Bienvenidos a mi blog personal. Aquí encontrarán a veces cosas de realidad tica, otras veces, comentarios muy personales. Siempre con el deseo de provocar debate o de ejercer mi derecho de expresión. Siéntanse bienvenidos de leer y comentar, siempre que sea con respeto. Eso sí, nada de anónimos. Están en su casa. Atentamente: Pablo Mora Vargas. Periodista.
Me atormenta la idea de que una muchacha de tan corta edad y
con tanta humildad, esfuerzo, sinceridad y valentía, desaparezca de este mundo
en términos de segundos. Casi diría que no es justo.
Saray fue una de esas muchas personas que todos conocemos de
las que, aunque no llegamos a tener una comunicación muy profunda o un
conocimiento claro de ellas, sí sabemos que son buenas y que pasan por la vida
queriendo hacer el bien. Esa era Saray y así resultó poder ser definida no solo
por mí, sino también por sus excompañeros del Seminario de comunicación para
otras carreras, de la UCR, del cual fui profesor de marzo a julio. Una linda
experiencia.
A Saray la recuerdo muy callada, pero no por eso
desinteresada o poco participativa. Le gustaba poner atención y en sus trabajos
había un evidente esfuerzo por hacer las cosas bien. No fue una de las que
llegaba a calentar el campo y solo preguntaba si tenía una interrogante
retadora para su “profe”, como ella me decía. Eso sí, no era tacaña para dar su
sonrisa dulce y mirada tierna. Realmente, como ustedes pueden ver, dejó huella
en mi memoria y en la de los otros estudiantes.
Cuando Nicole, otra de mis exalumnas, me mandó un mensaje para decirme que era Saray
quien había fallecido el pasado miércoles en la noche, simplemente no lo quise
creer. Quería aferrarme a la idea de que había sido una estudiante de medicina,
como varios medios lo informaron (mal, para variar). Al final, la rectificación
en un par de sitios web me terminó de echar un balde de agua fría. Era ella, la
misma sonrisa, los mismos ojos…
Ya de por sí era horrible la sensación de saber que una
estudiante de la UCR había fallecido en la acera de ese semáforo, que tantas
veces usamos todos los que hemos estudiado y trabajado en la U para pasar al
otro lado de la carretera de circunvalación frente a Derecho. Pero el saber que
se trataba de una persona que inspiraba cariño y sencillez, que la había visto
el semestre pasado todos los martes en la tarde, durante tres horas, me golpeó
al punto de que aún hoy domingo 30 de octubre, al escribir estas líneas, no
salgo del dolor y del estupor. Saray ya no está con nosotros. Se fue al cielo a
vivir con ese Dios que ella, desde sus tiendas, adoraba y servía.
Y uno se pregunta, muy humanamente, "¿por qué?" Misma pregunta
que se hacen familiares y amigos de tantos costarricenses que mueren al año
víctimas de un asesinato o de un accidente de tránsito. Y obviamente, los que
creemos, levantamos la vista a Dios y hasta lo queremos responsabilizar a veces
de lo ocurrido… como si Dios estuviera jugando desde arriba con nosotros como
marionetas. La verdad es que Él no quiere que estas cosas pasen, estoy seguro,
pero parte de la libertad que nos dio involucra acabar con su creación o ser
acabados por ella. Y eso incluye, también, morir o matar.
Saray formó parte del Programa de Voluntariado de la UCR
La ida de Saray no se puede quedar para nosotros
(especialmente para quienes la conocimos) como un triste acontecimiento que
tendremos que sobrellevar y que finalmente olvidaremos cuando el tiempo pase - cosa
que será imposible porque la recordaré siempre que maneje o camine por esa
acera -. Su partida, tan amarga como abrupta, me deja muchas lecciones, más y
mejores de las que, posiblemente, pude enseñarle yo como su profesor.
