamente, no hay amor más grande que el de dar
la vida por un amigo… y en nuestro caso creyente, aún más cuando ese amigo es
Jesucristo visto en el pobre, el discriminado, el sufriente, el abandonado, el
descartado…
Y termino con otra frase de este beato salvadoreño que, sin
duda, supo de los beneficios de la persecución hasta su martirio:
“La persecución es algo necesario en la Iglesia. ¿Saben por
qué? Porque la verdad siempre es perseguida. Jesucristo dijo: ‘Si a mí me persiguieron,
también os perseguirán a vosotros’ Y por eso, cuando un día le preguntaron al
Papa León XIII, aquella inteligencia maravillosa de principios de nuestro
siglo, cuáles son las notas que distinguen a la Iglesia Católica verdadera, el
Papa dijo ya las cuatro conocidas: una santa, católica y apostólica. ‘Agreguemos
otra –les dice el Papa-, perseguida’. No puede vivir la Iglesia que cumple con
su deber sin ser perseguida”. Monseñor Romero, homilía del 29 de mayo de 1977.
Si al final de toda esta argumentación usted no está de acuerdo conmigo, tranquilo, no pasa nada. Tiene todo el derecho a diferir. Eso sí, le ruego que considere los argumentos, los valore... y hasta tal vez los valide. Puede ser que le ayude para mejorar los suyos... ¿quién quita un quite?
Y creo que en mayor o menor medida todos lo estamos. El país
ya no da más y aunque uno quiera “hacerse el ruso”, la verdad es que tanto va
el cántaro al agua que termina reventándose por todos lados. Las cosas aquí NO
pueden seguir así. Tenemos como pueblo que detener el rumbo que llevamos, en el
que cada quien lleva las aguas a sus molinos y el común se queda en sequía.
Fuente: Wikipedia.org
Me había resistido a tocar el tema porque he estado
desanimado ante las promesas de cambio que no terminaron de despegar con este
gobierno que, pensé, sería eficaz en acelerar el proceso de recuperación del
Estado. La verdad no lo ha logrado y tampoco se ve que se hayan hecho ingentes
mejoras en temas básicos como seguridad, empleo, educación y salud. A don Luis
Guillermo le ha hecho falta escuchar gente más allá de sus colaboradores cercanos
pero menos allá de ciertos expresidentes de muy ingrata memoria, quienes provocaron
la debacle actual de Costa Rica.
Lo dije (y no solo yo) un par de veces cuando el actual
presidente quedó electo: Luis Guillermo no tiene derecho a hacer un mal
gobierno. Cuenta con el apoyo de 1,3 millones de personas que confiamos en él,
lo llevamos ahí para ver una forma diferente de hacer las cosas… y aunque sin
los sonados casos de corrupción y mala administración de recursos públicos a
los que nos tuvo acostumbrados el PLN entre el 2006 y el 2014, la pura verdad
es que la esclerosis de la que padece el país para ejecutar decisiones (desde
el Ejecutivo… la palabra lo dice) es insoportable.
Pero evidentemente la culpa completa (y ni siquiera la
mayoritaria) no es del presidente y su equipo. Es solo la punta del iceberg de
una serie de actores políticos y sociales que tienen a este país secuestrado y
en vías de aumentar su desigualdad, individualidad y vulnerabilidad. Las nuevas
generaciones sueñan ya no con un futuro promisorio como sociedad, sino con “salvarse
quien pueda”, tener un negocio y salir avante con sus familias, a pesar de que
esto no beneficie a la colectividad.
Fuente: wikipedia.org
Empecemos por la Asamblea Legislativa. El triunfo de lo que
parece ser un partido de centroizquierda terminó por unir a la derecha, como
bien lo dijo el exdirector del Estado de la Nación, Miguel Gutiérrez Saxe, en
los Foros Institucionales que ha estado organizando la Universidad de Costa
Rica en este mes. Eso ha provocado que la función de legislar, de uno y otro
lado e incluso a lo interno del PAC, quede de lado. Aquí lo que ha prevalecido
es el interés político de evitar que el PAC y sus aliados del FA se prolonguen
en el poder y conseguir que la vieja política se restablezca en los puestos de
control y determinación.
Es triste ver cómo diputados (y exdiputados, exministros…)
del PLN, ML y protestantes se preocupan más por impedir al Ejecutivo cualquier
avance en sus propuestas traídas de campaña que por ofrecer ideas que mejoren
la situación fiscal y social de la nación, todo con el fin de hacer ver al
gobierno como una “mala administración” para tener sus réditos el domingo 4
febrero del 2018. Y es así como la política electorera nuestro país se
convierte en una máquina de recaudar votos, muy por encima del interés común,
cuando aún falta mucho todavía para el inicio de la campaña próxima.
Fuente: entornointeligente.com
La ideología pasó de moda. En la mayoría de los casos, ya lo
que realmente interesa no es si se es neoliberal, socialdemócrata, bolivariano
o socialcristiano, cuyo fin sea la búsqueda de una Costa Rica más próspera y
equitativa. Menos si lo que se busca es beneficiar solo a un grupo específico
de la sociedad, ya sea religioso o de otras características. Aquí lo que realmente
importa es el interés de quienes invierten en los partidos, de forma que la
suma de dinero aportada se retribuya, mediante proyectos de ley o gestiones que
se transforman en réditos de poder y riqueza, o bien de prestigio para un
nombre que se quiere convertir en falso caudillo. De nuevo, las políticas
públicas son lo de menos. Con el agravante de que la credibilidad en los partidos políticos va en depresión, y cómo no, con partidos políticos con condenas como el más reciente caso del Movimiento Libertario, que montó una mampara en campaña para cobrar dineros públicos. Bonita manera de ayudar con las finanzas públicas.
Ante este panorama meramente estatal, tenemos otros “jugadores
adicionales”. En el carril derecho de la cancha se encuentran los grandes empresarios,
aquellos que quieren un estado pequeño, para que no los esté jodiendo y
controlando mucho. Ellos buscan acumular riquezas con grandes ventas a lo
interno y externo del país, exportando a mercados que interesan (o deteniendo
la entrada de productos extranjeros cuando no conviene). Es la gente que, si de
ellos dependiera, los salarios mínimos serían todavía más mínimos para bajar
costos de producción y tener mayores ganancias, así como pauperizar las condiciones
laborales de sus empleados.
Dentro de este conglomerado tenemos a los medios de
comunicación (muchos, la mayoría), los cuales sirven también a esos intereses
porque, al final de cuentas, sus grandes ganancias provienen de la publicidad
que estos grupos generan, por lo cual necesitan que el empresariado marche
bien. Eso no estaría del todo mal si no fuera porque se olvidan del beneficio
de la colectividad, a pesar de jugar de “paladines” de la justicia y de la “voz
de la ciudadanía”. Muy grandes les quedan esos títulos cuando muchos de ellos
tienen serias deudas con el fisco o son reacios a declarar impuestos como
corresponde y ni hablar de la parcialidad en la agenda propia y el interés
editorial, que en buena medida oculta información que es valiosa para que el
costarricense “de a pie” se forje su propio criterio… todo eso sin mencionar
también que algunos de ellos explotan a su personal, haciéndolos laborar hasta
12 horas diarias por un salario mínimo que en nada valora su esfuerzo. Lo peor
de todo es que hay colegas periodistas felices de defender la injusticia
proveniente de esta clase de demagogos que, un día sí y el siguiente también, quieren
todo el queque para ellos y ni una tajada para el resto.
Fuente: socialismo-o-barbarie.org
Ahora bien, en el carril izquierdo tampoco hay perdón que
quepa. Los sindicatos, que más bien podría llamárseles “cinicatos” (por
cínicos) son la misma cosa pero al otro lado del espectro. Si por ellos fuera
la función pública no debería tener ningún control, los empleados estatales
deberían estar llenos de privilegios y lujos, las convenciones colectivas justificarían
cualquier esfuerzo económico del Estado por sostenerlas, aunque eso signifique
la quiebra del país… “porque así lo defiende la ley”. Es la gente que vive en
el mundo de los ositos cariñosos, donde todo son risas, colores y no se puede
permitir la más mínima dosis de realidad que venga a desequilibrar el estado
idílico de bienestar personal. Esos tampoco piensan en el pueblo. Son gente
agresiva, capaz de paralizar el país si sus caprichos no se cumplen, con
huelgas, bloqueos o tortuguismos. Es la gente que ha denigrado las luchas
sociales hasta el punto de robarle toda legitimidad a las que podrían estar
justificadas. Es la gente que ha estropeado el legado de grandes pensadores
como Manuel Mora o el propio José Merino. Vagabundos de escritorio y café que “les
vale” lo que pasa fuera de su círculo, porque son incapaces de mover un dedo
cuando realmente el país los requiere.
