“Un pueblo que no recuerda de dónde
viene, no puede saber a dónde va”.
Me es difícil olvidar aquellas
imágenes de ese 30 de setiembre... el Paseo Colón repleto de gente
de diferentes partes del país, con distintas clases sociales,
creencias, valores, niveles educativos, formación profesional o
laboral... pero todos cobijados bajo una premisa: darlo todo por el
país. Aquella mañana – tarde de domingo, muchos fuimos
ilusionados con la posibilidad de un cambio (o del inicio de uno por
lo menos), más que con un triunfo para una generación opuesta al neoliberalismo y al chorizo, que solo ha sabido de derrotas.
“Lo que hace el avestruz” era la
canción que más había coreado la última semana. Tanto así, que
luego le haría un video (uno de los muchos que salieron). Las
encuestas nos parecían favorecer... hasta que pasó lo que todos
sabemos que pasó: el fraude mediático más las presiones internas y
externas inclinaron la balanza.
Cinco años después yo me pregunto lo
mismo que muchos: ¿dónde están las motos BMW y los carros Mercedes Benz que tanto prometió
Arias, el Malinche nacional del Siglo XXI, a los pobres ilusos y
crédulos trabajadores de empresas y plantaciones? ¿Dónde, aquellas
maravillosas generaciones de empleo, las exportaciones en masa a los
Estados Unidos y, sobre todo, el crecimiento económico imparable
prometido? ¿Y dónde el pueblo que se escandalizó por el detestable memorandum que contenía toda la estrategia del miedo, de la extorsión y de la traición a la patria?
El TLC firmado con el norte realmente
no nos benefició. Aunque para ser sincero, aún no ha tenido tampoco
los efectos tan catastróficos que me temía... aún. Tal vez porque aún
no llega a su aplicación total o porque no estoy lo suficientemente
informado de lo mal que lo pueden estar los campesinos cuyos
productos están compitiendo con los que nos vienen desde los estados
gringos... por nombrar solo un sector que puede estar siendo
afectado. En fin, quizá el efecto más nocivo del tratado fue la dispersión de una red opositora que ahora ni se oye ni se ve.
Pero más allá de las anteriores
preguntas, yo me interrogo: ¿dónde está ese 48,3% que dijo NO? ¿se
esfumó? ¿Habrá votado por Laura en el 2010 traicionando todo ideal
planteado? Y más aún: ¿existirá alguien en el mediano o largo
plazo con el liderazgo o capacidad suficiente para aglutinarlo, luego
de haberse fraccionado y vuelto a fraccionar el país en discusiones
de otra índole como plan fiscal, fecundación in vitro, sociedades
de convivencia, y otros temas que han resultado polémicos para la
opinión pública?
“Supérelo mae”, dirán algunos.
No, yo no lo supero. Varias razones tengo: la primera, es que aquella
noche del 7 de octubre del 2007, cuando con lágrimas vivas redactaba
la Carta a don Juanito sentía que perdía la ilusión por un país
que simplemente no existía y que no iba a existir nunca. El tiempo
simplemente me ha reforzado esa postura. Esa noche despejada y húmeda
y los otros tres días de aguaceros tenues sin pausa me hacían
sentir que el sueño que perseguía había desaparecido y que no
vería tal vez otra oportunidad para que el pueblo anhelara con tanta
intensidad un cambio.
Tampoco me es fácil olvidarlo porque
de esos cinco años, tres estuve afuera. Y de una forma u otra, mi
estadía en Francia “pausó” mi tiempo en el país. Los recuerdos
están ahí, frescos... y dolorosos. Y duele más cuando constato que
las cosas han cambiado. Para mal.
Así lo confirmo además al ver que
estamos ya dentro de una campaña política donde la consigna (mía
al menos) será, tristemente, elegir al candidato literalmente menos
nocivo para llevar las riendas del país, percibir un Liberación
Nacional que desterró cualquier ideal socialdemócrata y se ha
convertido en un albergue de corrupción e impunidad. Un PAC, partido
en el que alguna vez creí, que se desmiembra, se desune, se
resquebraja sin ningún tipo de ideología común, y lo peor de todo,
con gente a lo interno de intereses muy lejanos a los que lo
conformaron. El Movimiento Libertario, que nunca fue opción, cayendo
en los mismos errores que el PLN y traicionando con actos turbios al
menos una ideología, que aunque lejana para mí, pudo ser
respetable. El Frente Amplio, siempre combativo... pero siempre
extremista. Y el PASE, que bueno... ¿qué es el PASE?
La Costa Rica de don Juanito y don
Braulio no la veo por ningún lado. El país que en el siglo XX
armaron entre los Calderón, Mora, Sanabria, Figueres, Oduber y
Orlich, por citar algunos grandes apellidos, pasó sus tiempos de oro
y gloria. Me duele decirlo, pero creo que me tocó (nos tocó) vivir
la peor época desde que nos separamos de España. El gobierno dirá
que las estadísticas, las finanzas y los números macroeconómicos
están bien. ¿Pero qué carajos importa eso si el pobre es más
pobre y el rico más rico, si la miseria no cede y si la gente se las
ve cada vez más “a palitos” para llegar a fin de mes?
La Caja en quiebra técnica, mi
generación con la utopía de una pensión decente, el ICE
bombardeado por doquier, empresas que llegan solo a dejar empleo de
migajas, tierras que se venden en las costas por cifras ridículas a
extranjeros, minas a cielo abierto de intereses espúreos y un camino
de lastre mal manejado, mal administrado y peor controlado que solo
sirvió para enriquecer a unos pocos con complicidades aún por
comprobar.
Sí señores, tengo motivos de sobra
para pensar que vamos de bajada como país aunque en lo individual
pueda irme no tan mal. El espíritu de aquel 7 de octubre sigue
enlutando mi amor por una Costa Rica en la que ya dejé de creer. El
duelo de la Patria en mi alma de sentir que los valores nacionales
que se me inculcaron desde la familia y escuela ha reemplazado la
alegría que me producía escuchar el Himno al 15 de setiembre, cuya
hermosa letra no saldrá nunca de los emocionalismos que suele
contentar al pueblo.
Un berrinche, un berreo, un grito en la
soledad, en la oscuridad... sí, tal vez lo sea. Y la resignación de
tener que vivir en un país así, porque a mi familia no le queda de
otra. Costa Rica sigue dormida, aunque yo creo que ya está muerta.