jueves, 17 de noviembre de 2011

Un regreso "(im)previsto"


Lo más divertido es que en mi post anterior casi que me despedía de Costa Rica... y ahora le digo “au revoir!” Francia. Dans cette vie il n'y a rien de définitif !

Otra vez me encuentro en un tren... otra vez (quizá la última en un buen rato) escribiendo un post para explicarme. Se me hace raro escribir estas líneas sabiendo que hace poco menos de tres meses estaba feliz de la vida porque me habían aceptado en el Instituto de Altos Estudios para América Latina (IHEAL) de La Sorbonne Nouvelle – Paris 3.

Edificio de mi brete...
¿A quién se le puede ocurrir dejar la oportunidad de vivir en Francia, con un pseudo salario (al menos hasta junio) en una excelente radio y en una universidad reconocida al rededor del mundo? Más aún: ¿quién piensa en dejar ir un sueño cuando todo está relativamente bien y las condiciones al menos por ahora son buenas? Pues a mí, al mismo que hace tres años se le ocurrió la locura de dejar Costa Rica para venir a probar suerte a tierras francesas para cumplir un anhelo de toda la vida.

No ha sido una decisión fácil. Ustedes no se imaginan cuántas mañanas me levanté debatiéndome a mí mismo sobre qué convenía más. De hecho, hoy por hoy y para ser muy honesto, tampoco es que esté 100% seguro que volver sea la mejor opción... Medí cada punto, le saqué los pro y los contra y finalmente llegó la hora de tomar una decisión. Se la ofrecí muchísimo a Dios, se la puse en sus manos y le dije que si tomaba un camino que no estuviera acorde con Su voluntad sería completamente Su culpa por no impedirlo... así que confiando en Él espero que esto sea lo que Él quiere y no lo que yo quise...

Muy honestamente sigo con la interrogante de a qué vine a Europa. Está claro que personal y profesionalmente es una experiencia única, que me ayudó a crecer un montón como persona. El conjunto de tragedias, vacilones, congojas, sorpresas y emociones no me las quitará nadie. Tampoco el valerme por mí mismo, desde pagar impuestos, resolver asuntos sanitarios, matar pulgas (¡literalmente!) y enfrentar a mi amiga la soledad. Ya no soy el mismo y eso lo tengo clarísimo. Me asusta un poco el luchar contra la realidad que dejé, el quitarle la pausa a la película que estaba viendo, luego de finalizar esta. Me “da cosa” porque ya no la voy a ver de la misma manera. En mi casa posiblemente no me voy a sentir igual que antes, con mis amigos (los realmente pocos que sigo considerando amigos, porque la mayoría simplemente desapareció con mi partida) probablemente habrá diferencias al analizar las cosas. Esto significará un antes y un después ineludible... y bueno, ni qué decir de Costa Rica como país... si antes estaba descontento y no conocía la mentalidad de un país desarrollado, ahora peor. La adaptación y la aceptación a mi “nueva vida” será sin duda lo más duro de todo este asunto.

Ahora, LA pregunta: ¿por qué o para qué me devuelvo? Después de mucho analizarlo, como contaba arriba, tengo varias razones de peso que les expongo a continuación.
  1. “El amor es insustiuible”.
Esta fue la frase que marcó mi punto de quiebre. Fue con ella que me dí cuenta que no podía seguir sin dar ni recibir amor. Me vale un carajo que le suene cursi a quien sea. Es la pura y llana realidad. Parafraseando a mi Tocayo el Grande: “Si no tengo amor, nada soy”. Es lo mismo. Nada tan triste y gris como una vida sin tener alguien a quién amar. Y las grandes culpables de que yo descubriera esto fueron mi hermana y mi tía. En su visita a París, a finales de agosto de este año, me volví a sentir amado por mi familia, un sentimiento que ya se me hacía lejano, no porque ellos no me quisieran, sino porque hace falta ese contacto físico. El chinear a mi hermana, después de tanto tiempo de no hacerlo ni sentirlo, fue como si alguien le diera un mazazo a mi corazón endurecido por las circunstancias y por la soledad. Se rompió totalmente. De pronto me dí cuenta de lo mucho que significa mi familia para mí, de la exagerada falta que me hacía y de lo básicos que son ellos para mí. Ese factor, más mis verdaderos y buenos amigos, que siempre estuvieron ahí apoyándome, que nunca me dejaron de lado a pesar del tiempo y la distancia, continuaron la faena (ni hace falta nombrarlos, ellos saben quiénes son). Y finalmente, otra pequeña razón que me reservo, pero que tal vez cuente algún día, terminó de hacer que el árbol de mi orgullo, que parecía firme, se derrumbara.

