lunes, 19 de enero de 2015

Charlie Hebdo: cuando la libertad no calza con la igualdad y la fraternidad

“Ojo por ojo, y el mundo acabará ciego”. Mahatma Gandhi.

Primero, lo primero. Qué horrible es la muerte cuando se provoca. Qué pena que el ser humano siga creyendo en ella como objeto de solución de conflictos. La muerte (y su cultura) perfectamente pueden llevar a la extinción de la especie humana. Nos lo tomamos muy poco en serio porque nunca ha sucedido, aunque sabemos bien que el peligro se cierne en nuestras cabezas como especie, desde la época de la Guerra Fría.

Mahatma Gandhi, precursor de la emancipación no violenta.
El mundo afronta ahora (y desde hace decenios) el terror del fanatismo. Cuando se entra en el tema del extremismo o ultraortodoxismo – llámele usted como guste llamarle – la razón abandona al ser humano y, como resultado, este solo puede reaccionar haciendo o diciendo estupideces. ESE es el problema real de quienes no admiten una ideología, preferencia o fe diferente de las que siguen. Ojo, no es un tema exclusivo de la religión (como algunos paranoicos – resentidos han querido sugerir), está presente en las creencias trascendentales, pero bien sabemos de violencia alrededor de temas políticos y hasta futbolísticos. En realidad no se trata de que la religión provoque la violencia en el ser humano, sino que es el propio ser humano el que, desde su ansia de poder y de imponer, muestra con insultos, golpes o balas lo que no puede con argumentos. Así de sencillo.

Me tomó rato tocar el tema #CharlieHebdo por varias cosas. Empezando porque tenía que hacer mi mejor esfuerzo por entender el contexto y lo que significa este tipo de publicaciones satíricas para la sociedad francesa, la cual conozco bien, aunque no la entienda por completo. Quienes me conocen, saben que la verdadera razón por la cual elegí ir a Francia a hacer mi maestría en periodismo fue por la admiración que le tengo desde mi juventud al su capacidad de hacer prensa. Suele ser profesional, mordaz, seria… con una capacidad de autocrítica enorme, incluso sobre los propios objetivos e intereses de su línea editorial. Pero también, como en todo en este mundo, hay excepciones.

La primera vez que logré ver un dibujo provocativo de Charlie Hebdo (o al menos que me diera cuenta) fue en el 2010, despuecito de la gira que hizo Benedicto XVI a África, en la que avalaba los condones para enfermos de sida. El dibujo es el que aparece junto a este texto. Obviamente me escandalicé de ver que un medio de comunicación, que normalmente debe tener la labor de formar opinión pública con argumentos serios, hiciera mofa de la Eucaristía reemplazándola por un condón. Claro, inexistente era la posibilidad de que fuera a conseguirme un arma automática y comenzara a volar bala en las instalaciones del periódico. Pero me dolió. Sentí que había una clara apología al irrespeto, a la burla burda (homónimas), a la desinformación, a la legitimación de un mensaje artero, que ni siquiera tenía por fin la crítica a un líder espiritual: se trataba de una ofensa contra lo que yo y más de mil millones de personas creemos: que en la Eucaristía se encuentra Dios. Tengo muy claro que no estamos obligando a nadie a creerlo, esos tiempos pasaron hace mucho, por dicha. Pero también tengo claro que el tema del “respete para que lo respeten” que alguna vez me enseñaron sabiamente mis padres desde pequeño para tener una sana convivencia social, estaba quedando relegado en el país de “la fraternité”.

¿Justifica cualquier dibujo, por ofensivo, grotesco, vulgar, asqueroso que sea, una sola gota de sangre humana?
No.
¿Provoca la burla y el irrespeto la aparición de la violencia? ¿Engendra la violencia más violencia?
Sí.
¿Es eso una justificación?
De nuevo, no. Es una posible reacción, no una justificación argumentativa.

Quedemos de acuerdo: agarremos el tema de los atentados contra el personal de Charlie Hebdo, condenémoslo y cerremos la discusión sobre este punto, porque aquí todos estamos claros que no hay negociación, y más aún, que contra el fundamentalismo que no está dispuesto a negociar lo único que queda es volar bala, por la defensa de inocentes que no tienen por qué pagar la estupidez de otros. ¿Estamos?

Jesús defendiendo a la adúltera de ser apedreada.
Muy bien, ahora vamos con lo otro. De lo “poco bueno” que ha quedado en esa horrenda masacre es la discusión posterior de libertad de expresión y… ¿Sus límites? Y detengamos todo aquí para cuestionar un punto de relevancia jurídico – filosófico que siempre, o al menos hasta ahora, he tenido claro: no hay una sola libertad que tenga aplicaciónirrestricta. Así es en el derecho internacional y por supuesto en nuestra Constitución Política (ver artículos 28 y 29) y para todo suele haber límites, aunque hay que reconocer que el de la libertad de expresión ha venido primando por encima de los demás, bajo la premisa de que sin su garantía la democracia no puede existir. El caso más reciente que recuerdo en Costa Rica fue el de Rodríguez Baldí vs Chinchilla, cuyo fallo favoreció al empresario que acusó a la expresidenta con un argumento falso. Chinchilla no logró la condena de Rodríguez Baldí porque los jueces estimaron que su cargo debía soportar cuestionamientos más fuertes que el resto de mortales.

Volvamos al tema y analicemos esto detenidamente. Dicen los defensores a ultranza de las ofensas en los dibujos de Charlie Hebdo que eso es libertad de expresión… y me parece que están haciendo una mezcla con la libertad de prensa, conceptos hermanos pero no iguales. La libertad de expresión tiene que ver con lo que cualquier persona quiera decir, por el medio que desee… mientras el de prensa, está relacionado con un compromiso social en el que la información forma opinión, como expliqué arriba, por lo cual es más que delicado el transmitir información falsa o llena de conceptos peyorativos o estereotipados.

Es curioso que el derecho que tutela la libertad de credo en Declaración Universal de los Derechos Humanos se encuentre justo antes del artículo que hace lo propio con la libertad de expresión. Veamos:

Artículo 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Vamos uno por uno, despacio. Grata sorpresa me llevo al encontrarme ese Artículo 18. Atención: no solo protege la libertad de religión, sino también la de pensamiento y la de conciencia. Es decir, equivale para toda aquella persona que razone. Hasta ahí, muy bien. PERO hay un plus en cuanto a la religión. Y dice muy claramente que se protege la libertad de manifestar su creencia, aún en público, aún en la práctica, el culto y la observancia.

