lunes, 31 de octubre de 2016

Las lecciones de Saray

Me atormenta la idea de que una muchacha de tan corta edad y con tanta humildad, esfuerzo, sinceridad y valentía, desaparezca de este mundo en términos de segundos. Casi diría que no es justo.

Saray fue una de esas muchas personas que todos conocemos de las que, aunque no llegamos a tener una comunicación muy profunda o un conocimiento claro de ellas, sí sabemos que son buenas y que pasan por la vida queriendo hacer el bien. Esa era Saray y así resultó poder ser definida no solo por mí, sino también por sus excompañeros del Seminario de comunicación para otras carreras, de la UCR, del cual fui profesor de marzo a julio. Una linda experiencia.

A Saray la recuerdo muy callada, pero no por eso desinteresada o poco participativa. Le gustaba poner atención y en sus trabajos había un evidente esfuerzo por hacer las cosas bien. No fue una de las que llegaba a calentar el campo y solo preguntaba si tenía una interrogante retadora para su “profe”, como ella me decía. Eso sí, no era tacaña para dar su sonrisa dulce y mirada tierna. Realmente, como ustedes pueden ver, dejó huella en mi memoria y en la de los otros estudiantes.

Cuando Nicole, otra de mis exalumnas, me mandó un mensaje para decirme que era Saray quien había fallecido el pasado miércoles en la noche, simplemente no lo quise creer. Quería aferrarme a la idea de que había sido una estudiante de medicina, como varios medios lo informaron (mal, para variar). Al final, la rectificación en un par de sitios web me terminó de echar un balde de agua fría. Era ella, la misma sonrisa, los mismos ojos…

Ya de por sí era horrible la sensación de saber que una estudiante de la UCR había fallecido en la acera de ese semáforo, que tantas veces usamos todos los que hemos estudiado y trabajado en la U para pasar al otro lado de la carretera de circunvalación frente a Derecho. Pero el saber que se trataba de una persona que inspiraba cariño y sencillez, que la había visto el semestre pasado todos los martes en la tarde, durante tres horas, me golpeó al punto de que aún hoy domingo 30 de octubre, al escribir estas líneas, no salgo del dolor y del estupor. Saray ya no está con nosotros. Se fue al cielo a vivir con ese Dios que ella, desde sus tiendas, adoraba y servía.

Y uno se pregunta, muy humanamente, "¿por qué?" Misma pregunta que se hacen familiares y amigos de tantos costarricenses que mueren al año víctimas de un asesinato o de un accidente de tránsito. Y obviamente, los que creemos, levantamos la vista a Dios y hasta lo queremos responsabilizar a veces de lo ocurrido… como si Dios estuviera jugando desde arriba con nosotros como marionetas. La verdad es que Él no quiere que estas cosas pasen, estoy seguro, pero parte de la libertad que nos dio involucra acabar con su creación o ser acabados por ella. Y eso incluye, también, morir o matar.

Saray formó parte del Programa de Voluntariado de la UCR
La ida de Saray no se puede quedar para nosotros (especialmente para quienes la conocimos) como un triste acontecimiento que tendremos que sobrellevar y que finalmente olvidaremos cuando el tiempo pase - cosa que será imposible porque la recordaré siempre que maneje o camine por esa acera -. Su partida, tan amarga como abrupta, me deja muchas lecciones, más y mejores de las que, posiblemente, pude enseñarle yo como su profesor.

La primera y más evidente: conducir con precaución. Manejar con el tiempo se vuelve casi un asunto instintivo y hasta automático. Y aunque nunca he cometido una irresponsabilidad tan grande como la del tipo que chocó y luego cayó con su carro encima de Saray y su amigo, no voy a jugar de santo inmaculado; y sí, en algún momento he acelerado para alcanzar el semáforo antes de que se ponga en rojo. En general, si la circunstancia me duele, debo hacer todo lo posible por no ocasionarle un sufrimiento similar a nadie (lo cual incluye también no ser yo la víctima producto de una imprudencia propia).