La primera y más evidente: conducir con precaución. Manejar
con el tiempo se vuelve casi un asunto instintivo y hasta automático. Y aunque
nunca he cometido una irresponsabilidad tan grande como la del tipo que chocó y
luego cayó con su carro encima de Saray y su amigo, no voy a jugar de santo inmaculado; y
sí, en algún momento he acelerado para alcanzar el semáforo antes de que se
ponga en rojo. En general, si la circunstancia me duele, debo hacer todo lo
posible por no ocasionarle un sufrimiento similar a nadie (lo cual incluye
también no ser yo la víctima producto de una imprudencia propia).
La segunda, y tal vez la más importante: nadie tiene su vida
asegurada. No sabemos cuándo nos van a venir a buscar. La muerte es parte de la
vida y puede darse en cualquier momento. Como dato curioso, Saray me contactó por
Whatsapp hace 15 días para saber detalles del proceso de contratación en la U.
Me alegró mucho saber que ya estaba con la tesis y que vivía de nuevo en Limón.
Y, de pronto, su vida en este mundo se apagó. Eso lleva a que uno mismo se
cuestione: ¿Si muriera mañana, habré vivido como yo quise? ¿Habré hecho el bien
que quería? ¿Habré amado como mucha gente lo mereció? ¿Habré disfrutado de la
vida? ¿Habré dado demasiada importancia a cosas realmente superfluas? No me
cabe duda de que dedicamos demasiado tiempo en nuestra vida a temas que, la
verdad, son totalmente prescindibles. Se nos va la existencia pensando en
tener, en usar, en gastar, en invertir… pero qué poco usamos para vivir. La
maldita posmodernidad y el afán del éxito individual que nos hace sentir dioses
son los responsables.
Saray también me enseñó a que lo bueno nuestro es lo que se queda
con la gente. Y en este sentido, su humildad, sencillez, carisma, simpatía y
esfuerzo es lo que yo guardo de ella. Como dije al principio, si hubiera sido
otro tipo de estudiante, uno posiblemente se vea golpeado por la noticia, pero
hasta ahí… No obstante, una persona como ella, con ese tipo de chispa y de
actitud, definitivamente logra impactar la vida de uno, aunque sea de una forma
muy básica.
Y, en la fe, Saray me dejó la lección de que debemos estar
preparados para cuando nos llamen al encuentro definitivo con Cristo. Aunque no
compartiéramos la misma religión (yo católico, ella evangélica), era evidente
su pasión por Dios. Dejó de hacer en una ocasión un trabajo por una actividad
religiosa. Muchos universitarios verían esto como una imprudencia o incluso vagabundería.
Yo creo que ella sabía perfectamente dónde estaba su tesoro. Eso me reconforta
bastante para imaginar que Saray no solo no dejó de existir, sino que está con
quien le daba sentido a su existencia.
Así que, ya ven, Saray y su trágica muerte, con poquito me
enseñaron mucho. Queda en mí y también en usted ver qué echa para su saco.
Descansá en paz, mi estimada. Nos volveremos a ver, algún
día… o al menos eso espero yo. Con todo el corazón y el dolor de tu partida, tu
“profe”. Mucha fuerza a sus familiares y amigos, que si yo lo he sufrido, no imagino cuánto más ellos que realmente la conocieron y la amaron.
Acabo de ver Spotlight y durante toda la
película resonó en mi cabeza esta cita bíblica:
“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya
escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al
cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a
uno de estos pequeños”. Lucas 17,1-2
Es como si Jesús mismo, con una frase a todas luces
hiperbólica pero enfatizando el asco que tales escándalos le producirían, nos
hubiera advertido de todo esto 2 mil años atrás. El Maestro sabía perfectamente
de la debilidad humana, de la corrupción y del poder del pecado… y por eso
mismo hizo esta advertencia, justamente dirigida a aquellos que “escandalicen”
(ni siquiera hace falta mencionar la palabra “abusen”) a estos pequeños. Basta
con "provocar un sobresalto" para que la advertencia quede en firme.