"Sí a los portales en sitios
públicos", con un "Niño 
Jesús" pintado en el fondo 
de un orinal.
¿Sabía usted que en Francia es prohibido lacolocación de cualquier elemento religioso en oficinas o sitios públicos, especialmente en los centros educativos? ¿Soy yo cerrado de cabeza o no va eso en contra del derecho humano de la libertad religiosa, contenido en el artículo 18? Además me pregunto, si lo que se quiere es evitar que símbolos de fe ofendan a miembros de otras religiones: ¿cómo rayos me ofende a mí un "pasito", una estatua de Buda, de Krishna o un texto del Corán? ¿Se protege a las otras religiones o más bien se busca la defensa del Estado laicicista? Ojo, no estoy diciendo que tenga que haber solo UN motivo religioso que predomine… sino que CUALQUIER símbolo de fe, de cualquier creencia, está fuera de la ley. Y a partir de ahí, poco a poco, uno va a descubriendo que en Francia la religión ha quedado relegada totalmente al ámbito privado, bajo el principio de la “laicidad” que basa en la prohibición de credos públicos la libertad confesional del resto. En otras palabras, como si la libertad fuera un tema respetar al otro coartando a los demás la capacidad de externar pacífica y respetuosamente sus credos religiosos, dejando en el olvido la palabra tolerancia.

La laicidad francesa no es lo mismo (al menos en el papel) que el laicicismo, verdadera práctica ejecutada tanto en ese país como en buena parte de las naciones europeas. ¿Su diferencia? La laicidad dice que el Estado no debe tener religión oficial, pues no es una persona como tal (la religión queda para los seres humanos, no para la organización de la República). Hasta ahí todo normal. El problema es cuando esto desemboca en el laicicismo, que lo que busca es negar la existencia de cualquier Dios en la esfera pública, tolerando la práctica religiosa a lo interno de templos, sinagogas, mezquitas o edificio donde se congregue un grupo de cualquier denominación. Pero nada de religión en escuelas, colegios, edificios públicos, empresas… nada de manifestaciones religiosas públicas como procesiones, actos festivos, entre otros (aunque la Navidad sí se permite… sin duda es un excelente incentivo para el comercio y los franceses son además felices yéndose de vacaciones en los feriados católicos, pero ese es otro tema…).

La laicidad en Francia se explica desde el hartazgo histórico de un pueblo que siempre vinculó a la Iglesia con la monarquía. Una Iglesia que desde todo punto de vista abusó de su poder y tuvo un concubinato escandaloso con el Estado, representado por un rey. Esto provocó que, en Francia, desde inicios del Siglo XVIII (el de “las luces”), un tal Voltaire, un dichoso Montesquieu y un fulano llamado Rousseau fundaran lasbases del humanismo moderno, que la propia Iglesia contemporánea agradece. Aquellos hombres centraron la razón en el ser humano y desecharon cualquier influencia divina. Siguiendo, en 1789 surge la Revolución Francesa y la Iglesia paga caro el descontento social por no cumplir su misión y es seriamente atacada por este movimiento que funda las bases del Estado moderno.

Aunque el descontento aquel no logró eliminar la religión del alma del pueblo, sí lo mermó. Y es siglo y medio después, en el famoso mayo de 1968, cuando la revolución sexual y filosófica anti gubernamental estalla en París y toda una sociedad pierde el pudor. Nuevamente, la Iglesia es atacada por ciertos pensamientos que podríamos convenir, retrógrados, y queda alejada de la dinámica social. Y así ha seguido su debacle hasta nuestros días.

Dibujo artístico de Mahoma, sacado de "Biografías y vidas".
¿Por qué es importante explicar esto? Porque es a partir de ahí que se entiende ese rechazo histórico de buena parte de la sociedad francesa hacia la Iglesia y todo lo que huela a Dios. No se trata de que todo el mundo se puso de acuerdo para soportar (y una parte, hasta para comprar) los dibujos de Charlie Hebdo. Se trata de un proceso histórico de liberalización que ahora choca con un movimiento islámico fanático, con los resultados tan lamentables que ya conocemos.

Cuando aparecen este tipo de dibujos satíricos también hay que hacer otra aclaración: no se trata de un periódico “antirreligioso”, sino de un periódico que se burla y hace mofa de todo lo relacionado con autoridad y más allá… con todo lo que tiene que ver con instituciones que gozan de algún tipo de legitimidad jerárquica.

Ahora bien, pasemos al tema de la libertad de expresión como garante de la capacidad que tenemos las personas de decir, cuestionar, hacer mofa, etc. ¿Es esto “malo”? y ahí entramos en el ámbito de lo que puede ser subjetivo… aunque en el fondo, creo que no lo es tanto. ¿Cuál es la diferencia entre una risa, una broma y una burla cruel que termina siendo ofensa? Me parece que la respuesta está en el fondo y no en la forma. Una crítica mordaz se hace con el afán de cambiar una actitud o una realidad que no ayuda al beneficio del ser humano, de la sociedad, de una nación. Una crítica puede ser considerada “destructiva”, pero en el fondo ocultar una voluntad de cambio. No obstante, una ofensa siempre tendrá por objeto dañar, humillar, desprestigiar o hacer sentir mal al otro, sin ningún tipo de voluntad de cambio. En otras palabras, cuando uno quiere “madrear” a alguien, no quiere que esta persona reaccione de una manera diferente, uno solo quiere hacerle saber que uno la desprecia.

Krishna.
Teniendo claro esto: ¿no les parece falaz decir que el subjetivismo prima al decidir cuándo una idea crítica se convierte en una ofensa? Y peor aún, el argumento de decir que las ofensas en contra de divinidades no son tales porque las divinidades, al no ser seres humanos (y para algunos, no existir) las hace carentes de cualquier garantía que las proteja… Madre mía, a ver si uno insultara el nombre o la memoria de un familiar muerto de esa gente… seguramente recibiría, cuando menos, un madrazo, o un puñetazo, como dijo el Papa. Pero va mucho más allá: no sé cuánto trabajo cuesta entender que, si para una persona un comportamiento o una referencia insultante es desagradable y sistemático, esta tiene toda la capacidad de exigir que ese trato se detenga (a eso le llamamos acoso y ahí parece no haber subjetivismo que valga). Entonces, ¿no puede una colectividad acudir al argumento de un acoso social para exigir que se detenga un abuso que le ofende? Por supuesto que puede, para eso están los tribunales competentes y eso es algo que los extremistas yijadistas nunca van a comprenden, que en las sociedades modernas las cosas se dirimen en los tribunales y no a punta de balas.