La segunda, y tal vez la más importante: nadie tiene su vida asegurada. No sabemos cuándo nos van a venir a buscar. La muerte es parte de la vida y puede darse en cualquier momento. Como dato curioso, Saray me contactó por Whatsapp hace 15 días para saber detalles del proceso de contratación en la U. Me alegró mucho saber que ya estaba con la tesis y que vivía de nuevo en Limón. Y, de pronto, su vida en este mundo se apagó. Eso lleva a que uno mismo se cuestione: ¿Si muriera mañana, habré vivido como yo quise? ¿Habré hecho el bien que quería? ¿Habré amado como mucha gente lo mereció? ¿Habré disfrutado de la vida? ¿Habré dado demasiada importancia a cosas realmente superfluas? No me cabe duda de que dedicamos demasiado tiempo en nuestra vida a temas que, la verdad, son totalmente prescindibles. Se nos va la existencia pensando en tener, en usar, en gastar, en invertir… pero qué poco usamos para vivir. La maldita posmodernidad y el afán del éxito individual que nos hace sentir dioses son los responsables.

Saray también me enseñó a que lo bueno nuestro es lo que se queda con la gente. Y en este sentido, su humildad, sencillez, carisma, simpatía y esfuerzo es lo que yo guardo de ella. Como dije al principio, si hubiera sido otro tipo de estudiante, uno posiblemente se vea golpeado por la noticia, pero hasta ahí… No obstante, una persona como ella, con ese tipo de chispa y de actitud, definitivamente logra impactar la vida de uno, aunque sea de una forma muy básica.

Y, en la fe, Saray me dejó la lección de que debemos estar preparados para cuando nos llamen al encuentro definitivo con Cristo. Aunque no compartiéramos la misma religión (yo católico, ella evangélica), era evidente su pasión por Dios. Dejó de hacer en una ocasión un trabajo por una actividad religiosa. Muchos universitarios verían esto como una imprudencia o incluso vagabundería. Yo creo que ella sabía perfectamente dónde estaba su tesoro. Eso me reconforta bastante para imaginar que Saray no solo no dejó de existir, sino que está con quien le daba sentido a su existencia.

Así que, ya ven, Saray y su trágica muerte, con poquito me enseñaron mucho. Queda en mí y también en usted ver qué echa para su saco.

Descansá en paz, mi estimada. Nos volveremos a ver, algún día… o al menos eso espero yo. Con todo el corazón y el dolor de tu partida, tu “profe”. 

Mucha fuerza a sus familiares y amigos, que si yo lo he sufrido, no imagino cuánto más ellos que realmente la conocieron y la amaron.


viernes, 15 de abril de 2016

Spotlight: el grito desesperado de los inocentes

Acabo de ver Spotlight y durante toda la película resonó en mi cabeza esta cita bíblica:


“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños”. Lucas 17,1-2

Es como si Jesús mismo, con una frase a todas luces hiperbólica pero enfatizando el asco que tales escándalos le producirían, nos hubiera advertido de todo esto 2 mil años atrás. El Maestro sabía perfectamente de la debilidad humana, de la corrupción y del poder del pecado… y por eso mismo hizo esta advertencia, justamente dirigida a aquellos que “escandalicen” (ni siquiera hace falta mencionar la palabra “abusen”) a estos pequeños. Basta con "provocar un sobresalto" para que la advertencia quede en firme.

Soy católico practicante. Soy periodista, también practicante. Soy un amante a profundidad del periodismo de investigación. Alguna vez lo practiqué y la adrenalina que se siente cuando uno tiene un caso donde se vincula a alguien con algo puede ser mayor a la de cualquier montaña rusa. Por eso en Spotlight me sentí identificado, golpeado y sumergido por todo lado.

Como católico tengo que dar gracias a Dios de que una película así viera la luz, porque es la primera vez que la versión de los abusados llega a mis manos. Hasta ahora solo había escuchado de las acusaciones contra curas y obispos que habían ocultado grandes escándalos, pero nunca, jamás, oí la versión de alguien que sufriera uno de esos abusos.

