domingo, 26 de julio de 2015

Que la bola no se manche

¿Por qué el fútbol nos gusta tanto? Es fácil de explicar. Basta con recordar las mejengas que nos dábamos desde niños, la magia que encerraba ese rectángulo marcado con un círculo partido por una raya a la mitad y dos marcos a cada lado, para responder.

Tal vez así no eran las de mi barrio, pero no andaban muy lejos
Mi infancia, como la de muchos otros, está marcada por miles de goles que convertíamos y celebrábamos como si cada uno fuera el decisivo para ganar un campeonato mundial. El dulce sabor de la típica mejenga de “el que llega primero a los 20 gana” y de un partido de un número de X contra X donde las dimensiones del terreno de juego estaban marcada por el final de la acera, de la calle o de la propiedad del vecino.

Imposible olvidar la cantidad de veces que la bola se nos fue al techo de una casa o los vidrios quebrados producto de un despeje atolondrado o de un tiro a marco totalmente desviado. Tampoco la urgencia de jugar tras recuperarnos de una gripe que nos tenía fuera de la “alineación titular” entre las “estrellas” del barrio, donde claro, no había banca.

Yo tengo mi escenario para estas imágenes pero sé que cualquiera de ustedes, futboleros, que haya pasado por lo mismo, también las tendrá. Fuimos de la generación que aún podía jugar en las calles tranquilamente, que no tenía que ir a meterse a una cancha de Fútbol 5 para mejorar sus destrezas. Y específicamente la mía, fue la que vio cómo aquellos “maiceros” hicieron la proeza de debutar en Italia 90 con un triunfo y un pase a una segunda ronda. Recuerdos imposibles de olvidar.

El fútbol, para quienes lo amamos y lo vivimos desde tiempos inmemorables, es eso: parte de nosotros. Lo hemos celebrado, lo hemos llorado. Se nos han regado las bilis pero también lo hemos acompañado por más aburrido que sea el partido. Nos ilusiona y nos desilusiona, como cualquier relación de amor en la vida.

Por eso es que duele tanto que, esto que nos llena de adrenalina y emoción, se convierta en un vil negocio, donde prima el billete por encima de la competencia. La derrota o el triunfo, cuando son merecidas, son incuestionables. Y nada más reconfortante que reconocer, en caso de la primera, que el otro equipo jugó mejor y mereció la victoria.

Evidentemente, el tema de este post se basa en lo que hemos visto en la Copa de Oro que hoy termina
Alvarito Solano, de mis primeros héroes futboleros en los 80'.
y la asquerosa mafia que domina la Concacaf y la FIFA, empezando por su capo número uno: Joseph Blatter. Da coraje y lástima que algo tan mágico y que puede servir para unir familias y pueblos se convierta en un método para lavar dinero, enriquecerse y afectar la competitividad, porque donde hay billete deja de haber juego.

Me pregunto, ¿qué habrá pasado en la cabeza de un jugador mexicano luego de terminar los partidos contra Costa Rica y Panamá? ¿Cómo se habrá sentido Oribe Peralta cuando se tiró al piso, o Torres, el defensa panameño, al ver que el árbitro señalaba el punto de penal luego de que cayó al piso y de forma accidental e inevitable rozó la bola con la mano?

Ni hablar entonces de la no expulsión de Carlos Vela contra los canaleros o del mismo Peralta contra la Sele, que los respectivos árbitros no señalaron. La impotencia y la rabia ante la certeza de que el árbitro no cambiará de parecer, aunque él sepa perfectamente que se equivocó, o bien, que lo hizo adrede obedeciendo “órdenes superiores”.

La Liga de los 90'. ¡Campeones irrepetibles!
Pero no solo los jugadores son engañados. También lo son los aficionados que pagaron por ver una competencia y se encuentran con un juego arreglado. También lo somos todos los que vemos el partido y nos comemos toda la publicidad que rodea el espectáculo y que lo hace rentable. En fin, lo que debió ser un entretenimiento y una pasión se convierte en una mentira, a beneficio de unos pocos, solo con el fin de que aquellos que son mayoría (en este caso, los mexicanos) sigan pendientes del torneo y hagan rentable ambas inversiones para quienes las pagaron.

El fútbol se ha ensuciado. El balón se ha manchado en el barro de la corrupción, del amaño, del mal teatro (en el caso de los jugadores) y de la falta de honestidad ante las pequeñas cosas que no favorecen la competitividad, esa que critican los mismos mexicanos, hace tanta falta en la Concacaf… claro, cuando a uno le regalan partidos, es difícil mejorar.

Guardado... ¿qué celebraste?
Si Guardado hubiera fallado adrede el penal u Oribe Peralta le hubiera dicho al árbitro que no hubo empujón, tal vez México no hubiera llegado hasta la final. Pero cualquiera de los dos pudo haberse convertido en el referente de la moralidad y del tan prostituido “Fair Play” que la FIFA pregona partido a partido, pero que no se aplica a ella misma.

Lástima. El fútbol seguirá siendo pasión y algarabía para miles de millones que lo amamos y esperamos que la pelota pase la raya de gol del contrario. Pero también ya estamos avisados que eventos como el partido de la nieve, el juego en San Luis Missouri que nos robó el árbitro contra Estados Unidos en la eliminatoria rumbo a Italia 90, o el gol que metió Henry con la mano contra Irlanda y que clasificó a Francia injustamente para el mundial de Sudáfrica 2010, podrán seguir ocurriendo. Falta transparencia dentro del terreno de juego, pero sin duda, falta aún más fuera de los estadios, en los escritorios, donde juegan y dominan los de cuello blanco, corbata y traje entero.
Blatter.... cero transparencia.

Que el fútbol siga encantando y apasionando depende de los jugadores en primera instancia, porque ellos tienen el poder de decir al árbitro que se equivocó o de modificar su decisión. Si porquerías como las vividas en la Copa Robo que hoy termina se siguen presentando en las eliminatorias, la afición comenzará a perder interés. ¿Será que eso quieren los dirigentes del fútbol mundial?


Para terminar, los dejo con un ejemplo de deportividad del goleador alemán Miroslav Klose, en un partido entre la Lazio y el Napoli de la Serie A italiana. Seguramente Guardado no lo vio. No estaría mal que le compartan el link.