Estamos hartos de todos ellos. Hartos de que se apropien de nuestro presente y futuro. Hartos de la falta de conciencia social que solo
empuja a la colectividad a una inercia que huele más a muerte que a avance. El
pueblo quiere sentir que Costa Rica camina, pero que camina para delante, que
podemos soñar con infraestructura de primer mundo, un transporte público que en
lugar de ralentizar los viajes más bien los haga más rápidos y eficientes, de
puertos y aeropuertos que permitan mayor ingreso y egreso de personas y
productos, de calles que no den vergüenza mostrar al turista que nos visita por
la cantidad exorbitante de huecos (desdichadamente, son las menos) y de la platina
de cierto puente que llega a su sexto año sin que se vea un arreglo pronto… y
más bien, el costo de su reparación total sube, premiando la mediocridad de
quienes han tenido la solución a su alcance.
Fuente: entornointeligente.com
Costa Rica no puede darse el lujo de perder la lucha contra
el narcotráfico y de ver que en nuestras calles las pandillas se matan entre sí
como si esto fuera el salvaje oeste. Tampoco de que la desigualdad lleve a un
aumento de la delincuencia y la criminalidad, todo en búsqueda de satisfacer su
propia necesidad a costa del resto que sí se esfuerza en tener una vida digna.
Este país no puede renunciar al sueño de que su población esté cubierta por un
seguro social que brinde un servicio con calidad y eficiencia, sin tener que
esperar al 2022 por una cirugía. Tampoco podemos acostumbrarnos a que la mitad
de nuestra juventud no obtenga su bachillerato y abandone el colegio,
condenándola a trabajos mal pagados y una vida sin progreso. Además, no es
opción que nuestros agricultores, esos que aseguran nuestro alimento, queden
desprotegidos, al igual que los micro, pequeños y medianos empresarios que “la
pulsean” para sacar adelante el negocio que les da de comer a ellos y a sus
familias. Y así podría seguir enumerando muchas otras apuestas que no podemos
perder.
Fuente: tuqueopinas.com
Gente, el país se nos va de las manos. Y si lo dejamos a la
conciencia de políticos, empresarios y sindicatos podemos irnos despidiendo del
sueño de progreso que tan bien forjaron nuestros abuelos y tan mejor aún hemos
desmantelado nosotros. Tenemos que tomar una decisión como organización civil y
hacer un llamado a las bases de este pueblo para exigir acción a quienes
corresponde tomar decisiones. No sea que algún día, un advenedizo llegue a
presentarse como el mesías costarricense (ya lo hubo) y nos encontremos ante un
caso de prolongación del poder sin detenimiento, como ya ha ocurrido en otros
países de América Latina.
Estamos a tiempo pero hay que actuar ya. Ojalá que el gobierno
convocara a un diálogo nacional (donde se podría prescindir de partidos
políticos) a representantes de diferentes grupos sociales y que, desde abajo,
naciera una propuesta que sea ejecutable.
Hay que hacerlo pronto. Materia gris en este país sobra.
Voluntad de algunos pocos, pero que nos tienen maniatados, falta. Esto es para
ayer.
¿Por qué el fútbol nos gusta tanto? Es fácil de explicar.
Basta con recordar las mejengas que nos dábamos desde niños, la magia que
encerraba ese rectángulo marcado con un círculo partido por una raya a la mitad
y dos marcos a cada lado, para responder.
Tal vez así no eran las de mi barrio, pero no andaban muy lejos
Mi infancia, como la de muchos otros, está marcada por miles
de goles que convertíamos y celebrábamos como si cada uno fuera el decisivo
para ganar un campeonato mundial. El dulce sabor de la típica mejenga de “el
que llega primero a los 20 gana” y de un partido de un número de X contra X
donde las dimensiones del terreno de juego estaban marcada por el final de la
acera, de la calle o de la propiedad del vecino.
Imposible olvidar la cantidad de veces que la bola se nos
fue al techo de una casa o los vidrios quebrados producto de un despeje
atolondrado o de un tiro a marco totalmente desviado. Tampoco la urgencia de
jugar tras recuperarnos de una gripe que nos tenía fuera de la “alineación
titular” entre las “estrellas” del barrio, donde claro, no había banca.
Yo tengo mi escenario para estas imágenes pero sé que
cualquiera de ustedes, futboleros, que haya pasado por lo mismo, también las
tendrá. Fuimos de la generación que aún podía jugar en las calles
tranquilamente, que no tenía que ir a meterse a una cancha de Fútbol 5 para
mejorar sus destrezas. Y específicamente la mía, fue la que vio cómo aquellos “maiceros”
hicieron la proeza de debutar en Italia 90 con un triunfo y un pase a una
segunda ronda. Recuerdos imposibles de olvidar.
El fútbol, para quienes lo amamos y lo vivimos desde tiempos
inmemorables, es eso: parte de nosotros. Lo hemos celebrado, lo hemos llorado.
Se nos han regado las bilis pero también lo hemos acompañado por más aburrido
que sea el partido. Nos ilusiona y nos desilusiona, como cualquier relación de
amor en la vida.
Por eso es que duele tanto que, esto que nos llena de
adrenalina y emoción, se convierta en un vil negocio, donde prima el billete
por encima de la competencia. La derrota o el triunfo, cuando son merecidas,
son incuestionables. Y nada más reconfortante que reconocer, en caso de la
primera, que el otro equipo jugó mejor y mereció la victoria.
Evidentemente, el tema de este post se basa en lo que hemos
visto en la Copa de Oro que hoy termina
Alvarito Solano, de mis primeros héroes futboleros en los 80'.
y la asquerosa mafia que domina la Concacaf y la FIFA, empezando por su capo número uno: Joseph Blatter. Da coraje y lástima que
algo tan mágico y que puede servir para unir familias y pueblos se convierta en
un método para lavar dinero, enriquecerse y afectar la competitividad, porque
donde hay billete deja de haber juego.
Me pregunto, ¿qué habrá pasado en la cabeza de un jugador
mexicano luego de terminar los partidos contra Costa Rica y Panamá? ¿Cómo se habrá
sentido Oribe Peralta cuando se tiró al piso, o Torres, el defensa panameño, al
ver que el árbitro señalaba el punto de penal luego de que cayó al piso y de
forma accidental e inevitable rozó la bola con la mano?
Ni hablar entonces de la no expulsión de Carlos Vela contra
los canaleros o del mismo Peralta contra la Sele, que los respectivos árbitros
no señalaron. La impotencia y la rabia ante la certeza de que el árbitro no
cambiará de parecer, aunque él sepa perfectamente que se equivocó, o bien, que
lo hizo adrede obedeciendo “órdenes superiores”.
La Liga de los 90'. ¡Campeones irrepetibles!
Pero no solo los jugadores son engañados. También lo son los
aficionados que pagaron por ver una competencia y se encuentran con un juego
arreglado. También lo somos todos los que vemos el partido y nos comemos toda
la publicidad que rodea el espectáculo y que lo hace rentable. En fin, lo que
debió ser un entretenimiento y una pasión se convierte en una mentira, a
beneficio de unos pocos, solo con el fin de que aquellos que son mayoría (en
este caso, los mexicanos) sigan pendientes del torneo y hagan rentable ambas
inversiones para quienes las pagaron.
El fútbol se ha ensuciado. El balón se ha manchado en el
barro de la corrupción, del amaño, del mal teatro (en el caso de los jugadores)
y de la falta de honestidad ante las pequeñas cosas que no favorecen la
competitividad, esa que critican los mismos mexicanos, hace tanta falta en la
Concacaf… claro, cuando a uno le regalan partidos, es difícil mejorar.
Guardado... ¿qué celebraste?
Si Guardado hubiera fallado adrede el penal u Oribe Peralta
le hubiera dicho al árbitro que no hubo empujón, tal vez México no hubiera
llegado hasta la final. Pero cualquiera de los dos pudo haberse convertido en
el referente de la moralidad y del tan prostituido “Fair Play” que la FIFA
pregona partido a partido, pero que no se aplica a ella misma.
Lástima. El fútbol seguirá siendo pasión y algarabía para
miles de millones que lo amamos y esperamos que la pelota pase la raya de gol
del contrario. Pero también ya estamos avisados que eventos como el partido de
la nieve, el juego en San Luis Missouri que nos robó el árbitro contra Estados
Unidos en la eliminatoria rumbo a Italia 90, o el gol que metió Henry con la
mano contra Irlanda y que clasificó a Francia injustamente para el mundial de
Sudáfrica 2010, podrán seguir ocurriendo. Falta transparencia dentro del
terreno de juego, pero sin duda, falta aún más fuera de los estadios, en los
escritorios, donde juegan y dominan los de cuello blanco, corbata y traje
entero.
Blatter.... cero transparencia.
Que el fútbol siga encantando y apasionando depende de los
jugadores en primera instancia, porque ellos tienen el poder de decir al
árbitro que se equivocó o de modificar su decisión. Si porquerías como las
vividas en la Copa Robo que hoy termina se siguen presentando en las
eliminatorias, la afición comenzará a perder interés. ¿Será que eso quieren los
dirigentes del fútbol mundial?
Para terminar, los dejo con un ejemplo de deportividad del
goleador alemán Miroslav Klose, en un partido entre la Lazio y el Napoli de la
Serie A italiana. Seguramente Guardado no lo vio. No estaría mal que le
compartan el link.
“Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego”.
Mahatma Gandhi.
