domingo, 26 de febrero de 2017

Matar nunca es una solución

Muy consternado por la desgarradora noticia de la chiquita de 12 años que, violada por su padre, un energúmeno, desgraciado y otros epítetos que podrían llenar un post completo, me siento a redactar. Independientemente de lo que ocurra de ahora en adelante, a esa niña solo Dios y la psicología podrán cerrarle esa herida enorme inflingida por un padre que la violó y la embarazó, cometiendo el crimen más horrible de un progenitor contra un hijo: el irrespeto perenne de su cuerpo, mente y espíritu.

A ese mae hay que darle un castigo ejemplar, aunque también, y dicho de otro modo, este caso se diferencia de otros cientos que tristemente ocurren todos los días y que nosotros desconocemos por ese silencio encubridor que se crea a su alrededor a diario: el embarazo hace que salga a la luz y que se convierta en el centro de un debate social, intensificado por supuesto ahora con las redes sociales.

La solución más fácil propuesta por varios comentarios que más he leído en Internet es meter a este tipo a la cárcel y que la chiquita aborte (ya vamos a eso último...). ¡Como si así la pobre fuera a dejar de sufrir toda la vida!... y como si así fuéramos a evitar más violaciones intrafamiliares en el futuro. Al igual que todo en la vida, la mejor medicina contra nuestros males es la prevención. Tendríamos que sentarnos, en serio y en sereno, a pensar qué nos está llevando como sociedad a generar tal nivel de perversión mental. ¿Será acaso la desintegración familiar, acompañada de violencia sexual en el hogar? Los psicólogos podrán dar una respuesta más adecuada para explicar esto que a nosotros nos cuesta tanto, pero me huele a que este tipo podría estar repitiendo patrones que él ha asumido como "normales" desde su hogar. Habría que revisar qué pasó desde su infancia. En resumen, para concluir con esta parte, estamos acostumbrándonos, con peligro, a condenar gente y meterla a la cárcel, más ahora en la "nota" del juicio público de las redes sociales, pero muy poco buscamos las causas que generan estos comportamientos... Y por supuesto, menos aún, interesarnos por acabar con la raíz del mal. Eso implica compromiso y eso, en la sociedad posmoderna, le toca a "otro".

Ahora sí, vamos al tema que me hizo escribir. ¿Cuál es la mejor "solución" para esta chica? Creo que, cualquier cosa que se proponga, no será sino solo un punto de inicio para el resto de su vida. Les confieso que, de primera entrada, en mi conciencia me aflora el pensamiento de decir "pucha, di no, pobrecita, que aborte", porque pienso en el proceso de 9 meses que deberá seguir (el cual no me es posible asumir por el hecho de no ser mujer; punto para los proaborto). Pienso en que su cuerpo no está preparado para semejante tarea. Pienso en cuánto podría afectarle esta situación psicológicamente. Pienso en su familia y en que ese (o esa) bebé será su "hij@/herman@" el resto de su vida. Y la verdad es un escenario terrible. Una realidad que se impone y que no es posible eludir. Por lo tanto, mi posición no es nada sencilla.

Entonces... ¿Qué aborte? ¿Muerto el perro, se acaba la rabia? ¿Realmente después de eso se acaba su problema, podrá seguir yendo al colegio, vivirá el romance de la adolescencia como cualquier otra muchacha de su edad, se graduará, se casará, tendrá 2 o 3 niños y será feliz hasta la muerte? Si fuera tan fácil, yo diría: "sí, que aborte". Pero no nos hagamos los majes, no lo es.

Si ya un aborto representa un procedimiento de alto riesgo para la salud de quien se lo practica, no me imagino lo que pueda hacer en un cuerpo de una niña de 12 años: la posibilidad de que le dañe su aparato reproductivo de manera irreversible, el trauma psicológico que le implicará y, por supuesto, el que algún día, más adelante, caiga en la cuenta de que fue empujada por la presión coyuntural y social a dar muerte a su hijo. Entonces, tal vez, se pregunte: ¿qué fue peor, lo que hizo mi papá o lo que hice yo? Y ese día no estarán a su lado los que propusieron una salida fácil para consolarla o ayudarla. Estará, esperemos, su familia y unos cuantos amigos, quienes ojalá le brinden la mejor respuesta.