Iglesia de La Agonía, el único edificio que sí me abraza!
Como me dijo el amigo de una amiga tica parisina “los edificios no te abrazan”. Y por más “glamuroso” que sea vivir en París (como diría un ministro por ahí), por más Torre Eiffel iluminada, ella no te dice “bon soir”, ni los Champs Elysées adornados para Navidad, ni la pirámide del Louvre en noche de verano, ni los jardines de Versalles o de los Inválidos, ni la grandiosidad de Notre Dame o majestuosidad de la Basílica de Saint-Denis, lo cierto es que nada de eso compensa el calor de la hoguera que dio a luz la palabra “hogar”. Nada nuevo este descubrimiento. Lo viví en mi propia piel desde el primer “mercado de Navidad” en Estrasburgo, en diciembre del 2009. Todo muy bonito, muy festivo, pero sin familia, sin nadie con quién compartirlo, termina siendo vacío y hasta banal. Dios me permitió sentir la ausencia de mis seres queridos para valorarlos aún más. Ahora amo mejor, eso no me queda duda, los valoro más que antes y sabré darme mejor a ellos de lo que antes lo hacía. Y creo que comienzo a descubrir que si Dios me trajo a Francia solo para eso, pues bien habrá valido la pena el billete y el desgaste.
  1. Una situación “franco - crítica”
Se me hace muy claro que, ligado a lo anterior, diferente hubiera sido todo si una francesilla hubiera flechado mi corazón, pero esto nunca estuvo ni siquiera a punto de pasar. La soledad que viví aquí en Francia pasó también por el hecho de no tener nada que me atara. No voy a decir que no hice amigos, por supuesto que sí. Conocí gente MUY VALIOSA a quien ansiaré volver a ver, ya sea de visita en Costa Rica o de regreso en este país. Personas que me ayudaron, que confortaron e hicieron las veces de mi familia. Sin ellos jamás hubiera logrado permanecer aquí los tres años que estuve. Dios nunca me abandonó y utilizó instrumentos en Grenoble, Estrasburgo y París para darme fuerzas y seguir adelante. A ellos les agradezco en el alma... pero por motivos lógicos, jamás logran reemplazar a quienes en Costa Rica dejé.

El "ya no muy querido" Sarko
Todo eso, aunado a que en estos últimos meses compartí apartamento con una chavala no muy simpática y algo sucia, creó en mí una crisis interna que llegó al desaliento. Pero no solo eso, hay que sumar el hecho de que, si bien en Radio Francia Internacional me sentía muy bien y es para mí casi una familia, la situación laboral no está para nada segura. Mi misma jefa dijo “Pablo, si tienes una oportunidad clara en Costa Rica, mejor vete antes de que sea tarde”. Para los que hemos estado por este lado del Atlántico estos últimos meses no es sorpresa: la crisis está acabando poco a poco con la Europa que conocemos. Las medidas económicas de rigurosidad en el gasto están afectando el sistema solidario, la posibilidad de encontrar un empleo y por supuesto, el asegurarse un futuro promisorio. En la radio había seguridad de seguir colaborando hasta junio... después ni idea. En Francia ya el gobierno de Sarkozy anunciaba hace una semana la aplicación de estrategias de recorte presupuestario para evitar entrar dentro del poco honroso club de los países de la deuda y en Europa bueno... ya ustedes vieron de hasta adónde es capaz de llegar la amenaza de una recesión: dos primeros ministros fuera, de los cuales uno, Berlusconi, no había dimitido ni por escándalos pedofílicos ni por corrupción estatal.


En resumen, esto hizo que mi futuro a nivel profesional se vea más claro en Costa Rica que en Francia o en cualquier país de Europa. El que se vea más claro no quiere decir que sea mejor, eso es obvio. Pero también ya me cansé de la aventura, de jugar de mochilero de vida con mis casi 29 años. Ya es hora de poner la bola en el zacate y analizar bien el próximo pase a profundidad que haré... y por eso me devuelvo.
  1. La universidad... ¡no más!

El desgaste que me provocaron los horarios de trabajo y de universidad fue enorme. Rápidamente me dí cuenta que si no paraba, simplemente me iba a dar un derrame o algo por el estilo. Salir de la Maison de la Radio (la sede de RFI) a las 2 ó 2:30am, llegar al apartamento a las 3, bañarme y acostarme a las 3:30 y dormirme a las 4am para levantarme a las 6:45am y estar en la U a las 8am resultó no ser muy atractivo. Y no es que no me estuviera gustando lo que hacía en la universidad, ¡al contrario! Es súper interesante. Pero el problema es que después de prácticamente diez años de estar metido en aulas y hacer exámenes y exposiciones... eso termina siendo algo bastante monótono, a lo cual hay que agregarle la imposición francesa de su estructura mental para explicar un conocimiento (mejor conocido como plan detaillé, que quienes han tenido algún contacto con esta cultura conocerán), algo así como partir un tema en tres partes que a su vez es subdividida en otras tres partes. En resumen, todo un teorema que a mis casi tres décadas ya se me hace pesado de integrar. La universidad fue promisoria, sí, pero no lo suficientemente atractiva como para amarla y darme por completo a ella. Hice algunas lecturas mal hechas, un par de exposiciones y listo. Para terminarla de hacer, profesores que pasaban lista, tomaban nota de las llegadas tardías y peor aún, de las participaciones en clase... no, yo ya no estoy para esas vainas.

