Acabo de ver Spotlight y durante toda la
película resonó en mi cabeza esta cita bíblica:
“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya
escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al
cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a
uno de estos pequeños”. Lucas 17,1-2
Es como si Jesús mismo, con una frase a todas luces
hiperbólica pero enfatizando el asco que tales escándalos le producirían, nos
hubiera advertido de todo esto 2 mil años atrás. El Maestro sabía perfectamente
de la debilidad humana, de la corrupción y del poder del pecado… y por eso
mismo hizo esta advertencia, justamente dirigida a aquellos que “escandalicen”
(ni siquiera hace falta mencionar la palabra “abusen”) a estos pequeños. Basta
con "provocar un sobresalto" para que la advertencia quede en firme.
Soy católico practicante. Soy periodista, también
practicante. Soy un amante a profundidad del periodismo de investigación.
Alguna vez lo practiqué y la adrenalina que se siente cuando uno tiene un caso
donde se vincula a alguien con algo puede ser mayor a la de cualquier montaña
rusa. Por eso en Spotlight me sentí identificado, golpeado y sumergido por todo
lado.
Como católico tengo que dar gracias a Dios de que una película
así viera la luz, porque es la primera vez que la versión de los abusados llega
a mis manos. Hasta ahora solo había escuchado de las acusaciones contra curas y
obispos que habían ocultado grandes escándalos, pero nunca, jamás, oí la
versión de alguien que sufriera uno de esos abusos.
Claro que duele. Duele que, como ha dicho el papa Francisco
en múltiples ocasiones, aquellos que fueron asignados por Dios para ser
cuidados, hayan sido violentados, subyugados, aprovechándose de una situación
de poder para ser marcados para toda la vida.
Hay una frase en la película del tipo que se encarga de
reunir a las familias de los "sobrevivientes" (las personas abusadas) que me pareció avasalladora. Dice así:
"Es importante saber que cuando un sacerdote te abusa, el abuso no es solo físico, es también espiritual. Te está robando la fe".
Por eso es que no se puede concebir que haya gente dentro de
la Iglesia (y no hablo solo del clero) que proteja y esconda abusos sexuales,
menos aún si se trata de menores. La película deja claro que el perfil de las
principales víctimas se constituía por niños provenientes de familias de
escasos recursos de Boston. Los más débiles, los más vulnerables, los que
tenían menos voz fueron los más perjudicados. Todo ello no es solo
anticatólico, sino también anticristiano y principalmente antihumano.
No existe excusa de “pobrecito” o del “qué dirán” o de “la
imagen de la Iglesia” que justifique semejante atrocidad. ¿Que no solo entre
los curas hay pederastia? Cierto. Pero ese argumento no nos sirve para eximir
la responsabilidad de los presbíteros, que deben ser los primeros en dar el ejemplo del camino del amor según Dios. Menos aún si había todo un sistema para
ocultar a los responsables y que solo servía para que sus abusos continuaran en
otros sitios. De espanto.
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Foto del verdadero cardenal Law. Un tipo que debería
estar tras las rejas. |
Esto me da pie para otra reflexión que me venía a la mente y
en la que Spotlight hace hincapié a cada rato: ¿y el resto de la gente? ¿Qué? ¿Nadie vio o supo nada? Me conforta que en la película el obispo auxiliar de
Boston tuvo las agallas para denunciar el tema… pero parece que se quedó solo. ¿Y el resto? ¿Y la
feligresía? ¿Y esa práctica horrible de las familias de las víctimas de vender
su silencio, como si el abuso sexual pudiera convertirse en mercancía? (Aunque no los juzgo del todo, habría que estar en sus zapatos para sentir la presión ejercida desde la jerarquía). El
propio Boston Globe fue cómplice al no dar seguimiento a este caso en 1993 y el
filme así lo evidencia. Silencio por doquier.
Desgraciadamente, durante años, este modus operandi se mantuvo para proteger a pedófilos que nada tienen que ver con el mensaje del Evangelio y a la “buena imagen” de la Iglesia, sin saber o sin querer saber que ese silencio se transformaría en una bomba de tiempo. ¿Verdad que se le revuelve a uno la panza imaginándose si estas cosas sucedían con la misma o mayor frecuencia antes, a saber cuánto tiempo atrás?