Claro que duele. Duele que, como ha dicho el papa Francisco en múltiples ocasiones, aquellos que fueron asignados por Dios para ser cuidados, hayan sido violentados, subyugados, aprovechándose de una situación de poder para ser marcados para toda la vida.

Hay una frase en la película del tipo que se encarga de reunir a las familias de los "sobrevivientes" (las personas abusadas) que me pareció avasalladora. Dice así:

"Es importante saber que cuando un sacerdote te abusa, el abuso no es solo físico, es también espiritual. Te está robando la fe".

Eso duele aún más. No es solo el despojo a la dignidad por parte de aquellos pastores (lobos con piel de oveja), sino también que este pecado, este crimen maloliente, sea capaz de alejar a estas víctimas del amor de Dios, de la confianza en la Iglesia, incluso de una vida espiritual que da sentido y trascendencia a la vida.

Por eso es que no se puede concebir que haya gente dentro de la Iglesia (y no hablo solo del clero) que proteja y esconda abusos sexuales, menos aún si se trata de menores. La película deja claro que el perfil de las principales víctimas se constituía por niños provenientes de familias de escasos recursos de Boston. Los más débiles, los más vulnerables, los que tenían menos voz fueron los más perjudicados. Todo ello no es solo anticatólico, sino también anticristiano y principalmente antihumano.

No existe excusa de “pobrecito” o del “qué dirán” o de “la imagen de la Iglesia” que justifique semejante atrocidad. ¿Que no solo entre los curas hay pederastia? Cierto. Pero ese argumento no nos sirve para eximir la responsabilidad de los presbíteros, que deben ser los primeros en dar el ejemplo del camino del amor según Dios. Menos aún si había todo un sistema para ocultar a los responsables y que solo servía para que sus abusos continuaran en otros sitios. De espanto.

Foto del verdadero cardenal Law. Un tipo que debería 
estar tras las rejas.
La Iglesia denuncia el aborto y tiene mil razones para hacerlo. Pero la vida hay que protegerla no solo dentro del vientre de la madre, sino también afuera. Y este tipo de abusos, horribles, son capaces de acabar con la vida espiritual, material y hasta física de sus víctimas. Seríamos hipócritas, con un doble discurso del tamaño de la Basílica de San Pedro, si nos quedáramos callados ante tanta abominación.

Esto me da pie para otra reflexión que me venía a la mente y en la que Spotlight hace hincapié a cada rato: ¿y el resto de la gente? ¿Qué? ¿Nadie vio o supo nada? Me conforta que en la película el obispo auxiliar de Boston tuvo las agallas para denunciar el tema… pero parece que se quedó solo. ¿Y el resto? ¿Y la feligresía? ¿Y esa práctica horrible de las familias de las víctimas de vender su silencio, como si el abuso sexual pudiera convertirse en mercancía? (Aunque no los juzgo del todo, habría que estar en sus zapatos para sentir la presión ejercida desde la jerarquía). El propio Boston Globe fue cómplice al no dar seguimiento a este caso en 1993 y el filme así lo evidencia. Silencio por doquier.

Desgraciadamente, durante años, este modus operandi se mantuvo para proteger a pedófilos que nada tienen que ver con el mensaje del Evangelio y a la “buena imagen” de la Iglesia, sin saber o sin querer saber que ese silencio se transformaría en una bomba de tiempo. ¿Verdad que se le revuelve a uno la panza imaginándose si estas cosas sucedían con la misma o mayor frecuencia antes, a saber cuánto tiempo atrás?

Ahora, en esto cuidado, porque todos podríamos tener techo de vidrio: ¿somos capaces de denunciar un hecho similar a este si está en nuestro entorno, incluso cuando toque familiares, amigos o personas a las que les tenemos cariño o respeto? ¿Es usted de los que llama a la policía si escucha de agresiones en una familia, de los que denuncia la venta ilegal de drogas, de los que se aparta e informa si existe alguna anomalía ética en su lugar de trabajo? En otras palabras ¿promueve usted la honestidad, la transparencia y la búsqueda de la verdad? Si en alguna de las preguntas anteriores respondió “mmmmnnnoooo…” revísese antes de criticar, pues la hipocresía que señala con el índice podría devolvérsele con tres dedos hacia usted.

