“Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego”.
Mahatma Gandhi.
Primero, lo primero. Qué horrible es la
muerte cuando se provoca. Qué pena que el ser humano siga creyendo en ella como
objeto de solución de conflictos. La muerte (y su cultura) perfectamente pueden
llevar a la extinción de la especie humana. Nos lo tomamos muy poco en serio
porque nunca ha sucedido, aunque sabemos bien que el peligro se cierne en
nuestras cabezas como especie, desde la época de la Guerra Fría.
Mahatma Gandhi, precursor de la emancipación no violenta. |
El mundo afronta ahora (y desde hace
decenios) el terror del fanatismo. Cuando se entra en el tema del extremismo o
ultraortodoxismo – llámele usted como guste llamarle – la razón abandona al ser
humano y, como resultado, este solo puede reaccionar haciendo o diciendo
estupideces. ESE es el problema real de quienes no admiten una ideología,
preferencia o fe diferente de las que siguen. Ojo, no es un tema exclusivo de
la religión (como algunos paranoicos – resentidos han querido sugerir), está
presente en las creencias trascendentales, pero bien sabemos de violencia
alrededor de temas políticos y hasta futbolísticos. En realidad no se trata de
que la religión provoque la violencia en el ser humano, sino que es el propio
ser humano el que, desde su ansia de poder y de imponer, muestra con insultos,
golpes o balas lo que no puede con argumentos. Así de sencillo.
Me tomó rato tocar el tema #CharlieHebdo
por varias cosas. Empezando porque tenía que hacer mi mejor esfuerzo por
entender el contexto y lo que significa este tipo de publicaciones satíricas
para la sociedad francesa, la cual conozco bien, aunque no la entienda por
completo. Quienes me conocen, saben que la verdadera razón por la cual elegí ir
a Francia a hacer mi maestría en periodismo fue por la admiración que le tengo desde
mi juventud al su capacidad de hacer prensa. Suele ser profesional, mordaz,
seria… con una capacidad de autocrítica enorme, incluso sobre los propios objetivos
e intereses de su línea editorial. Pero también, como en todo en este mundo,
hay excepciones.
La primera vez que logré ver un dibujo
provocativo de Charlie Hebdo (o al menos que me diera cuenta) fue en el 2010,
despuecito de la gira que hizo Benedicto XVI a África, en la que avalaba los
condones para enfermos de sida. El dibujo es el que aparece junto a este texto.
Obviamente me escandalicé de ver que un medio de comunicación, que normalmente
debe tener la labor de formar opinión pública con argumentos serios, hiciera
mofa de la Eucaristía reemplazándola por un condón. Claro, inexistente era la
posibilidad de que fuera a conseguirme un arma automática y comenzara a volar
bala en las instalaciones del periódico. Pero me dolió. Sentí que había una
clara apología al irrespeto, a la burla burda (homónimas), a la desinformación,
a la legitimación de un mensaje artero, que ni siquiera tenía por fin la
crítica a un líder espiritual: se trataba de una ofensa contra lo que yo y más
de mil millones de personas creemos: que en la Eucaristía se encuentra Dios.
Tengo muy claro que no estamos obligando a nadie a creerlo, esos tiempos
pasaron hace mucho, por dicha. Pero también tengo claro que el tema del
“respete para que lo respeten” que alguna vez me enseñaron sabiamente mis
padres desde pequeño para tener una sana convivencia social, estaba quedando
relegado en el país de “la fraternité”.
¿Justifica cualquier dibujo, por ofensivo,
grotesco, vulgar, asqueroso que sea, una sola gota de sangre humana?
No.
¿Provoca la burla y el irrespeto la
aparición de la violencia? ¿Engendra la violencia más violencia?
Sí.
¿Es eso una justificación?
De nuevo, no. Es una posible reacción, no
una justificación argumentativa.