Primero, lo primero. Qué horrible es la
muerte cuando se provoca. Qué pena que el ser humano siga creyendo en ella como
objeto de solución de conflictos. La muerte (y su cultura) perfectamente pueden
llevar a la extinción de la especie humana. Nos lo tomamos muy poco en serio
porque nunca ha sucedido, aunque sabemos bien que el peligro se cierne en
nuestras cabezas como especie, desde la época de la Guerra Fría.
Mahatma Gandhi, precursor de la emancipación no violenta.
El mundo afronta ahora (y desde hace
decenios) el terror del fanatismo. Cuando se entra en el tema del extremismo o
ultraortodoxismo – llámele usted como guste llamarle – la razón abandona al ser
humano y, como resultado, este solo puede reaccionar haciendo o diciendo
estupideces. ESE es el problema real de quienes no admiten una ideología,
preferencia o fe diferente de las que siguen. Ojo, no es un tema exclusivo de
la religión (como algunos paranoicos – resentidos han querido sugerir), está
presente en las creencias trascendentales, pero bien sabemos de violencia
alrededor de temas políticos y hasta futbolísticos. En realidad no se trata de
que la religión provoque la violencia en el ser humano, sino que es el propio
ser humano el que, desde su ansia de poder y de imponer, muestra con insultos,
golpes o balas lo que no puede con argumentos. Así de sencillo.
Me tomó rato tocar el tema #CharlieHebdo
por varias cosas. Empezando porque tenía que hacer mi mejor esfuerzo por
entender el contexto y lo que significa este tipo de publicaciones satíricas
para la sociedad francesa, la cual conozco bien, aunque no la entienda por
completo. Quienes me conocen, saben que la verdadera razón por la cual elegí ir
a Francia a hacer mi maestría en periodismo fue por la admiración que le tengo desde
mi juventud al su capacidad de hacer prensa. Suele ser profesional, mordaz,
seria… con una capacidad de autocrítica enorme, incluso sobre los propios objetivos
e intereses de su línea editorial. Pero también, como en todo en este mundo,
hay excepciones.
La primera vez que logré ver un dibujo
provocativo de Charlie Hebdo (o al menos que me diera cuenta) fue en el 2010,
despuecito de la gira que hizo Benedicto XVI a África, en la que avalaba los
condones para enfermos de sida. El dibujo es el que aparece junto a este texto.
Obviamente me escandalicé de ver que un medio de comunicación, que normalmente
debe tener la labor de formar opinión pública con argumentos serios, hiciera
mofa de la Eucaristía reemplazándola por un condón. Claro, inexistente era la
posibilidad de que fuera a conseguirme un arma automática y comenzara a volar
bala en las instalaciones del periódico. Pero me dolió. Sentí que había una
clara apología al irrespeto, a la burla burda (homónimas), a la desinformación,
a la legitimación de un mensaje artero, que ni siquiera tenía por fin la
crítica a un líder espiritual: se trataba de una ofensa contra lo que yo y más
de mil millones de personas creemos: que en la Eucaristía se encuentra Dios.
Tengo muy claro que no estamos obligando a nadie a creerlo, esos tiempos
pasaron hace mucho, por dicha. Pero también tengo claro que el tema del
“respete para que lo respeten” que alguna vez me enseñaron sabiamente mis
padres desde pequeño para tener una sana convivencia social, estaba quedando
relegado en el país de “la fraternité”.
¿Justifica cualquier dibujo, por ofensivo,
grotesco, vulgar, asqueroso que sea, una sola gota de sangre humana?
No.
¿Provoca la burla y el irrespeto la
aparición de la violencia? ¿Engendra la violencia más violencia?
Sí.
¿Es eso una justificación?
De nuevo, no. Es una posible reacción, no
una justificación argumentativa.
Quedemos de acuerdo: agarremos el tema de
los atentados contra el personal de Charlie Hebdo, condenémoslo y cerremos la
discusión sobre este punto, porque aquí todos estamos claros que no hay
negociación, y más aún, que contra el fundamentalismo que no está dispuesto a
negociar lo único que queda es volar bala, por la defensa de inocentes que no
tienen por qué pagar la estupidez de otros. ¿Estamos?
Jesús defendiendo a la adúltera de ser apedreada.
Muy bien, ahora vamos con lo otro. De lo
“poco bueno” que ha quedado en esa horrenda masacre es la discusión posterior
de libertad de expresión y… ¿Sus límites? Y detengamos todo aquí para
cuestionar un punto de relevancia jurídico – filosófico que siempre, o al menos
hasta ahora, he tenido claro: no hay una sola libertad que tenga aplicaciónirrestricta. Así es en el derecho internacional y por supuesto en nuestra Constitución Política (ver artículos 28 y 29) y para todo suele haber
límites, aunque hay que reconocer que el de la libertad de expresión ha venido
primando por encima de los demás, bajo la premisa de que sin su garantía la
democracia no puede existir. El caso más reciente que recuerdo en Costa Rica
fue el de Rodríguez Baldí vs Chinchilla, cuyo fallo favoreció al empresario que acusó a
la expresidenta con un argumento falso. Chinchilla no logró la condena de Rodríguez Baldí
porque los jueces estimaron que su cargo debía soportar cuestionamientos más fuertes que el resto de mortales.
Volvamos al tema y analicemos esto
detenidamente. Dicen los defensores a ultranza de las ofensas en los dibujos de
Charlie Hebdo que eso es libertad de expresión… y me parece que están haciendo
una mezcla con la libertad de prensa, conceptos hermanos pero no iguales. La
libertad de expresión tiene que ver con lo que cualquier persona quiera decir,
por el medio que desee… mientras el de prensa, está relacionado con un
compromiso social en el que la información forma opinión, como expliqué arriba,
por lo cual es más que delicado el transmitir información falsa o llena de
conceptos peyorativos o estereotipados.
Es curioso que el derecho que tutela la
libertad de credo en Declaración Universal de los Derechos Humanos se encuentre
justo antes del artículo que hace lo propio con la libertad de expresión.
Veamos:
Artículo
18
Toda
persona tiene derecho a la libertadde pensamiento, de conciencia y de religión;
este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como
la libertad de manifestar su religión
o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado,
por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo
19
Todo
individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar
y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier
medio de expresión.
Vamos uno por uno, despacio. Grata sorpresa
me llevo al encontrarme ese Artículo 18. Atención: no solo protege la libertad
de religión, sino también la de pensamiento y la de conciencia. Es decir,
equivale para toda aquella persona que razone. Hasta ahí, muy bien. PERO hay un
plus en cuanto a la religión. Y dice muy claramente que se protege la libertad
de manifestar su creencia, aún en público, aún en la práctica, el culto y la
observancia.
"Sí a los portales en sitios
públicos", con un "Niño
Jesús" pintado en el fondo
de un orinal.
¿Sabía usted que en Francia es prohibido lacolocación de cualquier elemento religioso en oficinas o sitios públicos,
especialmente en los centros educativos? ¿Soy yo cerrado de cabeza o no va eso
en contra del derecho humano de la libertad religiosa, contenido en el artículo
18? Además me pregunto, si lo que se quiere es evitar que símbolos de fe ofendan a miembros de otras religiones: ¿cómo rayos me ofende a mí un "pasito", una estatua de Buda, de Krishna o un texto del Corán? ¿Se protege a las otras religiones o más bien se busca la defensa del Estado laicicista? Ojo, no estoy diciendo que tenga que haber solo UN motivo religioso que
predomine… sino que CUALQUIER símbolo de fe, de cualquier creencia, está fuera
de la ley. Y a partir de ahí, poco a poco, uno va a descubriendo que en Francia
la religión ha quedado relegada totalmente al ámbito privado, bajo el principio
de la “laicidad” que basa en la prohibición de credos públicos la libertad
confesional del resto. En otras palabras, como si la libertad fuera un tema respetar
al otro coartando a los demás la capacidad de externar pacífica y
respetuosamente sus credos religiosos, dejando en el olvido la palabra
tolerancia.
La laicidad francesa no es lo mismo (al
menos en el papel) que el laicicismo, verdadera práctica ejecutada tanto en ese
país como en buena parte de las naciones europeas. ¿Su diferencia? La laicidad
dice que el Estado no debe tener religión oficial, pues no es una persona como
tal (la religión queda para los seres humanos, no para la organización de la
República). Hasta ahí todo normal. El problema es cuando esto desemboca en el
laicicismo, que lo que busca es negar la existencia de cualquier Dios en la
esfera pública, tolerando la práctica religiosa a lo interno de templos,
sinagogas, mezquitas o edificio donde se congregue un grupo de cualquier
denominación. Pero nada de religión en escuelas, colegios, edificios públicos,
empresas… nada de manifestaciones religiosas públicas como procesiones, actos
festivos, entre otros (aunque la Navidad sí se permite… sin duda es un
excelente incentivo para el comercio y los franceses son además felices yéndose
de vacaciones en los feriados católicos, pero ese es otro tema…).
La laicidad en Francia se explica desde el
hartazgo histórico de un pueblo que siempre vinculó a la Iglesia con la
monarquía. Una Iglesia que desde todo punto de vista abusó de su poder y tuvo
un concubinato escandaloso con el Estado, representado por un rey. Esto provocó
que, en Francia, desde inicios del Siglo XVIII (el de “las luces”), un tal
Voltaire, un dichoso Montesquieu y un fulano llamado Rousseau fundaran lasbases del humanismo moderno, que la propia Iglesia contemporánea agradece.