No obstante, tampoco quiero que se crea que aquí estoy haciendo una defensa a ultranza contra cualquier tipo de crítica a la Iglesia o a quienes la conformamos. Está muy claro que la crítica hace avanzar a la persona o al ser humano cuando tiene argumentos de debate (examínenlo todo, quédense con lo bueno, decía San Pablo). La sátira, sana y venenosa, es un derecho de expresión del pueblo cuando este quiere hacerle notar a sus gobernantes que no están conformes con actitudes, costumbres o estilos al gobernar. Y no soy yo el que se va a escandalizar por eso, siendo para mí la libertad de expresión un principio indispensable en la vida democrática. ¿Quién más que yo, principalmente en Twitter, suele decir “casi siempre” lo que quiero”? Quienes me conocen lo saben perfectamente, me cuesta quedarme callado cuando algo no me gusta o no me parece bien. Pero aunque puedo llegar a ser sarcástico, me niego y me traicionaría a mí mismo si esa crítica se transforma en insulto personal, a tal punto que cuando en una discusión he recibido una ofensa directa, que no es un argumento sino un descalificativo artero, detengo la discusión y me voy, porque me doy cuenta que con esa persona no es posible dialogar. Es lo que futbolísticamente hace la diferencia entre una entrada fuerte, pero a la bola, y una entrada a la espinilla, cuyo objetivo es quebrar al rival. No hay dónde perderse.

Hay gente dentro de la Iglesia (y en todas las religiones supongo que es igual) que consideran que no se deben hacer críticas contra las altas autoridades eclesiásticas porque constituye una “falta de respeto a su investidura”. Y tampoco. Yo creo que todo ser humano, por supuesto incluyendo al Papa, tiene derecho a equivocarse y está bien que lo haga, es nuestra naturaleza, somos débiles. La crítica, cuando esta es inteligente, por más ácida y negra que sea, debe permitir en el fondo de la conciencia un análisis y una reacción, aunque sea para buscar argumentos que permitan crear una defensa dialéctica, conocida como antítesis. Es necesario, indispensable entonces para el avance del género humano que se señalen los errores de la forma que corresponda: risas, chistes, gritos, manifestaciones… pero sin pasar al acoso, a las armas o a la destrucción.

Voy cerrando esta reflexión:
¿Cuál es, en el fondo, el objetivo de ofender una divinidad en la que usted no cree?
¿Qué logra con ello?
¿Convencer al creyente de que usted tiene la razón?
¿Sentirse mucho más inteligente o evolucionado?
¿Expresar públicamente que usted es muy “carga” por jugar de rebelde y no tener “dios”?

Si realmente cree que una de sus respuestas está contenida en las interrogantes anteriores, déjeme decirle que usted se autoengaña. Nada de eso va a lograr. Lo que sí puede conseguir es el desprecio, ser ignorado, cuando mucho insultado de vuelta y, si topa contra un extremista religioso, sí, incluso la muerte, la misma muerte que han logrado hinchas de equipos de futbol por insultar a otro fanático.

San Francisco de Asís.
¡Qué fácil es culpar a Dios y a la religión por todos los males del mundo! ¡Qué sencillo decir “mejor las religiones no existieran”, como si fueran ellas en sí mismas portadoras de mensajes de destrucción y división! Tan fácil que es para cualquier persona que sepa leer, tomar la Biblia o el Corán y buscar un mensaje de odio y muerte ahí adentro… a ver si lo encuentra.

Hay gente a la que se le olvida que el Siglo XX estuvo plagado de guerras, dos de ellas mundiales, y en ninguna tuvo que ver la religión. Fueron ambiciones políticas y económicas, sin olvidar la estupidez del nazismo de “sentirse superior” las que provocaron la muerte a millones de personas. Pero un momento: ¿no nacieron estos conflictos por gente que, precisamente, quería que “todos pensaran como ellos” (o sea, ideológicos)? Me asusta hablar con gente a la que considero inteligente decir este tipo de sandeces. Y me asusta más su doble moral, su doble discurso, escucharlos insistir en defender los derechos (de algunos) humanos pero estar decididos en que la religión (y asumo que también quienes creemos en Algo que trasciende) debe desaparecer de la historia humana, para dar paso, asumo, a una raza mejorada (algo como lo que planteaba el malote de Hitler pero no en raza sino en ideología). En otras palabras, la libertad de expresión y de pensamiento al carajo. Bienvenida la dictadura del yo.

¿No vivimos acaso en una sociedad occidental que se jacta de su diversidad y el respeto a quienes no piensan “como yo”? ¿No pasamos criticando, quienes nos decimos demócratas, a los regímenes que callan a sus opositores a punta de metralla o coerciones? ¿Qué acaso no está de moda defender a los estudiantes del bullying, del acoso, como si las ideas y las creencias de la gente no pudieran ser también víctimas de ese desprestigio sistemático? Entonces, perdónenme la expresión tan fuerte: por qué putas no somos más coherentes y aplicamos esos principios que tanto cacareamos para todos los ámbitos sociales y nos decidimos como sociedad y civilización a respetar lo que el otro diga, crea o piense, aunque no concuerde y vaya en contra de lo que yo considero mejor. ¿O será que el legado de Voltaire aplica solo cuando se puede usar a mi favor, pero no cuando el otro opina?

En la diversidad está el gusto y es ahí donde tanto la libertad de expresión como la libertad religiosa confluyen en una misma armazón. Si todos podemos hablar tranquilamente de lo que creemos, sin temor a ser ofendidos pero también sin ofender, crearíamos una cosmovisión mucho más sana, respetuosa y que posiblemente nos lleve a un serio y transformador avance, en el que el ser humano se vea de igual a igual, ya sin prejuicios ni fobias. Pero mientras que resolvamos nuestros diferendos con balas, odio y a la violencia, con mensajes que contengan un poco de los elementos anteriores, o haciendo callar al otro, estaremos creando una espiral de ataques que ya cobra la vida de varias personas en Europa y que, me temo, solo está comenzando.

Una pregunta que formuló un tuitero un día de estos: ¿defenderían muchos de estos grupos la libertad de expresión de la revista si se tratara de mensajes homofóbicos, misóginos, destructores de la naturaleza o del maltrato animal? Yo creo que no. Todo lo contrario, me parece que ahí sí demandarían el término inmediato de la difusión de esos mensajes. Algo de esto nos falta mucho a los cristianos en general, como lo señala el cantautor peruano Luis Enrique Ascoy en su blog.

Buda. Puse una figura o divinidad interreligiosa como signo
de respeto hacia las diferentes religiones, pues al final todas
expresan bondad.
Y es por todo lo anterior que yo defiendo la imperiosa necesidad de que Charlie Hebdo siga existiendo. Porque es necesario que el ser humano se exprese y critique. Porque como decía el buen Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, aunque, por otro lado, yo no creo que nadie tenga el “derecho” de insultar una creencia o una ideología, por más contraria que sea a la mía (lo cual además, es absurdo, pues con un insulto no se va a lograr su desprestigio per se o su desaparición)… y estoy casi seguro que don François Marie Arouet tampoco defendería ese abuso. Cuando el ser humano abusa, aunque sea de algo que a priori tiene un fin noble, como la religión y la expresión, las cosas terminan mal. En este último caso tendría que decir: je ne suis ni catholique extremiste ni Charlie Hebdo.