La película da datos que podrían ser alarmantes: 6% de curas de Boston abusando de niños. Casi 250 acusados en total. Eso podría servir para generalizar y decir que “en todos lados es lo mismo”. La verdad no me atrevería a hacer semejante afirmación, máxime cuando yo tengo muchos amigos sacerdotes, he estado a solas con ellos y lo más que he compartido son bromas y momentos espirituales. Jamás he recibido de nadie proposición alguna que se pudiera considerar como “indecorosa” o invitando a algún acto sexual. Gracias a Dios no ha sido así. No puedo imaginar el golpe que hubiera significado para mi fe algo similar. Los curas buenos son la gran mayoría. 

Esta situación me duele principalmente por ellos. Porque son gente de bien, muchos sin mayor lujo ni vida muy confortable. Algunos viven una soledad terrible, pero se trata de gente que le ha creído a Dios, que se han entregado a Él y que se exponen a críticas, señalamientos y chotas que hieren su propio ser y existencia… y aún así no renuncian a hacer el bien y a guiar al pueblo, misión para la que han sido llamados. Ellos no merecen ser generalizados, así como un musulmán no merece ser tratado como terrorista solo por la culpa de unos cuantos idiotas que ponen bombas en nombre de un dios que ellos ni conocen.

Escena de la película
Como periodista, Spotlight también me aportó. Me recordó que, sea donde sea que me encuentre, si tengo una información entre manos que debe ser conocida, esta debe llegar al público aunque hiera personas o instituciones por las que tengo simpatía. En un periodista no cabe la idea de “mejor no publico porque puede ser problemático para fulanito o tal grupo”. Se publica porque es de interés público y sabiendo que, detrás de esta publicación, se viene un bien para la colectividad. Al final, el periodismo debe ser entendido como un servicio social, contra viento y marea, por más que haya empresas dedicadas a hacer negocios oscuros con sus líneas editoriales, filtrando lo que es conveniente publicar y lo que no (cualquier parecido con la realidad nacional es totalmente a propósito).

Muchas otras cosas más podría decir de la enseñanza que me ha dejado la película ganadora del Oscar de este año. A los católicos, recordar que la Iglesia es de naturaleza pecadora, sin idolatrar ni poner personas en niveles que no les corresponde. No obstante, cuando estas faltas sobrepasan la barrera de lo legal, se convierten en delitos que deben ser juzgados en los tribunales competentes. Que los curas no son ángeles ni extraterrestres, son gente sujeta a equivocarse y a cometer barbaridades como cualquier otro ser humano (aunque claro, uno quisiera que estas cosas jamás pasaran con elegidos por Cristo para consagrar su vida), por lo que es hora de bajarlos del pedestal y ponerlos en el piso como lo que son, hombres con defectos y virtudes, pecadores como yo. Y orar por ellos, pero en ningún caso alcahuetearlos.

Actores y director de Spotlight tras recibir el Oscar.
A los colegas periodistas les diría que es necesario siempre ir hasta el fondo con la verdad y jamás soltarla, por más presiones que tengamos alrededor. Todo periodista debería ser siempre receloso de los hechos y sus pruebas, como dije antes, por más que afecten nuestros propios intereses o preferencias. Uno que haga lo contrario es tan culpable como lo fue la lacra de Law.

Desde Benedicto XVI, quien tomó la decisión de levantarle el fuero a muchos curas, la Iglesia ha venido permitiendo que cientos de ellos sean juzgados y entregados a las autoridades, como corresponde. Con Francisco esa búsqueda se ha endurecido aún más, aunque, siendo sinceros, todavía no somos lo drásticos que deberíamos con este tema y queda mucho trabajo por hacer para que esto no se repita jamàs.