Aquellos hombres centraron la razón en el ser humano y desecharon cualquier
influencia divina. Siguiendo, en 1789 surge la Revolución Francesa y la Iglesia paga caro el descontento social por no cumplir su misión y es seriamente
atacada por este movimiento que funda las bases del Estado moderno.
Aunque el descontento aquel no logró
eliminar la religión del alma del pueblo, sí lo mermó. Y es siglo y medio
después, en el famoso mayo de 1968, cuando la revolución sexual y filosófica
anti gubernamental estalla en París y toda una sociedad pierde el pudor.
Nuevamente, la Iglesia es atacada por ciertos pensamientos que podríamos
convenir, retrógrados, y queda alejada de la dinámica social. Y así ha seguido
su debacle hasta nuestros días.
Dibujo artístico de Mahoma, sacado de "Biografías y vidas".
¿Por qué es importante explicar esto?
Porque es a partir de ahí que se entiende ese rechazo histórico de buena parte
de la sociedad francesa hacia la Iglesia y todo lo que huela a Dios. No se
trata de que todo el mundo se puso de acuerdo para soportar (y una parte, hasta
para comprar) los dibujos de Charlie Hebdo. Se trata de un proceso histórico de
liberalización que ahora choca con un movimiento islámico fanático, con los
resultados tan lamentables que ya conocemos.
Cuando aparecen este tipo de dibujos
satíricos también hay que hacer otra aclaración: no se trata de un periódico
“antirreligioso”, sino de un periódico que se burla y hace mofa de todo lo
relacionado con autoridad y más allá… con todo lo que tiene que ver con
instituciones que gozan de algún tipo de legitimidad jerárquica.
Ahora bien, pasemos al tema de la libertad
de expresión como garante de la capacidad que tenemos las personas de decir,
cuestionar, hacer mofa, etc. ¿Es esto “malo”? y ahí entramos en el ámbito de lo
que puede ser subjetivo… aunque en el fondo, creo que no lo es tanto. ¿Cuál es
la diferencia entre una risa, una broma y una burla cruel que termina siendo
ofensa? Me parece que la respuesta está en el fondo y no en la forma. Una
crítica mordaz se hace con el afán de cambiar una actitud o una realidad que no
ayuda al beneficio del ser humano, de la sociedad, de una nación. Una crítica
puede ser considerada “destructiva”, pero en el fondo ocultar una voluntad de
cambio. No obstante, una ofensa siempre tendrá por objeto dañar, humillar,
desprestigiar o hacer sentir mal al otro, sin ningún tipo de voluntad de
cambio. En otras palabras, cuando uno quiere “madrear” a alguien, no quiere que
esta persona reaccione de una manera diferente, uno solo quiere hacerle saber
que uno la desprecia.
Krishna.
Teniendo claro esto: ¿no les parece falaz
decir que el subjetivismo prima al decidir cuándo una idea crítica se convierte
en una ofensa? Y peor aún, el argumento de decir que las ofensas en contra de
divinidades no son tales porque las divinidades, al no ser seres humanos (y
para algunos, no existir) las hace carentes de cualquier garantía que las
proteja… Madre mía, a ver si uno insultara el nombre o la memoria de un
familiar muerto de esa gente… seguramente recibiría, cuando menos, un madrazo,
o un puñetazo, como dijo el Papa. Pero va mucho más allá: no sé cuánto trabajo
cuesta entender que, si para una persona un comportamiento o una referencia
insultante es desagradable y sistemático, esta tiene toda la capacidad de
exigir que ese trato se detenga (a eso le llamamos acoso y ahí parece no haber
subjetivismo que valga). Entonces, ¿no puede una colectividad acudir al
argumento de un acoso social para exigir que se detenga un abuso que le ofende?
Por supuesto que puede, para eso están los tribunales competentes y eso es algo
que los extremistas yijadistas nunca van a comprenden, que en las sociedades
modernas las cosas se dirimen en los tribunales y no a punta de balas.
No obstante, tampoco quiero que se crea que
aquí estoy haciendo una defensa a ultranza contra cualquier tipo de crítica a
la Iglesia o a quienes la conformamos. Está muy claro que la crítica hace
avanzar a la persona o al ser humano cuando tiene argumentos de debate
(examínenlo todo, quédense con lo bueno, decía San Pablo). La sátira, sana y
venenosa, es un derecho de expresión del pueblo cuando este quiere hacerle
notar a sus gobernantes que no están conformes con actitudes, costumbres o
estilos al gobernar. Y no soy yo el que se va a escandalizar por eso, siendo
para mí la libertad de expresión un principio indispensable en la vida
democrática. ¿Quién más que yo, principalmente en Twitter, suele decir “casi
siempre” lo que quiero”? Quienes me conocen lo saben perfectamente, me cuesta
quedarme callado cuando algo no me gusta o no me parece bien. Pero aunque puedo
llegar a ser sarcástico, me niego y me traicionaría a mí mismo si esa crítica
se transforma en insulto personal, a tal punto que cuando en una discusión he
recibido una ofensa directa, que no es un argumento sino un descalificativo
artero, detengo la discusión y me voy, porque me doy cuenta que con esa persona
no es posible dialogar. Es lo que futbolísticamente hace la diferencia entre
una entrada fuerte, pero a la bola, y una entrada a la espinilla, cuyo objetivo
es quebrar al rival. No hay dónde perderse.
Hay gente dentro de la Iglesia (y en todas
las religiones supongo que es igual) que consideran que no se deben hacer
críticas contra las altas autoridades eclesiásticas porque constituye una
“falta de respeto a su investidura”. Y tampoco. Yo creo que todo ser humano,
por supuesto incluyendo al Papa, tiene derecho a equivocarse y está bien que lo
haga, es nuestra naturaleza, somos débiles. La crítica, cuando esta es
inteligente, por más ácida y negra que sea, debe permitir en el fondo de la
conciencia un análisis y una reacción, aunque sea para buscar argumentos que
permitan crear una defensa dialéctica, conocida como antítesis. Es necesario,
indispensable entonces para el avance del género humano que se señalen los
errores de la forma que corresponda: risas, chistes, gritos, manifestaciones…
pero sin pasar al acoso, a las armas o a la destrucción.
Voy cerrando esta reflexión:
¿Cuál es, en el fondo, el objetivo de
ofender una divinidad en la que usted no cree?
¿Qué logra con ello?
¿Convencer al creyente de que usted tiene
la razón?
¿Sentirse mucho más inteligente o evolucionado?
¿Expresar públicamente que usted es muy
“carga” por jugar de rebelde y no tener “dios”?
Si realmente cree que una de sus respuestas
está contenida en las interrogantes anteriores, déjeme decirle que usted se
autoengaña. Nada de eso va a lograr. Lo que sí puede conseguir es el desprecio,
ser ignorado, cuando mucho insultado de vuelta y, si topa contra un extremista
religioso, sí, incluso la muerte, la misma muerte que han logrado hinchas de
equipos de futbol por insultar a otro fanático.
San Francisco de Asís.
¡Qué fácil es culpar a Dios y a la religión
por todos los males del mundo! ¡Qué sencillo decir “mejor las religiones no
existieran”, como si fueran ellas en sí mismas portadoras de mensajes de
destrucción y división! Tan fácil que es para cualquier persona que sepa leer,
tomar la Biblia o el Corán y buscar un mensaje de odio y muerte ahí adentro… a
ver si lo encuentra.
Hay gente a la que se le olvida que el
Siglo XX estuvo plagado de guerras, dos de ellas mundiales, y en ninguna tuvo
que ver la religión. Fueron ambiciones políticas y económicas, sin olvidar la
estupidez del nazismo de “sentirse superior” las que provocaron la muerte a
millones de personas. Pero un momento: ¿no nacieron estos conflictos por gente
que, precisamente, quería que “todos pensaran como ellos” (o sea, ideológicos)?
Me asusta hablar con gente a la que considero inteligente decir este tipo de
sandeces. Y me asusta más su doble moral, su doble discurso, escucharlos
insistir en defender los derechos (de algunos) humanos pero estar decididos en
que la religión (y asumo que también quienes creemos en Algo que trasciende)
debe desaparecer de la historia humana, para dar paso, asumo, a una raza
mejorada (algo como lo que planteaba el malote de Hitler pero no en raza sino
en ideología). En otras palabras, la libertad de expresión y de pensamiento al
carajo. Bienvenida la dictadura del yo.
¿No vivimos acaso en una sociedad
occidental que se jacta de su diversidad y el respeto a quienes no piensan “como
yo”? ¿No pasamos criticando, quienes nos decimos demócratas, a los regímenes
que callan a sus opositores a punta de metralla o coerciones? ¿Qué acaso no
está de moda defender a los estudiantes del bullying, del acoso, como si las
ideas y las creencias de la gente no pudieran ser también víctimas de ese desprestigio
sistemático? Entonces, perdónenme la expresión tan fuerte: por qué putas no
somos más coherentes y aplicamos esos principios que tanto cacareamos para
todos los ámbitos sociales y nos decidimos como sociedad y civilización a
respetar lo que el otro diga, crea o piense, aunque no concuerde y vaya en
contra de lo que yo considero mejor. ¿O será que el legado de Voltaire aplica
solo cuando se puede usar a mi favor, pero no cuando el otro opina?