Y, aunque no sea este el caso promedio, hay que aclarar de qué se trata en general este asunto: el aborto es el asesinato de un ser humano en manos de un médico o un charlatán (o las dos opciones), permitido o promovido por una madre irresponsable o víctima de una situación (aplíquese la segunda al tema en cuestión) y con la complicidad aún mayor del padre de la criatura, a menudo promotor de esta abominación y por lo tanto, más responsable y culpable aún. 

Ahora, dejando de lado el tema de la chiquita y enfocándome en el tema general del aborto: gente, el feto que crece es un ser humano. Punto. Aunque no lo tengamos a la vista, aunque "no le veamos forma", es un ser humano que se desarrolla y crece, desde la concepción hasta su muerte. Por más que los grupos de hembristas me vengan a decir que "la mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo", tal falacia, asquerosa e inhumana, oculta la gran verdad: el cuerpo de una mujer termina donde el de su bebé comienza (¿les suena conocida esta frase a otra muy similar que habla de derechos?). Y esa relación, madre/hij@, se convierte en un acto de amor y de entrega, de esas cosas que ya hoy pasaron de moda por el estúpido individualismo que nos hace pensar que el bienestar y la felicidad máxima está en ser feliz conmigo, solito, y el resto que de joda. Por eso es que el embarazo "no es cool". A menudo trae achaques, riesgos de pérdida, dolores, el parto, la lactancia y una responsabilidad de entrega y cuidado para toda la existencia, en medio de una sociedad que castiga la maternidad poniendo en riesgo el trabajo y la estabilidad económica y social de la mujer, y metiéndose en cosas tan absurdas como hasta la "decencia" de dar de mamar en lugares públicos (cuánta morbosidad hay que tener en la mente para eso, por favor). El embarazo implica sacrificarse para que otro tenga vida (a algunos esto nos suena curiosamente conocido). Y cuando escucho que "si los hombres quedaran embarazados el aborto sería legal" (otra falacia, porque se argumenta con un hecho inexistente) me pongo a pensar en que la filosofía que lleva a esa persona a proferir semejante argumento demuestra en el fondo un desprecio absoluto por el milagro más grande que la vida ha permitido en la historia de este mundo: la creación de un ser humano a partir de dos células, que enlazadas, permitirán al género humano continuar su camino histórico.

Retomando (y en esto ni siquiera tengo que mencionar la palabra Dios): a partir de la concepción hay una vida nueva. Esa es una verdad tan científica como la ley de la gravedad o el E=MC2 de Einstein. Píntenlo como gusten, pónganle los adornos que quieran, pero así es. No caben ambigüedades filosóficas ni relativismos retóricos. Una vida que se abre camino ayudada por otra. Una vida en un estado en el que alguna vez estuvimos usted que lee esto y yo que lo escribo. Una vida que debe ser respetada como cualquier otra. ¡Una vida, gente! A estas alturas de la civilización, ¿en serio hay que explicar lo inviolable que es una vida, tras un siglo XX rico en guerras, genocidios y matanzas, cuyas réplicas vivimos en nuestro 2017, hechos que nos hacen llorar con películas, desgarrarnos el alma con noticias de asesinatos crueles y recordarnos que los derechos humanos cifran el derecho a la vida como aquel de donde proceden todos los demás? ¿Cuál es la diferencia entre aquellos y los que se cometen en el vientre de la madre? ¿Que no los vemos y podemos hacernos los majes? A veces me pongo a pensar que si fuera posible que si la mayoría de las madres que van a abortar, fuera capaces de ver antes cómo el cuerpecito de ese bebé es desmembrado, cortado a pedazos como cerdo en carnicería, serían incapaces de llevar a cabo semejante abominación... Y eso sin mencionar a los médicos o gente sin preparación que los llevan a cabo. Esos son peores, porque son conscientes de lo que hacen... Y lo realizan sin asco, llenándose sus bolsillos y propiedades de sangre inocente... y esto en pleno siglo XXI... Como si no nos bastara ya tanta muerte y sangre. Por eso me río cuando escucho a la gente decir que la Iglesia está "pasada de moda" o "es cavernícola"... si apoyar esta máquina inhumana de muerte es ser moderno, entonces prefiero no "progresar" nunca, si a eso se le puede llamar "progreso".

