martes, 1 de enero de 2013

El reto de continuar sin desfallecer: 2013


¡Feliz, o al menos provechoso 2013 a todos! 
Termina la primera hora del nuevo año y la brisa fresca del Puerto que recorre mi cara en esta madrugada, teniendo al frente la misma vista puntarenense de hace un año, me hace pensar en lo que me dejó el 2012 y en lo que este 2013 me traerá... Sin duda, la palabra es solo una: retos.

Tuve un 2012 personal duro, muy duro... algunas cosas (muchas) no salieron como yo hubiera querido y si de tropiezos se trata, se me asemejó un poco a aquél fuerte 2008 del cual aprendí mucho, pero cuando también sufrí bastante. Lastimé y me lastimaron, aunque siempre con una moraleja al final de la historia.

El nuevo año llega como una oportunidad, un reto para dejar atrás situaciones, circunstancias o factores que me impidieron crecer como persona al ritmo que lo hice entre el 2009 y el 2011... sí, cuando estaba en Francia. Y yo diría, que el reto más importante que tengo para estos nuevos 365 días que ahora inician es superar aquello que me hizo suspirar y sacrificar: mi sueño francés tendrá que dar paso, supongo, a otra cosa. Pensé que lo iba a descubrir en el 2012, pero no. Para lo que sí sirvió este año que termina es para al menos estabilizar mis pensamientos y sentimientos en torno a mi experiencia europea. Madurar lo que yo puedo hacer y dejar atrás lo que quiero... Esta filosofía también aplicó para otros temas que mejor me reservo.

El 2012 tuvo de todo un poco: lágrimas, frustraciones, aprendizajes a punta de garrote... pero también reencuentros, descubrimientos, gente muy valiosa que llegó a mi vida y que no ennumero porque estoy seguro de que dejaría a varios afuera. Pero sin duda, ellos sabrán quiénes son y qué aportaron.

Luchar por adaptarme, por algo tan simple como volver a la casa de mis padres o al barrio donde vivo desde hace doce años no fue tarea fácil. Igual tampoco lo fue por trabajar aquí, por lidiar con ciertos políticos y especialmente con un año que, para mis recuerdos, ha sido el peor en cuanto a acontecer nacional. Políticamente, el país pasa por su momento más crítico que mis casi 30 años de vida puedan revisar. La cantidad de presuntos actos de corrupción, eso que en el pueblo conocemos como “chorizos”, así lo demuestran: hay que empezar como es obvio por la trocha, la contratación de la empresa Procesos, los impuestos sobre bienes inmuebles no pagados aún por el ministro de Hacienda, entradas para el Estadio Nacional dudosamente negociadas, armas robadas, campañas políticas dudosamente financiadas (en todos los partidos políticos sin exepción)... y sabrá Dios cuántas cosas más. Todo eso sin mencionar a expresidentes que ahora vuelven a ser ángeles dignos de tamales y a un electorado simpre dispuestos a perdonarlos y a ayudarles en la reconquista del país.

Hay gente que me critica y me dice con cierta razón que yo no quiero a Costa Rica, que debería irme si tanto me molesta (si supieran que no es precisamente el amor al país lo que me retiene aquí...), pero yo que tuve la oportunidad de estar ahí, cubriendo en primera fila esos hechos, me dí cuenta que todo eso no sirve sino para fundamentar lo que pienso hace rato: como sociedad no tenemos solución. Hay personas que la pulsean, pero sigue siendo una ínfima minoría si se toma en cuenta a la totalidad. Mi regreso a Costa Rica me ha servido para confirmar lo que creía cuando me fui, en aquél enero del 2009: al tico no le interesa que su país mejore, no se preocupa por al menos individualmente hacer un esfuerzo que mueva a la colectividad a un cambio. Todo lo contrario, sigue cada vez más sumido en sus torpes actividades diarias, en sus pasatiempos que le generan opio y y hasta se enoja cuando alguien quiere hacerlo despertar.

Lo único que sí reconozco es la presión que empiezan a ejercer las redes sociales sobre ciertas decisiones políticas... aunque para ser sincero, cuando estas se tratan de intereses más profundos, estos esfuerzos siguen siendo ínfimos. Sobre esto pienso en dos cosas, o más bien, en dos personajes: los diputados Enrique Chavarría y Justo Orozco, quienes han empobrecido el debate político con argumentos simplistas y se han ganado el odio o por lo menos la desaprobación de buena parte de la ciudadanía debido a ello.

Pero está la otra parte del electorado, esa que este año definirá los nombres de quienes representarán a los partidos en las elecciones del 2014, comicios que dicho sea de paso, no me generan ningún tipo de esperanza más allá del fin de un gobierno sin liderazgo, sin encanto, sin autoridad, sin madurez, sin efectividad ni pragmatismo. El pueblo seguirá votando por el partido de Gobierno a cambio de hamburguesas, bonos de vivienda, sacos de cemento o latas de zinc... o peor, por un puesto X en el próximo período. Así de triste, así de simplista se presenta nuestro futuro. 

No espero nada bueno del 2013 del ámbito político. Quizá, lo único, que hayan menos escándalos que en el 2012. Me gustaría una campaña poítica donde lo que se debatan sean ideas y no recuentos de actos de corrupción... pero desgraciadamente nuestros “líderes” no dan sino para eso, para producir dudas entre quienes, con algo de criterio, los van a elegir. La ventaja para ellos: a la gran masa, esa que al final es la que decide, no le importa ni le importará cuántas cochinadas hagan. Es ahí donde principalmente se genera mi “valeverguismo” y desinterés fáctico, porque igual sigo berreando aunque sabiendo que eso no cambiará nada.