En la diversidad está el gusto y es ahí
donde tanto la libertad de expresión como la libertad religiosa confluyen en
una misma armazón. Si todos podemos hablar tranquilamente de lo que creemos,
sin temor a ser ofendidos pero también sin ofender, crearíamos una cosmovisión
mucho más sana, respetuosa y que posiblemente nos lleve a un serio y
transformador avance, en el que el ser humano se vea de igual a igual, ya sin
prejuicios ni fobias. Pero mientras que resolvamos nuestros diferendos con
balas, odio y a la violencia, con mensajes que contengan un poco de los
elementos anteriores, o haciendo callar al otro, estaremos creando una espiral
de ataques que ya cobra la vida de varias personas en Europa y que, me temo,
solo está comenzando.
Una pregunta que formuló un tuitero un día
de estos: ¿defenderían muchos de estos grupos la libertad de expresión de la
revista si se tratara de mensajes homofóbicos, misóginos, destructores de la
naturaleza o del maltrato animal? Yo creo que no. Todo lo contrario, me parece
que ahí sí demandarían el término inmediato de la difusión de esos mensajes.
Algo de esto nos falta mucho a los cristianos en general, como lo señala el cantautor peruano Luis Enrique Ascoy en su blog.
Buda. Puse una figura o divinidad interreligiosa como signo
de respeto hacia las diferentes religiones, pues al final todas
expresan bondad.
Y es por todo lo anterior que yo defiendo
la imperiosa necesidad de que Charlie Hebdo siga existiendo. Porque es
necesario que el ser humano se exprese y critique. Porque como decía el buen
Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu
derecho a expresarlo”, aunque, por otro lado, yo no creo que nadie tenga el
“derecho” de insultar una creencia o una ideología, por más contraria que sea a
la mía (lo cual además, es absurdo, pues con un insulto no se va a lograr su
desprestigio per se o su desaparición)… y estoy casi seguro que don François
Marie Arouet tampoco defendería ese abuso. Cuando el ser humano abusa, aunque
sea de algo que a priori tiene un fin noble, como la religión y la expresión,
las cosas terminan mal. En este último caso tendría que decir: je ne suis ni
catholique extremiste ni Charlie Hebdo.
Concluyo con el título que elegí para este
artículo. ¿La libertad? La defendemos. Pero una libertad que no va acompañada
de un verdadero principio de igualdad ante las leyes y ante la sociedad, no
puede ser considerada como tal… y mucho menos, cuando la fraternidad, esa que
nos recetaron los franceses desde su revolución, la misma de la que habló
Jesús, Mahoma, Buda y saber cuántos más, queda atropellada cuando en lugar de
buscar un diálogo y un entendimiento, lo que llueve son las ofensas, o peor
aún, los disparos.
La fraternidad se basa en ver al otro como
“hermano”, de ponerme en sus zapatos, de entenderlo desde sus orígenes. No hay
nada de fraterno en matar a nadie, pero tampoco lo hay en burlarse
despectivamente de su integridad, de lo que piensa, lo que cree o lo que
aspira. La Real Academia Española la define muy bien: “Amistad o afecto entre
hermanos o entre quienes se tratan como tales”. Y eso es lo que hace falta para
terminar con los extremismos o con los “odios odiosos”: tratarnos como
hermanos.
Si usted está de acuerdo con lo que yo
escribí, fenomenal. Si no, no se preocupe, puede usted diferir con la
tranquilidad de que no voy a ir a buscarlo para dispararle. Y como dice mi blog
desde siempre, si va a debatir, que sea con argumentos, no con ofensas. Estas
últimas solo indicarían que usted no puede pensar, solo provocar lástima. ¡Viva
la democracia, vivan la libertad, la igualdad y la fraternidad!
Antes de comenzar mi recorrido por este
2014 que valió como por 3 años, déjenme presentarles el entorno que me rodea,
muy diferente a cualquier otro que haya tenido hasta el momento. Se trata de
una luna vagabunda, que no acaba su parranda de este 1° de enero del 2015,
asomada por entre los árboles de nuestro bosque tropical húmedo. Al fondo, el
sonido de un río da una percepción de frescura y tranquilidad a esta segunda
hora de la madrugada del año y, un poco más al fondo, el bullicio de un
chinchorro que no ha terminado la fiesta, aunque la mayoría de sus comensales y
clientes ya hace rato se fueron a dormir. Esto es Santa Clara de San Carlos,
zona norte de Costa Rica, y yo les escribo desde acá porque la familia de mi
cuñado (un tipazo del que más adelante les contaré) me invitó a compartir con
ellos este cambio de año. La verdad, necesitaba urgentemente irme lejos de
Alajuela en esta oportunidad y distraerme del recuerdo de 12 meses duros,
ásperos, secos y cuesta arriba. Ya verán por qué.
La noche de este 31 – 1° ha sido muy
simbólica. Estuvo lloviznando la mayor parte del tiempo pero, justo al ser las
12 medianoche, una brisa empezó a soplar con ímpetu y las nubes se disiparon. El
aguacero se detuvo y dio paso a esa luna que ya les conté y a esta noche estrellada,
que no hacen sino recordar a la mágica canción “Luna Sancarleña”. Para ustedes
puede ser una simple casualidad pero no para mí: tiene todo esto un significado
metafórico, que resume en términos meteorológicos lo que fue este 2014 que, por
dicha y por fin, concluyó.
El año que termina yo lo hubiera clausurado
desde antes de muy buena gana, pero si algo aprendí de todo lo que pasó fue que
es necesario el acontecimiento de hechos dolorosos o no tan agradables para
aprender que lo mejor que se puede hacer cuando las cosas van mal es dejarlas a
la voluntad de Dios y confiar… Desde ese punto de vista, mi 2014 fue todo un
curso universitario. Un año en el que hubo DE TODO, aunque las experiencias que
más marcaron mi recorrido fueron, como dije antes, duras. De hecho, estos
últimos meses solo se podrían comparar a aquellos del 2008, el que hasta ahora
había sido mi año más complicado; aunque este que terminó hace dos horas lo
supere con creces.
Nunca he hecho mi “resumen anual” (que este
año cumple ya su IX edición) mes a mes. Pero el montón de cosas que llegaron a
mi vida hacen necesario hacer el repaso de esta forma, bajo riesgo de que
alguna se me olvide. Les adelanto que la de este año será la hablada más larga
de mis 1° de enero, hasta la fecha:
Enero:
No mencionaré ni personas ni
acontecimientos específicos, porque hay cosas que pertenecen a mi intimidad y
que deben permanecer guardadas en mi memoria. Solo puedo decirles que a finales
de enero aprendí que hay personas y actitudes a las que se les deben poner fin,
sea quien sea. Que en la vida hay que aprender a detectar situaciones, a
enfrentarlas y a solucionarlas, y si no se les ve una solución acorde con la
que uno desea, pues se les debe poner fin. En enero empecé una lucha que me
llevó 8 meses y medio, por la que dí alma, vida y corazón, pero que pudo más la
voluntad de Dios que mi propia cabezonada. Una lucha que no me arrepiento del
todo haber dado, pero también me enseñó que a veces hay que mantener la cabeza
lo suficientemente fría para tomar decisiones justas en el momento correcto. En
fin, el año comenzó anunciándome que no sería sencillo.
En lo nacional, pasó lo impensable y Luis
Guillermo Solís, candidato por el que voté, consiguió un ascenso impresionante
de cara a Johnny Araya según las encuestas. Ni yo me lo creía. De hecho me
sorprende cómo el pueblo costarricense finalmente adoptó una actitud de
hartazgo frente al status quo y eligió a un nuevo gobierno, proveniente de un
partido inédito como oficialista. La gente tenía que estar muy harta de lo
ocurrido con Laura Chinchilla como para dar el salto hacia una apuesta
novedosa, sí, pero desconocida. Un tema que espero ya sea objeto de estudio
para más de una tesis de ciencias políticas o de sociología.
Febrero:
Empezaron a llegar las grandes decisiones:
la posibilidad de cambiar de trabajo a uno muy conocido tocó a mi puerta. Entre
“lo que me gusta” y “lo que me hace sentir cómodo” terminé eligiendo la primera
y decidí mudarme de empresa. Nunca estuve seguro de hacerlo y no fue hasta mucho,
mucho tiempo después, que entendí que Dios estaba detrás de todo esto (como de
costumbre). Febrero fue además un mes de continuar mis luchas, que poco a poco
se fueron intensificando con el pasar del año. Un mes de asumir lo que creía,
de querer lo que quería y de vivir circunstancias nunca antes vividas.