Soy católico practicante. Soy periodista, también
practicante. Soy un amante a profundidad del periodismo de investigación.
Alguna vez lo practiqué y la adrenalina que se siente cuando uno tiene un caso
donde se vincula a alguien con algo puede ser mayor a la de cualquier montaña
rusa. Por eso en Spotlight me sentí identificado, golpeado y sumergido por todo
lado.
Como católico tengo que dar gracias a Dios de que una película
así viera la luz, porque es la primera vez que la versión de los abusados llega
a mis manos. Hasta ahora solo había escuchado de las acusaciones contra curas y
obispos que habían ocultado grandes escándalos, pero nunca, jamás, oí la
versión de alguien que sufriera uno de esos abusos.
Claro que duele. Duele que, como ha dicho el papa Francisco
en múltiples ocasiones, aquellos que fueron asignados por Dios para ser
cuidados, hayan sido violentados, subyugados, aprovechándose de una situación
de poder para ser marcados para toda la vida.
Hay una frase en la película del tipo que se encarga de
reunir a las familias de los "sobrevivientes" (las personas abusadas) que me pareció avasalladora. Dice así:
"Es importante saber que cuando un sacerdote te abusa, el abuso no es solo físico, es también espiritual. Te está robando la fe".
Eso duele aún más. No es solo el despojo a la dignidad por
parte de aquellos pastores (lobos con piel de oveja), sino también que este
pecado, este crimen maloliente, sea capaz de alejar a estas víctimas del amor de
Dios, de la confianza en la Iglesia, incluso de una vida espiritual que da
sentido y trascendencia a la vida.
Por eso es que no se puede concebir que haya gente dentro de
la Iglesia (y no hablo solo del clero) que proteja y esconda abusos sexuales,
menos aún si se trata de menores. La película deja claro que el perfil de las
principales víctimas se constituía por niños provenientes de familias de
escasos recursos de Boston. Los más débiles, los más vulnerables, los que
tenían menos voz fueron los más perjudicados. Todo ello no es solo
anticatólico, sino también anticristiano y principalmente antihumano.
No existe excusa de “pobrecito” o del “qué dirán” o de “la
imagen de la Iglesia” que justifique semejante atrocidad. ¿Que no solo entre
los curas hay pederastia? Cierto. Pero ese argumento no nos sirve para eximir
la responsabilidad de los presbíteros, que deben ser los primeros en dar el ejemplo del camino del amor según Dios. Menos aún si había todo un sistema para
ocultar a los responsables y que solo servía para que sus abusos continuaran en
otros sitios. De espanto.
Foto del verdadero cardenal Law. Un tipo que debería estar tras las rejas.
La Iglesia denuncia el aborto y tiene mil razones para
hacerlo. Pero la vida hay que protegerla no solo dentro del vientre de la madre, sino también afuera. Y este tipo de abusos, horribles, son capaces de acabar con
la vida espiritual, material y hasta física de sus víctimas. Seríamos
hipócritas, con un doble discurso del tamaño de la Basílica de San Pedro, si
nos quedáramos callados ante tanta abominación.
Esto me da pie para otra reflexión que me venía a la mente y
en la que Spotlight hace hincapié a cada rato: ¿y el resto de la gente? ¿Qué? ¿Nadie vio o supo nada? Me conforta que en la película el obispo auxiliar de
Boston tuvo las agallas para denunciar el tema… pero parece que se quedó solo. ¿Y el resto? ¿Y la
feligresía? ¿Y esa práctica horrible de las familias de las víctimas de vender
su silencio, como si el abuso sexual pudiera convertirse en mercancía? (Aunque no los juzgo del todo, habría que estar en sus zapatos para sentir la presión ejercida desde la jerarquía). El
propio Boston Globe fue cómplice al no dar seguimiento a este caso en 1993 y el
filme así lo evidencia. Silencio por doquier.