Concluyo con el título que elegí para este artículo. ¿La libertad? La defendemos. Pero una libertad que no va acompañada de un verdadero principio de igualdad ante las leyes y ante la sociedad, no puede ser considerada como tal… y mucho menos, cuando la fraternidad, esa que nos recetaron los franceses desde su revolución, la misma de la que habló Jesús, Mahoma, Buda y saber cuántos más, queda atropellada cuando en lugar de buscar un diálogo y un entendimiento, lo que llueve son las ofensas, o peor aún, los disparos.

La fraternidad se basa en ver al otro como “hermano”, de ponerme en sus zapatos, de entenderlo desde sus orígenes. No hay nada de fraterno en matar a nadie, pero tampoco lo hay en burlarse despectivamente de su integridad, de lo que piensa, lo que cree o lo que aspira. La Real Academia Española la define muy bien: “Amistad o afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales”. Y eso es lo que hace falta para terminar con los extremismos o con los “odios odiosos”: tratarnos como hermanos.


Si usted está de acuerdo con lo que yo escribí, fenomenal. Si no, no se preocupe, puede usted diferir con la tranquilidad de que no voy a ir a buscarlo para dispararle. Y como dice mi blog desde siempre, si va a debatir, que sea con argumentos, no con ofensas. Estas últimas solo indicarían que usted no puede pensar, solo provocar lástima. ¡Viva la democracia, vivan la libertad, la igualdad y la fraternidad!

jueves, 1 de enero de 2015

2014: Entre el sufrir y el aprender


Antes de comenzar mi recorrido por este 2014 que valió como por 3 años, déjenme presentarles el entorno que me rodea, muy diferente a cualquier otro que haya tenido hasta el momento. Se trata de una luna vagabunda, que no acaba su parranda de este 1° de enero del 2015, asomada por entre los árboles de nuestro bosque tropical húmedo. Al fondo, el sonido de un río da una percepción de frescura y tranquilidad a esta segunda hora de la madrugada del año y, un poco más al fondo, el bullicio de un chinchorro que no ha terminado la fiesta, aunque la mayoría de sus comensales y clientes ya hace rato se fueron a dormir. Esto es Santa Clara de San Carlos, zona norte de Costa Rica, y yo les escribo desde acá porque la familia de mi cuñado (un tipazo del que más adelante les contaré) me invitó a compartir con ellos este cambio de año. La verdad, necesitaba urgentemente irme lejos de Alajuela en esta oportunidad y distraerme del recuerdo de 12 meses duros, ásperos, secos y cuesta arriba. Ya verán por qué.

La noche de este 31 – 1° ha sido muy simbólica. Estuvo lloviznando la mayor parte del tiempo pero, justo al ser las 12 medianoche, una brisa empezó a soplar con ímpetu y las nubes se disiparon. El aguacero se detuvo y dio paso a esa luna que ya les conté y a esta noche estrellada, que no hacen sino recordar a la mágica canción “Luna Sancarleña”. Para ustedes puede ser una simple casualidad pero no para mí: tiene todo esto un significado metafórico, que resume en términos meteorológicos lo que fue este 2014 que, por dicha y por fin, concluyó.

El año que termina yo lo hubiera clausurado desde antes de muy buena gana, pero si algo aprendí de todo lo que pasó fue que es necesario el acontecimiento de hechos dolorosos o no tan agradables para aprender que lo mejor que se puede hacer cuando las cosas van mal es dejarlas a la voluntad de Dios y confiar… Desde ese punto de vista, mi 2014 fue todo un curso universitario. Un año en el que hubo DE TODO, aunque las experiencias que más marcaron mi recorrido fueron, como dije antes, duras. De hecho, estos últimos meses solo se podrían comparar a aquellos del 2008, el que hasta ahora había sido mi año más complicado; aunque este que terminó hace dos horas lo supere con creces.

Nunca he hecho mi “resumen anual” (que este año cumple ya su IX edición) mes a mes. Pero el montón de cosas que llegaron a mi vida hacen necesario hacer el repaso de esta forma, bajo riesgo de que alguna se me olvide. Les adelanto que la de este año será la hablada más larga de mis 1° de enero, hasta la fecha:

Enero:

No mencionaré ni personas ni acontecimientos específicos, porque hay cosas que pertenecen a mi intimidad y que deben permanecer guardadas en mi memoria. Solo puedo decirles que a finales de enero aprendí que hay personas y actitudes a las que se les deben poner fin, sea quien sea. Que en la vida hay que aprender a detectar situaciones, a enfrentarlas y a solucionarlas, y si no se les ve una solución acorde con la que uno desea, pues se les debe poner fin. En enero empecé una lucha que me llevó 8 meses y medio, por la que dí alma, vida y corazón, pero que pudo más la voluntad de Dios que mi propia cabezonada. Una lucha que no me arrepiento del todo haber dado, pero también me enseñó que a veces hay que mantener la cabeza lo suficientemente fría para tomar decisiones justas en el momento correcto. En fin, el año comenzó anunciándome que no sería sencillo.

En lo nacional, pasó lo impensable y Luis Guillermo Solís, candidato por el que voté, consiguió un ascenso impresionante de cara a Johnny Araya según las encuestas. Ni yo me lo creía. De hecho me sorprende cómo el pueblo costarricense finalmente adoptó una actitud de hartazgo frente al status quo y eligió a un nuevo gobierno, proveniente de un partido inédito como oficialista. La gente tenía que estar muy harta de lo ocurrido con Laura Chinchilla como para dar el salto hacia una apuesta novedosa, sí, pero desconocida. Un tema que espero ya sea objeto de estudio para más de una tesis de ciencias políticas o de sociología.

Febrero:

Empezaron a llegar las grandes decisiones: la posibilidad de cambiar de trabajo a uno muy conocido tocó a mi puerta. Entre “lo que me gusta” y “lo que me hace sentir cómodo” terminé eligiendo la primera y decidí mudarme de empresa. Nunca estuve seguro de hacerlo y no fue hasta mucho, mucho tiempo después, que entendí que Dios estaba detrás de todo esto (como de costumbre). Febrero fue además un mes de continuar mis luchas, que poco a poco se fueron intensificando con el pasar del año. Un mes de asumir lo que creía, de querer lo que quería y de vivir circunstancias nunca antes vividas.