Bien decía San Pablo que “Dios permite todo para el bien de los que le aman” (Romanos 8,28) y sin duda que, si estos casos se ventilaron y fueron puestos en evidencia, así como la actitud pasiva por parte de buena parte del clero, es para que estas porquerías no ocurran nuevamente. El manejo institucional después de cada uno de estos casos no puede seguir siendo el mismo. Algo debió cambiar en nuestras mentes y corazones. La alcahuetería hay que pararla, desde ayer. Para mañana será tarde.

Y como católico, pido a Dios para que estas víctimas encuentren el consuelo que necesiten y para que los culpables sean severamente castigados… con una piedra de moler y que se precipiten al mar… o mejor dicho, con su equivalente jurídico de nuestros días.

¿Quiere ver la película? Haga clic aquí. Disfrútela. A todos nos hace bien verla.

sábado, 30 de enero de 2016

Ser yo mismo para ser feliz y hacer felices a los demás

Hoy me levanté medio reflexivo y empecé a tuitear ideas medio existenciales que siento, valdría la pena compartir por aquí. Ahí les dejo...

- Estoy convencido: la superficialidad y relatividad de nuestros tiempos esta matando, en general, la profundidad en nosotros. #‎solopensando

- Tanta apariencia, tanto preocuparse por el "parecer" y no por el "ser" hace que se nos vaya la vida siendo quienes no somos.

- El problema es que la sociedad de consumo postmoderna no quiere que pensemos e interioricemos. Los espacios de silencio están en extinción.

- Todo está hecho para ser consumido rápidamente, sin preguntas, y desecharse de la misma manera. Nos está jodiendo el entorno y a lo interno.

- Somos hijos de una cultura que busca la felicidad en el objeto y la imagen, en lo que se diga de nosotros. Somos esclavos de nuestro tiempo.

- ...así nunca seremos felices con lo que tenemos. Siempre querremos más sin saber por qué...

- El gran problema es que nuestro ritmo de vida no hará que seamos nunca genuinamente felices. La felicidad no puede provenir de lo externo.

- La felicidad debe provenir de lo interno, de respondernos preguntas básicas en nuestra vida. El problema es que no tenemos tiempo para hacérnoslas.

- Solo cuando entendamos que es desde nosotros mismos que nace el verdadero ser, lo podremos proyectar a los demás y seremos y haremos gente feliz

- Y es ahí cuando el mandamiento del pensamiento cristiano cobra sentido: ama a tu prójimo como a tí mismo.(1/2)

- No se puede amar al otro si ni me amo primero. La condición de empezar por mí mismo es básica para poder entregar mi felicidad a los demás. (2/2)

- Es curioso cómo amor y felicidad son conceptos que van de la mano. Porque aún en momentos difíciles, el amor endulza la tristeza.

- En resumen, respetando religiones e ideologías, tratemos de ser más felices con lo que somos y dejemos de preocuparnos por lo que aparentamos.

sábado, 2 de enero de 2016

2015: para poner todo en orden…

Último atardecer del 2015 desde mi balcón.
1° de enero. Luego de una nochevieja en familia, empecé el año de fiesta toda la madrugada, lo que me dio la oportunidad de ver más tarde un paisaje que no había visto hasta ahora: el pacífico amanecer en Alajuela del primer día del año. Espero que sea una especie de premonición: una luz rosada pastel despuntó por entre nuestras montañas e iluminó la ciudad que me vio nacer, y que con todos sus defectos, tanto quiero.

Estamos en el 2016 y es una buena noticia, no tanto porque el 2015 ya haya terminado (a decir verdad fue un buen año para mí, pese a sus momentos amargos) sino también porque para este año tengo proyectos ambiciosos que ya les contaré.

Hay que empezar diciendo que el resumen de esta vez, tradición que ya llega a su décimo año, será mucho MUCHO más corto que el del año pasado… no podía ser de otra manera ante un 2015 que se caracterizó por la estabilidad, por ser un “año hospital” en el sentido de que me ayudó a cerrar algunas heridas traídas desde el 2014 y otras propias de los últimos doce meses.

