viernes, 15 de abril de 2016

Spotlight: el grito desesperado de los inocentes

Acabo de ver Spotlight y durante toda la película resonó en mi cabeza esta cita bíblica:


“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños”. Lucas 17,1-2

Es como si Jesús mismo, con una frase a todas luces hiperbólica pero enfatizando el asco que tales escándalos le producirían, nos hubiera advertido de todo esto 2 mil años atrás. El Maestro sabía perfectamente de la debilidad humana, de la corrupción y del poder del pecado… y por eso mismo hizo esta advertencia, justamente dirigida a aquellos que “escandalicen” (ni siquiera hace falta mencionar la palabra “abusen”) a estos pequeños. Basta con "provocar un sobresalto" para que la advertencia quede en firme.

Soy católico practicante. Soy periodista, también practicante. Soy un amante a profundidad del periodismo de investigación. Alguna vez lo practiqué y la adrenalina que se siente cuando uno tiene un caso donde se vincula a alguien con algo puede ser mayor a la de cualquier montaña rusa. Por eso en Spotlight me sentí identificado, golpeado y sumergido por todo lado.

Como católico tengo que dar gracias a Dios de que una película así viera la luz, porque es la primera vez que la versión de los abusados llega a mis manos. Hasta ahora solo había escuchado de las acusaciones contra curas y obispos que habían ocultado grandes escándalos, pero nunca, jamás, oí la versión de alguien que sufriera uno de esos abusos.

Claro que duele. Duele que, como ha dicho el papa Francisco en múltiples ocasiones, aquellos que fueron asignados por Dios para ser cuidados, hayan sido violentados, subyugados, aprovechándose de una situación de poder para ser marcados para toda la vida.

Hay una frase en la película del tipo que se encarga de reunir a las familias de los "sobrevivientes" (las personas abusadas) que me pareció avasalladora. Dice así:

"Es importante saber que cuando un sacerdote te abusa, el abuso no es solo físico, es también espiritual. Te está robando la fe".

Eso duele aún más. No es solo el despojo a la dignidad por parte de aquellos pastores (lobos con piel de oveja), sino también que este pecado, este crimen maloliente, sea capaz de alejar a estas víctimas del amor de Dios, de la confianza en la Iglesia, incluso de una vida espiritual que da sentido y trascendencia a la vida.

Por eso es que no se puede concebir que haya gente dentro de la Iglesia (y no hablo solo del clero) que proteja y esconda abusos sexuales, menos aún si se trata de menores. La película deja claro que el perfil de las principales víctimas se constituía por niños provenientes de familias de escasos recursos de Boston. Los más débiles, los más vulnerables, los que tenían menos voz fueron los más perjudicados. Todo ello no es solo anticatólico, sino también anticristiano y principalmente antihumano.

No existe excusa de “pobrecito” o del “qué dirán” o de “la imagen de la Iglesia” que justifique semejante atrocidad. ¿Que no solo entre los curas hay pederastia? Cierto. Pero ese argumento no nos sirve para eximir la responsabilidad de los presbíteros, que deben ser los primeros en dar el ejemplo del camino del amor según Dios. Menos aún si había todo un sistema para ocultar a los responsables y que solo servía para que sus abusos continuaran en otros sitios. De espanto.

Foto del verdadero cardenal Law. Un tipo que debería 
estar tras las rejas.
La Iglesia denuncia el aborto y tiene mil razones para hacerlo. Pero la vida hay que protegerla no solo dentro del vientre de la madre, sino también afuera. Y este tipo de abusos, horribles, son capaces de acabar con la vida espiritual, material y hasta física de sus víctimas. Seríamos hipócritas, con un doble discurso del tamaño de la Basílica de San Pedro, si nos quedáramos callados ante tanta abominación.

Esto me da pie para otra reflexión que me venía a la mente y en la que Spotlight hace hincapié a cada rato: ¿y el resto de la gente? ¿Qué? ¿Nadie vio o supo nada? Me conforta que en la película el obispo auxiliar de Boston tuvo las agallas para denunciar el tema… pero parece que se quedó solo. ¿Y el resto? ¿Y la feligresía? ¿Y esa práctica horrible de las familias de las víctimas de vender su silencio, como si el abuso sexual pudiera convertirse en mercancía? (Aunque no los juzgo del todo, habría que estar en sus zapatos para sentir la presión ejercida desde la jerarquía). El propio Boston Globe fue cómplice al no dar seguimiento a este caso en 1993 y el filme así lo evidencia. Silencio por doquier.

Desgraciadamente, durante años, este modus operandi se mantuvo para proteger a pedófilos que nada tienen que ver con el mensaje del Evangelio y a la “buena imagen” de la Iglesia, sin saber o sin querer saber que ese silencio se transformaría en una bomba de tiempo. ¿Verdad que se le revuelve a uno la panza imaginándose si estas cosas sucedían con la misma o mayor frecuencia antes, a saber cuánto tiempo atrás?

