lunes, 2 de enero de 2017

2016: Todo volvió a marchar :)

Atardecer en el Pacífico guanacasteco.
Les describo mi recibimiento del año, como desde hace mucho tiempo quería hacerlo: en la playa, con las olas rompiendo una y otra vez, a la luz de una fogata en la arena y con la presencia de amigos que el 2016 me permitió recuperar o conocer. Un digno fin para un año que fue muy provechoso. De hecho, diría que es el primer año que podría catalogar como exitoso tras un lapso prolongado de acomodamiento, cierto sufrimiento y pocos logros.

Ese genial juego de pólvora en Playa Brasilito de hace escasas dos horas de este 2017 fue tanto el cierre como la apertura de 12 meses que se presagian prometedores. De una idea alocada, que fue avalada por mi ahijado, Enrique, y su señora, Ananza, nos vinimos para Guanacaste con otro muy querido amigo y exdestinatario de mi muy querida Pastoral Juvenil de La Agonía: Luis Enrique. Con ellos, sus hijos, y la dueña de la casa donde me encuentro, doña Elvira (mamá de Ananza) he vivido la última semana un período que se podría catalogar de relajamiento, pero también, con cierta dosis de retiro espiritual y humano: un alejamiento de mi realidad, un rato de reflexión como hace rato lo quería y un espacio de recargar baterías para un 2017 que se las trae.

Mi oficina en modo panorámico
Tal como les contaba, el 2016 fue, en lo personal, un año muy fructífero. Y aunque no se dieron todas las cosas que hubiera querido que se dieran, Dios sabrá qué permitió y qué me alejó… las respuestas las tendré en el futuro. Sí les puedo decir, sin entrar en mucho detalle para no hacer este comentario muy largo, que el ahora “año pasado” fue un período de muchas enseñanzas, tanto en lo laboral, como en lo personal y en lo social.

Informe del Rector 2015-2016. Este año me tuve que
meter a fondo en el asunto y por dicha todo salió bien.
En lo laboral, fue lindo ver cómo la gente diversa puede ponerse de acuerdo para ejecutar un proyecto común, pese a muchos intentos fallidos en el pasado. Esto me ha motivado para dar lo mejor de mí y para sacar varias iniciativas adelante. Falta camino por recorrer, aún no hemos concluido un largo proceso de reflexión y ejecución, cierto; pero las cosas van saliendo bien, se ven resultados y estamos contentos. Claro, no ha sido perfecto, uno que otro chasco, cierto, enseñanzas que uno va aprendiendo: que no es en todo el mundo que se puede confiar, que más vale ser sagaz que ingenuo, que la espuela y el colmillo se van afilando, cosas "de oficio"que exige la vida profesional. Del lado humano, como trabajador de la UCR podría decir que fue mucho más lo positivo que lo negativo y con eso me quedo.

Otro punto súper positivo fue la experiencia, por primera vez en mi vida, de ser docente de la Escuela que me hizo profesional: Ciencias de la Comunicación Colectiva, también en mi UCR (que cada vez la siento más mía). Tener la posibilidad de enfrentarme a un retador grupo de 25 estudiantes de diferentes carreras y procedencias, quienes, en su mayoría, me hicieron dar lo mejor de mí, fue algo inolvidable. A pesar de que ya había practicado la docencia en universidades privadas, vamos a ser sinceros, esta vivencia fue muy diferente, mucho más retadora y más complaciente: sin excusas de no tener los materiales para desarrollar mis lecciones. En suma, tengo que decir que concluí ese primer
Saray, ¡no te olvidaremos!
semestre académico con una sonrisa, al ver que la mayoría mis estudiantes se llevaron para la casa una visión diferente de la importancia de comunicar tomando como referencia al otro y no a mí mismo, algo que incluso nosotros los comunicadores tendemos a olvidar. Fue genial y se creó una linda energía entre ellos y yo. El punto triste de todo esto, y diría que mi 2016, como se los describí en el post anterior, fue el fallecimiento de mi querida exalumna Saray Ríos, en el lamentable accidente de finales de octubre. Aunque el dolor ha ido sanando con el paso del tiempo, la sensación de zozobra y lamento no cesan cada vez que tengo que pasar por el semáforo peatonal de Derecho. Pero todo esto dejó enseñanzas y, como lo prometí, en su honor no he vuelto a acelerar para “agarrar” un semáforo en amarillo. Espero que su familia haya encontrado paz, principalmente en estas fechas, para seguir adelante.

Para cerrar el año con broche de oro, a mediados de diciembre y justo antes de salir a vacaciones, la UCR me informa que finalmente mi título de maestría del CUEJ -  Universidad de Estrasburgo fue reconocido (cinco años después de haberlo obtenido…). Cuántas piedras e inversiones de tiempo y moneda para llegar a eso y por fin se dio. Otra bendición que, espero, me abra las puertas a más éxitos en el futuro.