Volviendo al tema de inicio... Puedo entender a la gente que, de buena voluntad, sugiere el aborto como una solución para este caso. No podría, de ninguna forma condenar a la familia de la niña si deciden llevarla a otro país para practicarle ese aborto... realmente habría que estar en sus zapatos para poderlos entender completamente. Tengo que admitir que incluso, si se decide traer al niño al mundo, yo quedo muy preocupado por la salud mental y física de esta pequeña preadolescente. ¡Es tan triste lo que una acción sin conciencia, sin escrúpulos puede heredar como consecuencia, como la del irresponsable este! En fin, este caso es tristemente particular, comparado con los abortos producidos por la irresponsabilidad de gente ya grandecita y en teoría responsable de sus actos (aunque no...) que no usó los anticonceptivos disponibles en el momento de tener relaciones sexuales... Englobando: matar, incluyendo el aborto, nunca es una solución... o al menos no una que per sé lleve a un bien final.

Si la niña debe practicarse un aborto para salvaguardar su propia vida, cuenten con mi apoyo (sería vida vs vida). Si el cuerpo de la niña resiste el embarazo sin sufrir daños físicos perennes, cuenten con mi apoyo. En otro caso simplemente me dedicaré a contemplar y hacer silencio, y ahí sí, pedirle a Dios por esta pequeña, para que algún día cierren tantas heridas juntas, alimentadas por una sociedad que observa y come palomitas de maíz al rededor del sufrimiento del otro.

En lo personal; ¿que no es cool defender la vida? ¿Que la ideología de género, que también suele ser antivida, está de moda? ¿Que a uno lo acusen de troglodita por, simplemente, poner estos temas a debate y elevarlos a la conciencia humana? Pues qué bueno que quienes estamos en una sintonía similar, pensemos diferente, que no nos dejemos llevar por un discurso predominante, que razonemos. Y ojo, que tampoco se trata de instrumentalizar el tema provida como un recurso para atraer votantes en las próximas elecciones (como lo hizo Trump, a quien parece importarle la vida solo mientras esté en el vientre materno; ya afuera, le importa un bledo). La dignidad del ser humano cuenta igual, antes o después del parto, porque el alumbramiento es solo un paso que da la vida y no el inicio de la vida misma. Que esto nos quede a todos muy clarito.

No, escribir de este tema no me hace particularmente feliz. Al contrario, es muy triste, no tiene un solo lado positivo. Pero definitivamente hay que poner puntos sobre las íes en un asunto sobre el que más de uno quiere mantener una capa de invisibilidad, estilo Harry Potter, y que sea cuestión de "una decisión que no me corresponde a mí y que se debe respetar"... como si los asesinatos hubiera que respetarlos por consideración al asesino o al entorno que causó el crimen. No jodás.

Les dejo: "Toda vida es sagrada", de Martín Valverde y Kiki Troia. La idea es hacer reflexionar, no condenar ni asumir posturas moralizantes que nos dividan entre "buenos y malos". Que quede claro.


lunes, 2 de enero de 2017

2016: Todo volvió a marchar :)

Atardecer en el Pacífico guanacasteco.
Les describo mi recibimiento del año, como desde hace mucho tiempo quería hacerlo: en la playa, con las olas rompiendo una y otra vez, a la luz de una fogata en la arena y con la presencia de amigos que el 2016 me permitió recuperar o conocer. Un digno fin para un año que fue muy provechoso. De hecho, diría que es el primer año que podría catalogar como exitoso tras un lapso prolongado de acomodamiento, cierto sufrimiento y pocos logros.

Ese genial juego de pólvora en Playa Brasilito de hace escasas dos horas de este 2017 fue tanto el cierre como la apertura de 12 meses que se presagian prometedores. De una idea alocada, que fue avalada por mi ahijado, Enrique, y su señora, Ananza, nos vinimos para Guanacaste con otro muy querido amigo y exdestinatario de mi muy querida Pastoral Juvenil de La Agonía: Luis Enrique. Con ellos, sus hijos, y la dueña de la casa donde me encuentro, doña Elvira (mamá de Ananza) he vivido la última semana un período que se podría catalogar de relajamiento, pero también, con cierta dosis de retiro espiritual y humano: un alejamiento de mi realidad, un rato de reflexión como hace rato lo quería y un espacio de recargar baterías para un 2017 que se las trae.