Quedemos de acuerdo: agarremos el tema de
los atentados contra el personal de Charlie Hebdo, condenémoslo y cerremos la
discusión sobre este punto, porque aquí todos estamos claros que no hay
negociación, y más aún, que contra el fundamentalismo que no está dispuesto a
negociar lo único que queda es volar bala, por la defensa de inocentes que no
tienen por qué pagar la estupidez de otros. ¿Estamos?
Jesús defendiendo a la adúltera de ser apedreada. |
Muy bien, ahora vamos con lo otro. De lo
“poco bueno” que ha quedado en esa horrenda masacre es la discusión posterior
de libertad de expresión y… ¿Sus límites? Y detengamos todo aquí para
cuestionar un punto de relevancia jurídico – filosófico que siempre, o al menos
hasta ahora, he tenido claro: no hay una sola libertad que tenga aplicaciónirrestricta. Así es en el derecho internacional y por supuesto en nuestra Constitución Política (ver artículos 28 y 29) y para todo suele haber
límites, aunque hay que reconocer que el de la libertad de expresión ha venido
primando por encima de los demás, bajo la premisa de que sin su garantía la
democracia no puede existir. El caso más reciente que recuerdo en Costa Rica
fue el de Rodríguez Baldí vs Chinchilla, cuyo fallo favoreció al empresario que acusó a
la expresidenta con un argumento falso. Chinchilla no logró la condena de Rodríguez Baldí
porque los jueces estimaron que su cargo debía soportar cuestionamientos más fuertes que el resto de mortales.
Volvamos al tema y analicemos esto
detenidamente. Dicen los defensores a ultranza de las ofensas en los dibujos de
Charlie Hebdo que eso es libertad de expresión… y me parece que están haciendo
una mezcla con la libertad de prensa, conceptos hermanos pero no iguales. La
libertad de expresión tiene que ver con lo que cualquier persona quiera decir,
por el medio que desee… mientras el de prensa, está relacionado con un
compromiso social en el que la información forma opinión, como expliqué arriba,
por lo cual es más que delicado el transmitir información falsa o llena de
conceptos peyorativos o estereotipados.
Es curioso que el derecho que tutela la
libertad de credo en Declaración Universal de los Derechos Humanos se encuentre
justo antes del artículo que hace lo propio con la libertad de expresión.
Veamos:
Artículo
18
Toda
persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión;
este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como
la libertad de manifestar su religión
o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado,
por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo
19
Todo
individuo tiene derecho a la libertad de
opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar
y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier
medio de expresión.
Vamos uno por uno, despacio. Grata sorpresa
me llevo al encontrarme ese Artículo 18. Atención: no solo protege la libertad
de religión, sino también la de pensamiento y la de conciencia. Es decir,
equivale para toda aquella persona que razone. Hasta ahí, muy bien. PERO hay un
plus en cuanto a la religión. Y dice muy claramente que se protege la libertad
de manifestar su creencia, aún en público, aún en la práctica, el culto y la
observancia.
"Sí a los portales en sitios
públicos", con un "Niño
Jesús" pintado en el fondo
de un orinal.
|
¿Sabía usted que en Francia es prohibido lacolocación de cualquier elemento religioso en oficinas o sitios públicos,
especialmente en los centros educativos? ¿Soy yo cerrado de cabeza o no va eso
en contra del derecho humano de la libertad religiosa, contenido en el artículo
18? Además me pregunto, si lo que se quiere es evitar que símbolos de fe ofendan a miembros de otras religiones: ¿cómo rayos me ofende a mí un "pasito", una estatua de Buda, de Krishna o un texto del Corán? ¿Se protege a las otras religiones o más bien se busca la defensa del Estado laicicista? Ojo, no estoy diciendo que tenga que haber solo UN motivo religioso que
predomine… sino que CUALQUIER símbolo de fe, de cualquier creencia, está fuera
de la ley. Y a partir de ahí, poco a poco, uno va a descubriendo que en Francia
la religión ha quedado relegada totalmente al ámbito privado, bajo el principio
de la “laicidad” que basa en la prohibición de credos públicos la libertad
confesional del resto. En otras palabras, como si la libertad fuera un tema respetar
al otro coartando a los demás la capacidad de externar pacífica y
respetuosamente sus credos religiosos, dejando en el olvido la palabra
tolerancia.