En el país, Luis Guillermo no solo queda dentro de la segunda ronda sino que logra más votos que el propio Johnny Araya en ese inolvidable 2 de febrero. No voy a ser hipócrita: aquella noche celebré ese triunfo como si hubiera sido campeonato de la Liga, en un bar de Santa Ana frecuentado por mí y por otra colega periodista que me acompañaba. Creía que el deseado cambio llegaría pronto al país, que las cosas podrían ser finalmente diferentes y que el costarricense había despertado para bien. Todo eso, a este 1° de enero, aún está en entredicho. Al final haré mis conclusiones rápidas del por qué digo esto.

Marzo:

Llegó por fin el cambio de sitio de trabajo, del que me arrepentí nada más entrando. Sentía que nunca había tomado una decisión tan absurda en mi vida, presionado en gran parte por mi entorno y por mi propio ego que me exigía dar más como profesional de lo que hasta ahora había vivido.

Por otra parte, Johnny Araya da una muestra de lo mal que estaba su  Partido Liberación Nacional (PLN) el propio día de Miércoles de Ceniza y decide retirarse él (aunque “no” el PLN) de la contienda hacia la segunda ronda. Un golpe enorme para la agrupación que ostentó el poder en los últimos 8 años, del cual aún no se recuperan y, si por la víspera se saca el día, esperan retomar el control del Ejecutivo a punta de acusaciones o burlas burdas hacia el Partido Acción Ciudadana (PAC), desestimando una limpieza profunda hacia adentro y un análisis del por qué los costarricenses les dimos la espalda.

Abril:

El mes de mi cumpleaños no fue necesariamente un lecho de rosas. Las angustias buscadas y rebuscadas continuaron, machacándome casi todos los días que la decisión tomada en febrero había sido la peor de los últimos años. Tanto llevaría el cántaro al agua que al final estallaría (como en otras cosas que ocurrirían después en diferentes ámbitos).

Como era de esperarse, Solís daba al ¿PAC? (porque no estoy seguro de si su gobierno y su partido están en la misma sintonía) su primer victoria electoral y mandaba al sepulcro, de una vez y para siempre, al bipartidismo entre el PLN y el Partido Unidad Social Cristiana, que ya ni calderonista es. El cambio sería seguro, el problema ahora sería la incertidumbre que este conllevaría para todos. El gobierno del nuevo presidente electo tendría que buscar a la carrera, debajo de las piedras y las montañas, los nuevos ministros y viceministros, presidentes ejecutivos y directores de instituciones autónomas. Algo que para quienes éramos prensa en ese momento dejó una sensación de desorden e improvisación. En fin, cambio era cambio y ya veríamos qué conllevaba.

Mayo:

Aquí se empezó a descuadrar todo, realmente. La irremediable renuncia al proyecto iniciado en mayo, guiada por dos posibilidades profesionales que no terminaron cuajándose al final, me enviaron al desempleo, un terreno ya antes conocido pero que esta vez careció de nuevas ilusiones que me pusieran a soñar “mientras se aclaraban los nublados”. Otra decisión laboral se transformó en algo fatídico en ese momento, mientras todo aquello debía permanecer más o menos entre penumbras para evitar que sus repercusiones fueran mayores, así como humillaciones sin sentido, provenientes de una mente enferma que no tenía otra cosa más entre ceja y ceja que afectarme a mí y a mi subproyecto. Al final, conseguiría su cometido pero con gran dolor. En esta vida y este universo, toda acción tiene su reacción.


Punto y aparte para el 19 de ese mes: mi sobrinita, hija de mi hermano Gustavo, sale al mundo y me convierte en tío. Inexperto como he sido en estas temáticas (posiblemente por ser hermano menor y porque nunca tuve oportunidad de una proximidad real con bebés), su presencia ha modificado por completo mi capacidad de alzar niños pequeños, cuidarlos, chinearlos, darles de comer y hasta dormirlos. Mi hermosa sobrinita ha sido la mayor bendición de Dios en el año que termina y verla crecer es tanto una aventura como un gozo. Ella se robó mi corazón y me tiene enamorado.

En el país, Luis Guillermo empieza a gobernar el 8 de mayo y todos quedamos en “stand-by” esperando sus primeras acciones concretas. La verdad, fue mucho el estruendo y poco el brillo propio. Pero se aproximaba el otro tema que nos pondría a temblar de pánico: el Mundial de Brasil 2014 y nosotros en medio grupo de la muerte. Recuerdo que comentaba con mis amigos: “veamos los partidos porque no siempre Costa Rica juega contra Uruguay – Italia – Inglaterra… pero estamos todos claros en que sería un milagro que siquiera podamos sacar un empate de ahí”. Pues para que vean, los milagros pueden existir…


Junio:

Mi rato de desempleo se vio amortiguado por el Mundial. Debo reconocer que tener la posibilidad de vivir todo ese torneo desde mi casa fue algo parecido a un regalo, aunque siempre bajo la presión de saber que necesitaba dinero, pero sin olvidar que el vivir en casa de mis papás se convirtió en la tabla de salvación para mí (los papás… ¡Siempre los papás!).

La vivencia en carne propia de ver cómo la leyenda de Italia 90 pasaba a la historia, dando campo a la nueva y renovada de Brasil 2014, fue algo único e irrepetible, y la pude saborear en calma y con todo su esplendor. Nuestra Costa Rica se daba a conocer ante el mundo como la “matagigantes”, dejando en el piso a dos campeones mundiales y empatándole el último juego al tercero (que tal vez hubiéramos podido ganar pero… había que cuidarse). Fue un momento para que los costarricenses volviéramos a creer no solo en los “milagros”, sino que estos a veces no son tan necesarios, si con esfuerzo y dedicación conseguimos los objetivos planteados, por muy “volados” que estos parezcan.

Por otra parte, un ultrasonido para determinar de cantidad de grasa hepática, practicado a inicios de mes, le agregaron más peso y estrés a mi estado anímico: hígado graso nivel 3, el máximo. Un examen de sangre terminó de confirmar que la cosa “no era jugando”. A partir ahí, era básicamente elegir entre seguir con mis malos hábitos alimenticios y físicos, o tener una calidad de vida decente. Eso significó desempolvar mi orbitrek (al fin y al cabo, tenía tiempo disponible para “ponerle bonito”) y someterme a una dieta estricta que me valió no pocas airadas discusiones con mi madre sobre las nuevas reglas. En resumidas cuentas, todo un reto gastronómico, aeróbico y mental cuyo premio era mi salud. Bien valía la pena.