Mi oficina en modo panorámico
Tal como les contaba, el 2016 fue, en lo personal, un año muy fructífero. Y aunque no se dieron todas las cosas que hubiera querido que se dieran, Dios sabrá qué permitió y qué me alejó… las respuestas las tendré en el futuro. Sí les puedo decir, sin entrar en mucho detalle para no hacer este comentario muy largo, que el ahora “año pasado” fue un período de muchas enseñanzas, tanto en lo laboral, como en lo personal y en lo social.

Informe del Rector 2015-2016. Este año me tuve que
meter a fondo en el asunto y por dicha todo salió bien.
En lo laboral, fue lindo ver cómo la gente diversa puede ponerse de acuerdo para ejecutar un proyecto común, pese a muchos intentos fallidos en el pasado. Esto me ha motivado para dar lo mejor de mí y para sacar varias iniciativas adelante. Falta camino por recorrer, aún no hemos concluido un largo proceso de reflexión y ejecución, cierto; pero las cosas van saliendo bien, se ven resultados y estamos contentos. Claro, no ha sido perfecto, uno que otro chasco, cierto, enseñanzas que uno va aprendiendo: que no es en todo el mundo que se puede confiar, que más vale ser sagaz que ingenuo, que la espuela y el colmillo se van afilando, cosas "de oficio"que exige la vida profesional. Del lado humano, como trabajador de la UCR podría decir que fue mucho más lo positivo que lo negativo y con eso me quedo.

Otro punto súper positivo fue la experiencia, por primera vez en mi vida, de ser docente de la Escuela que me hizo profesional: Ciencias de la Comunicación Colectiva, también en mi UCR (que cada vez la siento más mía). Tener la posibilidad de enfrentarme a un retador grupo de 25 estudiantes de diferentes carreras y procedencias, quienes, en su mayoría, me hicieron dar lo mejor de mí, fue algo inolvidable. A pesar de que ya había practicado la docencia en universidades privadas, vamos a ser sinceros, esta vivencia fue muy diferente, mucho más retadora y más complaciente: sin excusas de no tener los materiales para desarrollar mis lecciones. En suma, tengo que decir que concluí ese primer
Saray, ¡no te olvidaremos!
semestre académico con una sonrisa, al ver que la mayoría mis estudiantes se llevaron para la casa una visión diferente de la importancia de comunicar tomando como referencia al otro y no a mí mismo, algo que incluso nosotros los comunicadores tendemos a olvidar. Fue genial y se creó una linda energía entre ellos y yo. El punto triste de todo esto, y diría que mi 2016, como se los describí en el post anterior, fue el fallecimiento de mi querida exalumna Saray Ríos, en el lamentable accidente de finales de octubre. Aunque el dolor ha ido sanando con el paso del tiempo, la sensación de zozobra y lamento no cesan cada vez que tengo que pasar por el semáforo peatonal de Derecho. Pero todo esto dejó enseñanzas y, como lo prometí, en su honor no he vuelto a acelerar para “agarrar” un semáforo en amarillo. Espero que su familia haya encontrado paz, principalmente en estas fechas, para seguir adelante.

Para cerrar el año con broche de oro, a mediados de diciembre y justo antes de salir a vacaciones, la UCR me informa que finalmente mi título de maestría del CUEJ -  Universidad de Estrasburgo fue reconocido (cinco años después de haberlo obtenido…). Cuántas piedras e inversiones de tiempo y moneda para llegar a eso y por fin se dio. Otra bendición que, espero, me abra las puertas a más éxitos en el futuro.

María Paula y Mateo en una de esas coincidencias
en casa de los abuelos :)
En lo personal, el 2016 me dejó un año intenso como hijo, hermano, cuñado y sin buena suegra (jeje), pero en especial, mi rol como tío quedó más que probado una y otra vez. Tengo un par de enanos que disfruto montones (y que, curiosamente, rara vez coinciden, aunque eso no deja de ser bueno, así me puedo dedicar por entero a una y al otro con tranquilidad). Esto de tener sobrinos es una bendición, un destape de risa: es súper cómico verlos cómo van descubriendo secretos del vivir, cómo desarrollan su lógica y sus sentimientos. Desde ya me hacen sentir muy orgulloso y estoy seguro de que tanto para Mateo como para María Paula, quien comienza en este 2017 su vida lectiva, lo que se viene será de mucho aprendizaje. Bendito sea Dios.

