Lo que pasó ayer en Cartago fue una de
esas imágenes de vida que quedarán guardadas para siempre en mi
disco duro mental. Me dio curioisidad y me fui con dos amigos más desde Alajuela a ver
el partido de la final donde había que verlo, no en el Rosabal
Cordero, sino en el “Fello” Meza.
La ventaja de dos goles daba para
pensar que el equipo con la mejor defensa del torneo iba por fin,
después de 73 años, a volver a saborear un campeonato. La
celebración iba a ser épica. Cartago se iba a caer.
Dejé el carro en la casa de un amigo
del trabajo y nos fuimos para el estadio, donde las pantallas
gigantes, la música de Percance y el calor de la gente hacía contraste con la oscuridad y
las brumas que predominaban en el cielo de la antigua capital. Desde
una hora antes el ambiente era de fiesta. Los aficionados estaban
listos para celebrar algo inédito para prácticamente todos: un
torneo que se quedaba en sus vitrinas.
Me tocó sentarme a la par de un
chavalillo joven, quizá tenía unos 18 – 19 años, que estaba con
la que asumo era su novia. Flaquillo, buena gente. Desde que empezó
el partido pude percibir su nerviosismo y que ponía atención a mis
poco doctos comentarios sobre el partido.
La estúpida expulsión de Villalobos
Chang en el primer tiempo fue más sombrío que la neblina y el
viento que hacía a las 9 de la noche. El chiquillo se tapó la cara,
como presagiando que, una vez más, los cartagos serían testigos de
una celebración ajena.
En el medio tiempo le hablé, le dije
que no perdiera la fe, que es en momentos como esos cuando los
verdaderos hombres salen a relucir y que estaba seguro (aunque no lo
estaba) que Cartago podía aguantar medio tiempo sin recibir un gol.
Y lo “maté” diciéndole: “yo soy de Alajuela y liguista y le
aseguro que en este momento todo el país excepto los heredianos los
estamos apoyando, ¡no se sienta solo!”.
Pero de poco me duró las ínfulas con
la caída del segundo gol al puro inicio del segundo tiempo, y ahí sí, el sufrimiento para los dos.
Obvio el mío no se comparaba con el de él. Yo quería que
Cartaginés fuera campeón pero más por lástima que por otra cosa.
Él lo anhelaba porque es aficionado de un club que celebró sus tres
campeonatos cuando aún el Siglo XX era joven y que, por lo tanto,
solo recuerda glorias pasadas, glorias nunca vividas.
En fin, con el tercer gol de Heredia
las cosas ya eran desesperantemente tristes. Cartago no reaccionaba y
mi nuevo compita estaba más que compungido. Sin embargo no hizo las
de muchos otros, que sin terminar siquiera el primer tiempo extra
estaban dejando las graderías del estadio.
Y de pronto, ese sufrimiento tuvo su
premio: Moreira regaló un gol a la afición de la vieja metrópoli
y, por un momento, los cartagos se sintieron campeones. Celebré el
gol con el chiquillo y le dije “ve, por eso no hay que perder la
fe”, y él no me dijo nada, pero con el brillo de sus ojos y su
sonrisa tímida me lo dijo todo. No hicieron falta las palabras.
¿Qué importa ya si en penales no
ganaban? Por lo menos quedaba la satisfacción que la serie
quedaría empatada y que pudieron celebrar un gol. Hasta que por fin
llegaron los tiros libres desde el punto blanco y ahí sí, toda
esperanza murió.
Me volví y le dije “no hay por qué
bajar la cabeza, ustedes hicieron un excelente campeonato, lo
importante ahora es que los jugadores y todo el mundo aquí crea en
que se pueden lograr las cosas”. Él nada más me dijo un "gracias" con cara de resignación y una sonrisa medio forzada, pero al final
de cuentas, también de medio consuelo.
Pero sin duda, la lección me la dio la afición. Cuando iba a recoger el carro
para regresar a Alajuela, más temprano de lo previsto, pensé que iba
a ser fácil salir de Cartago porque nadie iba a celebrar. Error.
Ellos salieron con sus banderas y pitos, hubo gente en media calle
gritando el ya conocido “Vive, Vive”. Dejar la ciudad fue
complicado por las presas pero también por la euforia de la gente.
La frase de cierre me la gritó un chavalo que iba manejando un 4x4 a
la par mía, como si él hubiera adivinado que nosotros no teníamos
vela en el entierro: “¡esa es la diferencia de nuestra afición a
la del resto, nosotros no necesitamos ser campeones para celebrar,
esto va más allá de quedar primeros. Celebramos el esfuerzo y las
ganas, por eso somos lo que somos, somos cartagos!”.
Al final, sí. La moraleja de la noche
fue exactamente esa. En un mundo acostumbrado a que el éxito se lo
deja solo aquél que llega primero, solo el que triunfa, solo el que
pasa por encima del resto, la afición brumosa ayer me dejó una
lección escrita en azul: el esfuerzo, el mérito, también deben
celebrarse aunque al final las cosas no salieran como estaban
previstas. Porque la diferencia entre los fieles del cartaginés y de
los otros equipos es muy clara (incluyan obviamente a La Liga): ellos
no necesitan de resultados para amar a su institución. Es un cariño
desinteresado. Una lección grande, sin duda, para una sociedad tan
ansiosa de premios, méritos y condecoraciones. Porque para ellos,
independientemente de la posición en la tabla, Cartaguito siempre
será campeón.
5 comentarios:
Una gran lección que me transmitiste
Ni un Cartago lo podría describir mejor... ASI SE VIVIO ESTA FIESTA DE FUTBOL EN DONDE TODOS LOS SEGUIDORES DE OTROS EQUIPOS SE UNIERON E HICIERON MAS GRANDE Y SIMBOLICA NUESTRA CELEBRACION. GRACIAS DE CORAZON POR ESTA NOTA... BIENVENIDO A CARTAGO LAS VECES QUE GUSTE!
Muchas gracias por este lindo comentario, nos ayuda mucho, pues quizá en estos momentos no nos salen muchas palabras. Pero de lo que si estamos seguros es de que seguiremos queriendo a nuestro querido equipo Cartaginés en las buenas y en la malas. Sea bienvenido a nuestra provincia siempre.
Que buen comentario. Lo que ningún periódico o televisora logró mostrarlos, vos lo hicisteis muy bien
Saludos
Jclinares
Me alegra mucho que a todos les haya gustado. Casi nunca escribo nada solo sobre futbol, pero el sentimiento que me transmitió la afición cartaginesa el sábado era digno de un post. Gracias por los mensajes de bienvenida a Cartago, trataré de ir más a menudo.
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