Julio:

Nuestra “Sele” termina de hacer su mejor papel en la historia de un Mundial, consiguiendo derrotar a Grecia en aquellos taquicardiosos once pasos y pasando a Cuartos de Final, donde la poderosa Holanda no nos pudo ganar sino hasta los mismos penales. Pero la gesta ya estaba hecha y el recibimiento que dimos a esos héroes de nuestro deporte preferido así lo demostró (estuve ahí, de pie durante como 5 horas en el Paseo Colón). Haber vivido esos momentos con mi familia hicieron aún más dulces los recuerdos, lo que se enmarca sin duda dentro de “lo rescatable” del año pasado. Lo feo: todo el pleito que hubo después con el entrenador Jorge Luis Pinto y su salida por la puerta de atrás. A pesar del debate entre si se trató de demasiada disciplina / demasiada vagabundería, yo opto por confiar en el testimonio de la mayoría y creer que el colombiano efectivamente se excedió en sus tratos, no sin que ello signifique desdeñar nuestro muy evidente carácter hipersensible y “delicadito” que nos identifica a los ticos. Pero a decir verdad, sabiendo que era todo el equipo y la comitiva que había ido al mundial quienes lo criticaban, cabe más darle la razón a la mayoría que solo a uno.

Un mes de dieta y ejercicios estrictos dan resultados: bajo 6 kilos y recibo felicitaciones por el esfuerzo: por fin algo positivo. No obstante, el desempleo seguía y la desazón aumentaba, ya sin Mundial que fungiera de placebo. Pronto se haría desesperante. Todo aquello manejado hasta cierto punto en secreto por lo mismo que había contado en mayo. Y a todo esto, Dios como que no aparecía mucho (como yo quería, al menos).

Punto positivo adicional: mi hermana Maricruz me informa que es un hecho: a finales de año o a principios del siguiente, se casaría con su novio, Esteban. Me alegré mucho la verdad porque él es un buen muchacho y porque confío en Dios que las cosas saldrán muy bien. En ese momento no hice muchos cálculos de cómo impactaría eso mi vida directamente… eso vendría después.

Finalmente, ese mes apareció la posibilidad de comenzar a dar un curso de redacción en una universidad privada situada en San José. Ahí me quedaron claras varias cosas, pero la más importante, el bajo nivel de redacción de la mayoría de estudiantes de periodismo en ese lugar, así como la poca responsabilidad que asumen ese tipo de empresas (ojo que escribí “empresas”, no instituciones) sobre la educación de sus estudiantes. En resumen, un gran esfuerzo a cambio de un salario ridículo, aún más bajo que la hora que se cobra por clases particulares de cualquier idioma. En fin, todo fuera por hacerme sentir útil mientras conseguía empleo.

Agosto:

Vivir ese mes completo, sumido en el desempleo, comenzó a mermar mi ánimo y mis esperanzas. La difícil situación de un periodista desempleado en Costa Rica puede bajarle la autoestima hasta el más pintado. Pero ante la crisis, nuevas ideas me empezaban a surgir, algunas más descabelladas que otras. Estaba dispuesto a dejar por completo la carrera y dedicarme a sacar otra cosa si pronto no aparecía algo. Me reía de mi suerte: un periodista – master, con un título de la Université de Strasbourg, desempleado y sin posibilidades prontas de encontrar algo satisfactorio. Era casi como una burla tétrica de mi pasado en Francia a mi ego y a mi capacidad. Me lo merecía, tal vez, pero ya se me empezaba a hacer una broma cruel.

Para colmo de males, el propio 2 en la madrugada, viniendo de la romería pero ya en Alajuela, colisioné con una motocicleta, dejando el parabrisas de mi carro nuevo (comprado en marzo) totalmente reventado, todo el frente dañado e incluso el techo con un camanance. Golpeé al conductor y el acompañante quedó tendido en el pavimento. “Era lo que me faltaba para terminarla de hacer”, me decía, aunque con la tranquilidad de que a nadie le pasó más que unas cuantas heridas y que mi seguro (gracias INS) cubriría todo aquello. No obstante, eso significaría todas las averiguaciones del caso y puestas de acuerdo con la contraparte. Punto positivo: al menos no tendría problemas de tiempo para solucionarlo todo. Eso sí, me convertí por segunda vez en el año en peatón. Ya sé que eso puede sonar muy poco humilde, pero después de movilizarme en el paupérrimo transporte público nacional por 25 años y de valorar este mismo servicio en Francia, el movilizarse en automóvil en las maltrechas calles costarricenses se convierte tal vez en un privilegio, pero principalmente en una “salvada”. Todo agosto anduve a pie, dando clases y visitando una que otra entrevista de trabajo.

Lo bueno: mi peso llegó a 83 kilos. La meta estaba casi lograda. Me sentía muy bien conmigo mismo, aunque eso significó variar las tallas a mis pantalones. Hacía rato no me sentía tan satisfecho con algo hecho de mí para mí. Concluí mi estatus de dieta estricta y pasé a otra menos rígida, que mantengo hasta ahora. Lo malo fue que también dejé de ejercitarme al mismo ritmo. Es de lo que tengo que retomar este mismo enero que comenzamos hoy.

A principios de mes, mediante una fotografía a un anuncio de un trabajo en la Rectoría de la UCR que me envió una  compa al Whatsapp, ví una ínfima posibilidad de salir de aquél meollo. Se trataba de un puesto de comunicador en la que fuera mi querida Alma Mater. A pesar de que lo vislumbraba como misión imposible, máxime al darme cuenta que éramos como 74 los postulantes, tenía que apuntar a todo. Después de pasar por dos entrevistas, una prueba psicológica y una posterior de redacción, en una noche de viernes a finales de agosto me comunican la noticia: no gané la plaza que se ofrecía, pero había un medio tiempo que si quería, sería mío. Ni lo pensé dos veces y lo tomé. Fue un momento grandioso: ¡por fin se acababa mi desempleo! Y no solo eso, sería trabajar para una institución en la que SÍ creía: mi amada universidad. Y empezaría con el mes que se avecinaba: el 1° de setiembre.

Las cosas, al menos en el ámbito laboral, comenzaban a cambiar para buen rumbo, aunque otro proyecto daba tumbos y parecía ya estarse enfermando más de lo debido, justamente como la salud de mi abuela, mi amada Adilia, de 98 años, que para finales de agosto se comenzaba a agravar de nuevo (ya había estado muy inestable en todo el año) con el anuncio de un presunto cáncer en el recto. Fue una de cal y otra de arena, una triste noticia que hacía presagiar que este sería un año del que no iba a quererme acordar nunca más. Y solo era agosto…

Setiembre:

Fue el mes que lo terminó de desacomodar todo. Para ser exactos, el 6 por la noche, después de una lucha enorme como gladiadora de la vida que fue, el cuerpo de mi abuela se rinde y su vida física se convierte en espiritual. Nuestra “Yiya” se iba al Cielo. Pero tal como les había comentado en otra oportunidad, se iba con la promesa de “seguir rezando por mí”. Y sus efectos fueron inmediatos: mi lucha, la que había dado desde enero, simplemente terminó de tener sentido y la di por concluida a mediados de mes, muy a pesar de que eso me doliera. Moraleja: la vida es muy, muy corta como para desaprovecharla ante situaciones que no ameritan un compromiso mayor y ante inestabilidades sin lógica, sin ton ni son. Eso, aunado a un ataque directo a mi familia, terminó de darme la señal de que era hora de concluir con las batallas. Ahora era mi momento: el de darme calidad de vida, de retomarme como prioridad. En fin, hora de terminar de hacer de este año 2014 un año lleno de cansancio pero de decisiones valientes.