María Paula y Mateo en una de esas coincidencias
en casa de los abuelos :)
En lo personal, el 2016 me dejó un año intenso como hijo, hermano, cuñado y sin buena suegra (jeje), pero en especial, mi rol como tío quedó más que probado una y otra vez. Tengo un par de enanos que disfruto montones (y que, curiosamente, rara vez coinciden, aunque eso no deja de ser bueno, así me puedo dedicar por entero a una y al otro con tranquilidad). Esto de tener sobrinos es una bendición, un destape de risa: es súper cómico verlos cómo van descubriendo secretos del vivir, cómo desarrollan su lógica y sus sentimientos. Desde ya me hacen sentir muy orgulloso y estoy seguro de que tanto para Mateo como para María Paula, quien comienza en este 2017 su vida lectiva, lo que se viene será de mucho aprendizaje. Bendito sea Dios.

Yo intentando moler maíz estilo Cabécar... fue imposible.
El 2016 también me permitió hacer una serie de viajes que siempre quise realizar y que, por A o por B, no pude antes. Empecé desde enero viniendo a mi querida Guanacaste con tías y primos y rápidamente pude volver con mis papás, con quienes también compartí viajes al Caribe y a una reserva indígena, además de poder disfrutar de las ballenas en Punta Uvita. Con amigos visité Barra Honda y Monteverde, así como Isla Tortuga. Y aunque no fue vacacional, la posibilidad de ir a Quito, Ecuador, a un simposio de comunicación y de paso darme un rápido vueltín por la capital de ese hermoso país sudamericano, hizo que mi año tuviera su cuota de internacionalidad, a la vez que aprendí mucho en las conferencias, conocimiento que después pude aportar a mi trabajo. También, bendito sea Dios.

Comunidad Sígueme en una actividad extracurricular.
Pero quizá lo más importante, más allá de la salud de la familia y de mis amigos, fue por fin ver cumplido un sueño que anhelaba desde hace más de 10 años: conformar una comunidad católica de adultos jóvenes, donde todos seamos iguales y pudiéramos caminar todos juntos, aprender unos de otros, fortalecer la fe, discutir sin pelos en la lengua temas teologales y humanos, y, en definitiva, sentirnos como hermanos, al punto de confiarnos experiencias de vida que podrían catalogarse de duras, pero también aleccionadoras. Si bien esta sensación la viví de forma efímera en el 2012, hasta que una persona se encargó de destartalarla, es gracias a la apertura de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Heredia y de su “capitán”, mi muy querido amigo el padre Álvaro Sáenz, que este sueño se hizo realidad. Y, para mejorar el panorama, resulta que no solo yo lo percibo así: las más de 20 personas que conformamos la Comunidad Sígueme expresan palabras similares a las mías. Realmente, otra bendición de Dios, un proyecto que siempre fue de Él, y que, por medio de ese simple servidor y de otros que se atrevieron a construirlo, pudo ver la luz. Lo importante es que sirve toda una comunidad, ya da frutos, y eso me sobre anima a creer que este 2017 traerá muchas gratas sorpresas en lo espiritual, retiro incluido, algo que también deseo desde la última vez que tuve una experiencia similar, allá por el 2008 (si mal no recuerdo).

Y en lo social, para ligarlo con lo anterior y con lo primero, este fue un año para afianzar viejas amistades que, por ahí, habían quedado algo relegadas. Muchos felices reencuentros, personas que han llegado “de la nada” a aportar y a enseñarme de la vida. Pero también con gente que ha seguido conmigo, acompañándome y mostrándome lo importante que es su compañía… en fin, no puedo más que agradecer al Señor el don de la amistad que en algunos momentos quedó lesionado pero que, hoy por hoy, está en vías de fortalecerse. Espero también yo poder corresponder al mismo afecto. No digo nombres porque temo que alguien quede por fuera, pero si se siente identificado, sabrá que a usted lo tenía en mente al escribir estas líneas.

Posiblemente de las mejores fotos que tomé el año
que terminó.
Al 2017 le tengo muchas ganas. Este es un año que promete cosas muy bonitas y que, de las manos de Dios, se irán o no dando: proyectos como ser profesor, ahora sí, del programa de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, poner en práctica mis conocimientos de la maestría en Estrasburgo y darlos al servicio de la escuela que me formó. Tan retador como alentador.

