miércoles, 14 de marzo de 2012

"El Regreso" y mi regreso


"César"
César : « aquí vivo yo, sabía ? O sea, esta es mi casa»
Antonio : « sí, yo se »
César : esta es mi choza. Ve ese edificio, ahí, hecho mierda ? El basurero al revés, el poco de cables. Esta es mi choza. Esto soy yo, esto soy yo ! Cuando usted entra a una casa, usted no empieza a decir que todo es una mierda.
(…)
César : qué cree usted mae, que es el único que tiene problemas mae ?
Antonio : no, lo que pasa es que yo pongo un pie en este país, me bajo del avión y lo único que hago el día entero es darle explicaciones a la gente.
(…)
César : pero yo soy de aquí
Antonio : y a mí qué ?
César : su tata, Sofía y su sobrino !
Antonio : pero yo no !
César : pero yo sí !
Antonio : y a mí qué ?!
César : que yo soy su amigo !

Extraigo esta partecita del guión de « El Regreso » porque fue la que más me llegó. Desde que oía hablar de esta cinta estando en París, sin saber de qué trataba, de alguna forma u otra me sentía muy identificado. Ahora, acabándola de ver, me veo en un espejo en muchas de las características de Antonio, el personaje principal.

Yo, como Antonio, me siento agobiado ante un país del cual quise (y a veces, todavía quiero) salir corriendo. Ok, en mi caso no fueron 8 años, fueron 3, pero igual lo considero suficiente tiempo como para comenzar a sentirse que uno no es de aquí ni de allá.

No le niego a nadie que extraño Francia. Tampoco que me tengo « prohibido » ver cualquier cosa que tenga que ver con París, porque me agarra inmediatamente una nostalgia que me cuesta manejar, más sabiendo que ya no voy a volver. Y aunque podría hacerlo, porque tengo el dinero y los papeles, se que ya no es realista.

Como Antonio, odio ver San José. Me sentí particularmente vinculado al recordar cuando me monté de nuevo, tras 2 años de no hacerlo, en un bus Station Wagon al día siguiente de haber vuelto. Los temas de conversación en ese viaje de la gente que viajaba a mi alrededor fueron : los asaltos, la vuelta de Chema (de quien por cierto, según le escuchaba a la señora de al lado « era un señor muy inteligente y muuy bueno») y no recuerdo qué otra cosa más. Cuando llegué a San José me tocó caminar por la Coca Cola, ver los vendedores ambulantes, oirlos gritando, las aceras capitalinas prácticamente bloqueadas de gente... bueno, no se para qué les cuento, si ustedes también conocen y viven esa situación casi a diario. En fin, un baño de realidad nacional a profundidad.

Champs Elysées, diciembre pasado.
De las últimas fotos que tomé allá.
¿Para qué ser hipócritas ? Francamente, entre Chepe y París ¡me quedo un millón de veces con París ! Porque definitivamente, el quiosco del Parque Morazán no se compara con la Torre Eiffel, ni el Paseo Colón con Champs Elysées y mucho menos el Teatro Nacional con L'opéra de Garnier. Tampoco voy a decirles que canto la parte de « yo no envidio los goces de Europa » solo para quedar bien... porque me siento poco honesto haciéndolo. ¿Cómo no voy a envidiar un transporte público seguro y eficiente, calles ordenadas, aceras anchas, caminar sin temor a ser asaltado ? Y eso solo por nombrar unas cuantas razones...

Entonces ustedes me dirán, como le dijo César a Antonio : « sabe qué, agarre un avión y no vuelva ». Y ahí es donde viene el punto de giro de esta historia y la razón por la cual puse ese segmento del guión : porque a mí, como a Antonio, me ata lo que amo. Ni él ni yo tuvimos una razón para amarrarnos a nuestro sitio en el extranjero. Porque a pesar de todas las tristezas del mundo subdesarrollado, tan bien retratadas en la película, este sigue siendo irremediablemente nuestro hogar, el sitio donde nacimos, donde vivimos nuestras aventuras de niños, donde nos enamoramos, donde vacilamos con los amigos... donde tenemos nuestro bien más apreciado en el mundo : la gente que nos ama (aunque pueda ser poca, pero incluso si fuera una, valdría la pena regresar).

Sofía y Antonio
A mí personalmente no se me ha facilitado mucho la vida desdeque el vuelo de Condor proveniente de Frankfurt aterrizó a las 6 de la mañana de aquél 5 de diciembre. Si antes había cosas que odiaba del país, ahora las odio más. Ya me han chocado (con la fuga del responsable incluída), me he tenido que « agarrar » con gente, he tenido que tolerar actitudes tercermundistas que rechazo... incluso en mi misma familia, debí habituarme al « chineo » de vivir de nuevo en la casa de mis papás, aunque eso signifique sacrificar mi crecimiento personal del que tanto me jactaba en Francia Pero a pesar de todo eso, en el fondo soy honesto conmigo mismo y la verdad, estoy mejor aquí de lo que estaría allá, con muchas ventajas pero sin gente que me amara como me aman acá y con un trabajo, gracias a Dios, estable, agradable y bien remunerado.

La eterna disyuntiva de que, cuando uno se va tanto tiempo del lugar donde creció, ya nada vuelve a ser igual. Y aunque he tenido que ir « agachando la cabeza » en muchas cosas, también he podido comprobar que Dios no me ha dejado solo, y ahí va, ayudándome.

Tres meses desde que volví, lo de Francia parece ahora un sueño, muy lindo, muy largo, pero del que ya desperté. No se los niego : todavía no lo supero. A veces me da nostalgia, a veces simplemente cierro los ojos y veo para delante... a veces prefiero ni acordarme. Pero creo que bien vale la pena dar lo mejor de uno para que la gente como César, que sabe que « esta es su choza » y que de aquí no van a (poder) salir, la pasen lo mejor posible. No digo que yo vaya a cambiar el país (hasta risa me da solo escribirlo). Tampoco creo que Costa Rica vaya a mejorar (creo que es todo lo contario), pero bueno, al menos no seré cómplice de esta debacle y mi estancia aquí servirá para solidarizarme con la gente... Porque sea como sea, y a pesar de que me gustaría en el fondo que fuera diferente, mi país es mi país, y a él también me siento atado, porque aquí nací, aquí amé y aquí viviré.