Ahora, en esto cuidado, porque todos podríamos tener techo
de vidrio: ¿somos capaces de denunciar un hecho similar a este si está en
nuestro entorno, incluso cuando toque familiares, amigos o personas a las que
les tenemos cariño o respeto? ¿Es usted de los que llama a la policía si
escucha de agresiones en una familia, de los que denuncia la venta ilegal de
drogas, de los que se aparta e informa si existe alguna anomalía ética en su
lugar de trabajo? En otras palabras ¿promueve usted la honestidad, la
transparencia y la búsqueda de la verdad? Si en alguna de las preguntas
anteriores respondió “mmmmnnnoooo…” revísese antes de criticar, pues la
hipocresía que señala con el índice podría devolvérsele con tres dedos hacia
usted.
La película da datos que podrían ser alarmantes: 6% de curas
de Boston abusando de niños. Casi 250 acusados en total. Eso podría servir para
generalizar y decir que “en todos lados es lo mismo”. La verdad no me atrevería
a hacer semejante afirmación, máxime cuando yo tengo muchos amigos sacerdotes,
he estado a solas con ellos y lo más que he compartido son bromas y momentos
espirituales. Jamás he recibido de nadie proposición alguna que se pudiera
considerar como “indecorosa” o invitando a algún acto sexual. Gracias a Dios no
ha sido así. No puedo imaginar el golpe que hubiera significado para mi fe algo
similar. Los curas buenos son la gran mayoría.
Esta situación me duele principalmente por ellos. Porque son
gente de bien, muchos sin mayor lujo ni vida muy confortable. Algunos viven una
soledad terrible, pero se trata de gente que le ha creído a Dios, que se han
entregado a Él y que se exponen a críticas, señalamientos y chotas que hieren
su propio ser y existencia… y aún así no renuncian a hacer el bien y a guiar al
pueblo, misión para la que han sido llamados. Ellos no merecen ser
generalizados, así como un musulmán no merece ser tratado como terrorista solo
por la culpa de unos cuantos idiotas que ponen bombas en nombre de un dios que
ellos ni conocen.
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Escena de la película |
Muchas otras cosas más podría decir de la enseñanza que me ha dejado la película ganadora del Oscar de este año. A los católicos,
recordar que la Iglesia es de naturaleza pecadora, sin idolatrar ni poner personas en niveles que no les corresponde. No obstante, cuando estas faltas sobrepasan
la barrera de lo legal, se convierten en delitos que deben ser juzgados en los tribunales competentes. Que los curas no son ángeles ni extraterrestres, son gente
sujeta a equivocarse y a cometer barbaridades como cualquier otro ser humano
(aunque claro, uno quisiera que estas cosas jamás pasaran con elegidos por
Cristo para consagrar su vida), por lo que es hora de bajarlos del pedestal y
ponerlos en el piso como lo que son, hombres con defectos y virtudes,
pecadores como yo. Y orar por ellos, pero en ningún caso alcahuetearlos.
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Actores y director de Spotlight tras recibir el Oscar. |
Desde Benedicto XVI, quien tomó la decisión de levantarle el
fuero a muchos curas, la Iglesia ha venido permitiendo que cientos de ellos
sean juzgados y entregados a las autoridades, como corresponde. Con Francisco
esa búsqueda se ha endurecido aún más, aunque, siendo sinceros, todavía no
somos lo drásticos que deberíamos con este tema y queda mucho trabajo por hacer para que esto no se repita jamàs.
Bien decía San Pablo que “Dios permite todo para el bien de
los que le aman” (Romanos 8,28) y sin duda que, si estos casos se ventilaron y
fueron puestos en evidencia, así como la actitud pasiva por parte de buena
parte del clero, es para que estas porquerías no ocurran nuevamente. El manejo
institucional después de cada uno de estos casos no puede seguir siendo el
mismo. Algo debió cambiar en nuestras mentes y corazones. La alcahuetería hay
que pararla, desde ayer. Para mañana será tarde.
Y como católico, pido a Dios para que estas víctimas
encuentren el consuelo que necesiten y para que los culpables sean severamente
castigados… con una piedra de moler y que se precipiten al mar… o mejor dicho,
con su equivalente jurídico de nuestros días.
¿Quiere ver la película? Haga clic aquí. Disfrútela. A todos nos hace bien verla.
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