Desgraciadamente, durante años, este modus operandi se mantuvo para proteger a pedófilos que nada tienen que ver con el mensaje del Evangelio y a la “buena imagen” de la Iglesia, sin saber o sin querer saber que ese silencio se transformaría en una bomba de tiempo. ¿Verdad que se le revuelve a uno la panza imaginándose si estas cosas sucedían con la misma o mayor frecuencia antes, a saber cuánto tiempo atrás?
Ahora, en esto cuidado, porque todos podríamos tener techo
de vidrio: ¿somos capaces de denunciar un hecho similar a este si está en
nuestro entorno, incluso cuando toque familiares, amigos o personas a las que
les tenemos cariño o respeto? ¿Es usted de los que llama a la policía si
escucha de agresiones en una familia, de los que denuncia la venta ilegal de
drogas, de los que se aparta e informa si existe alguna anomalía ética en su
lugar de trabajo? En otras palabras ¿promueve usted la honestidad, la
transparencia y la búsqueda de la verdad? Si en alguna de las preguntas
anteriores respondió “mmmmnnnoooo…” revísese antes de criticar, pues la
hipocresía que señala con el índice podría devolvérsele con tres dedos hacia
usted.
La película da datos que podrían ser alarmantes: 6% de curas
de Boston abusando de niños. Casi 250 acusados en total. Eso podría servir para
generalizar y decir que “en todos lados es lo mismo”. La verdad no me atrevería
a hacer semejante afirmación, máxime cuando yo tengo muchos amigos sacerdotes,
he estado a solas con ellos y lo más que he compartido son bromas y momentos
espirituales. Jamás he recibido de nadie proposición alguna que se pudiera
considerar como “indecorosa” o invitando a algún acto sexual. Gracias a Dios no
ha sido así. No puedo imaginar el golpe que hubiera significado para mi fe algo
similar. Los curas buenos son la gran mayoría.
Esta situación me duele principalmente por ellos. Porque son
gente de bien, muchos sin mayor lujo ni vida muy confortable. Algunos viven una
soledad terrible, pero se trata de gente que le ha creído a Dios, que se han
entregado a Él y que se exponen a críticas, señalamientos y chotas que hieren
su propio ser y existencia… y aún así no renuncian a hacer el bien y a guiar al
pueblo, misión para la que han sido llamados. Ellos no merecen ser
generalizados, así como un musulmán no merece ser tratado como terrorista solo
por la culpa de unos cuantos idiotas que ponen bombas en nombre de un dios que
ellos ni conocen.
Escena de la película
Como periodista, Spotlight también me aportó. Me recordó
que, sea donde sea que me encuentre, si tengo una información entre manos que
debe ser conocida, esta debe llegar al público aunque hiera personas o
instituciones por las que tengo simpatía. En un periodista no cabe la idea de
“mejor no publico porque puede ser problemático para fulanito o tal grupo”. Se
publica porque es de interés público y sabiendo que, detrás de esta
publicación, se viene un bien para la colectividad. Al final, el periodismo
debe ser entendido como un servicio social, contra viento y marea, por más que haya empresas dedicadas
a hacer negocios oscuros con sus líneas editoriales, filtrando lo que es
conveniente publicar y lo que no (cualquier parecido con la realidad nacional
es totalmente a propósito).
Muchas otras cosas más podría decir de la enseñanza que me ha dejado la película ganadora del Oscar de este año. A los católicos,
recordar que la Iglesia es de naturaleza pecadora, sin idolatrar ni poner personas en niveles que no les corresponde. No obstante, cuando estas faltas sobrepasan
la barrera de lo legal, se convierten en delitos que deben ser juzgados en los tribunales competentes. Que los curas no son ángeles ni extraterrestres, son gente
sujeta a equivocarse y a cometer barbaridades como cualquier otro ser humano
(aunque claro, uno quisiera que estas cosas jamás pasaran con elegidos por
Cristo para consagrar su vida), por lo que es hora de bajarlos del pedestal y
ponerlos en el piso como lo que son, hombres con defectos y virtudes,
pecadores como yo. Y orar por ellos, pero en ningún caso alcahuetearlos.