La laicidad francesa no es lo mismo (al
menos en el papel) que el laicicismo, verdadera práctica ejecutada tanto en ese
país como en buena parte de las naciones europeas. ¿Su diferencia? La laicidad
dice que el Estado no debe tener religión oficial, pues no es una persona como
tal (la religión queda para los seres humanos, no para la organización de la
República). Hasta ahí todo normal. El problema es cuando esto desemboca en el
laicicismo, que lo que busca es negar la existencia de cualquier Dios en la
esfera pública, tolerando la práctica religiosa a lo interno de templos,
sinagogas, mezquitas o edificio donde se congregue un grupo de cualquier
denominación. Pero nada de religión en escuelas, colegios, edificios públicos,
empresas… nada de manifestaciones religiosas públicas como procesiones, actos
festivos, entre otros (aunque la Navidad sí se permite… sin duda es un
excelente incentivo para el comercio y los franceses son además felices yéndose
de vacaciones en los feriados católicos, pero ese es otro tema…).
La laicidad en Francia se explica desde el
hartazgo histórico de un pueblo que siempre vinculó a la Iglesia con la
monarquía. Una Iglesia que desde todo punto de vista abusó de su poder y tuvo
un concubinato escandaloso con el Estado, representado por un rey. Esto provocó
que, en Francia, desde inicios del Siglo XVIII (el de “las luces”), un tal
Voltaire, un dichoso Montesquieu y un fulano llamado Rousseau fundaran lasbases del humanismo moderno, que la propia Iglesia contemporánea agradece.
Aquellos hombres centraron la razón en el ser humano y desecharon cualquier
influencia divina. Siguiendo, en 1789 surge la Revolución Francesa y la Iglesia paga caro el descontento social por no cumplir su misión y es seriamente
atacada por este movimiento que funda las bases del Estado moderno.
Aunque el descontento aquel no logró
eliminar la religión del alma del pueblo, sí lo mermó. Y es siglo y medio
después, en el famoso mayo de 1968, cuando la revolución sexual y filosófica
anti gubernamental estalla en París y toda una sociedad pierde el pudor.
Nuevamente, la Iglesia es atacada por ciertos pensamientos que podríamos
convenir, retrógrados, y queda alejada de la dinámica social. Y así ha seguido
su debacle hasta nuestros días.
Dibujo artístico de Mahoma, sacado de "Biografías y vidas". |
¿Por qué es importante explicar esto?
Porque es a partir de ahí que se entiende ese rechazo histórico de buena parte
de la sociedad francesa hacia la Iglesia y todo lo que huela a Dios. No se
trata de que todo el mundo se puso de acuerdo para soportar (y una parte, hasta
para comprar) los dibujos de Charlie Hebdo. Se trata de un proceso histórico de
liberalización que ahora choca con un movimiento islámico fanático, con los
resultados tan lamentables que ya conocemos.
Cuando aparecen este tipo de dibujos
satíricos también hay que hacer otra aclaración: no se trata de un periódico
“antirreligioso”, sino de un periódico que se burla y hace mofa de todo lo
relacionado con autoridad y más allá… con todo lo que tiene que ver con
instituciones que gozan de algún tipo de legitimidad jerárquica.