Yo, mi mamá y mi papá en un paseito este año.
Empecemos por lo amargo: como si se tratara de una herencia del 2014, enero, febrero y marzo trajeron noticias duras al seno de mi familia: mi papá casi se nos va debido a un problema en el corazón que fue atendido justo a tiempo por los doctores del Hospital de Alajuela y con un cateterismo en el Hospital México. La Caja nos demostró que cuando quiere, puede, y que su personal tiene un servicio y humanismo que equivale o supera al de cualquier centro médico privado.

El propio día en que recibí la noticia de que mi papá estaba mal por parte de mi hermana, ella misma me vuelve a llamar un par de horas después para decirme que estaba embarazada. Fue una gran alegría porque era su anhelo. No obstante, y tras un sueño que tuve con mi abuela en el que me aseguraba que ella tendría a su nuevo bisnieto en el corazón, el pequeño no sobrevivió a los primeros meses de gestación y dejó a toda mi familia nuclear en un duelo y un sinsabor que, a Dios gracias, no duró mucho tiempo. Tan solo como un mes después, otra vez ella nos da una nueva: estaba nuevamente embarazada. Su proceso, eso sí, fue cansado y enfrentó (y enfrenta) miles de dificultades, pero ahora tenemos en la familia desde el 9 de diciembre a Mateo, mi nuevo sobrino que me hace ya tío "a la dos". Esta fue, sin duda alguna, la bendición más grande del año que viene de irse.

Grupo de compañeros de la UCR en Limón.
En lo laboral, solo les puedo decir que estoy más que feliz. Como ya había expresado en otra oportunidad, no es para nada lo mismo trabajar para una empresa cuya máxima retribución es la de recibir el salario a final de mes, que la de darse a una institución que no solo aporta desarrollo al país, sino que también forma parte de tu vida y por la que sentís un cariño realmente especial, que además te aporta un ambiente de trabajo lleno de alegría y compañerismo, además de un entorno con árboles, flores, juventud, energía y espacios de diversión y ocio. ¿En serio puedo pedir más? Muy orgullosamente les digo: #soyUCR, siempre lo he sido, pero desde que estoy en la Rectoría, la quiero mucho más.

En términos generales, mi vida va bien, pese al desagravio de gente que consideré cercana y que al final falló. Supongo que todos fallamos, pero bueno… nada que no sea remediable. Cada vez entiendo más esa frase bíblica de “quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro”. Realmente no es fácil encontrar uno de verdad y de ahí que cuando tengamos uno debemos saberlo valorar. En ese sentido, el 2015 fue un año de reencuentros con viejos conocidos que me han aligerado la carga y otros nuevos a quien ya los considero como confidentes cercanos. En lo demás, que Dios sea el que guíe y yo lo siga. No tengo por qué apurarme. La vida lleva su curso y el tiempo no me asusta. Que todo sea como Dios lo tenga a bien, que ya me ha demostrado de sobra que cuando Él está al frente, las cosas van mejor.

Fenómeno del sol en la beatificación
Algo más antes de pasar a lo nacional e internacional: este año fue muy “centroamericano”. En mayo cumplí un sueño, un anhelo, un deseo de fe que tenía desde hace mucho tiempo: ¡ver a Monseñor Romero finalmente beato! El propio día en que se oficializó la fecha de beatificación compré el tiquete de avión y saqué vacaciones para el viernes antes de la ceremonia. Mi fallo del 2015 en el blog fue no haber escrito un post sobre este momento, pero supongo que lo reservaré para la esperada (pronta) canonización. Quedemos claros: aunque Monseñor Romero ya es santo hace rato para el pueblo, que al final de cuentas es el que decide qué pasa y qué no en la Iglesia, el hecho de que haya sido el propio papa Francisco quien lo oficializara le dio un impulso y un significado tremendo. Esa mañana del sábado 23 de mayo en San Salvador, con un calor tremendo provocado por el sol con un áurea a su alrededor, la fe de un pueblo que sigue sufriendo la violencia, la pobreza y la exclusión se hizo presente y le pidió a su santo mártir intercesión ante el Señor para que la realidad cambie. Además fue un día de reconciliación nacional, un momento para que la derecha y la izquierda, tan divididas como en pocos países de América Latina, tuvieran un encuentro y reconocieran el verbo de ese hombre que luchó por los derechos humanos de su pueblo, su bienestar y un futuro mejor para las mayorías. Un grande.