En el país, Luis Guillermo no solo queda
dentro de la segunda ronda sino que logra más votos que el propio Johnny Araya
en ese inolvidable 2 de febrero. No voy a ser hipócrita: aquella noche celebré ese
triunfo como si hubiera sido campeonato de la Liga, en un bar de Santa Ana
frecuentado por mí y por otra colega periodista que me acompañaba. Creía que el
deseado cambio llegaría pronto al país, que las cosas podrían ser finalmente
diferentes y que el costarricense había despertado para bien. Todo eso, a este
1° de enero, aún está en entredicho. Al final haré mis conclusiones rápidas del
por qué digo esto.
Marzo:
Llegó por fin el cambio de sitio de
trabajo, del que me arrepentí nada más entrando. Sentía que nunca había tomado
una decisión tan absurda en mi vida, presionado en gran parte por mi entorno y
por mi propio ego que me exigía dar más como profesional de lo que hasta ahora
había vivido.
Por otra parte, Johnny Araya da una muestra
de lo mal que estaba su Partido
Liberación Nacional (PLN) el propio día de Miércoles de Ceniza y decide
retirarse él (aunque “no” el PLN) de la contienda hacia la segunda ronda. Un
golpe enorme para la agrupación que ostentó el poder en los últimos 8 años, del
cual aún no se recuperan y, si por la víspera se saca el día, esperan retomar
el control del Ejecutivo a punta de acusaciones o burlas burdas hacia el
Partido Acción Ciudadana (PAC), desestimando una limpieza profunda hacia
adentro y un análisis del por qué los costarricenses les dimos la espalda.
Abril:
El mes de mi cumpleaños no fue
necesariamente un lecho de rosas. Las angustias buscadas y rebuscadas
continuaron, machacándome casi todos los días que la decisión tomada en febrero
había sido la peor de los últimos años. Tanto llevaría el cántaro al agua que
al final estallaría (como en otras cosas que ocurrirían después en diferentes
ámbitos).
Como era de esperarse, Solís daba al ¿PAC?
(porque no estoy seguro de si su gobierno y su partido están en la misma sintonía)
su primer victoria electoral y mandaba al sepulcro, de una vez y para siempre,
al bipartidismo entre el PLN y el Partido Unidad Social Cristiana, que ya ni
calderonista es. El cambio sería seguro, el problema ahora sería la
incertidumbre que este conllevaría para todos. El gobierno del nuevo presidente
electo tendría que buscar a la carrera, debajo de las piedras y las montañas,
los nuevos ministros y viceministros, presidentes ejecutivos y directores de
instituciones autónomas. Algo que para quienes éramos prensa en ese momento
dejó una sensación de desorden e improvisación. En fin, cambio era cambio y ya
veríamos qué conllevaba.
Mayo:
Aquí se empezó a descuadrar todo,
realmente. La irremediable renuncia al proyecto iniciado en mayo, guiada por dos
posibilidades profesionales que no terminaron cuajándose al final, me enviaron
al desempleo, un terreno ya antes conocido pero que esta vez careció de nuevas
ilusiones que me pusieran a soñar “mientras se aclaraban los nublados”. Otra
decisión laboral se transformó en algo fatídico en ese momento, mientras todo
aquello debía permanecer más o menos entre penumbras para evitar que sus
repercusiones fueran mayores, así como humillaciones sin sentido, provenientes
de una mente enferma que no tenía otra cosa más entre ceja y ceja que afectarme
a mí y a mi subproyecto. Al final, conseguiría su cometido pero con gran dolor.
En esta vida y este universo, toda acción tiene su reacción.
Punto y aparte para el 19 de ese mes: mi sobrinita, hija de mi hermano Gustavo, sale al mundo y me convierte en tío. Inexperto como he sido en estas temáticas (posiblemente por ser hermano menor y porque nunca tuve oportunidad de una proximidad real con bebés), su presencia ha modificado por completo mi capacidad de alzar niños pequeños, cuidarlos, chinearlos, darles de comer y hasta dormirlos. Mi hermosa sobrinita ha sido la mayor bendición de Dios en el año que termina y verla crecer es tanto una aventura como un gozo. Ella se robó mi corazón y me tiene enamorado.
En el país, Luis Guillermo empieza a
gobernar el 8 de mayo y todos quedamos en “stand-by” esperando sus primeras
acciones concretas. La verdad, fue mucho el estruendo y poco el brillo propio.
Pero se aproximaba el otro tema que nos pondría a temblar de pánico: el Mundial
de Brasil 2014 y nosotros en medio grupo de la muerte. Recuerdo que comentaba
con mis amigos: “veamos los partidos porque no siempre Costa Rica juega contra
Uruguay – Italia – Inglaterra… pero estamos todos claros en que sería un
milagro que siquiera podamos sacar un empate de ahí”. Pues para que vean, los
milagros pueden existir…
Junio:
Mi rato de desempleo se vio amortiguado por
el Mundial. Debo reconocer que tener la posibilidad de vivir todo ese torneo
desde mi casa fue algo parecido a un regalo, aunque siempre bajo la presión de
saber que necesitaba dinero, pero sin olvidar que el vivir en casa de mis papás
se convirtió en la tabla de salvación para mí (los papás… ¡Siempre los papás!).
La vivencia en carne propia de ver cómo la
leyenda de Italia 90 pasaba a la historia, dando campo a la nueva y renovada de
Brasil 2014, fue algo único e irrepetible, y la pude saborear en calma y con
todo su esplendor. Nuestra Costa Rica se daba a conocer ante el mundo como la
“matagigantes”, dejando en el piso a dos campeones mundiales y empatándole el
último juego al tercero (que tal vez hubiéramos podido ganar pero… había que
cuidarse). Fue un momento para que los costarricenses volviéramos a creer no
solo en los “milagros”, sino que estos a veces no son tan necesarios, si con
esfuerzo y dedicación conseguimos los objetivos planteados, por muy “volados”
que estos parezcan.
Por otra parte, un ultrasonido para
determinar de cantidad de grasa hepática, practicado a inicios de mes, le
agregaron más peso y estrés a mi estado anímico: hígado graso nivel 3, el
máximo. Un examen de sangre terminó de confirmar que la cosa “no era jugando”.
A partir ahí, era básicamente elegir entre seguir con mis malos hábitos
alimenticios y físicos, o tener una calidad de vida decente. Eso significó
desempolvar mi orbitrek (al fin y al cabo, tenía tiempo disponible para
“ponerle bonito”) y someterme a una dieta estricta que me valió no pocas
airadas discusiones con mi madre sobre las nuevas reglas. En resumidas cuentas,
todo un reto gastronómico, aeróbico y mental cuyo premio era mi salud. Bien
valía la pena.
Julio:
Nuestra “Sele” termina de hacer su mejor
papel en la historia de un Mundial, consiguiendo derrotar a Grecia en aquellos
taquicardiosos once pasos y pasando a Cuartos de Final, donde la poderosa
Holanda no nos pudo ganar sino hasta los mismos penales. Pero la gesta ya estaba hecha y el recibimiento que dimos a esos héroes de nuestro deporte
preferido así lo demostró (estuve ahí, de pie durante como 5 horas en el Paseo
Colón). Haber vivido esos momentos con mi familia hicieron aún más dulces los
recuerdos, lo que se enmarca sin duda dentro de “lo rescatable” del año pasado.
Lo feo: todo el pleito que hubo después con el entrenador Jorge Luis Pinto y su
salida por la puerta de atrás. A pesar del debate entre si se trató de
demasiada disciplina / demasiada vagabundería, yo opto por confiar en el
testimonio de la mayoría y creer que el colombiano efectivamente se excedió en
sus tratos, no sin que ello signifique desdeñar nuestro muy evidente carácter
hipersensible y “delicadito” que nos identifica a los ticos. Pero a decir
verdad, sabiendo que era todo el equipo y la comitiva que había ido al mundial
quienes lo criticaban, cabe más darle la razón a la mayoría que solo a uno.
Un mes de dieta y ejercicios estrictos dan
resultados: bajo 6 kilos y recibo felicitaciones por el esfuerzo: por fin algo
positivo. No obstante, el desempleo seguía y la desazón aumentaba, ya sin
Mundial que fungiera de placebo. Pronto se haría desesperante. Todo aquello
manejado hasta cierto punto en secreto por lo mismo que había contado en mayo. Y
a todo esto, Dios como que no aparecía mucho (como yo quería, al menos).
Punto positivo adicional: mi hermana Maricruz
me informa que es un hecho: a finales de año o a principios del siguiente, se
casaría con su novio, Esteban. Me alegré mucho la verdad porque él es un buen
muchacho y porque confío en Dios que las cosas saldrán muy bien. En ese momento
no hice muchos cálculos de cómo impactaría eso mi vida directamente… eso vendría
después.
Finalmente, ese mes apareció la posibilidad
de comenzar a dar un curso de redacción en una universidad privada situada en
San José. Ahí me quedaron claras varias cosas, pero la más importante, el bajo
nivel de redacción de la mayoría de estudiantes de periodismo en ese lugar, así
como la poca responsabilidad que asumen ese tipo de empresas (ojo que escribí
“empresas”, no instituciones) sobre la educación de sus estudiantes. En
resumen, un gran esfuerzo a cambio de un salario ridículo, aún más bajo que la
hora que se cobra por clases particulares de cualquier idioma. En fin, todo
fuera por hacerme sentir útil mientras conseguía empleo.