Ahora bien, pasemos al tema de la libertad
de expresión como garante de la capacidad que tenemos las personas de decir,
cuestionar, hacer mofa, etc. ¿Es esto “malo”? y ahí entramos en el ámbito de lo
que puede ser subjetivo… aunque en el fondo, creo que no lo es tanto. ¿Cuál es
la diferencia entre una risa, una broma y una burla cruel que termina siendo
ofensa? Me parece que la respuesta está en el fondo y no en la forma. Una
crítica mordaz se hace con el afán de cambiar una actitud o una realidad que no
ayuda al beneficio del ser humano, de la sociedad, de una nación. Una crítica
puede ser considerada “destructiva”, pero en el fondo ocultar una voluntad de
cambio. No obstante, una ofensa siempre tendrá por objeto dañar, humillar,
desprestigiar o hacer sentir mal al otro, sin ningún tipo de voluntad de
cambio. En otras palabras, cuando uno quiere “madrear” a alguien, no quiere que
esta persona reaccione de una manera diferente, uno solo quiere hacerle saber
que uno la desprecia.
Krishna. |
Teniendo claro esto: ¿no les parece falaz
decir que el subjetivismo prima al decidir cuándo una idea crítica se convierte
en una ofensa? Y peor aún, el argumento de decir que las ofensas en contra de
divinidades no son tales porque las divinidades, al no ser seres humanos (y
para algunos, no existir) las hace carentes de cualquier garantía que las
proteja… Madre mía, a ver si uno insultara el nombre o la memoria de un
familiar muerto de esa gente… seguramente recibiría, cuando menos, un madrazo,
o un puñetazo, como dijo el Papa. Pero va mucho más allá: no sé cuánto trabajo
cuesta entender que, si para una persona un comportamiento o una referencia
insultante es desagradable y sistemático, esta tiene toda la capacidad de
exigir que ese trato se detenga (a eso le llamamos acoso y ahí parece no haber
subjetivismo que valga). Entonces, ¿no puede una colectividad acudir al
argumento de un acoso social para exigir que se detenga un abuso que le ofende?
Por supuesto que puede, para eso están los tribunales competentes y eso es algo
que los extremistas yijadistas nunca van a comprenden, que en las sociedades
modernas las cosas se dirimen en los tribunales y no a punta de balas.
No obstante, tampoco quiero que se crea que
aquí estoy haciendo una defensa a ultranza contra cualquier tipo de crítica a
la Iglesia o a quienes la conformamos. Está muy claro que la crítica hace
avanzar a la persona o al ser humano cuando tiene argumentos de debate
(examínenlo todo, quédense con lo bueno, decía San Pablo). La sátira, sana y
venenosa, es un derecho de expresión del pueblo cuando este quiere hacerle
notar a sus gobernantes que no están conformes con actitudes, costumbres o
estilos al gobernar. Y no soy yo el que se va a escandalizar por eso, siendo
para mí la libertad de expresión un principio indispensable en la vida
democrática. ¿Quién más que yo, principalmente en Twitter, suele decir “casi
siempre” lo que quiero”? Quienes me conocen lo saben perfectamente, me cuesta
quedarme callado cuando algo no me gusta o no me parece bien. Pero aunque puedo
llegar a ser sarcástico, me niego y me traicionaría a mí mismo si esa crítica
se transforma en insulto personal, a tal punto que cuando en una discusión he
recibido una ofensa directa, que no es un argumento sino un descalificativo
artero, detengo la discusión y me voy, porque me doy cuenta que con esa persona
no es posible dialogar. Es lo que futbolísticamente hace la diferencia entre
una entrada fuerte, pero a la bola, y una entrada a la espinilla, cuyo objetivo
es quebrar al rival. No hay dónde perderse.
Hay gente dentro de la Iglesia (y en todas
las religiones supongo que es igual) que consideran que no se deben hacer
críticas contra las altas autoridades eclesiásticas porque constituye una
“falta de respeto a su investidura”. Y tampoco. Yo creo que todo ser humano,
por supuesto incluyendo al Papa, tiene derecho a equivocarse y está bien que lo
haga, es nuestra naturaleza, somos débiles. La crítica, cuando esta es
inteligente, por más ácida y negra que sea, debe permitir en el fondo de la
conciencia un análisis y una reacción, aunque sea para buscar argumentos que
permitan crear una defensa dialéctica, conocida como antítesis. Es necesario,
indispensable entonces para el avance del género humano que se señalen los
errores de la forma que corresponda: risas, chistes, gritos, manifestaciones…
pero sin pasar al acoso, a las armas o a la destrucción.