Yo intentando moler maíz estilo Cabécar... fue imposible.
El 2016 también me permitió hacer una serie de viajes que siempre quise realizar y que, por A o por B, no pude antes. Empecé desde enero viniendo a mi querida Guanacaste con tías y primos y rápidamente pude volver con mis papás, con quienes también compartí viajes al Caribe y a una reserva indígena, además de poder disfrutar de las ballenas en Punta Uvita. Con amigos visité Barra Honda y Monteverde, así como Isla Tortuga. Y aunque no fue vacacional, la posibilidad de ir a Quito, Ecuador, a un simposio de comunicación y de paso darme un rápido vueltín por la capital de ese hermoso país sudamericano, hizo que mi año tuviera su cuota de internacionalidad, a la vez que aprendí mucho en las conferencias, conocimiento que después pude aportar a mi trabajo. También, bendito sea Dios.

Comunidad Sígueme en una actividad extracurricular.
Pero quizá lo más importante, más allá de la salud de la familia y de mis amigos, fue por fin ver cumplido un sueño que anhelaba desde hace más de 10 años: conformar una comunidad católica de adultos jóvenes, donde todos seamos iguales y pudiéramos caminar todos juntos, aprender unos de otros, fortalecer la fe, discutir sin pelos en la lengua temas teologales y humanos, y, en definitiva, sentirnos como hermanos, al punto de confiarnos experiencias de vida que podrían catalogarse de duras, pero también aleccionadoras. Si bien esta sensación la viví de forma efímera en el 2012, hasta que una persona se encargó de destartalarla, es gracias a la apertura de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Heredia y de su “capitán”, mi muy querido amigo el padre Álvaro Sáenz, que este sueño se hizo realidad. Y, para mejorar el panorama, resulta que no solo yo lo percibo así: las más de 20 personas que conformamos la Comunidad Sígueme expresan palabras similares a las mías. Realmente, otra bendición de Dios, un proyecto que siempre fue de Él, y que, por medio de ese simple servidor y de otros que se atrevieron a construirlo, pudo ver la luz. Lo importante es que sirve toda una comunidad, ya da frutos, y eso me sobre anima a creer que este 2017 traerá muchas gratas sorpresas en lo espiritual, retiro incluido, algo que también deseo desde la última vez que tuve una experiencia similar, allá por el 2008 (si mal no recuerdo).

Y en lo social, para ligarlo con lo anterior y con lo primero, este fue un año para afianzar viejas amistades que, por ahí, habían quedado algo relegadas. Muchos felices reencuentros, personas que han llegado “de la nada” a aportar y a enseñarme de la vida. Pero también con gente que ha seguido conmigo, acompañándome y mostrándome lo importante que es su compañía… en fin, no puedo más que agradecer al Señor el don de la amistad que en algunos momentos quedó lesionado pero que, hoy por hoy, está en vías de fortalecerse. Espero también yo poder corresponder al mismo afecto. No digo nombres porque temo que alguien quede por fuera, pero si se siente identificado, sabrá que a usted lo tenía en mente al escribir estas líneas.

Posiblemente de las mejores fotos que tomé el año
que terminó.
Al 2017 le tengo muchas ganas. Este es un año que promete cosas muy bonitas y que, de las manos de Dios, se irán o no dando: proyectos como ser profesor, ahora sí, del programa de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, poner en práctica mis conocimientos de la maestría en Estrasburgo y darlos al servicio de la escuela que me formó. Tan retador como alentador.

Este año también promete mi regreso a Francia (gracias a un vuelo sumamente barato que tiró Air Canadá) aunque sea por solo unos pocos días. Una boda de una de mis mejores amigas del otro lado del Atlántico me llevará, si Dios quiere, a ver a mis muy queridos compas del CUEJ, a quienes no he podido ver en los últimos 5 años ya… y de paso, si todo se da, poder conocer Canadá (aunque sea un día). Será un viaje cansado, corto, pero suficiente para darme cuenta que lo vivido del 2009 al 2011 no fue producto de mi imaginación y que realmente pasó. Creo que si hasta ahora puedo hacer este viaje es porque antes mi estado anímico se habría derrumbado. Me parece que ahora sí estoy preparado para eso. Me encantaría también poder tener una o dos visitas de ellos a Costa Rica en el transcurso del 2017… ya veremos. Además, hay una posibilidad adicional de hacer algo en Semana Santa que siempre he querido hacer… ya les contaré.