Y como si se tratara del efecto dominó, otra gente que creía cercana y casi “hermana”, me da la espalda en el momento de duelo y luto que pasaba ante el deceso de quien fuera mi segunda madre. Estoy seguro que eso ocurre en todos los ámbitos sociales, pues el ser humano falla como individuo y falla también como colectividad, pero hay grupos donde un comportamiento así no es negociable, pues lo que se cree no se predica, y eso termina doliendo. Quienes sí me apoyaron fueron, curiosamente, la gente que tal vez no me conocía tanto o no estaba tan cerca de mí, y sin embargo, tuvieron la suficiente sensibilidad de acompañarme en aquellos instantes tan difíciles. Ello simplemente implicó decir adiós a los esfuerzos por vincularme con X grupo eclesial con el que nunca me sentí identificado y quedar, al menos pastoralmente, flotando en el aire. Una decepción muy grande que aún hoy no logro entender del todo, pero Dios me ha permitido tener este tipo de desencuentros (por dicha, pocos) para darme cuenta de quiénes realmente se encuentran a mi lado y quiénes “me topan” en este tren llamado vida.

Pero setiembre trajo consigo, además de dolor, un renacer: mi nuevo trabajo en la UCR como periodista duró solo una semana en calidad de “medio tiempo”. Supongo que mi labor gustó y mis superiores me dieron la gran alegría de que quedaría en horario de tiempo completo. La felicidad que eso provocó en mí fue justificada por una frase dada por mi propia jefa, la mejor que he tenido hasta ahora (sin necesidad de entrar en “brochazos”): “Pablo, hay que darle gracias a Dios por esto”. Frase profética que yo interpreté, inmediatamente, como venida de lo Alto. El Señor me daba lo que tanto le había estado pidiendo entre sollozos y desesperaciones desde el propio momento en que quedé sin trabajo. El resto sería historia: mi labor, mi carrera y mis finanzas se estabilizarían finalmente y yo haría todo lo posible para no desaprovechar la más mínima posibilidad de crecimiento y de hacer las cosas bien. Definitivamente no es lo mismo trabajar para un lugar donde lo que interesa es solo productividad, aunque eso conlleve someter al empleado a un estrés insalubre, que para una institución que te exige, pero que también te premia con beneficios no solo económicos (al final, eso no es tan importante), sino con un ambiente lindo, retos profesionales y posibilidades muy ambiciosas. Dios escribe recto en líneas torcidas y ahí comprendí el por qué de mi decisión de salir de mi primer trabajo en marzo.

Ah, dato adicional: en este mes comencé a dar cuatro cursos en universidades privadas. Cuando supe la noticia de que tendría tiempo completo en la UCR, poco me faltó para volverme loco. La presión de trabajar casi tiempo y medio me tuvo ahogado hasta incluso hace menos de dos semanas. Fue todo un reto de organización pero logré sacarlo adelante.

Otra buena noticia: un ultrasonido practicado me revela que mi hígado graso descendió hasta el nivel 1 (el más bajo) y que, si seguía teniendo una dieta sana y ejercicios, no sería complicado dejarlo totalmente sano. Fue sin duda un momento de mucha alegría, un premio a tantas preocupaciones y desmotivaciones que ocurrieron tras el anuncio de junio.

Finalmente, todo lo anterior, todo ese desbarajuste de situaciones, premios y decepciones, hicieron necesario el inicio de una serie de consultas psicológicas que me han ayudado mucho. Pobre de aquel(la) que cree que para ir a un psicólogo hay que estar loco, no sabe de lo mucho que sus técnicas y sus palabras pueden ayudar a encontrar un orden en nuestra mente, alma y espíritu. Le estoy muy agradecido a mi psicóloga por ayudarme. Ha sido una pieza fundamental para conseguir que saliera de este 2014 con una nueva perspectiva de las cosas, a pesar de todo lo triste y doloroso que ocurrió.

Octubre:

Mi propósito para octubre fue ir aterrizando el año lo más suavecito posible, de modo que llegara a diciembre sin mucha turbulencia, para ponerlo en términos de aeronáutica. Pero error: el matrimonio de mi hermana significaba una cosa: me quedaría solo en la casa con mis papás. En otras palabras, sería “hijo único” por primera vez en la vida. Eso no dejó ni deja de inquietarme del todo, aunque un mes y resto después de la boda siento que estoy logrando adaptarme a esta nueva etapa de mi vida e interpretar para mi favor este cambio. Pero sea como fuere, en ese momento significaba que los duelos no habían terminado, que faltaba uno más y que posiblemente sería fuerte. Y lo fue.

Convertirme finalmente en el padrino de mi sobrina fue la nota dulce de octubre. Ya tenía un ahijado de Confirmación, pero tener una de bautismo, que además es tu sangre, no tiene comparación. Será una dulce responsabilidad llevar a mi pequeña por el camino de la fe, educarla y catequizarla, con la ayuda de Maricruz, su madrina. Realmente un reto muy bonito que nos pone Dios al frente.

Octubre fue el mes de la lucha por hacer lo mejor que me fuera posible en el trabajo. No es que ya después no lo hiciera, pero dejando de lado situaciones que mucho me afectaron, era hora de asegurar lo mío y así me dediqué a hacerlo. El resultado fue muy agradable.

En lo nacional, las muchachas de la Selección Femenina clasificaron por primera vez a un Mundial, en este caso, al de Canadá 2015. Un año futbolístico de ensueño, increíble, mágico, que ya se había agrandado lo suficiente con la contratación de Keylor al Real Madrid en agosto.

Noviembre:

Mes dominado por todo el tema de la boda de mi hermana y la nostalgia que conllevaba no solo su salida de la casa, sino también por la ausencia de mi abuela, quien deseaba estar en esa ceremonia, aunque Dios decidió que la vería desde el Cielo. Su serenata de despedida y un matrimonio que me pareció muy emotivo, así como su fiesta posterior, me hicieron darme cuenta de que mi vida cambiaba de nuevo (de nuevo, de nuevo… cambia, todo cambia, cantaba la Mercedes) y que las cosas no volverían a ser iguales. Que el gran aprendizaje que sacaría a este 2014 donde TODO cambió y DE TODO pasó sería que ante los retos que presenta la vida se debe aceptar esos cambios y volcarlos a nuestro favor, sin que ello signifique dejar a Dios de lado. Todo lo contrario. La boda de mi hermana terminó de cachetearme y hacerme entender que las cosas son como Él las va diseñando y no como a mí se me ocurren.