Yo en una de las pirámides más grandes de Tikal.
Luego llegó setiembre y no lo pensé dos veces para ir a Guatemala ida y vuelta por 168 dólares en avión. Una ganga.. Tenía una seria deuda con ese país, era el único que no conocía de América Central (bueno, excluyendo Belice) y si hubiera sabido de lo que me perdía, definitivamente hubiera ido antes. Gracias a la hospitalidad de Anita y Wicho, estuve en las impresionantes ruinas mayas de Tikal, admirando sus pirámides. Recorrí las históricas calles de la Antigua, Capitanía General de Guatemala en la colonia, el propio 14 de setiembre. Este es un sitio al que podría volver una y otra vez y espero hacerlo, ojalá este año, para ver su Semana Santa, tan legendaria como las sevillanas. Luego, un paseíto por la propia Ciudad de Guatemala, escenario de la revuelta que venía de echar democráticamente al cochino de Otto Pérez y su séquito. Finalmente un viaje a Panajachel, para ver el famoso Lago Atitlán que, por desgracia, estaba nublado. Pero bueno, otra excusa para volver a Guate, que sin temor a equivocarme, me resulta el país más interesante de la región… y eso que me falta mucho por ver: su cultura, su historia, su gastronomía, su pasado y su presente. Lástima la violencia, que aunque mucho menor que la salvadoreña y la hondureña, sigue siendo preocupante. La gran diferencia es que percibo un pueblo mucho más despierto, más pellizcado, más alerta que los otros dos. Eso me da una buena dosis de esperanza.

Entrada del Parque Nacional Cahuita
En octubre tengo que contar a Panamá aunque fuera solo para atravesar el Sixaola y hacer unas compras. Pero valga la oportunidad para decir que en el 2015 descubrí el Caribe costarricense con mi familia y amigos de la Rectoría. Limón es una provincia olvidada, cierto; hay una gran deuda con ella; cierto. Pero es un lugar que no ha sido afectado por el excesivo mercantilismo que hay en otras zonas del país y eso lo hace un lugar más auténtico y conservado en su tradición, aunque ese abandono también se traduzca en tráfico de drogas, pobreza y marginación. Todo el mundo está invitado a ir a Limón: sus carreteras están en excelente estado, su comida, deliciosa, sus precios módicos y su gente, como dice el dicho, lo mejor.

Paseo por las isletas del Lago de Nicaragua
Finalmente, en noviembre fui de paseo relámpago con alguna gente del trabajo a Nicaragua, el país que más he visitado en mi vida. Y aunque vi signos de mejora (pocos) en alguna de su infraestructura, lo cierto es que sigue siendo un lugar sumido en la pobreza y la falta de oportunidades, con un gobierno que definitivamente no colabora. Pero su gente continúa humilde y trabajadora, haciendo lo que puede para salir adelante pese a la adversidad, con parajes de ensueño y lugares hermosos para vacacionar. En resumen, nuestros pueblos centroamericanos están conformados por gente BUENA (lo pongo en mayúscula porque a veces las noticias nos hacen creer lo contrario), empunchada, con ánimos de un futuro mejor y víctima de la corrupción y de un sistema que basa su éxito en la ignorancia y la concentración de riqueza en pocas manos. El año que terminó fui salvadoreño con los salvadoreños, me enamoré de Guatemala, recordé los beneficios económicos de vivir en Panamá  y vi una Nicaragua mejor que la que recordaba en enero del 2005.