Este año también promete mi regreso a Francia (gracias a un vuelo sumamente barato que tiró Air Canadá) aunque sea por solo unos pocos días. Una boda de una de mis mejores amigas del otro lado del Atlántico me llevará, si Dios quiere, a ver a mis muy queridos compas del CUEJ, a quienes no he podido ver en los últimos 5 años ya… y de paso, si todo se da, poder conocer Canadá (aunque sea un día). Será un viaje cansado, corto, pero suficiente para darme cuenta que lo vivido del 2009 al 2011 no fue producto de mi imaginación y que realmente pasó. Creo que si hasta ahora puedo hacer este viaje es porque antes mi estado anímico se habría derrumbado. Me parece que ahora sí estoy preparado para eso. Me encantaría también poder tener una o dos visitas de ellos a Costa Rica en el transcurso del 2017… ya veremos. Además, hay una posibilidad adicional de hacer algo en Semana Santa que siempre he querido hacer… ya les contaré.

Este año también promete buenos resultados para la Sele.
Ojalá y así sea.
Realmente no tengo mucho más qué adelantarles para este 2017. La vida me ha ido enseñando, a golpes y moretones, a vivirla paso a paso y sin adelantarme. Hipócrita sería decir que no siento ciertas presiones en diferentes campos, pero he ido entendiendo que las cosas se dan, si se tienen que dar, en su momento, ni antes ni después. La posibilidad de encender motores para mi gran sueño actual, construir mi casa propia, me ilusiona pero no me roba el sueño. Me encantaría pensar que el comentario del año nuevo del 2019 lo pueda hacer desde mi casita, pero tampoco me acongoja. Como les dije, si tiene que ser, será como todo lo demás.

Sobre el país y el mundo, para no hacer esto demasiado largo, sí les puedo decir que el 2016 tiene pinta de no haber sido un buen año. Me preocupa y aterroriza sobremanera el giro que están dando las cosas en la globalización, el aumento de la popularidad del nacionalismo, el incremento en la discriminación “al otro”, la problemática del terrorismo, alimentado por el malnacido comercio de guerra; el distanciamiento ante el dolor humano producto de esa podredumbre llamada postmodernismo y, en fin, las ganas de dejarme yo mi tajada, a costas de que al otro no le quede ni un trocito. La humanidad va cada vez peor, me temo, y si seguimos así podríamos repetir escenarios que toda la vida nos escandalizaron. Ojalá que como especie aprendamos de las estupideces hechas en el pasado y no permitamos exabruptos fanáticos. Los alemanes tienen mucho que enseñarnos en este aspecto.

En la mitad del mundo: Ecuador.
Y ojo, que más allá de si en los últimos 12 meses murieron muchos “famosos”, me preocupan más aquellos muertos, anónimos e inocentes, de los que pocos hablamos y que son quienes más me duelen. Lo que vivió Alepo, por mencionar un ejemplo, nos debe cuestionar a todos como humanidad sobre el papel que están tomando nuestros líderes para evitar genocidios y holocaustos modernos. La humanidad, con sus adelantos en toda materia, ya no debería permitirse semejantes abusos. Dan asco. O exigimos y golpeamos mesas y conciencias, o simplemente después no tendremos autoridad moral para lamentarnos hipócritamente por tantas muertes y desastres.

En el país espero que este sea un año en que al gobierno lo dejen gobernar y también “se deje” gobernar. He sentido que el apoyo a Luis Guillermo ha venido en aumento desde su muy buen accionar para atender la emergencia del huracán Otto. Pero más que “dejarlo”, se trata de hacer patria llegando a consensos, algo que se dificulta por los primeros fuegos electorales rumbo a la temida y desconocida noche del domingo 4 de febrero del 2018, donde hoy por hoy, cualquier cosa puede pasar, aunque yo ya tengo mi pronóstico… pero de eso hablaremos más tarde este año. La crisis fiscal es otro asunto que me tiene en vilo y espero no ser miembro de una minoría... de esto también tenemos que informarnos y tomar cartas en el asunto. Ayer.

A pesar de todo lo anterior, de que el panorama pinta lúgubre, mal haríamos si no reconocemos también la belleza del amor y la hermandad que resplandecen aún más en un escenario como el que acabo de esbozar. Soy un convencido de que, de no ser por la gente buena, este mundo ya se habría ido al carajo hace tiempo. De ahí la importancia de no desfallecer. La muy quemada pero cierta frase de que la esperanza es lo último que se pierde se torna cada vez más certera.

Y ya, listo, en un resumen muy resumido creo que toqué los temas más relevantes que les quería contar. Les deseo a todos que disfruten la vida, a pesar de sus pesares, que no le teman al futuro y que cancelen las deudas con el pasado que no dejan avanzar. Créanme, este fue un año para hacer eso y me dio muy buenos resultados.

Bendiciones para usted que cree y para usted que no, la mejor de las vibras.

Que tenga un excelente 2017.

Pablo.

Y para recalcar que no todo está perdido, aquí les dejo, de Gloria Estefan y con cariño: Navidad. Si le pone atención a la letra, creo que es más actual que nunca, con todo y Trump, Daesh, refugiados que mueren en el mar y la xenofobia que campea por doquier.