Curiosamente en noviembre fue el culmen de tres meses seguidos donde fui testigo de tres sacramentos: la unción de los enfermos de mi abuela en setiembre, el bautizo de mi ahijada en octubre y el matrimonio antes descrito. Los católicos decimos que los sacramentos son gracias, pasos de fe que vamos dando y que nos alientan a seguir adelante. Pues bien, este año, sabiendo Dios que necesitábamos de estos signos, nos brindó la oportunidad de estar ahí para vivirlos.

Lo negativo fue que conforme más se aproximaba el final del año, mayor presión sentía yo con mis clases y mi trabajo. Estaba pidiendo a gritos el final de mes, el cual llegaría, aunque no sin pesar, dificultades y uno que otro encontronazo.

Diciembre:

El dulce mes de diciembre no lo fue tanto. No necesariamente porque la época no lo ameritara, sino porque el estrés generado por mi calidad de profesor y trabajador de tiempo completo me impedían disfrutar de todo lo nuevo que tenía a mi alrededor. Empezar mi nueva vida de hijo único en casa, con un adicional de dolor por la partida de mi abuela, que además de ser el alma de mi familia materna lo era también de las navidades vividas hasta este año que culminó, hizo que la decoración propia de Adviento fuera escasa y austera. El faltante de doña Adilia en estos últimos días se hizo sentir y generó un vacío imposible de llenar, por más actividades familiares que realizamos.

Otra situación de índole personal me recuerda que hay que someter decisiones cruciales en manos de Dios, aunque todo parezca indicar que una actitud liberadora es la más apta. En todo caso, esa ha sido la tónica de estos últimos meses: liberarme de los malos hábitos, de las malas personas, de las malas ideas… en fin, liberarme de todo lo que me atrape en contra de mi dignidad.

Finalmente, un examen de sangre me confirmó que mi salud está casi perfecta y que el tema de la grasa hepática está subsanado. Una noticia de oro para terminar el año con mucho positivismo y retomar mi salud en cuanto terminen las comidas de estas fiestas.

En resumen, el objetivo de setiembre se consiguió: el año aterrizó después de un vuelo lleno de turbulencias fuertes y bruscas, sin más apremio que el de volver a ver al 2015 con un par de proyectos, uno en lo laboral y otro en lo eclesial, que desde ya entusiasman. La salud quedará como prioridad número uno para estos nuevos 12 meses, más después del susto de junio.

Lo sentimental… qué les diré… uno queda como “de goma” después de pasar por ciertas cosas. A eso no le daré mucha vuelta y “solo” lo pondré en manos de Dios, aunque muy sinceramente, cada vez me convenzo más en que la vida de soltero es genial y que no debe ser discriminada ni mucho menos. Más bien, debe ser vista como una sana opción, sobre todo en momentos en que tanta gente adopta una vida en pareja (matrimonial o no) sin pensar las consecuencias que esto conlleva. Ustedes juzgarán…

En resumen, y para no hacer muy largo este comentario que superará las 9 páginas en Times New Roman tamaño 12, este fue un año donde pasó de todo: muerte, conclusión de proyectos, despido de personas, sustos, tiempos de espera y sequía, trámites y choques. Por mucho, el año (al menos de los recientes) en que más lágrimas he derramado por distintas razones… pero también hubo resurrección, nueva vida, nuevas incorporaciones a la familia, frescas y enormes oportunidades… circunstancias que irán tomando forma en este 2015 que hoy empezó y al que le tengo mucha fe. Me basta con que no sea tan duro como el 2014 que acabamos de despedir, gracias a Dios, y que sabemos que no volverá más.

En lo que respecta al país, rápidamente les comento que espero un rumbo definitivo para el gobierno. Me alegra saber que el propio Luis Guillermo tiene claro que hay errores en materia de comunicación, aunque eso no se me hace suficiente para estar tranquilo. 1,3 millones de personas pusimos nuestra fe en él y en sus allegados y creo que es hora de ir viendo resultados, al menos pequeños, de su función presidencial. En cuanto a la Asamblea Legislativa, aunque a priori me parece que está cumpliendo con un papel mucho más decente que la anterior, creo que aún tiene mucho por justificar. Tienen tiempo aún los diputados, veremos qué ocurre con ellos dentro de un año, cuando ya vayan casi por la mitad de su gestión.

Una palabrita para lo internacional: pese a los horribles asesinatos cometidos por los locos terroristas de ISIS contra kurdos, cristianos y otras minorías en Irak y Siria, por poner dos países donde operan, este año concluyó con signos de esperanza para la humanidad. Ya sé que las cosas en la República Centroafricana y en Nigeria, con los otros desquiciados de Boko Haram no son las mejores, que ese tira y encoje de Putin por Ucrania no lo deja a uno tranquilo y que las constantes amenazas de Corea del Norte son inquietantes; pero signos como el de dar el Premio Nobel de la Paz a Malala Yusafai, la muchachita paquistaní que fue baleada y que es ahora la vocera principal del derecho a la educación para todos, así como la intervención del papa Francisco para lograr que Cuba y Estados Unidos retomen sus relaciones diplomáticas y la continuación en el diálogo de paz entre el gobierno de Colombia y las FARC son signos de paz y esperanza en medio del desconsuelo. Quiera Dios que esa misma paz pueda llegar al conflicto palestino-israelí, que el Estado Palestino sea pronto una realidad reconocida por todo el orbe y que este mundo aprenda mucho más del valor del respeto, la sana convivencia y la ayuda mutua para vivir todos mejor y más tranquilos.

Bienvenida la gente que venga (o que vuelva) a llenarme de alegrías; bienvenidas las nuevas experiencias, los nuevos retos, los nuevos ánimos y los nuevos bríos, esos bríos representados en esta fresca brisa sancarleña que me ha acompañado durante este resumen-no-tan-resumido, que se hizo tan largo que hasta la luna vagabunda se aburrió de hacerme compañía y se retiró a dormir. Lo mismo haré yo al ser las 4:33 de la mañana de este 1° de enero, sin Internet a mano para subir la nota en este momento, pero con la satisfacción de haber aprovechado el máximo momento de inspiración que tengo a lo largo del año. Para empezar el año con ánimo, los dejo con la canción "Bienvenido" de Laura Pausini, que me encanta y la siento muy apropiada para este día.

Que pasen un 2015 lleno de retos, paciencia, alegrías, y sobre todo, voluntad de Dios. 

Saludos cordiales.


Pablo.