Actores y director de Spotlight tras recibir el Oscar.
A los colegas periodistas les diría que es necesario siempre
ir hasta el fondo con la verdad y jamás soltarla, por más presiones que
tengamos alrededor. Todo periodista debería ser siempre receloso de los hechos y
sus pruebas, como dije antes, por más que afecten nuestros propios intereses o
preferencias. Uno que haga lo contrario es tan culpable como lo fue
la lacra de Law.
Desde Benedicto XVI, quien tomó la decisión de levantarle el
fuero a muchos curas, la Iglesia ha venido permitiendo que cientos de ellos
sean juzgados y entregados a las autoridades, como corresponde. Con Francisco
esa búsqueda se ha endurecido aún más, aunque, siendo sinceros, todavía no
somos lo drásticos que deberíamos con este tema y queda mucho trabajo por hacer para que esto no se repita jamàs.
Bien decía San Pablo que “Dios permite todo para el bien de
los que le aman” (Romanos 8,28) y sin duda que, si estos casos se ventilaron y
fueron puestos en evidencia, así como la actitud pasiva por parte de buena
parte del clero, es para que estas porquerías no ocurran nuevamente. El manejo
institucional después de cada uno de estos casos no puede seguir siendo el
mismo. Algo debió cambiar en nuestras mentes y corazones. La alcahuetería hay
que pararla, desde ayer. Para mañana será tarde.
Y como católico, pido a Dios para que estas víctimas
encuentren el consuelo que necesiten y para que los culpables sean severamente
castigados… con una piedra de moler y que se precipiten al mar… o mejor dicho,
con su equivalente jurídico de nuestros días.
1° de enero. Luego de una nochevieja en familia, empecé el
año de fiesta toda la madrugada, lo que me dio la oportunidad de ver más tarde un paisaje que no
había visto hasta ahora: el pacífico amanecer en Alajuela del primer día del
año. Espero que sea una especie de premonición: una luz rosada pastel despuntó
por entre nuestras montañas e iluminó la ciudad que me vio nacer, y que con
todos sus defectos, tanto quiero.
Estamos en el 2016 y es una buena noticia, no tanto porque
el 2015 ya haya terminado (a decir verdad fue un buen año para mí, pese a sus momentos
amargos) sino también porque para este año tengo proyectos ambiciosos que ya
les contaré.
Hay que empezar diciendo que el resumen de esta vez,
tradición que ya llega a su décimo año, será mucho MUCHO más corto que el del
año pasado… no podía ser de otra manera ante un 2015 que se caracterizó por la
estabilidad, por ser un “año hospital” en el sentido de que me ayudó a cerrar
algunas heridas traídas desde el 2014 y otras propias de los últimos doce meses.
Yo, mi mamá y mi papá en un paseito este año.
Empecemos por lo amargo: como si se tratara de una herencia
del 2014, enero, febrero y marzo trajeron noticias duras al seno de mi familia:
mi papá casi se nos va debido a un problema en el corazón que fue atendido justo
a tiempo por los doctores del Hospital de Alajuela y con un cateterismo en el
Hospital México. La Caja nos demostró que cuando quiere, puede, y que su
personal tiene un servicio y humanismo que equivale o supera al de cualquier centro
médico privado.
El propio día en que recibí la noticia de que mi papá estaba
mal por parte de mi hermana, ella misma me vuelve a llamar un par de horas
después para decirme que estaba embarazada. Fue una gran alegría porque era su anhelo.