Lo que me hará falta


Algo de lo que estoy muy seguro es que, así como tuve “mal de familia”, “mal de Alajuela” y en ciertos momentos “mal de patria”, a mi regreso también tendré “mal de Francia”. Hay cosas que definitivamente voy a extrañar, empezando por el hecho de caminar solitario en las madrugadas, con la completa seguridad de que nada malo va a pasarme. La tranquilidad de no ser asaltado en Francia es una razón que pesó mucho en los puntos “para querer quedarme” y “para no querer volver”. Me hará mucha falta sacar mi computadora o celular en cualquier parte para trabajar, revisar correo o estudiar. Y estoy seguro, me dará cólera el no poder disfrutar del derecho de usar mis cosas, que con mi dinero ganado con mucho esfuerzo compré, solo por el temor de que a alguien más le gusten y se las quiera dejar o vender para conseguir droga.




Otra cosa que sin duda echaré de menos es el metro o los tranvías... los trenes en general. De adelanto se que tendré que comprarme un carrito no dentro de mucho tiempo, porque si no en Costa Rica será imposible moverme con tranquilidad y agilidad. En París u otras ciudades grandes francesas tener carro es un lujo para la gente que le gusta salir a lugares alejados; aquí perfectamente uno podría pasar la vida sin manejar, porque el transporte público es muy eficiente. Sinceramente, ¡qué pereza volver a pasar las presas de La Platina! (así, con mayúsculas, porque casi que es un personaje y una parodia de la realidad nacional). ¡Qué aburrido tener que “chuparme” el tráfico de San José, los pitos de gente que cree que su bocina va a resolver un embotellamiento! La basura en las calles por todo lado, la gente que no camina y más bien estorba en las aceras, el humo de los carros que hacen chorizos evidentes con Riteve... en fin, esas cosillas que tenemos y que nos hacen subdesarrollados todos los días.


De lo que sí me ha hecho falta: naturaleza y playa.
Y por último, pero no menos importante: ¡qué pereza enfrentarme con un país que no solo no avanza, sino que más bien retrocede! Más desigualdad, más pobres y pobreza, un gobierno perdido en un atolladero de lo que yo llamaría casi “un pleito de mafias”, una oposición que ni sabe para dónde va, alianzas quebradizas armadas al calor de una coyuntura política y un señor vicepresidente que ha hecho todo el “lobby” posible para que Costa Rica no admita a Palestina como Estado (siendo nosotros los primeros que lo hicimos y de lo poco que reconozco bien del Capitán anterior que decidió hundir el barco para quedar él en la punta, como el Titanic, aunque todo el resto se fuera al mar). ¡Qué pereza leer o ver los mismos medios de comunicación que me hacen avergonzarme de mi profesión, periódicos y noticiarios mercaderes de la noticia, que hacen con ella cualquier cosa menos ponerla al servicio de la ciudadanía, que se venden al mejor postor con tal de incrementar su pauta publicitaria! De hecho espero hacer periodismo de una forma decente, y si no puedo, prefiero mantener mi dignidad intacta y dedicarme a dar clases de francés o a vender copos en el Parque de los Mangos. Estoy harto del servilismo que hay que hacerle a algunas empresas de la comunicación, que consideran a sus periodistas como trabajadores de maquila: con una gran carga laboral y encima, mal pagados. Y el Colegio de Periodistas: si te vi, ni me acuerdo. Por eso no volví a pagar una sola cuota y ya de fijo estoy más que moroso y en la lista negra. De por sí, para lo que sirve, mejor me sigo quedando afuera...




Prometo volver y no perder mi libertad de expresión, algo que conseguí en Francia y que no volveré a dejar ir jamás. No voy a luchar por Costa Rica, porque ese país ha demostrado en repetidas ocasiones que no quiere que nadie luche por él, que es feliz hundiéndose (el campeón mundial en esa disciplina). Voy por mi alegría y la de los que me rodean, a sabiendas de que será imposible tener una satisfacción decente con el atraso que tenemos en tantos campos, pero principalmente, en nuestra actitud mediocre, individualista y “chiquitica”.


Tres inviernos, tres primaveras, tres veranos y tres otoños franceses después, me vuelvo a lo que dejé. Todo será diferente, porque todo habrá cambiado. Yo también. Pero sigo confiando en Dios, que hace posible lo que para uno es imposible o muy difícil. Él me saco de allá, Él me trajo acá y Él sabrá qué hacer conmigo a mi vuelta. Vuelvo master, vuelvo más experimentado, vuelvo más maduro... pero sobre todo, vuelvo más humano y es lo que más me alegra. Este fue posiblemente mi último post en Francia. ¡Mi gente: allá voy!