Voy cerrando esta reflexión:
¿Cuál es, en el fondo, el objetivo de
ofender una divinidad en la que usted no cree?
¿Qué logra con ello?
¿Convencer al creyente de que usted tiene
la razón?
¿Sentirse mucho más inteligente o evolucionado?
¿Expresar públicamente que usted es muy
“carga” por jugar de rebelde y no tener “dios”?
Si realmente cree que una de sus respuestas
está contenida en las interrogantes anteriores, déjeme decirle que usted se
autoengaña. Nada de eso va a lograr. Lo que sí puede conseguir es el desprecio,
ser ignorado, cuando mucho insultado de vuelta y, si topa contra un extremista
religioso, sí, incluso la muerte, la misma muerte que han logrado hinchas de
equipos de futbol por insultar a otro fanático.
San Francisco de Asís. |
¡Qué fácil es culpar a Dios y a la religión
por todos los males del mundo! ¡Qué sencillo decir “mejor las religiones no
existieran”, como si fueran ellas en sí mismas portadoras de mensajes de
destrucción y división! Tan fácil que es para cualquier persona que sepa leer,
tomar la Biblia o el Corán y buscar un mensaje de odio y muerte ahí adentro… a
ver si lo encuentra.
Hay gente a la que se le olvida que el
Siglo XX estuvo plagado de guerras, dos de ellas mundiales, y en ninguna tuvo
que ver la religión. Fueron ambiciones políticas y económicas, sin olvidar la
estupidez del nazismo de “sentirse superior” las que provocaron la muerte a
millones de personas. Pero un momento: ¿no nacieron estos conflictos por gente
que, precisamente, quería que “todos pensaran como ellos” (o sea, ideológicos)?
Me asusta hablar con gente a la que considero inteligente decir este tipo de
sandeces. Y me asusta más su doble moral, su doble discurso, escucharlos
insistir en defender los derechos (de algunos) humanos pero estar decididos en
que la religión (y asumo que también quienes creemos en Algo que trasciende)
debe desaparecer de la historia humana, para dar paso, asumo, a una raza
mejorada (algo como lo que planteaba el malote de Hitler pero no en raza sino
en ideología). En otras palabras, la libertad de expresión y de pensamiento al
carajo. Bienvenida la dictadura del yo.
¿No vivimos acaso en una sociedad
occidental que se jacta de su diversidad y el respeto a quienes no piensan “como
yo”? ¿No pasamos criticando, quienes nos decimos demócratas, a los regímenes
que callan a sus opositores a punta de metralla o coerciones? ¿Qué acaso no
está de moda defender a los estudiantes del bullying, del acoso, como si las
ideas y las creencias de la gente no pudieran ser también víctimas de ese desprestigio
sistemático? Entonces, perdónenme la expresión tan fuerte: por qué putas no
somos más coherentes y aplicamos esos principios que tanto cacareamos para
todos los ámbitos sociales y nos decidimos como sociedad y civilización a
respetar lo que el otro diga, crea o piense, aunque no concuerde y vaya en
contra de lo que yo considero mejor. ¿O será que el legado de Voltaire aplica
solo cuando se puede usar a mi favor, pero no cuando el otro opina?