No obstante, y tras un sueño que tuve con mi abuela en el que me aseguraba que
ella tendría a su nuevo bisnieto en el corazón, el pequeño no sobrevivió a los
primeros meses de gestación y dejó a toda mi familia nuclear en un duelo y un
sinsabor que, a Dios gracias, no duró mucho tiempo. Tan solo como un mes después, otra vez ella nos da una nueva: estaba nuevamente embarazada. Su proceso, eso sí,
fue cansado y enfrentó (y enfrenta) miles de dificultades, pero ahora tenemos en la familia
desde el 9 de diciembre a Mateo, mi nuevo sobrino que me hace ya tío "a la dos".
Esta fue, sin duda alguna, la bendición más grande del año que viene de irse.
Grupo de compañeros de la UCR en Limón.
En lo laboral, solo les puedo decir que estoy más que feliz.
Como ya había expresado en otra oportunidad, no es para nada lo mismo trabajar
para una empresa cuya máxima retribución es la de recibir el salario a final de
mes, que la de darse a una institución que no solo aporta desarrollo al país,
sino que también forma parte de tu vida y por la que sentís un cariño realmente
especial, que además te aporta un ambiente de trabajo lleno de alegría y
compañerismo, además de un entorno con árboles, flores, juventud, energía y espacios de
diversión y ocio. ¿En serio puedo pedir más? Muy orgullosamente les digo: #soyUCR,
siempre lo he sido, pero desde que estoy en la Rectoría, la quiero mucho más.
En términos generales, mi vida va bien, pese al desagravio
de gente que consideré cercana y que al final falló. Supongo que todos
fallamos, pero bueno… nada que no sea remediable. Cada vez entiendo más esa
frase bíblica de “quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro”.
Realmente no es fácil encontrar uno de verdad y de ahí que cuando tengamos uno
debemos saberlo valorar. En ese sentido, el 2015 fue un año de reencuentros con
viejos conocidos que me han aligerado la carga y otros nuevos a quien ya los
considero como confidentes cercanos. En lo demás, que Dios sea el que guíe y yo
lo siga. No tengo por qué apurarme. La vida lleva su curso y el tiempo no me
asusta. Que todo sea como Dios lo tenga a bien, que ya me ha demostrado de sobra
que cuando Él está al frente, las cosas van mejor.
Fenómeno del sol en la beatificación
Algo más antes de pasar a lo nacional e internacional:
este año fue muy “centroamericano”. En mayo cumplí un sueño, un anhelo, un
deseo de fe que tenía desde hace mucho tiempo: ¡ver a Monseñor Romero
finalmente beato! El propio día en que se oficializó la fecha de beatificación
compré el tiquete de avión y saqué vacaciones para el viernes antes de la
ceremonia. Mi fallo del 2015 en el blog fue no haber escrito un post sobre este
momento, pero supongo que lo reservaré para la esperada (pronta) canonización.
Quedemos claros: aunque Monseñor Romero ya es santo hace rato para el pueblo,
que al final de cuentas es el que decide qué pasa y qué no en la Iglesia, el
hecho de que haya sido el propio papa Francisco quien lo oficializara le dio un
impulso y un significado tremendo. Esa mañana del sábado 23 de mayo en San Salvador,
con un calor tremendo provocado por el sol con un áurea a su alrededor, la fe de un pueblo que sigue sufriendo
la violencia, la pobreza y la exclusión se hizo presente y le pidió a su santo
mártir intercesión ante el Señor para que la realidad cambie. Además fue un día de reconciliación nacional,
un momento para que la derecha y la izquierda, tan divididas como en pocos
países de América Latina, tuvieran un encuentro y reconocieran el verbo de ese
hombre que luchó por los derechos humanos de su pueblo, su bienestar y un futuro mejor para las mayorías. Un grande.
Yo en una de las pirámides más grandes de Tikal.
Luego llegó setiembre y no lo pensé dos veces para ir a
Guatemala ida y vuelta por 168 dólares en avión. Una ganga.. Tenía una seria
deuda con ese país, era el único que no conocía de América Central (bueno,
excluyendo Belice) y si hubiera sabido de lo que me perdía, definitivamente
hubiera ido antes. Gracias a la hospitalidad de Anita y Wicho, estuve en las
impresionantes ruinas mayas de Tikal, admirando sus pirámides.