Agosto:
Vivir ese mes completo, sumido en el
desempleo, comenzó a mermar mi ánimo y mis esperanzas. La difícil situación de
un periodista desempleado en Costa Rica puede bajarle la autoestima hasta el
más pintado. Pero ante la crisis, nuevas ideas me empezaban a surgir, algunas
más descabelladas que otras. Estaba dispuesto a dejar por completo la carrera y
dedicarme a sacar otra cosa si pronto no aparecía algo. Me reía de mi suerte:
un periodista – master, con un título de la Université de Strasbourg,
desempleado y sin posibilidades prontas de encontrar algo satisfactorio. Era
casi como una burla tétrica de mi pasado en Francia a mi ego y a mi capacidad.
Me lo merecía, tal vez, pero ya se me empezaba a hacer una broma cruel.
Para colmo de males, el propio 2 en la madrugada, viniendo de la romería pero ya en Alajuela, colisioné con una
motocicleta, dejando el parabrisas de mi carro nuevo (comprado en marzo)
totalmente reventado, todo el frente dañado e incluso el techo con un
camanance. Golpeé al conductor y el acompañante quedó tendido en el pavimento.
“Era lo que me faltaba para terminarla de hacer”, me decía, aunque con la
tranquilidad de que a nadie le pasó más que unas cuantas heridas y que mi
seguro (gracias INS) cubriría todo aquello. No obstante, eso significaría todas
las averiguaciones del caso y puestas de acuerdo con la contraparte. Punto positivo:
al menos no tendría problemas de tiempo para solucionarlo todo. Eso sí, me
convertí por segunda vez en el año en peatón. Ya sé que eso puede sonar muy
poco humilde, pero después de movilizarme en el paupérrimo transporte público
nacional por 25 años y de valorar este mismo servicio en Francia, el
movilizarse en automóvil en las maltrechas calles costarricenses se convierte
tal vez en un privilegio, pero principalmente en una “salvada”. Todo agosto
anduve a pie, dando clases y visitando una que otra entrevista de trabajo.
Lo bueno: mi peso llegó a 83 kilos. La meta
estaba casi lograda. Me sentía muy bien conmigo mismo, aunque eso significó
variar las tallas a mis pantalones. Hacía rato no me sentía tan satisfecho con
algo hecho de mí para mí. Concluí mi estatus de dieta estricta y pasé a otra
menos rígida, que mantengo hasta ahora. Lo malo fue que también dejé de
ejercitarme al mismo ritmo. Es de lo que tengo que retomar este mismo enero que
comenzamos hoy.
A principios de mes, mediante una fotografía
a un anuncio de un trabajo en la Rectoría de la UCR que me envió una compa al Whatsapp, ví una ínfima posibilidad
de salir de aquél meollo. Se trataba de un puesto de comunicador en la que
fuera mi querida Alma Mater. A pesar de que lo vislumbraba como misión
imposible, máxime al darme cuenta que éramos como 74 los postulantes, tenía que
apuntar a todo. Después de pasar por dos entrevistas, una prueba psicológica y
una posterior de redacción, en una noche de viernes a finales de agosto me
comunican la noticia: no gané la plaza que se ofrecía, pero había un medio
tiempo que si quería, sería mío. Ni lo pensé dos veces y lo tomé. Fue un
momento grandioso: ¡por fin se acababa mi desempleo! Y no solo eso, sería
trabajar para una institución en la que SÍ creía: mi amada universidad. Y
empezaría con el mes que se avecinaba: el 1° de setiembre.
Las cosas, al menos en el ámbito laboral,
comenzaban a cambiar para buen rumbo, aunque otro proyecto daba tumbos y
parecía ya estarse enfermando más de lo debido, justamente como la salud de mi
abuela, mi amada Adilia, de 98 años, que para finales de agosto se comenzaba a
agravar de nuevo (ya había estado muy inestable en todo el año) con el anuncio
de un presunto cáncer en el recto. Fue una de cal y otra de arena, una triste
noticia que hacía presagiar que este sería un año del que no iba a quererme
acordar nunca más. Y solo era agosto…
Setiembre:
Fue el mes que lo terminó de desacomodar
todo. Para ser exactos, el 6 por la noche, después de una lucha enorme como
gladiadora de la vida que fue, el cuerpo de mi abuela se rinde y su vida física
se convierte en espiritual. Nuestra “Yiya” se iba al Cielo. Pero tal como les
había comentado en otra oportunidad, se iba con la promesa de “seguir rezando
por mí”. Y sus efectos fueron inmediatos: mi lucha, la que había dado desde
enero, simplemente terminó de tener sentido y la di por concluida a mediados de
mes, muy a pesar de que eso me doliera. Moraleja: la vida es muy, muy corta
como para desaprovecharla ante situaciones que no ameritan un compromiso mayor
y ante inestabilidades sin lógica, sin ton ni son. Eso, aunado a un ataque
directo a mi familia, terminó de darme la señal de que era hora de concluir con
las batallas. Ahora era mi momento: el de darme calidad de vida, de retomarme
como prioridad. En fin, hora de terminar de hacer de este año 2014 un año lleno
de cansancio pero de decisiones valientes.
Y como si se tratara del efecto dominó,
otra gente que creía cercana y casi “hermana”, me da la espalda en el momento
de duelo y luto que pasaba ante el deceso de quien fuera mi segunda madre.
Estoy seguro que eso ocurre en todos los ámbitos sociales, pues el ser humano
falla como individuo y falla también como colectividad, pero hay grupos donde un
comportamiento así no es negociable, pues lo que se cree no se predica, y eso
termina doliendo. Quienes sí me apoyaron fueron, curiosamente, la gente que tal
vez no me conocía tanto o no estaba tan cerca de mí, y sin embargo, tuvieron la
suficiente sensibilidad de acompañarme en aquellos instantes tan difíciles.
Ello simplemente implicó decir adiós a los esfuerzos por vincularme con X grupo
eclesial con el que nunca me sentí identificado y quedar, al menos
pastoralmente, flotando en el aire. Una decepción muy grande que aún hoy no
logro entender del todo, pero Dios me ha permitido tener este tipo de
desencuentros (por dicha, pocos) para darme cuenta de quiénes realmente se
encuentran a mi lado y quiénes “me topan” en este tren llamado vida.
Pero setiembre trajo consigo, además de
dolor, un renacer: mi nuevo trabajo en la UCR como periodista duró solo una
semana en calidad de “medio tiempo”. Supongo que mi labor gustó y mis
superiores me dieron la gran alegría de que quedaría en horario de tiempo
completo. La felicidad que eso provocó en mí fue justificada por una frase dada
por mi propia jefa, la mejor que he tenido hasta ahora (sin necesidad de entrar
en “brochazos”): “Pablo, hay que darle gracias a Dios por esto”. Frase
profética que yo interpreté, inmediatamente, como venida de lo Alto. El Señor
me daba lo que tanto le había estado pidiendo entre sollozos y desesperaciones
desde el propio momento en que quedé sin trabajo. El resto sería historia: mi labor,
mi carrera y mis finanzas se estabilizarían finalmente y yo haría todo lo
posible para no desaprovechar la más mínima posibilidad de crecimiento y de
hacer las cosas bien. Definitivamente no es lo mismo trabajar para un lugar
donde lo que interesa es solo productividad, aunque eso conlleve someter al
empleado a un estrés insalubre, que para una institución que te exige, pero que
también te premia con beneficios no solo económicos (al final, eso no es tan
importante), sino con un ambiente lindo, retos profesionales y posibilidades
muy ambiciosas. Dios escribe recto en líneas torcidas y ahí comprendí el por
qué de mi decisión de salir de mi primer trabajo en marzo.
Ah, dato adicional: en este mes comencé a
dar cuatro cursos en universidades privadas. Cuando supe la noticia de que
tendría tiempo completo en la UCR, poco me faltó para volverme loco. La presión
de trabajar casi tiempo y medio me tuvo ahogado hasta incluso hace menos de dos
semanas. Fue todo un reto de organización pero logré sacarlo adelante.
Otra buena noticia: un ultrasonido
practicado me revela que mi hígado graso descendió hasta el nivel 1 (el más
bajo) y que, si seguía teniendo una dieta sana y ejercicios, no sería
complicado dejarlo totalmente sano. Fue sin duda un momento de mucha alegría,
un premio a tantas preocupaciones y desmotivaciones que ocurrieron tras el
anuncio de junio.
Finalmente, todo lo anterior, todo ese
desbarajuste de situaciones, premios y decepciones, hicieron necesario el
inicio de una serie de consultas psicológicas que me han ayudado mucho. Pobre de
aquel(la) que cree que para ir a un psicólogo hay que estar loco, no sabe de lo
mucho que sus técnicas y sus palabras pueden ayudar a encontrar un orden en
nuestra mente, alma y espíritu. Le estoy muy agradecido a mi psicóloga por
ayudarme. Ha sido una pieza fundamental para conseguir que saliera de este 2014
con una nueva perspectiva de las cosas, a pesar de todo lo triste y doloroso
que ocurrió.