En la diversidad está el gusto y es ahí
donde tanto la libertad de expresión como la libertad religiosa confluyen en
una misma armazón. Si todos podemos hablar tranquilamente de lo que creemos,
sin temor a ser ofendidos pero también sin ofender, crearíamos una cosmovisión
mucho más sana, respetuosa y que posiblemente nos lleve a un serio y
transformador avance, en el que el ser humano se vea de igual a igual, ya sin
prejuicios ni fobias. Pero mientras que resolvamos nuestros diferendos con
balas, odio y a la violencia, con mensajes que contengan un poco de los
elementos anteriores, o haciendo callar al otro, estaremos creando una espiral
de ataques que ya cobra la vida de varias personas en Europa y que, me temo,
solo está comenzando.
Una pregunta que formuló un tuitero un día
de estos: ¿defenderían muchos de estos grupos la libertad de expresión de la
revista si se tratara de mensajes homofóbicos, misóginos, destructores de la
naturaleza o del maltrato animal? Yo creo que no. Todo lo contrario, me parece
que ahí sí demandarían el término inmediato de la difusión de esos mensajes.
Algo de esto nos falta mucho a los cristianos en general, como lo señala el cantautor peruano Luis Enrique Ascoy en su blog.
Buda. Puse una figura o divinidad interreligiosa como signo
de respeto hacia las diferentes religiones, pues al final todas
expresan bondad.
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Y es por todo lo anterior que yo defiendo
la imperiosa necesidad de que Charlie Hebdo siga existiendo. Porque es
necesario que el ser humano se exprese y critique. Porque como decía el buen
Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu
derecho a expresarlo”, aunque, por otro lado, yo no creo que nadie tenga el
“derecho” de insultar una creencia o una ideología, por más contraria que sea a
la mía (lo cual además, es absurdo, pues con un insulto no se va a lograr su
desprestigio per se o su desaparición)… y estoy casi seguro que don François
Marie Arouet tampoco defendería ese abuso. Cuando el ser humano abusa, aunque
sea de algo que a priori tiene un fin noble, como la religión y la expresión,
las cosas terminan mal. En este último caso tendría que decir: je ne suis ni
catholique extremiste ni Charlie Hebdo.
Concluyo con el título que elegí para este
artículo. ¿La libertad? La defendemos. Pero una libertad que no va acompañada
de un verdadero principio de igualdad ante las leyes y ante la sociedad, no
puede ser considerada como tal… y mucho menos, cuando la fraternidad, esa que
nos recetaron los franceses desde su revolución, la misma de la que habló
Jesús, Mahoma, Buda y saber cuántos más, queda atropellada cuando en lugar de
buscar un diálogo y un entendimiento, lo que llueve son las ofensas, o peor
aún, los disparos.
La fraternidad se basa en ver al otro como
“hermano”, de ponerme en sus zapatos, de entenderlo desde sus orígenes. No hay
nada de fraterno en matar a nadie, pero tampoco lo hay en burlarse
despectivamente de su integridad, de lo que piensa, lo que cree o lo que
aspira. La Real Academia Española la define muy bien: “Amistad o afecto entre
hermanos o entre quienes se tratan como tales”. Y eso es lo que hace falta para
terminar con los extremismos o con los “odios odiosos”: tratarnos como
hermanos.
Si usted está de acuerdo con lo que yo
escribí, fenomenal. Si no, no se preocupe, puede usted diferir con la
tranquilidad de que no voy a ir a buscarlo para dispararle. Y como dice mi blog
desde siempre, si va a debatir, que sea con argumentos, no con ofensas. Estas
últimas solo indicarían que usted no puede pensar, solo provocar lástima. ¡Viva
la democracia, vivan la libertad, la igualdad y la fraternidad!
1 comentario:
Esta profundo tu análisis Pablo, bien aclarador de muchas cosas. Bueno, solo que, como no creyente, veo la situación un poco diferente. A mi si me parece, que a pesar de los dos terribles guerras del siglo recién pasado, las guerras religiosas son las que mas han causado sufrimiento al ser humano, desde los inicios mismos de la civilización y principalmente entre las tres grandes religiones monoteístas. Soy muy aficionado a leer historia y he visto como los humanos se matan por imponer o defender sus creencias religiosas. Un saludo.
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