Este año también promete buenos resultados para la Sele.
Ojalá y así sea.
Realmente no tengo mucho más qué adelantarles para este 2017. La vida me ha ido enseñando, a golpes y moretones, a vivirla paso a paso y sin adelantarme. Hipócrita sería decir que no siento ciertas presiones en diferentes campos, pero he ido entendiendo que las cosas se dan, si se tienen que dar, en su momento, ni antes ni después. La posibilidad de encender motores para mi gran sueño actual, construir mi casa propia, me ilusiona pero no me roba el sueño. Me encantaría pensar que el comentario del año nuevo del 2019 lo pueda hacer desde mi casita, pero tampoco me acongoja. Como les dije, si tiene que ser, será como todo lo demás.

Sobre el país y el mundo, para no hacer esto demasiado largo, sí les puedo decir que el 2016 tiene pinta de no haber sido un buen año. Me preocupa y aterroriza sobremanera el giro que están dando las cosas en la globalización, el aumento de la popularidad del nacionalismo, el incremento en la discriminación “al otro”, la problemática del terrorismo, alimentado por el malnacido comercio de guerra; el distanciamiento ante el dolor humano producto de esa podredumbre llamada postmodernismo y, en fin, las ganas de dejarme yo mi tajada, a costas de que al otro no le quede ni un trocito. La humanidad va cada vez peor, me temo, y si seguimos así podríamos repetir escenarios que toda la vida nos escandalizaron. Ojalá que como especie aprendamos de las estupideces hechas en el pasado y no permitamos exabruptos fanáticos. Los alemanes tienen mucho que enseñarnos en este aspecto.

En la mitad del mundo: Ecuador.
Y ojo, que más allá de si en los últimos 12 meses murieron muchos “famosos”, me preocupan más aquellos muertos, anónimos e inocentes, de los que pocos hablamos y que son quienes más me duelen. Lo que vivió Alepo, por mencionar un ejemplo, nos debe cuestionar a todos como humanidad sobre el papel que están tomando nuestros líderes para evitar genocidios y holocaustos modernos. La humanidad, con sus adelantos en toda materia, ya no debería permitirse semejantes abusos. Dan asco. O exigimos y golpeamos mesas y conciencias, o simplemente después no tendremos autoridad moral para lamentarnos hipócritamente por tantas muertes y desastres.

En el país espero que este sea un año en que al gobierno lo dejen gobernar y también “se deje” gobernar. He sentido que el apoyo a Luis Guillermo ha venido en aumento desde su muy buen accionar para atender la emergencia del huracán Otto. Pero más que “dejarlo”, se trata de hacer patria llegando a consensos, algo que se dificulta por los primeros fuegos electorales rumbo a la temida y desconocida noche del domingo 4 de febrero del 2018, donde hoy por hoy, cualquier cosa puede pasar, aunque yo ya tengo mi pronóstico… pero de eso hablaremos más tarde este año. La crisis fiscal es otro asunto que me tiene en vilo y espero no ser miembro de una minoría... de esto también tenemos que informarnos y tomar cartas en el asunto. Ayer.

A pesar de todo lo anterior, de que el panorama pinta lúgubre, mal haríamos si no reconocemos también la belleza del amor y la hermandad que resplandecen aún más en un escenario como el que acabo de esbozar. Soy un convencido de que, de no ser por la gente buena, este mundo ya se habría ido al carajo hace tiempo. De ahí la importancia de no desfallecer. La muy quemada pero cierta frase de que la esperanza es lo último que se pierde se torna cada vez más certera.

Y ya, listo, en un resumen muy resumido creo que toqué los temas más relevantes que les quería contar. Les deseo a todos que disfruten la vida, a pesar de sus pesares, que no le teman al futuro y que cancelen las deudas con el pasado que no dejan avanzar. Créanme, este fue un año para hacer eso y me dio muy buenos resultados.

Bendiciones para usted que cree y para usted que no, la mejor de las vibras.

Que tenga un excelente 2017.

Pablo.

Y para recalcar que no todo está perdido, aquí les dejo, de Gloria Estefan y con cariño: Navidad. Si le pone atención a la letra, creo que es más actual que nunca, con todo y Trump, Daesh, refugiados que mueren en el mar y la xenofobia que campea por doquier.