Ahora, en esto cuidado, porque todos podríamos tener techo de vidrio: ¿somos capaces de denunciar un hecho similar a este si está en nuestro entorno, incluso cuando toque familiares, amigos o personas a las que les tenemos cariño o respeto? ¿Es usted de los que llama a la policía si escucha de agresiones en una familia, de los que denuncia la venta ilegal de drogas, de los que se aparta e informa si existe alguna anomalía ética en su lugar de trabajo? En otras palabras ¿promueve usted la honestidad, la transparencia y la búsqueda de la verdad? Si en alguna de las preguntas anteriores respondió “mmmmnnnoooo…” revísese antes de criticar, pues la hipocresía que señala con el índice podría devolvérsele con tres dedos hacia usted.

La película da datos que podrían ser alarmantes: 6% de curas de Boston abusando de niños. Casi 250 acusados en total. Eso podría servir para generalizar y decir que “en todos lados es lo mismo”. La verdad no me atrevería a hacer semejante afirmación, máxime cuando yo tengo muchos amigos sacerdotes, he estado a solas con ellos y lo más que he compartido son bromas y momentos espirituales. Jamás he recibido de nadie proposición alguna que se pudiera considerar como “indecorosa” o invitando a algún acto sexual. Gracias a Dios no ha sido así. No puedo imaginar el golpe que hubiera significado para mi fe algo similar. Los curas buenos son la gran mayoría. 

Esta situación me duele principalmente por ellos. Porque son gente de bien, muchos sin mayor lujo ni vida muy confortable. Algunos viven una soledad terrible, pero se trata de gente que le ha creído a Dios, que se han entregado a Él y que se exponen a críticas, señalamientos y chotas que hieren su propio ser y existencia… y aún así no renuncian a hacer el bien y a guiar al pueblo, misión para la que han sido llamados. Ellos no merecen ser generalizados, así como un musulmán no merece ser tratado como terrorista solo por la culpa de unos cuantos idiotas que ponen bombas en nombre de un dios que ellos ni conocen.

Escena de la película
Como periodista, Spotlight también me aportó. Me recordó que, sea donde sea que me encuentre, si tengo una información entre manos que debe ser conocida, esta debe llegar al público aunque hiera personas o instituciones por las que tengo simpatía. En un periodista no cabe la idea de “mejor no publico porque puede ser problemático para fulanito o tal grupo”. Se publica porque es de interés público y sabiendo que, detrás de esta publicación, se viene un bien para la colectividad. Al final, el periodismo debe ser entendido como un servicio social, contra viento y marea, por más que haya empresas dedicadas a hacer negocios oscuros con sus líneas editoriales, filtrando lo que es conveniente publicar y lo que no (cualquier parecido con la realidad nacional es totalmente a propósito).

Muchas otras cosas más podría decir de la enseñanza que me ha dejado la película ganadora del Oscar de este año. A los católicos, recordar que la Iglesia es de naturaleza pecadora, sin idolatrar ni poner personas en niveles que no les corresponde. No obstante, cuando estas faltas sobrepasan la barrera de lo legal, se convierten en delitos que deben ser juzgados en los tribunales competentes. Que los curas no son ángeles ni extraterrestres, son gente sujeta a equivocarse y a cometer barbaridades como cualquier otro ser humano (aunque claro, uno quisiera que estas cosas jamás pasaran con elegidos por Cristo para consagrar su vida), por lo que es hora de bajarlos del pedestal y ponerlos en el piso como lo que son, hombres con defectos y virtudes, pecadores como yo. Y orar por ellos, pero en ningún caso alcahuetearlos.

Actores y director de Spotlight tras recibir el Oscar.
A los colegas periodistas les diría que es necesario siempre ir hasta el fondo con la verdad y jamás soltarla, por más presiones que tengamos alrededor. Todo periodista debería ser siempre receloso de los hechos y sus pruebas, como dije antes, por más que afecten nuestros propios intereses o preferencias. Uno que haga lo contrario es tan culpable como lo fue la lacra de Law.

Desde Benedicto XVI, quien tomó la decisión de levantarle el fuero a muchos curas, la Iglesia ha venido permitiendo que cientos de ellos sean juzgados y entregados a las autoridades, como corresponde. Con Francisco esa búsqueda se ha endurecido aún más, aunque, siendo sinceros, todavía no somos lo drásticos que deberíamos con este tema y queda mucho trabajo por hacer para que esto no se repita jamàs.

Bien decía San Pablo que “Dios permite todo para el bien de los que le aman” (Romanos 8,28) y sin duda que, si estos casos se ventilaron y fueron puestos en evidencia, así como la actitud pasiva por parte de buena parte del clero, es para que estas porquerías no ocurran nuevamente. El manejo institucional después de cada uno de estos casos no puede seguir siendo el mismo. Algo debió cambiar en nuestras mentes y corazones. La alcahuetería hay que pararla, desde ayer. Para mañana será tarde.

Y como católico, pido a Dios para que estas víctimas encuentren el consuelo que necesiten y para que los culpables sean severamente castigados… con una piedra de moler y que se precipiten al mar… o mejor dicho, con su equivalente jurídico de nuestros días.

¿Quiere ver la película? Haga clic aquí. Disfrútela. A todos nos hace bien verla.