La oposición política me genera aún más sinsabores, el saber que pase lo que pase, nada cambiará en ningún lado y, al contrairo, las cosas pueden ponerse aún peor. En lo que a la economía respecta el Gobierno dice que los índices van muy bien y yo en serio me alegro por los índices... pero cuando veo que la desigualdad y el número concreto de pobres crece, los números se me transforman en brabuconadas absurdas. A mí qué me importa si las exportaciones suben, si hay más empleo o si la crisis fiscal resultó ser por el momento no tan terrible. Poco me interesa todo eso si la gente pobre es cada vez más pobre, situación inversamente proporcional a los que más tienen, como es lógico.

Si Francia me enseñó que el desarrollo es más un estado mental que una buena salud financiera, Costa Rica en el 2012 me confirmó que el subdesarrollo es un tema que está íntimamente ligado a nuestra educación, a una forma de vivir en sociedad que cada vez se torna más individual, más egoísta, más yo y menos vos (o ustedes). Los políticos lo suelen poner en práctica desde arriba, aunque no solo los culpo a ellos: al final ellos también son pueblo y reflejan lo que sucede desde abajo.

Estamos fregados si creemos que el próximo presidente arreglará el país a punta de adoquines y festivales, o imágenes gastadas con personajes y obras que han sido insuficientes para siquiera detener el resquebrajamiento de nuestra igualdad. Si bien ellos son los que dirigen, el pueblo es quien los pone... y quien los puede quitar si incumplen su cometido. Desgraciadamente al propio pueblo no suele interesarle lo que pase y a la parte que acostumbra reclamar el resto la tilda de “chancluda”, comunista, alborotadora o cuanta chota se le ocurra, que para eso somos buenos ticos.

En fin, volviendo a la parte personal, esta al menos tuvo razones un poco más sinceras para creer que hay cosas que se pueden solucionar. En lo laboral aprendí mucho, aunque me sentí algo defraudado... quizá porque mi recuerdo de Radio Francia Internacional todavía está muy presente en mi mente y espíritu y porque había olvidado cómo era el “mundo real” en mi país. En eso el año que empieza trae un proyecto nuevo que me resulta esperanzador y retador. Ya veremos qué sale de todo eso.

Mi familia, a Dios gracias, está completa. Preocupaciones no faltan pero todo irá saliendo como el Maestro quiera. Mi abuela, que era mi gran temor hace doce meses, ahí está vivita y coleando contra todos los pronósticos, avanzando hacia sus 97 años.

El 2013, como dije al inicio, llega en un momento clave en mi vida: este año cumpliré mis 30 años si así Dios lo permite. Y aunque no quiero hacer de esto demasiado escándalo, uno de mis proyectos es estabilizar (por fin) mi vida. Si pensaba que esto ocurriría al poner mis pies en el aeropuerto Juan Santamaría me temo que me equivoqué. Cosas pasaron en el 2012 con las que tuve que comer tierra, aprender que la voluntad del Jefe no estaba en lo que yo quería sino en lo que tenía que ser. Y esa vieja escuela de aprender a confiar en Él aún no puedo considerarla dominada... ¡qué va! Me hace falta mucho, más de lo que yo quisiera. Pero a pasitos, muy lentos, voy mejorando, dándome cuenta que avanzo, aunque con la obligación de ir un poco más rápido.

Estos 30 años me obligarán a entrar en una época de más madurez, de hacer elecciones y de hacerme más fuerte. Quienes la viven me han dicho que es lo mejor de la vida: mezcla agradable entre la juventud y la madurez. No temo aunque sí creo que ya es momento para que las cosas se asienten y calmen. Solo espero que Dios me ayude a que el inicio de mi cuarta década sea tranquilo y que las cosas se vayan acomodando. Por lo demás creo que poco hay que decir del 2013. Siento como si estuviera esperándolo sin hacerme de muchas ilusiones pero con el convencimiento de que habrá que luchar más duro para sacar más frutos positivos que los dados por el año que termina.

Inicio de campaña electoral que coincide, como siempre, con eliminatoria mundialista (y nunca había visto tanta similitud en ambos ámbitos como ahora). Visitas desde la Galia que me harán muy feliz, por más cortas que sean. Temas a los que habrá que buscarles solución. Y sobre todo retos, retos por doquier: en el trabajo, en la casa, en la parroquia, en la fe, en la vocación, en el futuro... y tal vez, solo tal vez (y si toca) en el amor... (aunque para eso sigo sin tener prisa y cada vez menos pasión).

Creo que esa sensación de incertidumbre que me generan los 1 de enero este año en la madrugada (este año en su octava versión en mi blog) está como incrementada, pero a la vez apaciguada. Sí, ya sé, no parece coherente... pero quizá ese incremento se entiende desde la ansiedad y esa paz desde la confianza en que de alguna forma Dios se encarga de todo... pese a que algunas ocasiones siento que lo hace vía satélite (eso tal vez se explique porque soy yo el que se comunica con Él como a larga distancia).

Bienvenido 2013. Supongo que venís a ordenar el desorden que dejó tu antecesor. Por mi bien espero que así sea. No te pido mucho más que seás un año de madurez, perseverancia, superación personal... de demostrarme a mí mismo que todos esos temas que aún no logro superar serán dejados atrás o al menos que tendremos un buen avance en su logro. No mi amigo, no te tengo miedo. Respeto sí, pero no temor. Francamente creo que ya pasé por donde asustan. Mi Señor me acompañará, de eso no me cabe duda, porque pruebas tengo de sobra.