Octubre:
Mi propósito para octubre fue ir
aterrizando el año lo más suavecito posible, de modo que llegara a diciembre
sin mucha turbulencia, para ponerlo en términos de aeronáutica. Pero error: el
matrimonio de mi hermana significaba una cosa: me quedaría solo en la casa con
mis papás. En otras palabras, sería “hijo único” por primera vez en la vida.
Eso no dejó ni deja de inquietarme del todo, aunque un mes y resto después de la
boda siento que estoy logrando adaptarme a esta nueva etapa de mi vida e
interpretar para mi favor este cambio. Pero sea como fuere, en ese momento
significaba que los duelos no habían terminado, que faltaba uno más y que posiblemente
sería fuerte. Y lo fue.
Convertirme finalmente en el padrino de mi
sobrina fue la nota dulce de octubre. Ya tenía un ahijado de Confirmación, pero
tener una de bautismo, que además es tu sangre, no tiene comparación. Será una
dulce responsabilidad llevar a mi pequeña por el camino de la fe, educarla y
catequizarla, con la ayuda de Maricruz, su madrina. Realmente un reto muy
bonito que nos pone Dios al frente.
Octubre fue el mes de la lucha por hacer lo
mejor que me fuera posible en el trabajo. No es que ya después no lo hiciera,
pero dejando de lado situaciones que mucho me afectaron, era hora de asegurar
lo mío y así me dediqué a hacerlo. El resultado fue muy agradable.
En lo nacional, las muchachas de la
Selección Femenina clasificaron por primera vez a un Mundial, en este caso, al
de Canadá 2015. Un año futbolístico de ensueño, increíble, mágico, que ya se
había agrandado lo suficiente con la contratación de Keylor al Real Madrid en
agosto.
Noviembre:
Mes dominado por todo el tema de la boda de
mi hermana y la nostalgia que conllevaba no solo su salida de la casa, sino
también por la ausencia de mi abuela, quien deseaba estar en esa ceremonia,
aunque Dios decidió que la vería desde el Cielo. Su serenata de despedida y un
matrimonio que me pareció muy emotivo, así como su fiesta posterior, me
hicieron darme cuenta de que mi vida cambiaba de nuevo (de nuevo, de nuevo…
cambia, todo cambia, cantaba la Mercedes) y que las cosas no volverían a ser
iguales. Que el gran aprendizaje que sacaría a este 2014 donde TODO cambió y DE
TODO pasó sería que ante los retos que presenta la vida se debe aceptar esos
cambios y volcarlos a nuestro favor, sin que ello signifique dejar a Dios de
lado. Todo lo contrario. La boda de mi hermana terminó de cachetearme y hacerme
entender que las cosas son como Él las va diseñando y no como a mí se me
ocurren.
Curiosamente en noviembre fue el culmen de
tres meses seguidos donde fui testigo de tres sacramentos: la unción de los
enfermos de mi abuela en setiembre, el bautizo de mi ahijada en octubre y el
matrimonio antes descrito. Los católicos decimos que los sacramentos son
gracias, pasos de fe que vamos dando y que nos alientan a seguir adelante. Pues
bien, este año, sabiendo Dios que necesitábamos de estos signos, nos brindó la
oportunidad de estar ahí para vivirlos.
Lo negativo fue que conforme más se
aproximaba el final del año, mayor presión sentía yo con mis clases y mi
trabajo. Estaba pidiendo a gritos el final de mes, el cual llegaría, aunque no
sin pesar, dificultades y uno que otro encontronazo.
Diciembre:
El dulce mes de diciembre no lo fue tanto.
No necesariamente porque la época no lo ameritara, sino porque el estrés
generado por mi calidad de profesor y trabajador de tiempo completo me impedían
disfrutar de todo lo nuevo que tenía a mi alrededor. Empezar mi nueva vida de
hijo único en casa, con un adicional de dolor por la partida de mi abuela, que
además de ser el alma de mi familia materna lo era también de las navidades
vividas hasta este año que culminó, hizo que la decoración propia de Adviento
fuera escasa y austera. El faltante de doña Adilia en estos últimos días se
hizo sentir y generó un vacío imposible de llenar, por más actividades
familiares que realizamos.
Otra situación de índole personal me
recuerda que hay que someter decisiones cruciales en manos de Dios, aunque todo
parezca indicar que una actitud liberadora es la más apta. En todo caso, esa ha
sido la tónica de estos últimos meses: liberarme de los malos hábitos, de las
malas personas, de las malas ideas… en fin, liberarme de todo lo que me atrape
en contra de mi dignidad.
Finalmente, un examen de sangre me confirmó
que mi salud está casi perfecta y que el tema de la grasa hepática está
subsanado. Una noticia de oro para terminar el año con mucho positivismo y
retomar mi salud en cuanto terminen las comidas de estas fiestas.
En resumen, el objetivo de setiembre se
consiguió: el año aterrizó después de un vuelo lleno de turbulencias fuertes y
bruscas, sin más apremio que el de volver a ver al 2015 con un par de
proyectos, uno en lo laboral y otro en lo eclesial, que desde ya entusiasman.
La salud quedará como prioridad número uno para estos nuevos 12 meses, más después
del susto de junio.
Lo sentimental… qué les diré… uno queda
como “de goma” después de pasar por ciertas cosas. A eso no le daré mucha vuelta
y “solo” lo pondré en manos de Dios, aunque muy sinceramente, cada vez me
convenzo más en que la vida de soltero es genial y que no debe ser discriminada
ni mucho menos. Más bien, debe ser vista como una sana opción, sobre todo en
momentos en que tanta gente adopta una vida en pareja (matrimonial o no) sin
pensar las consecuencias que esto conlleva. Ustedes juzgarán…
En resumen, y para no hacer muy largo este
comentario que superará las 9 páginas en Times New Roman tamaño 12, este fue un
año donde pasó de todo: muerte, conclusión de proyectos, despido de personas,
sustos, tiempos de espera y sequía, trámites y choques. Por mucho, el año (al
menos de los recientes) en que más lágrimas he derramado por distintas razones…
pero también hubo resurrección, nueva vida, nuevas incorporaciones a la
familia, frescas y enormes oportunidades… circunstancias que irán tomando forma
en este 2015 que hoy empezó y al que le tengo mucha fe. Me basta con que no sea
tan duro como el 2014 que acabamos de despedir, gracias a Dios, y que sabemos
que no volverá más.
En lo que respecta al país, rápidamente les
comento que espero un rumbo definitivo para el gobierno. Me alegra saber que el
propio Luis Guillermo tiene claro que hay errores en materia de comunicación,
aunque eso no se me hace suficiente para estar tranquilo. 1,3 millones de
personas pusimos nuestra fe en él y en sus allegados y creo que es hora de ir
viendo resultados, al menos pequeños, de su función presidencial. En cuanto a
la Asamblea Legislativa, aunque a priori me parece que está cumpliendo con un
papel mucho más decente que la anterior, creo que aún tiene mucho por
justificar. Tienen tiempo aún los diputados, veremos qué ocurre con ellos
dentro de un año, cuando ya vayan casi por la mitad de su gestión.
Una palabrita para lo internacional: pese a
los horribles asesinatos cometidos por los locos terroristas de ISIS contra
kurdos, cristianos y otras minorías en Irak y Siria, por poner dos países donde
operan, este año concluyó con signos de esperanza para la humanidad. Ya sé que
las cosas en la República Centroafricana y en Nigeria, con los otros
desquiciados de Boko Haram no son las mejores, que ese tira y encoje de Putin
por Ucrania no lo deja a uno tranquilo y que las constantes amenazas de Corea
del Norte son inquietantes; pero signos como el de dar el Premio Nobel de la
Paz a Malala Yusafai, la muchachita paquistaní que fue baleada y que es ahora
la vocera principal del derecho a la educación para todos, así como la
intervención del papa Francisco para lograr que Cuba y Estados Unidos retomen
sus relaciones diplomáticas y la continuación en el diálogo de paz entre el
gobierno de Colombia y las FARC son signos de paz y esperanza en medio del
desconsuelo. Quiera Dios que esa misma paz pueda llegar al conflicto
palestino-israelí, que el Estado Palestino sea pronto una realidad reconocida
por todo el orbe y que este mundo aprenda mucho más del valor del respeto, la
sana convivencia y la ayuda mutua para vivir todos mejor y más tranquilos.
Bienvenida la gente que venga (o que
vuelva) a llenarme de alegrías; bienvenidas las nuevas experiencias, los nuevos
retos, los nuevos ánimos y los nuevos bríos, esos bríos representados en esta
fresca brisa sancarleña que me ha acompañado durante este
resumen-no-tan-resumido, que se hizo tan largo que hasta la luna vagabunda se
aburrió de hacerme compañía y se retiró a dormir. Lo mismo haré yo al ser las
4:33 de la mañana de este 1° de enero, sin Internet a mano para subir la nota
en este momento, pero con la satisfacción de haber aprovechado el máximo
momento de inspiración que tengo a lo largo del año. Para empezar el año con ánimo, los dejo con la canción "Bienvenido" de Laura Pausini, que me encanta y la siento muy apropiada para este día.
Que pasen un 2015 lleno de retos,
paciencia, alegrías, y sobre todo, voluntad de Dios.