Ahora unas pocas palabras sobre el país y el mundo: aquí adentro parece que la cosa no mejora. El presidente y su equipo han cometido errores de bulto y no han sabido aprovechar oportunidades claras para reflejar el cambio que prometieron y que, pareciera, se les fue de las manos. La lentitud en la ejecución de proyectos y de voluntad política para discutir y aprobar iniciativas que a todas luces benefician a la población, solo para que “no se vea como logro de este gobierno”, tienen sumido en la esclerosis a Costa Rica. Este país ya dejó de soñar consigo mismo y tiene sus muy buenas justificaciones. Yo trato de hacer mi parte, pero tengo muy claro que mientras que los tomadores de decisiones no hagan su trabajo, mi esfuerzo y el de mucha gente no verá sus frutos. Lástima, porque tenemos la capacidad de salir adelante, pero nuestro egoísmo y deseo de trascender por nuestra cuenta, a costa del resto, no hará nunca que lleguemos al ansiado desarrollo y más bien provocará que nos alejemos de él.

Los criminales de Daesh (ISIS) en acción
En el mundo, el terrorismo de Daesh tiene contra las cuerdas a una gran cantidad de población olvidada y excluida, aprovechando los siglos de dominación y explotación de potencias extranjeras para retomar ese resentimiento y convertirlo en propaganda de atracción de yihadistas. Sigo pensando que a estos locos hay que pararlos, con balas si es necesario. Pero también considero que las grandes potencias tienen la obligación ética y moral de asumir su responsabilidad en la causa que llevó a que estos locos tuvieran protagonismo y arrastre: mientras las regiones empobrecidas del mundo no cuenten con condiciones dignas de vida, muchos Al Qaeda e ISIS seguirán apareciendo. Frente a esto, las luces tampoco se han extinguido y prueba de ello fueron los diferentes discursos que dio el papa Francisco en el 2015, principalmente el ofrecido en el Capitolio y las Naciones Unidas: ambos dignos de estudio y análisis por su contenido ético y práctico. El papa dijo en el seno de la primera potencia mundial unas cuantas verdades que a muchos no les gustó (prueba de eso fue que no aplaudieron mientras otros sí lo hacían) pero que como el Evangelio demanda, es necesario e indispensable decir para que esa conciencia humana no quede muda ante tanta injusticia y desparpajo. Preocupa el calentamiento global, el avance de la violencia del narcotráfico en Latinoamérica, las luchas tribales con decenas de muertos en África y el calor político al que se somete de cuando en cuando occidente y Rusia, como un guiño a la Guerra Fría que no trajo sino muerte, tensión y destrucción en pueblos inocentes.

Para este 2016 tengo pocos proyectos, pero muchas ganas de concretarlos: contar por fin con mi propio espacio de vida (llámese apartamento o casa) que me hagan convertir en dueño de mi vida y mi destino. También un par de ideas laborales que espero ejecutar, así como mi ansiada comunidad de adultos jóvenes, la cual tramito con complicidad del padre Álvaro Sáenz en Heredia y un grupo de amigos… esto hace rato me es necesario.

María Paula conociendo a Mateo. Ser tío es muy chiva
Que venga el 2016. Que siga siendo lindo ser tío de una bella enana de ya casi dos años y un recién nacido que me revelará las maravillas de jugar con un varoncito, poco a poco. Disfrutar a mis papás y sacarlos a pasear más aún de lo que lo hice en el 2015, ser de utilidad para mis hermanos, fortalecer mis vínculos familiares, sentirme aún más pleno en el trabajo y continuar la lucha por seguir unido a Dios. Y obvio, salud. Del resto no necesito más. Sí me queda claro, especialmente del susto vivido con mi papá, que la vida se va rápido, que debemos aprovechar a quienes tenemos al lado, para que no sea la muerte la que nos haga caer en cuenta de que lo esencial en la vida es invisible a los ojos del hombre, como dice “El Principito” (película que recomiendo): el amor, palabra que el mundo ha tachado de cursi y obsoleta, pero que nos confronta con lo básico de nuestra existencia, porque si de algo estoy seguro es que fuimos hechos para amar… y mientras no lo hagamos, seguiremos por la vida insatisfechos y vacíos. Es decir, miserables.

Aquí les dejo “Qué rápido”. Piezón de Martín Valverde que habla justamente de eso. Aprovechen su tiempo y el de la gente que los quiere. Nunca se sabe cuándo será muy tarde.


Feliz 2016.