Recorrí las históricas calles de la Antigua, Capitanía General de Guatemala en
la colonia, el propio 14 de setiembre. Este es un sitio al que podría volver una y otra
vez y espero hacerlo, ojalá este año, para ver su Semana Santa, tan legendaria
como las sevillanas. Luego, un paseíto por la propia Ciudad de Guatemala,
escenario de la revuelta que venía de echar democráticamente al cochino de Otto
Pérez y su séquito. Finalmente un viaje a Panajachel, para ver el famoso Lago
Atitlán que, por desgracia, estaba nublado. Pero bueno, otra excusa para volver
a Guate, que sin temor a equivocarme, me resulta el país más interesante de la
región… y eso que me falta mucho por ver: su cultura, su historia, su
gastronomía, su pasado y su presente. Lástima la violencia, que aunque mucho
menor que la salvadoreña y la hondureña, sigue siendo preocupante. La gran
diferencia es que percibo un pueblo mucho más despierto, más pellizcado, más
alerta que los otros dos. Eso me da una buena dosis de esperanza.
Entrada del Parque Nacional Cahuita
En octubre tengo que contar a Panamá aunque fuera solo para
atravesar el Sixaola y hacer unas compras. Pero valga la oportunidad para decir
que en el 2015 descubrí el Caribe costarricense con mi familia y amigos de la
Rectoría. Limón es una provincia olvidada, cierto; hay una gran deuda con ella;
cierto. Pero es un lugar que no ha sido afectado por el excesivo mercantilismo
que hay en otras zonas del país y eso lo hace un lugar más auténtico y
conservado en su tradición, aunque ese abandono también se traduzca en tráfico
de drogas, pobreza y marginación. Todo el mundo está invitado a ir a Limón: sus carreteras están en excelente estado, su comida, deliciosa, sus precios módicos y su gente, como dice el dicho, lo mejor.
Paseo por las isletas del Lago de Nicaragua
Finalmente, en noviembre fui de paseo relámpago con alguna
gente del trabajo a Nicaragua, el país que más he visitado en mi vida. Y aunque
vi signos de mejora (pocos) en alguna de su infraestructura, lo cierto es que
sigue siendo un lugar sumido en la pobreza y la falta de oportunidades, con un
gobierno que definitivamente no colabora. Pero su gente continúa humilde y
trabajadora, haciendo lo que puede para salir adelante pese a la adversidad, con parajes de ensueño y lugares hermosos para vacacionar. En
resumen, nuestros pueblos centroamericanos están conformados por gente BUENA
(lo pongo en mayúscula porque a veces las noticias nos hacen creer lo
contrario), empunchada, con ánimos de un futuro mejor y víctima de la
corrupción y de un sistema que basa su éxito en la ignorancia y la
concentración de riqueza en pocas manos. El año que terminó fui salvadoreño con
los salvadoreños, me enamoré de Guatemala, recordé los beneficios económicos de
vivir en Panamá y vi una Nicaragua mejor
que la que recordaba en enero del 2005.
Ahora unas pocas palabras sobre el país y el mundo: aquí
adentro parece que la cosa no mejora. El presidente y su equipo han cometido
errores de bulto y no han sabido aprovechar oportunidades claras para reflejar
el cambio que prometieron y que, pareciera, se les fue de las manos. La
lentitud en la ejecución de proyectos y de voluntad política para discutir y
aprobar iniciativas que a todas luces benefician a la población, solo para que “no
se vea como logro de este gobierno”, tienen sumido en la esclerosis a Costa
Rica. Este país ya dejó de soñar consigo mismo y tiene sus muy buenas
justificaciones. Yo trato de hacer mi parte, pero tengo muy claro que mientras
que los tomadores de decisiones no hagan su trabajo, mi esfuerzo y el de mucha
gente no verá sus frutos. Lástima, porque tenemos la capacidad de salir
adelante, pero nuestro egoísmo y deseo de trascender por nuestra cuenta, a costa del resto, no hará nunca que lleguemos al ansiado desarrollo y más
bien provocará que nos alejemos de él.
Los criminales de Daesh (ISIS) en acción
En el mundo, el terrorismo de Daesh tiene contra las cuerdas
a una gran cantidad de población olvidada y excluida, aprovechando los siglos
de dominación y explotación de potencias extranjeras para retomar ese resentimiento y
convertirlo en propaganda de atracción de yihadistas. Sigo pensando que a estos
locos hay que pararlos, con balas si es necesario. Pero también considero que
las grandes potencias tienen la obligación ética y moral de asumir su
responsabilidad en la causa que llevó a que estos locos tuvieran protagonismo y
arrastre: mientras las regiones empobrecidas del mundo no cuenten con
condiciones dignas de vida, muchos Al Qaeda e ISIS seguirán apareciendo. Frente a
esto, las luces tampoco se han extinguido y prueba de ello fueron los
diferentes discursos que dio el papa Francisco en el 2015, principalmente el
ofrecido en el Capitolio y las Naciones Unidas: ambos dignos de estudio y
análisis por su contenido ético y práctico. El papa dijo en el seno de la
primera potencia mundial unas cuantas verdades que a muchos no les gustó
(prueba de eso fue que no aplaudieron mientras otros sí lo hacían) pero que
como el Evangelio demanda, es necesario e indispensable decir para que esa
conciencia humana no quede muda ante tanta injusticia y desparpajo. Preocupa el
calentamiento global, el avance de la violencia del narcotráfico en
Latinoamérica, las luchas tribales con decenas de muertos en África y el calor
político al que se somete de cuando en cuando occidente y Rusia, como un guiño a
la Guerra Fría que no trajo sino muerte, tensión y destrucción en pueblos
inocentes.
Para este 2016 tengo pocos proyectos, pero muchas ganas de
concretarlos: contar por fin con mi propio espacio de vida (llámese apartamento
o casa) que me hagan convertir en dueño de mi vida y mi destino. También un par
de ideas laborales que espero ejecutar, así como mi ansiada comunidad de
adultos jóvenes, la cual tramito con complicidad del padre Álvaro Sáenz en Heredia y un
grupo de amigos… esto hace rato me es necesario.
María Paula conociendo a Mateo. Ser tío es muy chiva
Que venga el 2016. Que siga siendo lindo ser tío de una
bella enana de ya casi dos años y un recién nacido que me revelará las
maravillas de jugar con un varoncito, poco a poco. Disfrutar a mis papás y
sacarlos a pasear más aún de lo que lo hice en el 2015, ser de utilidad para
mis hermanos, fortalecer mis vínculos familiares, sentirme aún más pleno en el
trabajo y continuar la lucha por seguir unido a Dios. Y obvio, salud. Del resto
no necesito más. Sí me queda claro, especialmente del susto vivido con mi papá,
que la vida se va rápido, que debemos aprovechar a quienes tenemos al lado,
para que no sea la muerte la que nos
haga caer en cuenta de que lo esencial en la vida es invisible a los ojos del
hombre, como dice “El Principito” (película que recomiendo): el amor, palabra que el mundo ha tachado de
cursi y obsoleta, pero que nos confronta con lo básico de nuestra existencia,
porque si de algo estoy seguro es que fuimos hechos para amar… y mientras no lo
hagamos, seguiremos por la vida insatisfechos y vacíos. Es decir, miserables.
Aquí les dejo “Qué rápido”. Piezón de Martín Valverde que
habla justamente de eso. Aprovechen su tiempo y el de la gente que los quiere.
Nunca se sabe cuándo será muy tarde.